sábado, 29 de diciembre de 2012

El "románico" del padre Manuel: de buenas intenciones...

Entre los verdes prados y montes asturianos, surge la magia y el misterio a cada paso... como en este templo que parece edificado por los gnomos.

Templo románico de Santa María la Real, en Logrezana (Carreño, Asturias), destruido y reconstruido en varias ocasiones, ha conseguido llegar hasta nosotros gracias al tesón de un sencillo párroco rural.
 
En el llano que corre al norte del conjunto dolménico del Monte Areo (Asturias), en el lugar de Castiello, se encuentra el castro celta de La Barrera, fechado hacia el s.VII a.C. Durante la dominación romana, se creó cerca del castro astur un fundus conocido como "Villa Lucretius", por el nombre de su propietario. Esta villa sería el origen del pueblo medieval de Logrezana -Llogrezana, o Llorgozana-, perteneciente al Concejo de Carreño.
Aquí se levantó el Monasterio de Santa María la Real, que figura en las donaciones que Ordoño I y su esposa Mumadona hicieron a la Catedral de Oviedo, en 857: In valle Logrenzana monasterium Sancte Marie.
 
Fachada de poniente, en el pórtico del templo de Logrezana.

Piñón de la fachada occidental del "cabildo", o pórtico cubierto.

Al margen de que aquel documento sea apócrifo, o no, lo cierto es que en dicho lugar existió un pequeño cenobio para el que, en el s.XII, se alzó un templo románico que todavía conserva la advocación de Santa María la Real. Sin embargo el cenobio debió desaparecer a fines del medievo, pues a partir del s.XIV los documentos citan el edificio como "iglesia" o "feligresía", nunca como monasterio. El único recuerdo actual de su existencia, es la "fuente de los monjes".
El templo románico era un edificio de nave única y ábside recto, con interesantes elementos escultóricos de estilo normando. En el s.XVI sufrió una gran reforma, en su cabecera. El ábside fue sustituido y la ventana románica trasladada, al muro sur, junto al nuevo ábside. También se sustituyeron las bóvedas originales, por otras tardo-góticas.

Rosetón en la fachada de poniente, del templo parroquial de Logrezana.
 
Pastores y ángeles adorando a Nuestra Señora con el Niño.

Sin embargo el resto del conjunto románico subsistió hasta 1875, cuando el cronista Canella y Secades afirmaba que, al reformarse el templo en dicho año, "quedaba no poco de la antigua fábrica del templo".
Aquel conjunto románico-gótico, era el que contemplaba el escritor Leopoldo Alas "Clarín" (1852-1901) cuando en su juventud acompañaba a su madre, doña Leocadia, durante las vacaciones estivales.
El reformado y remodelado edificio, del s.XIX, resultó incendiado durante la guerra civil de 1936, sufriendo graves desperfectos. Hacia 1940 se inició su consolidación -un tanto apresurada y deficiente-, con las aportaciones que hicieron emigrantes asturianos afincados en Cuba.

Juan el Bautista, cubierto con pieles de camello, portando la concha de bautizar en una mano.

Ventana con celosía calada y leones guardianes.
 
Pero, como la alegría dura poco en la casa del pobre, en la década de 1960, una fuerte explosión descontrolada, en la cercana cantera, provocó el derrumbe de su bóveda y otros desperfectos. Parecía haber llegado el fin, para el maltrecho templo de Santa María la Real. Entonces, se produjo el "milagro".
En 1960 había sido nombrado párroco de Logrezana don Manuel Martínez González (1926-2008), hombre afable, tímido y de austeras costumbres, una de cuyas grandes pasiones, aparte su sagrado ministerio y la devoción por la Santina de Covadonga, era el arte. Pero este hombre que, en sus frecuentes visitas a Gijón, siempre encontraba tiempo para extasiarse un rato contemplado el mar, no era sólo un soñador sino también un hombre de acción.
 
Ventana de tracerías en relieve, con representación del bautismo del Cristo en el tímpano.

El "cabildo", o pórtico cubierto, en su ángulo suroeste, con la galería porticada.

Cansado de solicitar ayudas oficiales para la reconstrucción de su parroquia, recibiendo tan sólo muchas buenas palabras y ningún dinero, el sacerdote consideró que quizá la ruina del templo era la forma mediante la cual su dios, cuyos caminos son inescrutables, le daba la oportunidad de ejercer su artesanal pasión de cantero.
Así, a partir de 1970, el párroco-constructor, cual monje de los de "ora et labora", se caló el sombrero de pedir caridad y, asombrando a unos y entusiasmando a otros, fue recabando céntimo a céntimo lo necesario para reparar la maltrecha casa de su Señor. Luego se arremangó la desastrada sotana, tomó maza y cincel... El resto es historia.


