domingo, 17 de mayo de 2009

¡Sierpe Rupiana, regresa y devóralos...!

Ermita de la Santa Cruz, Montes de Valdueza (León), 4 abril 2009.
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En el leonés Valle del Silencio, que citamos hace poco en referencia a Peñalba de Santiago, se encuentra otro pueblecito con gran sabor medieval. Hablamos de San Pedro de Montes, lugar nacido al abrigo del Monasterio, que da nombre al pueblo, fundado por san Fructuoso en el s. VII, sobre una escarpada ladera frente a un viejo castro celta. A la entrada del caserío, un poco apartada, estaba la humilde ermita de la Santa Cruz, elevada sobre la roca en que san Fructuoso se retiraba para hacer oración.
En este mágico enclave cuentan una antigua conseja, conocida como “Leyenda de la Sierpe rupiana”. Resumida, viene a decir que, al fondo de la barranca por donde corre el río Oza, a los pies de la ermita de la Santa Cruz, en una gran caverna, vivía un espantoso monstruo, cruce de dragón y serpiente, con un solo ojo. Tanto era el tamaño de la Sierpe Rupiana que, cuando su cabezota alcanzaba la ermita, su cola todavía se hallaba en el interior de la cueva allá abajo junto al río.
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Dicho espanto de la naturaleza, se alimentaba del ganado de aldeanos y monjes, pero al escasear por su insaciable apetito, el temible monstruo continuó banquete con seglares y clérigos, hoy uno, mañana otro. Se reclamó la presencia de san Fructuoso, que estaba en eremítico retiro, y este tramó lo que sigue: los monjes confeccionaron una enorme hogaza de pan, a base harina de castañas, amasada con orujo y jugo de tejo, que dejaron en la puerta de la ermita. La sierpe comió el cebo, quedó adormecida, y aprovecharon para clavarle en su único ojo una gran estaca de castaño, bien afilada y calentada casi al punto de ignición. El monstruo se retorció, dando coletazos que derribaban robles centenarios y desprendían peñascos como casas, hasta refugiarse en lo más profundo de su cueva, donde murió con los sesos consumidos por el calor.
Los lugareños afirman que unas figuras ondulantes, en los relieves de la ermita de la Santa Cruz, aluden a este episodio. Por desgracia, ya no podemos comprobarlo...
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Donde antes se encontraban dichos relieves, hoy solo queda una terrible herida que, justicia poética, nos recuerda el destrozado único ojo de la Sierpe Rupiana.
Esta ermita no es la original, sino una levantada en 1723, poco más debajo de la anterior, y en la que se reutilizaron groseramente algunos fragmentos escultóricos de la primitiva. Tales elementos, del año 905 y origen visigodo-mozárabe, fueron sustraídos miserablemente, el domingo 3 de marzo de 2007. Bueno, para ser precisos, fue robada una lápida fundacional de la ermita, que estaba a punto de ser exhibida en la edición ponferradina de Las Edades del Hombre, aunque para el caso es como si hubiesen “afanado” todo el conjunto. El presidente del Consejo Comarcal del Bierzo, Ricardo González Saavedra, culpó del robo a la Junta de Castilla y León por la falta de vigilancia. A su vez, la vicepresidenta de la Junta, María Jesús Ruiz, arremetió contra el delegado del Gobierno en la comunidad, Miguel Alejo, por entender que debía ser este el garante de la seguridad del patrimonio histórico artístico. [Ignoramos si el delegado la emprendió con el conserje, éste, a su vez, la tomó con su mujer, y ella lo pagó con el perro...]
A raíz de esta controversia, con la iglesia hemos topado, el obispado decidió desmontar las piezas restantes y ponerlas en custodia en la basílica de Nuestra Señora de la Encina, de Ponferrada, hasta que en Montes de Valdueza se pudiera garantizar un mínimo de seguridad. O sea, “ad calendas Graecas”.
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Las piezas visigodo-mozárabes el 17 de abril de 2000.
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Por suerte visitamos y fotografiamos el conjunto hace nueve años, cuando todavía unos no habían decidido robar parte, ni otros salvar el resto, por el mismo procedimiento: llevarse las piezas. Allí estaban, su lápida fundacional, a la izquierda, junto con otros fragmentos ornados con entrelazos ondulados y rosetas, todo ello sirviendo de improvisadas jambas y columna, para otra piedra con dos arquillos incompletos, que serían de herradura, sobre la que se sitúa la mejor pieza: un cuadrado en el que se inscribe un crismón “asturiano”, formado por cruz paté con el Alfa y la Omega, cuyo fondo tiene restos de pintura roja.
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A quien corresponda: déjese de culpar a otro, que a su vez culpa a otra, que luego culpa al de más allá. Y en vista de que, al menos de momento, la cosa no tiene arreglo, haga de lo hecho pecho. Admita que lo de la vigilancia es cuestión peregrina, si no imposible, y puesto que volver a traer las piezas a Montes es imprudente, al menos haga una reproducción en piedra artificial, como se hizo con ciertas esculturas de diversas catedrales, y colóquelas en su lugar original. Las piezas auténticas estarán a salvo, a ser posible en el Museo de León, donde sean visitables, y los peregrinos, porque espíritu peregrino hay que tener para visitar tales lugares, podrán gozar de la contemplación in situ de estas joyas del primer medievo, aunque sean copias. Y ya de paso, aproveche para restaurar el interior de la ermita, pues viendo en que estado se encuentra, no nos extraña que los “cacos” pensaran que hacían un favor con retirar tan ricas piedras de este ruinoso y polvoriento desván. Si no lo hiciere, vaya a picota y cepo, con el deseo de que el espíritu de la Sierpe Rupiana lo acose cada noche hasta que repare el desaguisado.
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Salud y fraternidad.

