jueves, 29 de diciembre de 2011

"Stultia gaudium stulto..."

En Poza de la Sal, villa burgalesa de muchos encantos y muy buenas gentes, también "cuecen habas". Llegamos allí un atardecer, del pasado mes de agosto. 
Primeramente, en la Oficina de Turismo nos atendió un joven, en extremo amable, que nos llenó los bolsillos de folletos informativos, además de las precisas indicaciones que nos dio de palabra, y si no se vino con nosotros, a enseñarnos los tesoros del lugar, fue porque sus obligaciones lo retenían en el "chiringuito".
Luego, como íbamos sedientos, paramos en el típico bar "El Molino", que con sus floridas macetas pone una agradable nota de color en la calle medieval. 

La simpática "mesonera" se desvivió por servirnos, al tiempo que, con pocas palabras, nos ilustraba sobre las excelencias artísticas del vecino templo, como si, en vez de bar, aquello fuese sucursal de la mentada Oficina de Turismo.
Con tan buenos antecedentes humanos, con tan enfervorizadas recomendaciones monumentales, abandonamos el bar, convenientemente refrigerados, y nos encaminamos llenos de optimismo hacia el templo de los santos Cosme y Damián, aquellos hermanos médicos, y mártires, que desde la portada renacentista custodian el gótico interior, repleto de curiosos capiteles simbólicos.

Estábamos haciendo fotos de esa portada, entretenidos en los detalles que la componen: una vista general, las esculturas de los santos, unas pinturas sobre la "Letanía Lauretana"... ¡Hombre, por la puerta, abierta de par en par, se aprecia un interior que el sol poniente ilumina como sólo él sabe hacerlo...!
Nos acercamos hacia el abierto portalón, sin llegar a rozar el umbral siquiera, intentando acomodar nuestra vista a la penumbra y contraluz interiores, al tiempo que con el zoom tomábamos una foto de sus dorados sillares.
Y entonces, ocurrió el cataclismo.

Del interior del templo surgieron unas voces estentóreas, unos gritos desaforados: "¡Está prohibido hacer fotos! ¡No se puede fotografiar! ¡Deje de hacer fotos!".
Apartamos la vista de la cámara y la dirigimos hacia el lugar de donde procedían aquellos aullidos inhumanos, para encontrarnos al fondo de la nave con un hombre que nos pareció de cierta edad -la lejanía y la penumbra no nos permitían distinguir bien-, y que debía ser el vigilante porque continuaba su amenazadora letanía antifotográfica, mientas gesticulaba con los brazos como si intentase exorcizarnos.

Entonces, reparamos en que a nuestra izquierda, junto a la puerta del templo, unido al cartel que anunciaba los horarios de visita, había también el consabido y diabólico cartelito de: "No se permite hacer fotografías o vídeo". Claro que, nosotros, interpretamos que aquella prohibición solo era válida para quien estuviera en el interior del templo, así que respondimos al airado guardián: "Estamos en la calle y aquí hacemos las fotos que queramos, faltaría más".
Según dice el mítico Libro de los Proverbios [Vulg. Prov. 15, 21], stultia gaudium stulto..., o sea: "El necio halla placer en sus necedades...", quizá por eso aquel indivíduo, imbuido de la "sagrada misión" de impedir toda acción fotográfica en aquel lugar, respondió con escasa caridad cristiana: "Ni en la calle, ni leches, aquí no se hacen fotos...", etc, etc. Y mientras vociferaba, gesticulante, se abalanzó hacia la puerta, quien sabe con que "justicieras" intenciones. 
En vista de lo cual, recogimos velas, y antes que aquel endríago llegase a pisar el umbral, pusimos pies en polvorosa, porque es de sabios evitar tener cuestiones con majaderos.

"De cuantas cosas me cansan
fácilmente me defiendo,
pero no puedo guardarme
de los peligros de un necio".
[Lope de Vega, La Dorotea].

A quien corresponda. Ponga firmes, de una vez, a tantos y tantos guardianes de templos, que para hacer cumplir las absurdas leyes, que les han ordenado aplicar, no dudan en emplear la violencia verbal y, ocasionalmente, la física. Ponga firmes a tantos y tantos "legisladores" necios, que prohiben la fotografía por el placer de prohibir. En caso contrario, vaya usía a picota y cepo, hasta que estos indivíduos, los guardianes y quienes los azuzan, recobren la cordura, la buena educación y el trato afable con los visitantes.

Salud y fraternidad.

sábado, 17 de diciembre de 2011

San Vicente de Maluca, esqueleto de piedra.

El templo de San Vicente, en el despoblado de Maluca, se desmorona a la sombra del centenario tejo sagrado.

En el entorno de los monasterios de San Pedro de Arlanza y Santo Domingo de Silos, hay un pequeño valle recorrido por el río Velarroyo, el cual se une al río Arlanza en la vecina Lerma. Próximo a su cabecera, se encuentra el despoblado de Maluca (Burgos). Aunque lo único que allí subsiste, son las ruinas del templo románico de San Vicente, convertido en ermita del cercano lugar de Cebrecos.
Para llegar hasta dicho enclave, es preciso acercarse a Cebrecos y preguntar a sus vecinos. Hubimos de interrogar, sucesivamente, a dos de ellos, quienes inicialmente respondieron a nuestra interrogación con otra:

Una señora, a la entrada del pueblo:
-Por favor, para llegar hasta la ermita de San Vicente, ¿por dónde podemos ir?
-¿Es que vienen para arreglarla?

Un anciano señor, al otro extremo del lugar:
-¿Por aquí vamos bien para la ermita de San Vicente?
-¿Les mandan para repararla?  

Se trata de un curioso ejemplar románico, arcaizante, con ábside recto de tradición visigoda, construido con la vieja técnica del encofrado de cal y canto.

¿Nos confundían con ingenieros de la Junta de Castilla-León, o simplemente expresaban su amargura por el estado del templo? No obstante, después de tan sorprendentes preguntas, puramente retóricas y con un punto de socarronería, ambos vecinos se apresuraron a indicarnos amablemente el camino rural que debíamos tomar, su pertinente bifurcación, la fuente donde aparcar el coche, la loma que debíamos ascender, y la desviación que no debíamos tomar...
Tras tomar la desviación que no era, y tener que retroceder, por fin lo encontramos, sobre una loma entre campos arados, medio oculto en un bosquecillo de encinas, a la sombra del centenario tejo sagrado. Tendido al sol y las nieves de Castilla, el esqueleto del viejo templo se desmorona un poco con cada estación, resignado, en espera de regresar al polvo del que nació, y del misericordioso olvido de la humanidad que lo abandonó.

La portada, junto con los canes, son los únicos elementos en piedra tallada, con una sencillez no exenta de simple belleza.

Esta comarca, de pequeños valles, estrechos cañones, y colinas poco elevadas, estuvo relativamente poblada en la antigüedad, sus castros celtíberos conocieron una ocupación importante durante el bajo imperio romano, cuando fueron incluidos en una red viaria, norte-sur, que potenció el trasiego comercial.
Durante el periodo visigodo y musulmán, la zona se llenó de pequeños eremitorios, muchos de ellos rupestres, excavados en las laderas rocosas, que al producirse la repoblación castellana fueron sustituidos por monasterios románicos, los cuales pronto alcanzaron merecida fama.
Uno de estos es el cenobio femenino de San Mamés y Santa Columba, en términos del pueblo de Ura, sobre el pintoresco desfiladero del río Mataviejas, en el lugar donde hubo un castro de los celtíberos turmogos, luego fuerte romano, y más tarde fortaleza visigoda.
Con motivo de la repoblación castellana, del s.IX, el lugar se constituyó en capital del Alfoz de Ura, al que pertenecían gran parte de los pueblos vecinos: Covarrubias, Puentedura, Retuerta, Castroceniza, Quintanilla del Agua, Cebrecos y Maluca, entre otros.

