jueves, 19 de junio de 2008

Románico elevado al "cubo". ¿O será, a "los cubos"...?

Templo de San Miguel, s.XII, Ayllón (Segovia). [Diapositiva 10 julio 1983].
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Así descubrimos este templo, hace veinticinco años. El ábside agrietado, su alero caído, los canes desaparecidos, un falso podio tapando toda la parte inferior, perdidas columnas y capiteles, con dependencias espurias y muros ruinosos adosados.
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Ídem. El ábside rescatado, al fin, de siglos de olvido. [Diapositiva 7 octubre 2000].
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Pasamos otra vez por el pueblo, hace ocho años. Y... ¡Oh sorpresa! El templo está restaurado. Se han sellado las grietas, repuesto columnas, capiteles y canes, se han reintegrado los sillares perdidos, eliminado el antiestético podio. Se suprimió el muro ruinoso y rebajaron la altura, de la dependencia adosada, para liberar alero y canes del muro norte. Aunque, todavía, faltan algunos remates menores.
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Ídem. En la actualidad, el templo luce en todo su esplendor. ¿En todo...?
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La recuperación se ha completado, tras terminar de reponer los maltratados sillares y techar la dependencia anexa, remodelada tras su rebaje.
¿Qué bonito todo, no? ¡Demasiado bonito, para ser cierto!
Porque, despues de "muy profundos" estudios medioambientales, el honorable consistorio decidió que no existía, en todo el pueblo, mejor lugar para que los cívicos ciudadanos reciclasen sus resíduos. Con "criterio" digno de mejor causa, los probos munícipes dieron en colocar en esta calle, trasera del templo, un bonito y práctico "tren" de contenedores.
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¿Esplendor románico, surrealismo postmoderno o hapening rural? [Foto: cortesía de Paco Torralba, blog Astrágalo "Aberraciones románicas"].
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Pero no unos contenedores normales, sino unos contenedores "con tecnología inteligente". Hablando en plata, contenedores "correntines". O sea, que hoy te los encuentras junto al ábside, para que los ciudadanos ejerciten su derecho al reciclado mientras gozan -doble placer- del deber cumplido y del monumento románico. Y mañana...
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Y mañana, aparecen muy formalitos sobre la acera izquierda, o junto al muro de la derecha. Así, los buenos y cumplidores vecinos, pueden reciclar con una perspectiva más amplia del monumento. Unos días de lejos, otros de cerca, ahora desde la derecha, ahora desde la izquierda.
¿En que otro pueblo, villa, aldea, o ciudad, de Celtiberia se puede ser a vez buen ciudadano y espectador del arte románico? ¡Por desgracia, en demasiados! No es la primera vez, que traemos este tema a colación, ni será la última.
A quien corresponda. ¡Eduque, hombre, eduque! A los componentes de tantos y tantos ayuntamientos, que parecen plenamente convencidos que la basura y el arte son cosas perfectamente complementarias. Convenza a cuantos ediles sea preciso, que en sus términos municipales hay lugares de sobra, para conjugar el actio cívico del reciclado, con el no menos cívico de preservar visual -y olfativamente- el patrimonio cultural. Si no quieren hacerle caso, esgrima este argumento, "la basura da mala imagen, aleja al turismo, y el turismo representa ingresos económicos..." Seguro que, nombrando "los dineros", han de razonar. Si usted sigue mirando para otro lado, después de haberse tapado la nariz, sea condenado a picota y cepo: ¡Rodeado de contenedores de basura! Hasta que pida clemencia.

