martes, 29 de marzo de 2011

El "Diablo Meridiano" en Medina de Pomar...

Alcázar de los Condestables de Castilla, en Medina de Pomar (Burgos).

"¡A las altas torres altas
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de Medina de Pomar.
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Al aire azul de la almena,
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a ver si ya se ve el mar!
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¡A las altas torres mi morena!"
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[Rafael Alberti, Poemas de Amor, 1967].

Un tibio agosto castellano, paseando por Medina de Pomar (Burgos), llegamos hasta la calle Juan de Ortega, número 3. Allí, tras un popular restaurante de la localidad, se enmascara la abandonada estructura de lo que parece ser un ruinoso y feo "bloque de pisos". Sin embargo...

El uno de junio de 1973, el Consejo de Ministros, declaró "Conjunto Histórico-Artístico de carácter Nacional" a la villa de Medina de Pomar. Desde ese momento, la tutela del conjunto queda bajo la protección del Estado, ejercida a través de Bellas Artes, lo que luego se transfiere a la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León. En 1997, su Consejería de Turismo, "por la magnífica labor a favor de la conservación del patrimonio fomento y mejora de la calidad turística", concedió a la villa, el Premio "C" de Turismo... Aunque alguien, debería haber hecho constar que allí no se conserva y fomenta por igual todo el patrimonio.
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Siguiendo nuestro errático vagar, llegamos a la esquina con la calle San Francisco, donde, adosada al citado restaurante, nos topamos con una vieja casuca, en cuyo ángulo destaca una ménsula gótica. ¿Qué hace allí ese soporte, que todavía aguanta restos de una nervadura, antiguo arranque de una bóveda? ¿Acaso hubo allí algún edificio monumental, hoy desaparecido?

La ciudad de Medina, fundada por mozárabes durante la repoblación, fue de realengo, con fueros propios desde 1147, hasta que Enrique II la entregó en señorío a Pedro Fernández I de Velasco (1335-1384). En esta próspera urbe, se materializó uno de los mejores ejemplos de convivencia, entre comunidades de las tres culturas medievales hispanas: cristianos, judíos y musulmanes. Por su actividad política, cultural y comercial, fue de tanta importancia en el desarrollo inicial del reino de Castilla que, aunque no constituía merindad propia, fue capital de las Merindades Castellanas, hasta 1560, en que dicho título pasó a Villarcayo.
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Cuando, intrigados, damos vuelta a la esquina... ¡Sorpresa! El "bloque de pisos", y la vieja casuca, nos muestran los despojos de su pasada grandeza. Grandes y pequeños arcos góticos, sillares y capiteles, nos susurran que allí hubo un portentoso edificio medieval: el Convento y templo de San Francisco.

Quiere una piadosa tradición, que el "poverello" Francisco de Asís, pasara por esta villa, hacia 1214, cuando atravesó los reinos hispanos, como peregrino a Compostela. Durante su estancia, fundaría en Medina un pequeño convento, que por la caridad y abnegación piadosa de sus frailes no tardó en crecer. Lo cierto es que, en 1233, el Convento de San Francisco, formaba parte de la Provincia Seráfica de Castilla, y así continuó hasta que, en 1514, se estableció la Provincia Franciscana de Burgos. En el Archivo Histórico de los Padres Franciscanos, encontramos numerosos testimonios del patronazgo que monarquía y nobleza ejercieron sobre esta importante casa, desde la confirmación de privilegios por el rey don Juan, en 1339, hasta la exención de impuestos de Fernando VI, en 1751.
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Tras sortear contenedores de basuras, coches aparcados, y saltar una tapia medio derruida, entramos en un solar lleno de maleza, que oposita a estercolero y paraíso de ratas. Desde allí contemplamos la parte trasera del "bloque de pisos", que en realidad es !parte de la alta nave del templo gótico franciscano! ¡Con sus contrafuertes, ménsulas, y una desfigurada ventana ojival!

La fama de los franciscanos medinenses atrajo vocaciones, y en 1313 don Sancho Sánchez de Velasco fundó, en la misma Medina, el Convento de Santa Clara -rama femenina franciscana-, haciendo de su templo panteón familiar. Los Velasco, patrocinaron a las monjas clarisas tanto como a los frailes franciscanos, lo mismo con bienes para el sustento, y labores de caridad, que con obras de arte para el culto. Los edificios se enriquecieron con ampliaciones en los ss.XVI y XVII. Y a pesar de sufrir la desamortización de Mendizábal, en 1836, la de Madoz, en 1855, y la guerra carlista (1872-76) que convirtió el convento en cuartel y hospital, obligando el traslado de las clarisas a Barruelo (Burgos), pasados estos trastornos las religiosas regresaron y restauraron el convento. Sin embargo, los franciscanos ya no volvieron, y su conventó se extravió en la ruina y el olvido...
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La parte trasera de la vieja casuca, que aprovecha restos de los edificios conventuales -quizá del claustro-, conserva la parte baja de la fachada sur del templo, con un vano ojival, pues su nave debía constar, al menos, de dos tramos más de los que hoy vemos.