El interior del templo, como un esquelto descarnado, presenta toda la triste realidad de una original estructura abocada a desaparecer.

Según el Libro Becerro de Arlanza, en 930, el conde Fernán González recibe un pacto de obediencia de doña Eufrasio, abadesa de San Mamés de Ura. El poderío inicial del Monasterio, se vio ensombrecido y postergado por otros monasterios vecinos, que acabaron por quitarle protagonismo, mermando sus riquezas e influencia.
En 1042 es donado al Monasterio de Arlanza, por Fernando I. No obstante todavía tenía cierta pujanza, pues que aqui salieron monjas para restaurar el Monasterio de Santa Coloma, en el pueblo riojano de igual nombre, cercano a Nájera, al que llevaron reliquias de santa Columba de Sens, copatrona del monasterio burgalés.

En la más pura tradición visigoda, el espacio absidal se constituye como un lugar íntimo, misterioso, prácticamente aislado de la nave por un estrecho vano.

San Mamés de Ura, aparece citado de nuevo hacia 1062, cuando María Fortúniz da al Monasterio de Arlanza sus derechos en Cebrecos y Maluca. Pero, hacia 1152, la villa de Ura y su alfoz, ha sido donada al Monasterio de Silos, aunque sus habitantes continuaron disfrutando el fuero de caballeros, que les correspondía como cabecera de alfoz.
El lugar de Maluca, junto con Cebrecos, perteneció a la Orden de Santiago -no sabemos desde que fecha-, aunque en 1345 estaban en manos del rey Alfonso XI, quien los dio a Fernán Sánchez de Valladolid, el cual los entregó en permuta a Santo Domingo de Silos ese mismo año.
¿Eran estos bienes de procedencia templaria, como el vecino Retuerta, -recordemos que sólo hacía 33 años que la Orden había sido disuelta-, y por eso los santiaguistas se desprendieron de ellos?

La carcoma del tiempo y los elementos van haciendo su despiadada labor, arruinadas las cubiertas sus cornisas van cayendo y arrastran los canes del alero.

Mediado el s.XIX, Madoz cita el lugar de Maluca como despoblado: "desp., en la provincia de Burgos, partido judicial de Lerma; su término redondo pertenece a los puebos de Nebreda y Cebrecos, teniendo este último la jurisd.; en él no existe mas que la iglesia, que demuestra ser de mucha antigüedad; a la cual concurren en letanía los dos pueblos..." (Madoz, Diccionario, 1845-1850).
En el templo, de una sola nave y cabecera recta, únicamente los vanos, arcos y cornisas, se trabajaron con piedra tallada, el resto destaca por su curiosa forma constructiva, a base de encofrado de cal y canto, sistema habitual en tierras de Soria y Segovia, pero raramente utilizado en las comarcas burgalesas, tan sólo en Maluca, y en dos ermitas de Quintanilla del Agua y Mercadillo. La técnica consistía en realizar un encofrado, relleno de piedra y cascajo mezclado con mortero, el cual se revestía de otra fina capa de mortero, cubierta con cal, que se pintaba para embellecer los muros. Un sistema más barato que el de sillares tallados, y casi tan resistente como aquel. 
  
Algunas piezas del alero, se mantienen en un equilibrio imposible, en espera del próximo golpe de viento que las derribe para siempre.

Este edificio se puede datar a mediados del s.XII, y su ornamentación es muy sencilla, en la portada una arquivolta de botones florales, y en las jambas arista abocelada. Los canes se alternan, frutos, cabezas humanas  y animales, en los pocos originales que subsisten, lisos los sustitutos de época indeterminada.
Las opiniones están divididas, sobre si la pila románica, adornada con tallos vegetales y arquerías, conservada en la parroquial de Cebrecos, procede de Maluca, aunque es muy probable.
En la actualidad, el templo está completamente abandonado a su ruina, y abocado a la desaparición, con la bóveda de la nave caída al suelo, aunque el enigmático ábside conserva la suya. Los vecinos han realizado labores de limpieza, extrayendo los escombros, pero eso no evita que diversas partes de la ruina, como cornisas y canes, continúen cayendo al suelo.

Del muro norte se desprenden, poco a poco, los escasos canes labrados que todavía quedan en el templo.

Entre sus descarnados muros, todavía parecen escucharse las estrofas que los romeros cantaban el Domingo de Resurrección, en honor de las divinidades judeo-cristianas, pero que a nosotros nos recuerdan cánticos de la Antigua Religión, en honor del renacimiento de Atis y otros viejos dioses, como anuncio de la regeneración primaveral.

"Esta noche han florecido
flores, rosas y claveles,
así florezca, señores,
la gracia entre las mujeres.
Esta noche han florecido
muchas flores en los montes,
así florezca, señores,
la gracia en todos los hombres".

Un canecillo, representando un fruto, símbolo de regeneración vital, yace sobre el suelo, como una amarga metáfora sobre el destino de este templo...

A quien corresponda: Dese prisa en remediar este abandono, este cruel olvido, antes que, a manos del tiempo y los saqueadores, desaparezca del todo esta pequeña joya del románico burgalés, muestra de la rica historia castellana en tiempos de la repoblación. En caso contario, vaya usted condenado a picota y cepo, en cualquiera de las muchas picotas que todavía abundan por estas tierras burgalesas, aherrojado de pies y manos, hasta que su señoría caiga también en el abandono y el olvido.

Salud y fraternidad. 

viernes, 11 de noviembre de 2011

Románico "jurásico" de 98 0ctanos...

Durante una cuarentena larga de años, del pasado siglo XX, Celtiberia tuvo un régimen político que carecía por completo de sentido del humor, aunque todos hiciesen humor a su costa. En dicho contexto el director de cine Rafael J. Salviá realizó en 1955 una película titulada "¡Aquí hay petróleo!", en la que, con fina y premonitoria gracia, se caricaturizaban las fantasías petroleras del régimen junto a sus ansias de autosuficiencia energética.
Porque, en esa década de los 50, la compañía CAMPSA andaba perforando los sembrados de patatas en la comarca burgalesa de La Lora, segura de que aquello era otro "Texas". De pronto, el 6 de junio de 1964, comenzó a brotar petróleo y se desató la locura, todos estaban seguros que la apretada vida de estos lugares, la miseria del país entero, iba a desaparecer, porque España se convertiría en el "Golfo Pérsico" de Europa. Los jerarcas del régimen, inflamados de ardor patriótico-económico-religioso, declararon lindezas de semejante calibre: "Este es el mejor regalo que Dios puede hacer a España..." 
Quintanilla de Escalada (Burgos), la "Casa del Médico", que reutiliza piezas románicas del perdido Monasterio de San Martín de Escalada.

Luego, todo quedó en nada. Aquel "oro negro" era de muy pocos quilates, se trataba de un crudo de baja calidad, que no puede emplearse para uso automovilístico y sólo es útil como combustible industrial. Esto, unido a que el yacimiento está fragmentado en numerosos pequeños pozos, que se agotan rápidamente, impide una explotación comercial rentable.
Así pues, la miseria no sólo no se apartó de estas tierras, sino que se acrecentó, sus habitantes continuaron emigrando a las grandes urbes, en busca del sustento que no les daban sus sembrados, ni el apestoso petróleo. Muchos pueblos languidecieron y acabaron por desaparecer, sus ruinas pueden verse hoy desparramadas por estos bellos y terribles páramos.
Canes y relieves románicos, en la "Casa del Médico".