Salud y fraternidad.

martes, 17 de junio de 2008

La España de charanga y pandereta... ha de helarte el corazón

Templo de Santiago, fin s.XII, Turégano (Segovia). Poco se imagina nadie, ante esta sencillez, el tesoro único, incomparable, que guarda en su interior. [Diapositiva 26 octubre 2000].
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El templo de Santiago, en Turégano (Segovia), sólo conserva del medievo su ábside románico, quizá de fines del s.XII, pues el resto fue reformado en el XVII. Un buen día de 1989, el párroco y unos pocos feligreses hacían limpieza general, cuando, al retirar el sagrario, por el hueco del retablo divisaron algo que les intrigó. Se asomaron como pudieron, tras agenciarse una buena linterna, y quedaron pasmados.
Allí detrás, oculto durante trescientos años, aguardaba otro "retablo", en piedra, románico. Un conjunto magnífico de esculturas, que cubre parte del interior absidal entre las ventanas, formado por un Pantocrátor con su Tetramorfos, grandes esculturas -una parece que de Santiago- , y otras varias más pequeñas, todo cubierto de polvo, yeso y telarañas, pero en muy buen estado.
Desde ese instante, comenzó el particular "vía crucis" del párroco, Don Rafael Sancristóbal, ante autoridades de todo pelaje, para reconocer lo descubierto, restaurarlo y ponerlo en valor.
Cuando los técnicos se dignaron ir, ver y emitir dictamen, éste fue inesperado. Se trata de un ejemplar único, en España y en Europa, de ábside románico esculturado. Una joya artística y espiritual. La respuesta de la administración, de las autoridades "competentes", fueron buenas palabras. Deben estar afónicos, porque las buenas palabras han durado casi veinte años.
Ahora, por fin, ¡aleluya, ossana!, se han aprobado restauración y presupuestos. Pero... ¡Ay! Tratándose de "palacio", las cosas no sólo van despacio, siempre tienen un "pero".
Anuncian que dado lo "valioso" del retablo barroco, que tapa la "joya única del románico mundial", no van a retirar el retablo para colocarlo en un muro lateral. No señor, lo van a adelantar unos metros, y limpiarán el "tesoro románico único en el mundo" para dejarlo visitable dentro de un "pasillo" tras el retablo.
Con lo cual, el templo se reducirá a un espacio menguado, el retablo barroco parecerá un "pegote" ridículo, y el ábside un desván bien iluminado.
¿Acaso los "responsables" disfrutan, dándonos la imagen de que son unos seres ineptos, en los que el capricho y la estulticia se alían, en horrible contubernio, para que triunfe lo absurdo?
Cuando en tantos y tantos templos románicos, menos espectaculares que éste, se han retirado retablos barrocos para poder contemplar a placer la serena belleza desnuda de la arquitectura original, sin que nadie se rasgase las vestiduras, en Turégano, que hay posibilidad de retirar y conservar el retablo barroco, al tiempo que se despeja completamente el ábside para mostrar el conjunto, "único y excepcional" en el arte románico, que es su retablo en piedra, a los “responsables” no se les ocurre otra “gracieta postmoderna”, mejor ni más sublime, que adelantar el retablo y dejar el fabuloso conjunto esculpido, románico, medio oculto en una especie de “pasillo”.
¿Y qué opina de esto el paladín de su restauración, el párroco Don Rafael Sancristóbal, que ha guerreado con tirios y troyanos para que saliera a la luz? Al bueno de Don Rafael lo han “ninguneado”, él, que debería tener como mínimo una estatua en la plaza ante el templo por su incansable batallar para dar a luz este tesoro, opinó, con sano juicio, que el retablo se colocase en algún muro lateral o en la vecina iglesia de San Miguel, con lo cual se podrían disfrutar ambos elementos. Predicó en el desierto.
¿Se figura nadie, que para ver las pinturas de la Capilla Sixtina hubiese que meterse detrás de un retablo barroco, por muy valioso que éste fuera y muy ancho que fuese el pasillo? Y más cerca, ¿alguno se imagina el precioso conjunto absidal catedralicio, de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), detrás de un retablo, dentro de un ridículo pasillo?
¿Y qué opina de esto la Iglesia, custodia de tan singular patrimonio espiritual? ¿Las autoridades eclesiásticas, que tantas opiniones emiten sobre lo divino y lo humano, sin que nadie les pregunte, están de acuerdo con esta solución salomónica? Aunque, llamar a esto solución salomónica, es insultar la memoria y la sabiduría de Salomón. Pues bien, según a qué parte de la jerarquía se interrogue, la Iglesia, o se lava las manos -¿es que las siente sucias?-, o proclama voto de silencio. No conoce, no contesta. Las reclamaciones, al maestro armero. ¿Tiene miedo de mostrar, hoy, lo que los sacerdotes y el pueblo del medievo veneraron sin complejos?
¿Es que, una vez más, la "presunta" inutilidad oficial va a triunfar sobre la lógica, la espiritualidad, la belleza y el sentido común? ¿Es que una vez más, también en esto, España va a seguir siendo estúpidamente diferente?
Por desgracia, nos tememos que otra vez tendremos que avergonzarnos de haber nacido en esta España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y María, que no se cansa de helarnos el corazón...
A quien corresponda. ¡Por favor le suplico! ¡Déjeme en ridículo, haga que me equivoque y trague mis palabras! ¡Permita que este tesoro de espiritualidad medieval luzca en todo su esplendor! Si no lo hiciere, -en este caso, para usted la picota y el cepo son poca cosa-, suplico a la Diosa Madre que le pida severas cuentas de su proceder. Y que la tierra, jamás le sea leve.
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[Posdata: ¿Qué se apuestan a que, una vez consumada e inaugurada la chapuza románica, colocan el cartelito de "Prohibido hacer fotos"? Si no, al tiempo].