viernes, 15 de mayo de 2009

¿“Bien de Interés Cultural” o “Bien de Interés Basural”?

Robles de Laciana es un pequeño pueblo de la montaña leonesa, frontero con el reino astur al que se accede por el vecino Puerto de Somiedo. Su parroquial, de Santo Xuliano, fue templo de un pequeño monasterio, desaparecido. Un epígrafe, junto a la puerta, dice fue consagrado en 1090, lo que le convierte en el más antiguo del Valle de Laciana. El sencillo edificio románico, todo en mampostería de pizarra, sin decoración, ha sido recientemente restaurado y declarado “Bien de Interés Cultural”.
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Este “reciclaje” ha librado al templo de la ruina, pero no de esa plaga moderna, que es la manía de amontonar los cubos de basura y contenedores de reciclaje, en lugar bien visible, junto a los monumentos más destacados de cada lugar.
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No conformes con eso, aquí han rizado el rizo. Cubos y contenedores, asedian, rodean y escoltan el cartel explicativo que, con motivo de su declaración como “Bien de Interés Cultural”, se instaló para informar de las características del monumento.
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Pero no creamos que este despropósito sea privativo de pequeños pueblos montañeses, donde alejados de toda civilización, “presuntamente” escaseen la cultura o el amor al arte y a los “bienes culturales”, porque también en grandes ciudades, centro de esa civilización, donde “presuntamente” abundan la cultura y el amor al arte y al “Patrimonio de la Humanidad”, se repite punto por punto el disparate aludido. Ahí está el magnífico, el enorme, templo románico de San Millán, en Segovia capital, bien cercado por cubos de basura junto a los cuales, lógica precaución, está prohibido estacionar...
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A quien corresponda: En este tiempo de crisis, nosotros vamos a poner nuestro granito de arena para crear puestos de trabajo. Ya hemos encargado a sendos talleres, de cantería y carpintería, una elevada cantidad de picotas y cepos, para ampliar nuestro servicio. El cual, en breve, esperamos sea declarado “Bien de Interés Público” y dotado de vigilantes jurados, al par que juramentados. Porque a causa de la ineptitud e irresponsabilidad de las autoridades “competentes”, con una sola picota y cepo ya no tenemos bastante para atender a nuestra selecta clientela.
Así pues, vayan usted y sus incompetentes sayones, a “picotas y cepos”, por tiempo indefinido, hasta que solucionen el problema de los residuos urbanos y su incompatibilidad con los monumentos, patrimonio de una época quizá menos limpia pero también menos guarra.
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Salud y fraternidad.