Cerca de los "campos petrolíferos" de Valdeajos, Sargentes de la Lora y Ayoluengo, se encuentra Quintanilla de Escalada, en un bello enclave natural, bajo la sombra de Peñamayor, a orillas del padre Ebro.
En 1964, se instaló en las afueras del pueblo, junto a la carretera Burgos-Santander, la Estación de Carga del petróleo que había comenzado a extraerse en los pozos burgaleses, pero no tuvieron otro lugar "más adecuado", para tal menester, que el lugar exacto donde había estado enclavado el Monasterio de San Martín de Escalada.
Piezas del Monasterio de San Martín, en la "Casa del Médico".

A mediados del s.IX, el conde don Fernando y su esposa doña Godina, vienen con gentes de procedencia astur a repoblar el cercano castro de Siero, en Valdelateja, del que subsiste la ermita de Santa Céntola, con elementos mozárabes.
Ellos serán quienes den "al abad Roldán y sus compañeros", monjes de procedencia desconocida, quizá astur-leoneses desplazados por los musulmanes, el templo de San Martín de Escalada, que transformaron en cenobio desde el que atender las necesidades espirituales de los colonos.
Alero románico de entrelazos, en la "Casa del Médico".

El asentamiento prosperó, y en 1141 el Monasterio de San Martín de Escalada, convertido en  un edificio románico de cierta entidad y belleza, es citado en un diploma del rey Alfonso VII. Sus crecientes derechos y privilegios, serán confirmados por Alfonso X, en 1262.
Cuando en 1339, Alfonso XI, vuelva a confirmar sus numerosas posesiones, ya no se habla de monjes, sino de canónigos, porque entre esas dos fechas el cenobio se ha transformado en abadía, sin que conozcamos el motivo.
Alero románico vegetal, en la "Casa del Médico".

En 1541, la abadía pasa a depender de la de Aguilar de Campoo, y comienza su decadencia, por la desidia que los canónigos de Aguilar manifiestan en la administración. En 1675, se autoriza poner pila bautismal en la ermita de San Román, en Quintanilla, porque "la abadía de San Martín, está lejos, mal atendida por los canónigos de Aguilar y con muchas humedades". En 1710, un visitador escribe: "La iglesia, muy fuerte, a lo antiguo y con sus molduras muy curiosas por fuera. Solo le han quedado algunas ruinas del claustro. Está en despoblado..." En 1785, unicamente quedaba en pie la mitad del templo, que durante el s.XVIII acabó de arruinarse lentamente.
Ermita de San Roque, en Quintanilla de Escalada.

A partir de ahí, el viejo cenobio y abadía, quedó convertido en cantera para los vecinos de Quintanilla, quienes tomaron cuantas piedras quisieron, para construir sus casas, reparar muros de las huertas, levantar cochiqueras, cercar prados, hacer establos, etc, etc.
Hoy día, podemos contemplar el mayor conjunto de piedras románicas en la llamada "Casa del Médico", que tiene empotradas en su fachada diversas piezas labradas: varios canes, un relieve, aleros con ajedrezado, vegetales y entrelazos. En la ermita de San Roque, del 1604, hay dos capiteles del monasterio a cada lado del altar, en los cuales figuran animales del bestiario y cabezas humanas entre vegetales. En 1910, escondida detrás del retablo, se encontró una "Cruz bizantina", en forma de Tau, con esmaltes, perteneciente al monasterio, que fue "trasladada" al Museo Catedralicio de Burgos.
Interior de la ermita de San Roque, con dos capiteles del monasterio a cada lado del altar.

Es posible que, en otras casas del pueblo, haya más piedras románicas, aunque en el lugar nadie suelta prenda. Y bien que hacen, teniendo en cuenta lo sucedido con la Cruz, además de los relatos que cuentan los ancianos sobre "los petroleros yankis".
En los años 60, durante la construcción de la petrolífera Estación de Carga, dicen quienes lo vieron, que un ingeniero americano encontró enterrados algunos capiteles románicos -no hay acuerdo en el número, entre uno y cinco-, "labrados con curiosas figuras", y se los llevó a su país "sin que ninguna autoridad pusiera reparos"...
Ermita de San Roque, capitel con animales y rostros humanos.

No parece que el Monasterio de San Martín de Escalada llegase a tener la importancia que otros cenobios próximos, pero en su ámbito representó un referente cultural, religioso y económico, de cierta entidad durante el medievo, protegido y favorecido por nobles y monarcas. Los escasos restos pétreos que nos han llegado, y las referencias documentales, nos indican que pudo no ser especialmente importante, pero si muy interesante artísticamente hablando.
Ermita de San Roque, otro capitel del desaparecido monasterio.

En la actualidad, mientras en alguno de estos lugares se proyecta hacer un "Museo del Petróleo", para inmortalizar aquel fiasco, la petrolera británica Leni Gas & Oil, que compró en 2007 un yacimiento que nadie quería, intenta resucitar aquel sueño y anuncia que extraerá los cien millones de barriles que se estima quedan en aquellos páramos. Cien millones de crudo lleno de impurezas, de dudoso refinado, de mínima rentabilidad, pero que de ser despreciado, como combustible, ha pasado a ser "sospechosamente" solicitado como tal por la compañía BP que pretende refinarlo en Castellón. 
¿Se trata de un nuevo delirio industrial? ¿Una oscura operación económica? ¿Una nueva tragedia para la comarca, sus pueblos y su patrimonio cultural?
Dólmenes, menhires, villas romanas y templos medievales, han "convivido", mal que bien, con los pozos petrolíferos, e intentan "convivir" con los modernos aerogeneradores que invaden la comarca. ¿Se romperá ese statu quo, con el nuevo "cuento de la lechera" de los nuevos buscadores de oro negro? 

A quien corresponda: Se ruega que no permita una nueva degradación, cuando no destrucción, social, cultural y natural, de la zona, bajo el pretexto del "progreso económico", que bien puede esconder algún turbio negocio relacionado con el "oro negro". En caso contrario, vaya a picota y cepo por tiempo indefinido, y a ser posible, sea mantenido dentro de un barril de crudo repleto de "jugoso" petróleo burgalés.

Salud y fraternidad. 

Sobre el tema petrolífero burgalés, consultar:

jueves, 22 de septiembre de 2011

¿Dónde están las estelas, matarile, rile, rile...?

La ermita de Nuestra Señora de San Salvador, en Santibáñez de Esgueva (Burgos), en agosto de 1982. En primer término se distinguen algunas de sus estelas discoideas, procedentes del cementerio medieval.

Santibáñez de Esgueva (Burgos) es hoy un apacible lugar, cargado de historia y poco más. La importancia que pudiera tener en siglos pasados, ha desaparecido. El rollo jurisdiccional de su plaza, ocasionalmente utilizado como picota, es hoy tan sólo un elemento decorativo para gozo y solaz del turista ocasional.
En las afueras del pueblo, "a un tiro de piedra", se encuentra la ermita románica de San Salvador, s.XII, popularmente conocida como "Nuestra Señora de San Salvador", aunque quizá debiera llamarse "Nuestra Señora de las Sirenas", por la profusión con la que tales simbólicas damas de agua abundan en este pequeño templo de secano...
Acostado en una ladera de empinado cerro, el edificio tiene un árduo acceso a pie desde la carretera, aunque viniendo del pueblo todo es llano. Lógicamente, cuando lo descubrimos al azar, el 9 de agosto de 1982, fue desde la carretera, y hubimos de coronar trabajosamente la cuesta de marras.