jueves, 12 de junio de 2008

“Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora campos de soledad, mustio collado...”

Ermita del Cementerio, lado suroeste, s.XII-XIII, Treviana (La Rioja).
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Sobre una ladera, bajo la que fluye el río Ea, quedan las maltrechas piedras del que fue hermoso templo románico. Los siglos y la incuria humana lo acabaron arruinando, hasta que en 1821 su solar fue transformado en cementerio del pueblo. Algunos sillares caídos, se utilizaron para consolidar aquellas partes que habían resistido, otros sirvieron para levantar la tapias del camposanto, sin importar si estaban esculturados o no.
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Ídem, presbiterio y ábside, medio enterrados por el deslizamiento del terreno.
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Como ermita de La Concepción, capilla del cementerio y almacén del sepulturero, aguantó muchos años, hasta que su deterioro le impidió cumplir con este humilde trabajo. Hacia 1970 se "adecentó" la cabecera, y hará unos veinte años se reparó la cubierta. La maleza invade, periodicamente, el exterior del ábside y con más o menos regularidad se desbroza. Poco más.
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Ídem, exterior del ábside y muro del cementerio.
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La primera mención de éste templo, aparece en el Cartulario de San Millán, del 873, como Monasterio de San Andrés de Trepeana. En el medievo era conocido como Monasterio de San Pedro, s.XII-XIII, y estaba patrocinado por la poderosa familia Haro. De la importancia del lugar da cuenta que, todavía en el s.XIV, además del templo parroquial -románico, reformado en gótico-, existían el de San Pedro, más una sinagoga y una mezquita.
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Ídem, muro norte y ventana del presbiterio.
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De los tres paños del ábside, sólo se conservan el central y el del evangelio, más el lado norte del presbiterio, y los arranques de la nave. El resto es reconstrucción posterior y bastante chapucera, esto se aprecia incluso en altura, puesto que los canes y capiteles han sido recolocados a un nivel menor del original, forzando las arquivoltas de las ventanas.
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Ídem, arquivoltas de la ventana norte del presbiterio, su rica labor escultórica se disuelve por el "mal de la piedra".
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Que fue un templo de mediana importancia, se deduce de esas dos grandes ventanas, muy elaboradas, en ábside y presbiterio -se perdió su pareja del sur-, con capiteles de monstruos: arpías, ornitosirenas; más otros de vegetales: piñas, hojas; y sus arquivoltas, florales. En el alero malviven algunos canes, bastante estropeados, que delatan su grandeza pasada. Al interior, las ventanas tienen arco pentalobulado y capiteles vegetales con rostros humanos. El arco triunfal, ligeramente apuntado, nos habla de un románico tardío pero todavía rico en sus expresiones.
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Ídem, muro del cementerio, materiales de reempleo procedentes del templo, un capitel quizá de la ventana sur, o de la portada.
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Del magnífico templo, que sus restos nos permiten adivinar, sólo quedan maltrechas e inestables ruinas, dudosamente conservadas. ¿Cuantas piedras labradas se ocultan, todavía, entre los muros del camposanto? ¿Cuántas bajo el terraplén sobre el que se asienta? ¿Cuantas entre el relleno de las tumbas? No hay respuesta, pero sus maltratados sillares parecen murmurar:
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"Sólo quedan memorias funerales
donde erraron ya sombras de alto ejemplo,
este llano fue plaza, allí fue templo;
de todo apenas quedan ya señales".
(Rodrigo Caro, 1573-1647, A las ruinas de Itálica).
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A quien corresponda. Acuda en socorro de estos jirones de esplendor románico, no consienta que acaben, también, enterrados en las laderas del cerro. Organice la excavación arqueológica del terreno y devuélvanos, siquiera sea las migajas, de lo que hubo de ser, con seguridad, un magnífico templo medieval. Si no lo hiciere, sea condenado a picota y cepo por tiempo indefinido, y su memoria olvidada por los siglos venideros.