El Convento de San Francisco, fue también un centro de singular importancia, espiritual e intelectual. Aquí residieron, el venerable fray Pedro Villacreces (1350-1422), erudito teólogo, y su discípulo el beato fray Lope de Salazar y Salinas (1393-1463), escritor místico. Ambos propagaron la reforma de su orden por la Provincia Franciscana de Burgos, fundando los conventos reformados que constituyeron la Custodia de Santa María de los Menores. Entre ellos, el de Nuestra Señora de los Lirios de Alveinte, en Monasterio de la Sierra (Burgos), sobre las ruinas de un abandonado Monasterio de la Orden del Temple. Al final de su vida, fray Lope, se retiró al convento franciscano de Medina, donde falleció y recibió sepultura.
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Tras desamortizaciones y guerras, el magnífico templo gótico del Convento de San Francisco, acabó parcelado como "casas de vecindad". Sus esbeltas ventanas ojivales, perdieron las primorosas tracerías y coloridas vidrieras, que se sustituyeron por prosaicos cierres de madera y tosco vidrio, con balcones de ruda forja..

Pedro Fernández II de Velasco (1399-1470), Primer Conde de Haro, el "Buen Conde de Haro", gran benefactor de los franciscanos y alto cargo del reino, en 1460 se retiró al Hospital de la Vera Cruz, que había fundado en Medina, para allí acabar sus días lejos de intrigas cortesanas. Aunque hubo de abandonar su retiro conventual, para mediar en el conflicto que enfrentó al rey castellano, Enrique IV, con su hermano Alfonso. Tras su mediación, el de Haro, regresó al convento franciscano, donde murió en 1470, y recibió sepultura con el hábito de la orden. Pariente del "Buen Conde", y protegido suyo, era el citado fray Lope de Salazar, problable autor de la obra Las confesiones y muchos ejemplos (BNM Ms.9535, olim. Bb. 161), propiedad del señor de Haro, realizado aquí en 1455, y que era copia del célebre Libro de Confesión de Medina de Pomar, obra anónima, escrita en el Convento Franciscano, entre los ss.XIII y XIV.
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Comidos por las zarzas y la maleza, tapiados y perdidos sus esculturados sarcófagos, restan dos arcosolios que guardaron las tumbas de algunos miembros de la familia Velasco, como protectores del Convento Franciscano. Si sus efigies funerarias eran tan exquisitas, como las conservadas en el Convento de Santa Clara, sólo nos queda exclamar: Sic transit gloria mundi...

El afamado Libro de Confesión de Medina de Pomar, es una summa confitendi, un manual para el desarrollo del sacramento de la penitencia. Al tratar de los pecados mortales, nos dice, referido al cuarto:
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"Del pecado de acidia: En este pecado hay tres ramos. El primero es tristeza e negligencia de bien obrar e de bien fazer. Esto es quando el omne, cae en enojo e en tristeza de coraçón para non fazer bien ninguno nin queriendo resçebir buen consejo. El segundo ramo es pereza de fazer otros bienes spirituales asý como limosnas, oraciones, yr a la yglesia e otras cosas semejantes. El tercer ramo que nasçe d'este pecado es desesperación. Esto es quando el omne está en pecado de negligencia e pereza, e piensa que sus fechos como fueron muchos e malos, de los quales nunca fizo enmienda nin penitençia, e pone dubda sy podrá salvarse".
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A quien corresponda: despierte de su "acidia", aleje de si al "Demonio Meridiano", y puesto que quien pudo no quiso, haga que, ahora, quien quiere pueda. Escarmiente en yerros pasados, de poderosos devorados por el tiempo, y busque ser mejor administrador de bienes culturales que ellos. Pero, si acaso está dominado por la "pereza de fazer y la negligencia en bien obrar", vaya a picota y cepo, a comer el duro pan de dolores y beber el agua amarga de la desesperación. Por los siglos de los siglos.
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Salud y fraternidad.