[Diapositivas de las estelas, tomadas el 9 de agosto de 1982].

Por fortuna, en ocasiones, estos esfuerzos deparan singulares sorpresas. Así, cuando culminamos la subida, jadeantes bajo el sol canicular, descubrimos con asombro una serie de seis estelas discoidales "sembradas" ante la ermita, al borde del camino y del terraplén, tres de ellas tan erosionadas que no se distinguían apenas sus relieves.
Como era de rigor, de inmediato, sin encomendarnos a Dioses ni a Diablos, comenzamos a tomar fotos de estas venerables piedras, recuerdo de tumbas hace siglos olvidadas.

Pero, como la alegría dura poco en la casa del pobre, de improviso nos vimos agredidos por una voz estridente, airada, cargada de rencor: "¡A ver, tanta foto, tanta foto! ¡Que van a desgastar las piedras! ¿O es que piensan llevárselas...?"
Quien así nos interpelaba, no era otro que un rapaz de entre diez y doce años, el cual, junto con otros gallitos de su edad y atrevida catadura, había llegado allí desde el cercano pueblo, todos a lomos de bicicleta, en cuanto se percataron de nuestra presencia.

Al principio no les hicimos caso, y continuamos nuestra fotográfica labor, como si en vez de por furibundos rapaces fuésemos estorbados por molestos moscardones. Pero los chavales, al ver nuestra indiferencia redoblaron sus vocingleros ataques. Envalentonados por su "capitán", varios de ellos se sumaron hasta formar un coro de "voces blancas", que nos increpaba inmisericorde.
Según supimos luego, sospechaban que fuésemos "ladrones de piedras", porque, desgraciadamente, en años pasados unos cacos habían "afanado" al menos la mitad, "las mejor plantás", y si no las rapiñaron todas es porque fueron sorprendidos a media faena.

Al cabo, sucumbimos ante los belicosos mozalbetes y, a duras penas, los apaciguamos explicándoles la inocente naturaleza investigadora de nuestro "asalto" fotográfico. Cierto que tardamos un rato en ganarnos una escasa cuota de confianza, pero al final depusieron su actitud de rechazo, y si bien no se rindieron incondicionalmente, al menos llegamos a un razonable statu quo, que nos sirvió para obtener interesante información sobre aquellas estelas medievales. Aunque no toda la que hubiésemos querido, porque continuaron recelando de nosotros hasta que partimos.

Según afirmaba uno de los montaraces zagalejos, su abuelo le había dicho que, donde ahora se veían seis, antaño había allí su buena docena de esas "piedras de los muertos" y que por ser cosa de difuntos había que respetarlas. Otro aseguraba que, según su tío, eran parte de un cementerio muy viejo, y que las cruces y dibujos de las "lápidas de los antiguos" eran para espantar a los demonios. Finalmente, el "capitán" de la tropa, sabía por labios de su tía abuela, que aquellas "piedras encantadas" era mejor no tocarlas, porque eran cuanto quedaban de una brujas petrificadas que se reunían allí para sus aquelarres en tiempos de Maricastaña.

Sin embargo, el recelo de los mozuelos estaba justificado y bien justificado. Para nuestro duelo, hemos vuelto por Santibáñez de Esgueva, el 21 de agosto de 2011. Al subir la empinada cuesta, el alma se nos cayó a los pies.
Ni en el borde del camino, ni ante la ermita tostada por el inclemente sol agosteño, quedaba rastro alguno de aquellas estelas que los envalentonados e ingénuos zagales pretendieron defender de nuestra cámara fotográfica, hacía veintinueve años y doce días... Sus "piedras de los muertos", "lápidas de los antiguos", o "piedras encantadas", se han hecho humo bajo el tórrido sol mesetario.

Entre la paja seca que orilla el camino, quedan únicamente unas escuetas depresiones, allí donde las estelas del cementerio medieval estuvieron sólidamente unidas a la tierra.
Los mozalbetes de nuestra belicosa tropa, serán ahora hombres hechos y derechos, cuarentones dispersos por la geografía hispana, que habrán olvidado ya aquel episodio chusco y enternecedor, cuando con la inconsciencia propia de la edad se enfrentaron a unos adultos que creían "ladrones de piedras", para defender el patrimonio de sus mayores, ignorado y olvidado por quienes debían ocuparse de su conservación. Por quienes han consentido que, finalmente, los peores temores de aquellos chiquillos se hicieran realidad.

Despojada de aquellas humildes, al par que singulares estelas, la ermita de Nuestra Señora de San Salvador, continúa acostada en la olvidada ladera. Su peculiar silueta lombarda, sigue oteando la castellana estepa cerealista, hoy un poco más pobre, un poco más triste, porque han desaparecido aquellas piedras que hacían soñar a los niños y fabular a los ancianos.
En esta ocasión, nadie nos recibió y nadie nos despidió, hicimos sin oposición alguna cuantas fotos quisimos, pero algo en nuestro interior echó en falta la algarabía justiciera de aquellas voces infantiles.

A quien corresponda: en el propio Santibáñez de Esgueva, hay todavía una preciosa picota, en la cual deberán ser encadenadas las "autoridades competentes", por su desidia e incompetencia a la hora de proteger el patrimonio cultural. Quédense allí, a pan y agua, tostándose bajo el sol agosteño y tiritando bajo las heladas invernales. A ver si hay suerte y acude algún espíritu maligno, de esos que aparecen sobre los románicos capiteles, para robarles su negra alma.

Salud y fraternidad. 

domingo, 17 de julio de 2011

De Soria al Pirineo. León Leví, la sombra del "Judío Errante" (y II)

Un pequeño cenobio románico, reconstruido a base de unir varios restos medievales de diferente procedencia, en la finca pirenaica "Vora el Ter", de Camprodon (Girona). [Foto, por cortesía de http://amajaiak.blogspot.com/].

[CONTINUACIÓN]

A cuantos aman las tierras de Soria, y su magnífico arte románico, recomendamos vivamente una visita al bello pueblo de Camprodon. No, no se alarmen. Los rigurosos calores del verano no han debilitado nuestro raciocinio, haciéndonos desvariar. Sabemos perfectamente, que ese pueblo está en Cataluña, junto a la frontera con Francia, y que no tiene nada que ver con Soria. ¿O acaso, sí?
Camprodon, patria chica del universal compositor Isaac Albéniz, es una apacible población de Girona, enclavada en la zona pirenaica del Ripollès, a caballo entre los ríos Ter y Ritort. Nacida hacia el siglo X, a la sombra del Monasterio de Sant Pere que edificó Wifredo II de Besalú, prosperó gracias al mercado concedido por Ramón Berenguer III, en 1118, al fortificado Puente Nuevo, que en el siglo XII unió las dos partes de la villa que separaba el río Ter, y al rango de villa real alcanzado en 1252.
Tras atravesar numerosas vicisitudes históricas, perteneciendo indistintamente a la Corona de Aragón, Francia y España, pasó a gozar de un apacible olvido, hasta que se puso de moda entre la burguesía catalana, como lugar de reposo en verano y de actividades deportivas en invierno.