martes, 3 de junio de 2008

"Ratas..." (Zarzuela románica en tres actos)

En este vacío se alzaba el templo de San Miguel, en Tubilla del Agua (Burgos). Hoy, como antaño, la luna pasa con su ritmo cósmico, pero ya solo puede contemplar sus arruinados muros, devorados por los tallos de las enredaderas.
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Una divertida zarzuela de Federico Chueca, “La Gran Vía” (1886), contiene el número musical titulado “La jota de los Ratas”, que alude a tres “rateros”, maleantes de rara habilidad que, indefectiblemente, burlan los torpes esfuerzos hechos por la autoridad para capturarlos. El trío, entra en escena cantando:
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Soy el Rata primero.
Y yo el segundo.
Y yo el tercero.
Siempre que nos persigue la autoridad,
es cuando muy tranquilos
timamos más
”.
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Al estudiar la ruina del templo románico que luego diremos, junto con las actuaciones de los personajes que intervinieron en el caso, nos vino a la memoria la actitud de estos individuos, "ratas" de los bajos fondos, con el agravante de que, nuestros personajes de carne y hueso, carecen por completo de la simpática picardía que derrochan estos rateros de zarzuela. La historia, como nos la contaron la contamos, y puede comenzar así: “En un lugar de Castilla, de cuyo nombre es imprescindible acordarse...”
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El templo de San Miguel, como estaba hacia 1920, Tubilla del Agua (Burgos). [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net].
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Acto I.
Soy el Rata primero...”
Cuarenta y cinco kilómetros al norte de Burgos, camino de Santander, el pequeño pueblo de Tubilla del Agua poseyó dos templos románicos. La parroquial, muy remodelada, y el templo de San Miguel, bastante bien conservado. Éste, se atribuye a la Orden del Temple, que lo levantaría, en la segunda mitad del s.XII, con esbelta torre adosada de ventanas geminadas, enigmática escultura firmada por el Magister Martinus, y bellos frescos románicos de simbolismo cíclico. El edificio se encontraba en buen estado, a pesar de que, a comienzos de los años 20, cayó un rayo en la torre y destrozó su tejado con parte de una ventana, sin más consecuencias. Diversas fotos de las décadas de los años 20, 50 y 60, del s.XX, demuestran que el edificio estaba estructuralmente intacto, sin daños de consideración.
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Ídem, estado del edificio hacia 1950. [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net].
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Así las cosas, en 1968, el Arzobispado de Burgos emite el siguiente “recibo”, con su membrete y sello, a favor de un anticuario de Reinosa:
He recibido de don Aurelio Ruiz Hoyos la cantidad de doscientas cincuenta mil pesetas en efectivo y cincuenta mil en un cheque, como precio de una torre en Tubilla del Agua, las cuales serán destinadas a reconstruir la Iglesia Parroquial que se encuentra en estado semi-ruinoso en dicho pueblo. Burgos, 10 de mayo, 1968. Firmado Don Buenaventura Díez Díez. Vicario General”.
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Ídem, situación del templo hacia 1965. [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla. net].
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El señor Arzobispo debe estar todavía en el purgatorio, donde le quemarán en las manos esos 1.803 €, ya que tal venta estuvo llena de irregularidades. En primer lugar, el dinero conseguido no se empleó para lo que dice el recibo (la reparación tuvo lugar años más tarde, con un coste de setenta mil pesetas procedentes de otra partida económica). Y en segundo, porque la transacción consistía tan solo en la torre, pero en realidad el comprador se apropió de todo cuanto de valor había en el templo, y el Arzobispado consintió en ello. Item mas, si la venta la hubiese hecho un inculto párroco de aldea se comprende que las “partes contratantes” se hubiesen conformado con ese “recibo”, pero que todo un Arzobispado, nada menos que de Burgos, prescindiese del notario, cuando entonces eran imprescindibles hasta para la venta del utilitario “Seiscientos”, resulta, cuando menos sospechoso. Y si no fuese algo tan triste, sería bien jocosa esa apostilla sobre el destino de las pesetas recibidas: “las cuales serán destinadas a reconstruir”. ¿En qué recibo de pago, se especifica nunca el empleo que dará el vendedor a sus ganancias?...
