Templo de San Martín, s.XII, fachada sur. Puenteferreira (Palas de Rei, Lugo). [20 julio 2008]. .
Este misterioso y no explicado suceso, aconteció durante nuestra visita al templo de San Martín, en Puenteferreira (Lugo). Mientras yo hacía fotos al exterior de la portada sur, una compañera del grupo entró al templo. Allí se le acercó el párroco, que rondaba por los alrededores, y dirigiéndose a ella muy amable, aunque hablando en gallego, le señaló sonriente una puerta. Nuestra amiga no entendió nada pues desconoce el idioma, pero le pareció comprender que allí había algo de interés. En efecto, al otro lado de la puerta, que da acceso a una sacristía añadida al muro, se encontraba la portada norte, original, con unos magníficos relieves románicos en su arquivolta, que el sacerdote le enseñó encantado sin dejar de parlotear en su lengua.
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Portada sur, la norte está oculta dentro de una estancia añadida.
. Cuando salían de la sacristía entraba yo al templo, ella me llamó para que viese aquello y ambos pasamos a la habitación, un verdadero desván-trastero, sobre cuya puerta unos magníficos relieves románicos trazaban complejos entrelazos de herencia céltica. Ya iba a sacar unas fotos, cuando el fornido párroco se abalanzó sobre nosotros, con gesto iracundo, impropio de su sagrado ministerio. Con manos de acero nos tomó a cada uno de un brazo, y nos sacó de allí a empujones, literalmente, al grito de: “Este es un lugar privado, muy privado, no pueden estar aquí...” Un grito que, ahora si, profirió en correcto castellano. Y no paró hasta vernos fuera del templo, mientras nosotros, desconcertados por su violenta actitud, no acertábamos más que a expresar excusas: “Usted disculpe, no queríamos entrometernos... vale, vale, ya salimos, lo sentimos, no deseábamos molestar...” Excusas, a las que ni se dignó contestar. Al contrario, cerró el templo a cal y canto, con gesto adusto, para alejarse de allí mirando de reojo hacia nuestro grupito. Tan sólo le faltó, sacar el hisopo y exorcizarnos a modo.
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Tímpano de la portada sur, entrelazos célticos.
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¿Qué misterio es éste? ¿Acaso el hercúleo párroco sufre de personalidad bipolar? ¿Por qué se dirigió, espontáneamente, a nuestra amiga para enseñarle la portada y sus relieves? ¿Por qué, repentinamente, nos expulsó “manu militari” a ambos? ¿Por qué la sacristía-desván-trastero era digna de ser visitada libremente, por nuestra amiga, y al instante siguiente era un “lugar muy privado” donde no se podía permanecer? ¿Por qué le habló a ella en gallego, para enseñarle aquello, y a ambos en castellano, cuando decidió que no debíamos contemplarlo?
¿Acaso su ataque, de indignada intimidad, se produjo al verme con una cámara en las manos, dispuesto a fotografiar los célticos relieves de la portada norte? ¿Por qué, si la portada sur también tiene relieves de inspiración céltica, que pudimos fotografiar sin problemas? ¿Influyó, en su extraño comportamiento, el sexo y belleza de nuestra acompañante, en contraposición al sexo y “fealdad” de un servidor?... No seamos mal pensados, alejemos el presunto movil lujurioso de nuestra mente, no vaya a escandalizarse algún pequeñuelo del Señor y tengamos que darle cuentas el Día del Juicio.
Sin embargo, coincidirán conmigo en que es un suceso bien extraño. Un caso propio de Agatha Christie o, peor aún, de Edgar Allan Poe. Pila bautismal, arrinconada al exterior del muro norte en 1987, hoy en paradero desconocido. [Diapositiva 19 septiembre 1987].
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Aunque tanto, o más extraña, que esa actitud del sacerdote, resulta la desaparición de la pila bautismal que, en 1987, se encontraba arrumbada al exterior del templo, junto al muro norte, llena de escombros y malamente pintada de azul. ¿En qué momento, de estos veinte años, tuvo lugar su asunción al limbo de los objetos perdidos? ¿Ha sido llevada a algún museo? ¿Fue robada? ¿Malvendida? ¿Ascendió a los cielos en cuerpo y alma? ¿Alguien puede darnos razón de su actual estado? A quien corresponda: Mande controlar el estado mental de los encargados de tratar con el público, ya sean religiosos o laicos, no sea que algún día tenga que lamentar algún luctuoso suceso. Las personas de carácter inestable no deben tener cargos de responsabilidad, pues el daño que pueden causar es siempre irreparable por muchos conceptos. Si no atendiere a razones, sea puesto en el cepo y encadenado a la picota, hasta que los numerosos “desequilibrados” mentales, que pululan por donde no deben, recobren la razón.
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Salud y fraternidad.