A fines del siglo XIX, el pionero impulsor de Camprodon, entre la burguesía, fue el alcalde de Barcelona Dr. Bartomeu Robert. Esta primera oleada, de ricos veraneantes, levantó sus mansiones en el Paseo de la Font Nova. La creciente popularidad del lugar, propició una segunda oleada de ricos propietarios, que instalaron sus casonas en el Paseo del Prado, acabado hacia 1927, cuando cambió su nombre por el del promotor de la obra, Francisco C. Maristany.
Aunque sus mansiones, llamadas "torres" -lo que en otras regiones llaman "chalets"- son de variados estilos, desde el modernista al historicista, no falta ninguna en la que, de una u otra manera, no se incrusten elementos medievales, góticos o románicos: ventanas, capiteles, almenas, escudos nobiliarios, esculturas, etc. Elementos que hacen de este paseo, un verdadero museo al aire libre, aunque se trate de un museo restringido, pues sus propietarios sólo dejan a la vista las pocas piedras que las tapias, setos, verjas y arboledas no ocultan al ojo inquisitivo del paseante. 
Si pudiéramos entrar, libremente, en tales "torres", quedaríamos asombrados al ver que guardan más obras de arte medieval que el Museo Nacional de Arte de Cataluña. Todo ello no tendría mayor interés, pues estos ricos burgueses se han limitado a buscar tales piezas entre los anticuarios, y suponemos que éstos las compraron legalmente a los propietarios de las abandonadas ruinas de toda Cataluña, e incluso más allá. Mucho más allá...

Hacia la mitad del paseo, se encuentra la finca "Vora el Ter", su "torre" fue incautada por el Comissariat d'Assistència als Refugiats, de la República, durante la guerra civil de 1936, para alojar refugiados. La casona quedó muy deteriorada, y al finalizar la contienda sus propietarios, el industrial Cayetano Vilella Puig y su esposa María Dolores Ferrer-Piera, encargaron la reparación al arquitecto F. Mitjans. Éste levantó también, en 1943, el conjunto monumental que semeja un pequeño monasterio románico. 
Es la "torre" más singular de todo el Passeig Maristany, porque aunque hacia el exterior sólo deja ver la estructura frontal de un templo románico, con rica portada de columnas decoradas y capiteles historiados, más las esculturadas ménsulas del alero, en su interior guarda una segunda portada con un raro tímpano, varias ventanas de capiteles figurativos, algunos sepulcros, escudos nobiliarios, diversos elementos visigodos, y un pequeño claustro con bellos capiteles. Alberga, además, diversas colecciones de arte, entre las que sobresale una de cerámica.
   
El "claustro" del conjunto de "Vora el Ter", que algunos afirman proceder de una presunta galería porticada, sin datos fidedignos que lo apoyen. [Foto, cortesía de C. de la Casa y J.J. Ruíz].

Pero el interés de ese decorado seudo-románico, reinventado simulacro medieval, a base de anónimos elementos de ignorada procedencia, estriba en que la portada principal, con los canes del alero, tienen un origen declarado. Estas piedras de "Vora el Ter", son unas viejas conocidas nuestras...
En 1952, la revista Celtiberia publicaba un artículo de Juan Antonio Gaya Nuño, titulado "Dos reliquias sorianas de arte y literatura en Cataluña", en el que, describiendo su estancia en tierras catalanas, levantaba un pico del velo de misterio que cubría el desmantelado templo de San Esteban "el viejo", en San Esteban de Gormaz (Soria):
"Siempre supuse que las piedras y capiteles salvados habrían emigrado a Norteamérica, y que, por no ser piezas de primera categoría, difícilmente serían publicadas.
En ambos errores quedé por espacio de años, hasta que, cierto día, recibí la visita de don Cayetano Vilella, culto y acaudalado industrial de Barcelona, pero oriundo de Camprodon (Gerona). Dicho señor me aseguró que en esta ciudad quedaba lo mejor y más característico de la iglesia de San Esteban. Y, en efecto, allí estaba, es decir, sus puertas, canecillos, ventanas y capiteles, componiendo una iglesita en las inmediaciones de Camprodon, en una deliciosa finca propiedad del Sr. Vilella".

Las piedras sorianas, que en 1925 estaban en dos vagones de la estación barcelonesa de Morrot, reaparecen de pronto, en 1943, como materiales de construcción de una mansión pirenaica. ¡Durante esos dieciocho años habían permanecido dentro de España, en cualquier almacén, y a la venta! ¿Para eso se tomó León Leví, "el Judío Errante", tantas molestias?
Este curioso giro del destino, parece corroborar aquellas viejas sospechas: ¿Utilizó, el trapacero judío, las piedras de San Esteban "el viejo", como tapadera para escamotear sus pinturas, alejándolas de Soria, puesto que, una vez en Barcelona, sacarlas de España era para él un juego de niños? ¿Explicaría eso, que las piedras permaneciesen en España, puesto que el verdadero negocio de León Leví estaba en las pinturas, y por ello vendió los sillares a cualquier anticuario catalán, quien los tuvo almacenados hasta que don Cayetano Vilella los compró, para construir esa particular fantasía románica en su finca, "Vora el Ter", de Camprodón?

No nos resistimos a citar el agudo comentario de Gonzalo Santonja Gómez-Agero, en su espeluznante obra "Museo de niebla. El patrimonio perdido de Castilla y León", quien define así este despropósito:
"De San Esteban de Gormaz, adustas tierras sorianas del Cid, a Camprodon, en Gerona, la distancia medida en piedras, lleva desde el territorio de la suicida inconsciencia hasta el paraíso de los apaños".
Porque, un enloquecido "apaño", es lo que ha resultado el fantástico decorado románico de "Vora el Ter". Allí, ni están todas las piedras que son, ni son todas las piedras que están.
Recordemos, que los vagones de León Leví contenían 19 toneladas de piedras. Pero el volumen de los despojos de San Esteban "el viejo", existentes hoy en la "torre" de Camprodon, no alcanza dicho peso ni de lejos. La portada, ha visto reducida su anchura a la mitad, al faltar dovelas de sus arquivoltas. Hay tan sólo quince ménsulas, cuando de Soria salieron cuarenta. La bella ventana absidal, con moldura ajedrezada, no aparece por parte alguna. Etc, etc, y más etc.

El resto de elementos románicos, existentes en "Vora el Ter", son de origen desconocido. El señor Vilella, o no conocía su procedencia, o no deseaba revelarla. Esto ha propiciado, que algunos "audaces" investigadores, aventuren que el actual "claustro" está formado por los elementos de la "galería porticada" de San Esteban "el viejo"... Bonita teoría, pero debe ser descartada, porque ningún documento antiguo, ni de la época del derribo, ni anterior, cita ninguna galería en el expoliado templo.
Otros han atribuido, al mismo San Esteban, la portada lateral con tímpano que da al "claustro", cuando tampoco documento alguno cita una segunda portada, en el desaparecido monumento soriano. Quizá cabría alguna duda razonable respecto a esta portada, puesto que el señor Vilella dijo a Gaya Nuño que procedía de San Esteban, pero desde luego su extraño tímpano, conteniendo a Cristo en Majestad, procede de cualquier otra parte y ha sido metido allí "con calzador". Incluso con las ménsulas hay que tener cuidado, de las veintiuna existentes en "Vora el Ter", seis no proceden del lote soriano. Y algo tan simple, como el friso de esquinillas del alero, tampoco se corresponde con el románico de la meseta, es un elemento propio del románico lombardo adoptado en la Corona de Aragón.
Un último misterio, ronda este truculento "affaire". ¿Por qué don Cayetano Vilella, sacó a la luz la procedencia de "sus" piedras, en 1952, a los 27 años del escandaloso suceso? ¿Lo hizo "por amor al arte", para dejar en evidencia a las "autoridades competentes" que intervinieron en tal desvergüenza, o simplemente por presumir de lo que poseía?