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Ídem, en la actualidad, rodeado de escombros, lleno de grietas y comido por la maleza.
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Acto II.
Y yo el segundo...”
En junio de 1968 se presentó, en Tubilla del Agua, el anticuario de Reinosa don Aurelio Ruiz Hoyos, acompañado por una cuadrilla de obreros. Acudió al alcalde, esgrimiendo el recibo del Arzobispado, para hacer efectiva su compra. El alcalde, en previsión de lo imprevisible y para guardarse las espaldas, acudió a la guardia civil para solicitar un retén de vigilancia, que garantizase el transcurso pacífico del asunto.
Bien sabía lo que se hacía porque, a pesar de que los tiempos no estaban para bromas con la autoridad, hubo algunos que se atrevieron a pedir explicaciones al munícipe, siendo despedidos con cajas destempladas, aunque los más se limitaron a levantar la voz, congregados como “mirones de obra”, que fueron pacíficamente disueltos por la benemérita.
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Ídem, destrucción, saqueo y ruina. Pero nunca, nunca, olvido.
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Bien provisto de “papeles” y arropado por la autoridad competente, se montó el desmontaje. Que en buena ley, habría que denominar saqueo, pues los cuadrilleros actuaron como saqueadores de tumbas. Los vándalos, los hunos y las huestes de Almanzor, todos juntos, no habrían causado tal catástrofe en tan poco tiempo. Las ruinas que todavía restan sobre el terreno, semejan una zona devastada por la guerra, es difícil imaginarse que fue un trabajo “artesanal” el que causó esta hecatombe. Porque, para quitar las ventanas de la torre se arruinó completamente el resto del templo, circunstancia que no entraba en el “contrato”, pero que se aprovechó para apropiarse de todo cuanto tenía algún valor, so pretexto de su ruina. Así se hicieron con las tres grandes ventanas intactas de la torre, más la dañada por el rayo; una pequeña; dieciséis columnas; dos capiteles, quince canes; tres modillones; diversas impostas talladas; un gran fresco románico y diversos fragmentos de otros. Todo lo cual, convenientemente embalado y cargado en camiones, no tardó en salir hacia Santander.
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Ídem, cualquier piedra esculturada, como la de esta pequeña ventana, fue salvajemente arrancada.
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Cuesta trabajo, creer que el anticuario “adquirió” y desmontó una torre –y de paso saqueó un templo-, solo para llevarse las piedras a su almacén, esperar allí que alguien pudiente pasara ante el escaparate, viese las esculturas y se dijera: “-Hombre que cosa más bonita, voy a comprarla para mi finca”. No, no fue así. Cuando don Aurelio se presentó en Tubilla, para reclamar su “botín”, éste ya había sido vendido a un tercero. Cabe en lo posible que ya lo hubiese sido, cuando obtuvo del Arzobispo el recibo de pago, y estuviese actuando como un testaferro.
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Ídem, ventana de la torre en el Museu Marès (Barcelona). [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net].
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Acto III.
Y yo el tercero...”
