sábado, 27 de febrero de 2010

Villahizán, un jirón de niebla...

Así era el templo de San Martín, en Villahizán. [Foto de los años 60, por cortesía de Alberto Calderón y su blog:
http://romanicoburgales.blogspot.com/].
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En Villahizán de Treviño (Burgos), existía un templo románico de mediados del s.XII, dedicado a san Martín. Fue reformado, durante el s.XVI, para convertirlo en un gran edificio, conservando únicamente su ábside románico y algún otro elemento antiguo empotrado en la nueva construcción. Persistió como parroquial de un barrio hasta 1875, en que falleció su párroco, y la titularidad pasó al otro templo del lugar, Santa María, de fines del XII.
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El mastodóntico edificio, en que se había transformado el templo románico, vivió una dorada decadencia durante ciento tres años más. A partir de los años sesenta empezó a notarse un deterioro progresivo de su estructura, y para 1974 ya se lo cita como un templo “en estado ruinoso”.
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No se hizo nada, cuando las grietas aumentaron de tamaño los “responsables” se limitaron a sacar cuanto de valor había y trasladarlo a la parroquial. Luego, dejaron que el asunto cayese por su peso. Y vaya si cayó, el templo se vino bajo, en 1988.
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Se hundió parte de la torre y, con ella, arrastró las bóvedas de la nave, algunos pilares, la bóveda absidal y la parte norte del ábside románico. El resto quedó en precario equilibrio, lleno de peligrosas grietas y amenazadores desplomes.
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Han pasado veintidós años y, por todo remedio, se ha colocado un vallado de tela metálica alrededor del caído muro absidal, para que zagales traviesos y turistas curiosos no entren en las peligrosas ruinas con riesgo de sus vidas.
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Precaución vana, dentro de poco caerá estrepitosamente el resto del templo, y se podrán hollar los derribados sillares sin ningún peligro. No hay más que ver la ominosa grieta, que recorre toda la fachada sur dislocando el ostentoso escudo heráldico-clerical de la portada sur.
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En el vacío cascarón del templo, los pilares se inclinan, el escombro colmata las naves, las vigas se pudren a medio caer. Lo que resta del ábside románico, se agrieta, se abre, anunciando el cercano fin de todo. Pero qué importa, total, tan sólo se trata de un edificio románico más. ¡Y tenemos tantos!
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A quien corresponda: Todavía sería posible, si las tormentas, nevadas y vendavales, de este invierno atípico acaban respetando lo que aún se mantiene en pie, conservar al menos el ábside románico, restaurar su lado norte, limpiar de escombros el resto del templo y consolidar las ruinas. Todavía sería posible, si usted dejara de mirarse el ombligo, de regodearse en sus fantasiosos planes, contando y recontando como un avaro los votos que ello va a proporcionarle.
Mientras recapacita, si aún tiene capacidad de ello, sea condenado a picota y cepo, justo al lado de esos venerables muros que, por su incuria, negligencia y rapacidad, se vienen al suelo, al polvo del olvido, y a la nada.
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Salud y fraternidad.

miércoles, 10 de febrero de 2010

¿La maldición de los Infantes de Lara...?