En cualquier caso, "sacar del armario" estas piedras, no ha facilitado en nada la contemplación de los restos. Los propietarios, celosos de su intimidad, no conceden fácilmente permisos de visita. Hay que contentarse, con ver de lejos la portada y algunas ménsulas, empinándose tras el seto que "defiende" la propiedad. Y si se tiene una cámara con buen zoom, podemos tomar fotos detalladas de las viejas piedras, eso si, vigilando que los guardias de seguridad de la urbanización estén en otra parte, más que nada para ahorrarnos engorrosas explicaciones sobre la inocencia de nuestro fotográfico proceder...
A pesar de todo, todavía podemos agradecer al señor Vilella, al destino, o a ambos, que esas piedras estén a la vista, siquiera sea detrás del seto. Peor destino corrió el magnífico templo románico de Santa Olaya, en el mismo San Esteban de Gormaz, de tres naves y ricamente ornamentado, que desapareció sin dejar restos arquitectónicos ni documentales.

A quien corresponda. Porque, "aquellos polvos trajeron estos lodos", diríjase ahora mismo, sin pérdida de tiempo, hacia la picota más próxima, donde será colocado en el cepo hasta su próxima reencarnación, para perpetua vergüenza, porque a pesar de los tristes precedentes, usted y los suyos reinciden, con exasperante monotonía, en el indigno proceder de todos aquellos que les precedieron en el cargo, y por acción u omisión, consienten que el patrimonio cultural continúe perdiéndose gota a gota.

[Es dolorosamente reveladora, la obra de Gonzalo Santonja Gómez-Agero, Museo de Niebla. El patrimonio perdido de Castilla y León. Ed. Ámbito, Madrid 2004, cuya lectura recomendamos a cuantos quieran llorar sobre los tesoros expoliados a nuestra cultura].

Salud y fraternidad.

De Soria al Pirineo. León Leví, la sombra del "Judío errante" (I)

Vista general de San Esteban de Gormaz (Soria), a la derecha sobresale la espadaña de San Esteban "el viejo". [Dibujo de J. Gil, 1888].

En 1660, el padre Argaiz afirma que el soriano Monasterio de San Esteban, tuvo su origen en tiempo de los godos y, arruinado durante la ocupación musulmana, fue reedificado por los benedictinos en el siglo X, en tiempos del conde Fernán González, dando el cenobio nombre a la villa, que en 934 era ya nombrada como "San Esteban de Gormaz".
Desde finales del siglo XIX, la corporación municipal de San Esteban de Gormaz (Soria), estaba tratando de hacerse con el terreno que ocupaba el céntrico templo parroquial de San Esteban y su cementerio anexo, únicos restos del viejo Monasterio, para derribarlo y crear en dicho solar una nueva Plaza del Mercado. Si hubo en todo el proceso intrigas, falsedades, sobornos, engaños, y complicidad culpable con el clero, es algo que no se puede demostrar, pues unicamente tenemos pruebas circunstanciales. Pero que hubo irregularidades, es algo irrebatible.
En 1873, el Ayuntamiento de San Esteban de Gormaz, previa consulta con el obispado de Soria, que dio su "placet", acuerda que la actividad parroquial se traslade, del templo de San Esteban al del exconvento de San Francisco, alegando "grave deterioro de aquel y la mayor capacidad de este". Sin embargo, tales argumentos se rebelan falaces, puesto que, en 1895, en el nuevo templo parroquial, de San Francisco, comienzan unas obras de rehabilitación y acondicionamiento que se prolongan durante un lustro. ¿Cinco años de restauración, para un templo que ha sido elegido parroquia, porque el otro "estaba maltrecho y amenazaba ruina"? ¿Una restauración por valor de 18.000 pesetas, algo millonario para la época, podía aplicarse a un edificio pero no a otro?

San Esteban de Gormaz (Soria), vista general del casco viejo hoy, con el castillo al fondo y a la izquierda el templo románico de San Miguel. El de San Esteban "el viejo", ha desaparecido del paisaje urbano.

En 1900, se inaugura el nuevo templo, rebautizado como San Esteban Protomártir, en funciones de parroquia exclusiva de la villa. San Francisco, primero se apropió de los feligreses de la vieja parroquia, luego del dinero para su restauración, y ahora se adueñaba también de su advocación. El templo de San Esteban "el viejo", quedó cerrado y abandonado a su destino, falto de cualquier reparación el "deterioro" se transformó fatalmente en ruina.
En 1906, el desalojo del edificio, precursor de su derribo, ha comenzado solapadamente: el Ayuntamiento pide, al obispo de Soria, permiso para trasladar el reloj de la villa, desde el templo de San Esteban "el viejo" al Ayuntamiento. Luego, al retirar el retablo que tapaba el ábside, para colocarlo en la nueva parroquial, la bóveda aparece cubierta con unas singulares pinturas románicas del siglo XII:
"Representaban la Cena de Jesús en casa de Simón el leproso y en ellas aparecía Jesús con tres figuras a cada lado y delante de la mesa otra postrada que bien pudiera ser María Magdalena, ungiendo los pies del Salvador y otra figura arrodillada sosteniendo un vaso y sirviendo un pez a Jesús, estando toda la escena pintada en verde, blanco, rojo y negro".
Pero ni siquiera este descubrimiento, detiene los planes municipales. No será un pequeño "contratiempo", de carácter cultural, el que tuerza sus proyectos urbanísticos. No habían pasado cincuenta años, desde que se le usurpara la titularidad parroquial, cuando, en 1920, el Ayuntamiento habla ya abiertamente del derribo del monumento. En abril de tal año, "en vista del estado peligroso de ruina...", y para cubrir las apariencias pues todo estaba ya consumado, se comunica al párroco "...que proceda a la demolición o reparación... dentro de la mayor urgencia posible". Se trata de un ireprochable acto de hipocresía administrativa, puesto que "el estado de peligrosa ruina" había sido propiciado por las propias autoridades civiles y religiosas, que abandonaron el cuidado del templo en espera de que su deterioro les diese el pretexto para el derribo.

Reconstrucción del templo de San Esteban "el viejo", perspectiva suroeste. [Dibujo cortesía de C. de la Casa y J.J. Ruíz].

El rebaño de fieles, y el pueblo todo, callaba y otorgaba, engolosinado con la flamante parroquia de San Francisco, perdón, "San Esteba Protomártir", que tras ser restaurada no paraba de recibir donaciones para enriquecerse con nuevas imágenes y mobiliario. Para rematar la faena, después de apropiarse de sus fieles, de sus bienes, y de su advocación, la nueva parroquia se apropió también de las piedras del viejo templo.
Si, hasta ese momento, "las cosas de palacio" han ido despacio, ahora todo se acelera. En octubre de 1920, el consistorio municipal comunica que ha llegado a un acuerdo con el obispo. La Iglesia, no solo da su permiso para el derribo de San Esteban "el viejo", sino que entrega el edificio "ruinoso", y el terreno que ocupa, al Ayuntamiento, a cambio de que éste haga una torre-campanario para la parroquial de San Esteban "el nuevo", aprovechando los materiales del previsto derribo. ¿Tiene alguna lógica, que la iglesia regale todo el conjunto, de indudable valor inmobiliario, a cambio de levantar un campanario con materiales de derribo?
Incluso, si consideramos que para la reconstrucción de San Francisco, ahora San Esteban "el nuevo", el prelado tan sólo empleó 4.000 pesetas, mientras que el Estado aportó otras 4.000, y el Ayuntamiento 10.000, aquello no parecía un "negocio" muy favorable para la Iglesia. Sobre todo, porque la "flamante torre campanario" no se levantó en parte alguna, en su lugar se hicieron dos espadañas, en las que no se empleó ni una sola piedra del templo románico, puesto que bastó con las piedras de la propia espadaña de San Esteban "el viejo", que no eran románicas, y todavía sobraron materiales...