A los pocos días de comenzar el derribo indiscriminado del Templo, apareció por Tubilla el escultor, coleccionista de arte y Director del Museu Marès de Barcelona, el mismísimo don Frederic Marès i Deulovol (1893-1991). Quien, se supone, había comprado su “botín” al anticuario don Aurelio. El señor Marès, controvertido “mecenas” del arte, dicen que acompañado por un técnico del Museo de Arte Nacional de Cataluña, se aprestó a despegar el fresco románico de San Miguel, en magnífico estado de conservación, que junto con parte de lo comprado y lo “tomado en préstamo”, acabó en el citado museo barcelonés. Aunque no todo y no todo a la vista.
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Ídem, parteluz con la popular "Vieja Choricera", de gran tradición en el pueblo. [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net].
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Si tenemos estómago para visitar esas catacumbas del románico, leonés, castellano, aragonés y aún gallego, que son las salas del antedicho museo, veremos que allí, en una de sus criptas, enmarcados por el pórtico del templo de Anzano (Huesca), están los elementos “comprados” en Tubilla. Bueno, está una ventana de la torre, en cuyo parteluz figura el misterioso personaje encadenado, conocido popularmente en Tubilla como “la vieja choricera”; están algunos arcos moldurados; un capitel y unos pocos canes del alero. Sin embargo, el exquisito fresco románico no aparece expuesto, duerme el sueño de los justos –o la pesadilla de la conciencia culpable- en los almacenes del museo, a buen recaudo. Si no fuese por un profesor de Harvard, que habló de él y publicó su foto en 1930, antes del "escamoteo", no sabríamos ni que aspecto tiene. En cuanto a las otras ventanas de la torre, columnas, capiteles y molduras. ¡Se han esfumado! Nadie sabe, o nadie quiere hablar, sobre su destino. ¿Fueron vendidos, por el anticuario, a otros “mecenas-coleccionistas”? ¿Compró todo el lote, el señor Marès, y luego revendió lo menos significativo? ¿Se cubren de polvo y telarañas, en los almacenes del museo barcelonés?
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Ídem, el fresco románico con San Miguel y el Dragón, según figura en la obra de Chandler Rathfon Post, A History of Spanish Painting, Harvard University Press, 1930, pag. 194. [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net].
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Repasando este apretado resumen, de lo que los tubillanos consideran expolio y los barceloneses pintan como "salvamento del patrimonio", pensando en las actuaciones de los personajes que intervinieron en el “affaire”, nos parece escuchar de fondo el coro de “los Ratas”:
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Vamos con cuidado,
sin pestañear,
y ya van mil veces
que nos chuleamos
de la autoridad
”.
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Ídem, lo que resta de la nave central, grietas y maleza.
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A quien corresponda. Por haber permitido el desarrollo de este turbio asunto, en grado de acción u omisión. Consintiendo que “los Ratas” se chulearan de la autoridad. Podemos condenar y condenamos, a la pena de picota y cepo, por tiempo indefinido. De la cual no será eximido hasta que, de alguna manera, ponga remedio que satisfaga a las partes en conflicto.
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Ídem, interior del arco absidal, la piedra regresa al seno de la Madre Tierra.
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[Post scriptum: A partir de 2004, el alcalde de Tubilla y un grupo de vecinos, constituidos como asociación cultural, reclaman a la Generalitat de Cataluña la devolución de las piedras, fraudulentamente adquiridas por el Museu Marès, según ellos. El Museu Marès, por su parte, alega la compra legal, pero “no encuentra” otros documentos de esa transacción más que el recibo de don Aurelio dado por el Arzobispo, cuando lo lógico sería tener un recibo dado por don Aurelio al señor Marès. Del anticuario, no queda ni rastro. Y el Arzobispado de Burgos..., bueno, la Iglesia, como siempre, no niega ni afirma, alega "voto de silencio". ¿Quién tiene razón, quién miente? Hay una cosa cierta, "entre todos lo mataron y el solito se murió"].