Esto es todo cuanto queda del Castillo de los Condes de Lara, donde nació el “libertador” de Castilla, Fernán González.
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“Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes
y varones
como vimos tan potentes,
di, muerte, ¿dó los escondes
y traspones?
(Jorge Manrique, Coplas por la Muerte de su Padre, 1476).
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En el castillo del Picón de Lara, construido en 902, nació “el Buen Conde” Fernán González (910-970), paladín del separatismo independentista castellano, antes que Castilla fuese paladina de la unidad imperial hispana. De modo que, cuando Castilla consiguió su “justa y merecida” independencia, del reino astur-leonés (entre 932 y 1035), se embarcó en la santa cruzada de arrebatar su “injusta e inmerecida” libertad a los otros reinos. Pero eso son cuestiones, de “alta política”, que nuestras sencillas mentes no alcanzan a comprender, así que lo dejaremos estar, porque “doctores tiene la Iglesia... y así está el enfermo”.
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Templo de Nuestra Señora de la Natividad, Lara de los Infantes (Burgos), fachada sur.
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El Condado y Alfoz de Lara (Burgos), de cierta importancia durante los períodos romano y visigodo, tenía su centro en el lugar del mismo nombre, hoy llamado Lara de los Infantes en honor a los míticos Siete Infantes que, según su leyenda, fueron enterrados en el templo parroquial, donde se conservaron hasta el traslado de sus cabezas, a Salas de los Infantes, y sus cuerpos al Monasterio de Suso (La Rioja).
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Fachada sur, en primer término galería porticada, cegada, sobre la que se alzaron nuevos muros en el s.XVIII, detrás el muro gótico de la nave, sobreelevado en el s.XIII-XIV encima del románico.
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Tras una etapa de poderío señorial, el lugar fue entregado a la ciudad de Burgos, en 1255 por Alfonso X. Para el s.XVI, castillo y templo, amenazaban clara ruina, y en el XVIII la fortaleza estaba tan mal, que el cantero Pedro de Castañeda, tras examinar el edificio en 1752, concluía su informe con una inquietante interrogación: “¿Merece la pena gastar cuantiosos dineros en un lugar donde ya no vive nadie?”.
Los políticos actuales, parecen haber hecho suya la pregunta del cantero, para aplicarla al templo, ahora que el castillo ya ha desaparecido por su desidia: “¿Merece la pena gastar numerosos euros en el templo de un pueblo donde ya no vive nadie?”.
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Fachada oeste, superpuesta a la original en el s.XVIII. Las hiladas inferiores, junto con la portada, corresponden a la galería porticada que cerraba este costado. Una grieta, en su ángulo norte, amenaza el muro.
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El origen del templo, parece estar en un monasterio visigodo. Luego, la pujanza económica y el poderío político, propiciaron que todos se turnasen para “meter mano” a este templo prerrománico, del s.XI: románicos, góticos, renacentistas, barrocos... Parece que, el edificio original, era de nave única y ábside, que a inicios del s.XII se amplió con dos naves menores, de absidiolos incrustados en el muro. A mediados del XII, se añadió un atrio porticado, en los lados sur y oeste, y a fines de dicho siglo una torre, al sureste -cuya parte superior es del s.XVII-. Al interior, la nave tiene bóvedas estrelladas del s.XVI, y el crucero cúpula sobre pechinas del s.XVII. En el s. XVIII se adosó la sacristía, y elevaron los muros perimetrales sobre la galería porticada.
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Portada oeste de la galería porticada, detrás la portada principal del templo.
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Portada oeste del templo, s.XII, con ricos capiteles de estilo “silense”.
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Por supuesto, el templo está declarado “Bien de Interés Cultural” (25-6-1982). Y ya sabemos que clase de papel mojado es ese pomposo título...
Su portada oeste, inicios s.XII, reposa las apuntadas arquivoltas sobre magníficos capiteles de escuela silense, donde predomina el bestiario sobre las escenas de mitología sagrada. Toda ella se encuentra “convenientemente” encalada, para “lucir más bonita”. Gruesas capas de cal, que los elementos climáticos van “decapando” lentamente, para dejar al descubierto parte de la antigua policromía... Encalado que cubre, con su “singular estética”, todo el interior, incluso los sugerentes capiteles primitivos, por no hablar de los coloridos repintes arco iris.
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La original galería porticada, aplastada bajo los muros del XVIII, está brutalmente maltratada. Sus arcos fueron cegados, algunos han perdido columnas y capiteles...
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La portada sur, de acceso a la galería porticada, ha quedado reducida a la mitad y cegada. La parte que falta fue destrozada en el XVIII, junto con el resto de la galería de este sector, para añadir una capilla.
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Gracias a la informática hemos reconstruido, parcialmente, como debió ser esta entrada de la galería.
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Algunos arcos de la galería, sobre ser cegados para colocar una grosera ventana enrejada, han perdido sus columnas y capiteles.
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Otros arcos están cegados, por el procedimiento de embutir en ellos sillares sacados al destruir otras partes románicas, así se distingue alguna piedra tallada, como ese arquillo que parece remate de vano aspillerado.
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Al interior de la galería, se aprecian las vigas con que se apuntalan los altos muros, faltos de tejado, y de nuevo los “cascotes” que ciegan los arcos.
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A quien corresponda: Deje de plantearse ese interrogante que tanto le gusta: “¿Merece la pena gastar numerosos euros en el templo de un pueblo donde ya no vive nadie?”. Porque en este pueblo sí que vive alguien, 26 habitantes censados, seres humanos con derecho a respeto. Y por aquí pasan numerosos visitantes, también humanos, con el mismo derecho a respeto.
Porque falta de respeto, es mantener este templo al borde de la ruina, como un almacén abandonado al que se ciegan sus vanos para impedir el acceso a los “okupas”.
Restaure ya, en lo posible y de forma digna, este templo, para que su declaración de “Bien Cultural” sea algo útil, que redunde en beneficio de los amantes del arte, de la historia, y sobre todo, de quienes aman su terruño.
En caso contrario, vaya a picota y cepo, sobre el Picón de Lara, para que los espíritus de los Siete Infantes atormenten sus días y sus noches, hasta que recapacite.
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Salud y fraternidad.