La anunciada "torre campanario" de San Esteban "el nuevo", se concretó en dos simples espadañas, sacadas del derribo de la gran espadaña de San Esteban "el viejo".

A mediados de 1921, el alcalde, el párroco y el obispo, firman los papeles del acuerdo, el extraño acuerdo. Alea jacta est. Las obras debieron contratarse poco después, ya que, en una nota de febrero de 1922, los contratistas del Burgo de Osma, don Blas y don Miguel Barral, afirman "tener permiso del obispo para tirar Iglesia y torre de San Esteban", y se obligan a construir el cuerpo de campanas para San Esteban "el nuevo", quedándoles "el aprovechamiento de materiales para venderlos a quien quieran con preferencia al Ayuntamiento o vecinos". Indudablemente, los contratistas ya sabían a quien querían vender los materiales, y no era precisamente a nadie del pueblo.
"Noticiosa esta Comisión de haber sido vendidas por D. Blas Barral..., al comerciante de antigüedades D. León Leví las valiosas pinturas murales del ábside de la iglesia de San Esteban de la Villa de San Esteban de Gormaz y temerosa esta Comisión de que puedan ser llevadas al extranjero... ha puesto el hecho en conocimiento del Sr. Gobernador Civil... porque trate de evitarlo por los medios que estén a su alcance".
Esta es la notificación que, el 6 de julio de 1922, envió a la Real Academia de la Historia y al Gobernador Civil de Soria, la Comisión Provincial de Monumentos, tras una reunión de carácter extraordinario donde el tema no era siquiera el de San Esteban, sino la "compra-expolio" de las pinturas románicas de San Baudelio de Berlanga, por parte del nefasto León Leví. Pero, claro, una cosa llevó a la otra...


Reconstrucción del templo de San Esteban "el viejo", alzado de fachada sur, con portada románica. [Dibujo cortesía de C. de la Casa y J.J. Ruíz].

Porque, aunque las intenciones del Ayuntamiento de San Esteban, con sus idas y venidas a Soria, para negociar con el obispo, eran del público dominio, hasta entonces nadie había parecido interesarse por impedir aquel latrocinio. Hasta mayo de 1922, cuando la "operación inmobiliaria" municipal se había consumado, y el derribo ya estaba en marcha, no se reunió la Comisión Provincial de Monumentos. Ésta envió un miembro para constatar el caso "in situ", don Blas Taracena, quien realizó diversas fotos, y declaró que se trataba de "...un curioso ejemplar de arquitectura románica... de valor excepcional por las pinturas también románicas que decoran totalmente la bóveda del ábside", por lo cual pidió la suspensión del desmonte de esta parte del edificio, hasta que la Real Academia de la Historia se pronunciase.
Eso motivó que, cumpliendo con el Reglamento de las Comisiones de Monumentos, enviasen la antedicha notificación a las "autoridades competentes". ¡Dos meses después de inspeccionar, sobre el terreno, el templo a medio derribar, y constatar el valor artístico del edificio!
Todas las autoridades recibieron su notificación, pero había un inconveniente insalvable en este país: era verano. Y, en España, cuando llega el verano, la administración del Estado cuelga el cartel de: ¡Cerrado por vacaciones! Eso es ley, desde que existen registros históricos, y no hay asunto urgente que valga. Así que, "levantada la liebre" por los de la Comisión, el desmonte del templo, no solo no se paralizó, sino que se aceleró. 
La Real Academia de la Historia se excusó, el 12 de julio: "Hallándose la Academia actualmente en vacaciones... En la primera Junta que se celebre, una vez transcurridas las presentes vacaciones de verano... se dará traslado al Director General de Bellas Artes". Las "largas vacaciones del 22", no finalizaron hasta octubre. Cuando la Academia de la Historia celebró su primera sesión, el día 10, informó del asunto de San Esteban. Mientras, las pinturas se habían esfumado en el límpido aire del estío soriano. Porque traficantes y expoliadores, nunca cierran por vacaciones, al contrario, aprovechan las vacaciones de la administración para "administrar" sus negocios sin impedimentos.

Reconstrucción del templo de San Esteban "el viejo", alzado del ábside, con las ménsulas esculturadas y su bella ventana románica. [Dibujo cortesía de C. de la Casa y J.J. Ruíz].

El comprador León Leví, anticuario, ladrón, intermediario, tratante, o expoliador, según quien opine de él, se había hecho en tales fechas con las prodigiosas pinturas románicas de San Baudelio de Berlanga, y pensaba redondear la operación con las de San Esteban "el viejo", pero el escándalo empezaba a ser mayúsculo y había que ponerle freno. En la Comisión Provincial de Monumentos, se dio lectura a una carta de los contratistas, en la que los señores Barral "...ponen a disposición de la Comisión de Monumentos algunos restos ornamentales...", del derribado templo, y piden que alguien acuda "...a recoger los objetos de mayor interés y dispongan su traslado al Museo Provincial".
En este punto, la actuación de la Comisión Provincial de Monumentos resulta, cuando menos, "extraña". Consta que Don Blas Taracena se personó en la demolición, y vio "los restos ornamentales", ofrecidos por el contratista al Museo Provincial. Sin embargo, nadie se molestó en ir a por ellos. En el Museo Numantino, ni consta la entrega, ni han aparecido tales restos. ¿Por qué se despreciaron tan olímpicamente, quizá porque, en comparación con las pinturas, les parecieron insignificantes? ¿Porque consideraron que era un soborno, una limosna, a cambio de consentir en la venta de los frescos?
O sea, de la documentación inicial de 1922, se deduce que la primera y única compra de León Leví, consistió en las pinturas del ábside de San Esteban "el viejo", sin mostrar el más mínimo interés en "los restos ornamentales", que fueron ofrecidos a la Comisión Provincial de Monumentos. Pero, a mediados de dicho año, después que la Comisión se desentendiese de "los restos ornamentales", centrando su interés en las pinturas, el avispado Leví, compra pinturas y piedras por 4.000 pesetas. Y, casi de inmediato, se desinteresa de las pinturas, y se lleva las piedras que antes ha despreciado. El 7 de julio, nuestro "Judío errante", carga un vagón de tren en la estación de San Esteban de Gormaz, con diez toneladas de piedras, y pocos días más tarde, otro con nueve toneladas, ambos con destino a Barcelona.
¿Acaso, el inclemente sol mesetario del estío soriano, ha debilitado el cerebro del astuto León Leví? Creemos que no, que hay otra explicación más acorde con sus intereses.

Ventana absidal y ménsulas de San Esteban "el viejo", poco antes del derribo [Foto original de 1922, cortesía de C. de la Casa y J.J. Ruíz].

En esos días, el trajinante judío, se encuentra envuelto en una complicada maraña legal, a causa del alboroto ocasionado por la compra de las importantes pinturas románicas de San Baudelio, y no sabe todavía si aquello va a terminar de forma favorable a sus intereses. Por si fuera poco, al "affaire" se han unido las pinturas de San Esteban "el viejo". Juzgando lo acertado del sabio refrán: "Cuanto menos bulto, más claridad", se deshace de los frescos de San Esteban alegando que no lo son, o al menos eso dice.
"Al ir a hacerse cargo de ellas el señor Leví... con peritos, estos dijeron que las pinturas no tenían ningún valor artístico, ni arqueológico, ni histórico, y además que, dado su estado de descomposición... no podían arrancarse como las de San Baudelio... porque no pudiendo separarse de las piedras por estar pintadas sobre ellas y no al fresco, se derruyeron al desmontarlas. En vista de esto el señor Leví rescindió el contrato, el contratista le devolvió la mitad de lo abonado y mandó derribar el ábside con sus pinturas..."
¿Quizá en vista del escándalo, que se sumaba al existente por lo de San Baudelio, Leví tramó un complot junto con los contratistas, para hacer creer que las pinturas se habían destruido, cuando en realidad las había sacado de contrabando? ¿Tal vez, el traslado de las piedras, era la cortina de humo que ocultaba el traslado de las "destruidas" pinturas? Porque, en caso contrario, tendremos que admitir que el astuto judío no lo era tanto, pues había comprado a tontas y a locas, sin saber lo que compraba, y que solo recurrió a los peritos cuando ya el trato estaba cerrado y pagado, teniendo que apelar a la "buena fe" del contratista para que le devolviese lo abonado. Algo, completamente insólito e increible, en la trayectoria "profesional" de tan sagaz traficante de arte.
Como es evidente lo turbio del asunto, pues las pinturas le fueron vendidas en febrero de 1922, antes del derribo, y su compra presuntamente deshecha cuando protestó la Comisión, la "autoridad competente", por fin, decide actuar. Pone el caso en manos del Delegado Regio de Bellas Artes, quien, el 2 de agosto de 1922, ordena sean retenidos los dos vagones de tren, cargados de restos escultóricos y arquitectónicos, que han salido de Soria con destino a Cataluña, antes de que crucen la frontera española.

Portada sur de San Esteban "el viejo", poco antes del derribo [Foto original de 1922, cortesía de C. de la Casa y J.J. Ruíz].

Curioso guiño del destino, los vagones de León Leví se encuentran al pie del Montjuic, el medieval "Monte de los judíos", en una vía muerta de la estación de Morrot, en Barcelona capital, uno de cuyos ramales enlaza con la Estación de Francia. Dentro de ellos, se amontonan la portada, la decorada ventana absidal, y cuarenta ménsulas del alero, del derribado templo de San Esteban "el viejo". También están allí, diversas piedras labradas, aparecidas durante el derribo del templo, y que la Comisión de Monumentos no pudo examinar, verbigracia un sarcófago del s.XV, decorado, que estaba bajo el pavimento.
Desde finales de 1922, León Leví y Blas Barral, tienen abierto un expediente "...administrativo por desmonte y compra de las pinturas murales de San Baudelio al primero, y a las dos conjuntamente por la compraventa de otras pinturas y piedras artísticas de la Iglesia de San Esteban..." En enero de 1923, los contratistas, señores Barral, comparecieron ante la administración, presentaron los documentos otorgados por obispo y Ayuntamiento, demostrando que su actuación había sido legal, y se fueron tan frescos. León Leví, argumentó que había encontrado el templo derribado, que adquirió entonces las piedras, de forma legal, "...sin que existiese ocultación... con intervención del Obispo y de las Autoridades municipales, no realizando nada que tenga conexión con las pinturas". ¡Hace falta tener descaro!
En enero de 1924, cuando, según la Comisión de Monumentos, el templo citado había sido "...derribado totalmente, no quedando en la localidad resto constructivo ni ornamental que pueda ser útil, ni vestigio de sus pinturas que se destruyeron al demolerla", se presenta allí una delegación de la Academia de San Fernando "...para informar sobre el terreno acerca del valor de las antigüedades de que se trata... no llevándose a cabo este examen ocular por estar ya derruida la Iglesia". ¡A buenas horas, mangas verdes!

De la estación de San Esteban de Gormaz, salieron dos vagones cargados con las piedras del templo de San Esteban "el viejo". ¿Iban en ellos las "destruidas" pinturas románicas? [Foto, cortesía de gipuzkoakultura.net].

Tampoco se pudo realizar reconocimiento, ni dictaminar, sobre las piedras retenidas en la estación de Morrot, porque según el Delegado Regio de Bellas Artes de Barcelona: "lo impedía el amontonamiento de las piedras en los vagones..." ¿Pero qué pretexto es ese, acaso, siendo un asunto legal de tal importancia, no se podían descargar y revisar las piedras?
Resulta sospechoso que, en este "expolio consentido", haya tanta "sobredosis" de documentos legales:  autorizaciones, concesiones, contratos, permisos, tanto de la autoridad civil como eclesiástica. Pero, por si todo ello no bastase, lo mejor que le podía haber pasado a León Leví, quien tiene poderosos contactos en la corte de Madrid, es que el asunto se pusiera en manos de los Delegados Regios. Sus valedores de palacio conseguirán que, finalmente, el rey Alfonso XIII, declare que todas las actividades del "Judío errante" han sido legales y que tiene derecho a negociar sus materiales como mejor le convenga. Los de San Baudelio y los de San Esteban "el viejo".
"S.M. el Rey, ha tenido a bien resolver que no ha lugar a exigir responsabilidades a los señores Barral ni a D. León Leví, pudiendo este último disponer de las piedras que le fueron detenidas en la estación de Morrot... (22 de julio de 1925)".
En sólo tres años, cae el telón sobre un templo que ha permanecido en pie durante ochocientos. Nunca más se vuelve a saber de las "piedras artísticas" procedentes de San Esteban "el viejo". ¿Viajaron hasta Francia, aquellos dos vagones retenidos en Barcelona? ¿Iban en ellos, las "perdidas" pinturas románicas del dicho templo? ¿Cayó, todo, en manos de caprichosos magnates norteamericanos, junto con las pinturas de San Baudelio?

En la estación barcelonesa de Morrot, al pie del Monjuic, se pierde la pista de las piedras extraídas de San Esteban "el viejo", tras el verano de 1925 nadie vuelve a hablar de ellas. [Foto, cortesía de esperandoaltren.blogspot.com].

Para terminar este primer capítulo, de la truculenta historia, copiamos un dato "insignificante" del informe de la Comisión Provincial de Monumentos de Soria, donde recapitula todos los puntos del "affaire" sobre San Esteban "el viejo":
"No habiéndose resuelto por la superioridad nada en concreto referente a este asunto, y no habiendo sido aceptados los ofrecimientos de venta oficiosos hechos al Estado por el señor Barral, éste concretó con don León Leví la venta de las pinturas y restos arquitectónicos de dicha ermita, en cantidad aproximada de 4.000 pesetas".
¿Pero en qué pensaban estos ingénuos próceres de la Comisión, si el Estado no quiso gastar un duro en los importantísimos frescos de San Baudelio, como iba a hacerlo en los de San Esteban? Eso sí, recordemos que las 4.000 pesetas que el estado no quiso dar por las pinturas y piedras de San Esteban "el viejo", las desembolsó para restaurar San Esteban "el nuevo".
San Esteban de Gormaz, perdió un templo con singulares elementos románicos, pero el obispo pudo dormir tranquilo pues había conseguido su espadaña, y el Ayuntamiento tuvo por fin su Plaza del Mercado, popularmente bautizada como "Plaza de los Cerdos". ¿Justicia poética?

[CONTINUARÁ]

[Sobre este escabroso asunto, es absolutamente imprescindible la obra de Carlos de la Casa Martínez y Juan José Ruíz Ezquerro, Iglesia de San Esteban (San Esteban de Gormaz). Reconstrucción histórico-artística de un "expolio legal". Ed. Ayuntamiento de San Esteban de Gormaz, 2002, que actualmente está agotada y es casi imposible de encontrar. De ella hemos tomado, prestados, los dibujos y fotos en negro que se indican. Agradecemos a María de Mesa, que revolviese "Soria con Santiago" para proporcionarnos un ejemplar de dicho libro].

Salud y fraternidad.