Pilares de la galería porticada, con escenas de significado bíblico.
 
Desde el pavimento hasta las cornisas fue esculpiendo, piedra a piedra, con fiebre de profeta autodidacta y entusiasmado asturianista, recreando un candoroso "románico" entre rústico y surrealista.
Así hizo la puerta sur, una ventana del mismo lado y los canes del alero. Luego..., luego ya no pudo parar y emprendió su "opus magna": un cabildo -pórtico cubierto-, adosado al costado oeste del templo.
Día tras día, mes tras mes y año tras año, a ratos perdidos y horas robadas al descanso, sin descuidar ni un ápice sus labores pastorales, el párroco metido a Magister Constructor fue moldeando los dorados sillares de arenisca, para sacar de ellos los ingenuos personajes simbólicos, hijos de su arte humilde, que pueblan ese pórtico, fantástico remedo de un onírico templo. 
Lo dará por finalizado en 1986, tras quince años de trabajo, cuando cumplía los sesenta años de edad.
 
Pilar del pórtico, la Sagrada Familia con la paloma del Santo Espíritu.

Celosía en ventana calada del pórtico, simbólica y enigmática cruz paté.
 
Más no hay rosas sin espinas y el entusiasta "cantero" hubo de sufrir críticas sin cuento, voces desalentadoras, reproches y censuras. Por si los inconvenientes "espirituales" no fueran suficientes también tuvo que padecer los físicos, una esquirla desprendida de la piedra le alcanzó en un ojo y perdió la visión del mismo. Otro contratiempo que unir a su temprana pérdida de audición, aunque todo lo supo sobrellevar con entereza, gracias a su fe y al apoyo de sus fieles parroquianos.
A pesar de todo no se desanimó, al contrario, se templó en el crisol de las dificultades. Cuando mostraba a curiosos y admiradores el fruto de sus manos, se emocionaba y emocionaba a quienes lo escuchaban. Cuando defendía su creación ante detractores y voces críticas, lo hacía con claridad retórica, elegancia estilística y primorosa expresividad, bien de palabra o mediante largos escritos de raro preciosismo epistolar.
No pudieron con él los ataques de la "Autoridad Competente" del Patrimonio Nacional, ni las "regañinas" del señor Obispo, ni los ácidos artículos periodísticos, ni las descalificaciones de los "expertos". Su dios, su fe y su pueblo lo respaldaban. 
 
Canecillo que reproduce el templo de Santa María del Naranco.

Canecillo que reproduce el templo de San Salvador de Valdedios, "el Conventín".

Don Manuel fue "él y su circunstancia", un cura rural con erudición de seminario, pero también un ser humano que, perseverante, amplió su horizonte cultural cultivando un espíritu curioso y autodidacta. No es la suya la obra de un genio, sino la de un visionario -en el buen sentido del término-, un apasionado que quiso recuperar para su parroquia algo del esplendor ostentado en los tiempos antiguos.
Tiene mucho mérito este sacerdote. Puede que no nos guste el resultado de su obra, que no acabe de convencernos, puede que incluso nos escandalicemos de esta estructura y sus imágenes "naif", adosadas a los restos románicos, pero consideremos en que estado ruinoso encontró la parroquia que le habían adjudicado.
Imaginemos a este amante del arte, recién llegado al lugar, con la maleta a sus pies, parado ante un templo que, sobre estar a punto de venirse al suelo, a fuerza de reformas y reconstrucciones ya no conocía ni la madre que lo parió.


Ventana neo-románica del muro sur, recreada por el párroco-cantero.

Ventana románica original, del muro sur, con rica decoración de espíritu normando.

Como escribió en emotivo artículo necrológico un discípulo del padre Manuel: "Siempre los que no hacen nada son los que salpican a los que se arriesgan a hacer algo".
Esas autoridades, esos expertos y esos periodistas, que tanto lo denostaron con singular hipocresía, nunca antes se ocuparon del estado ruinoso del templo de Santa María la Real de Logrezana. Bien poco que les importó el abandono y la amenaza de hundimiento del edificio, sólo se rasgaron las vestiduras cuando un "don nadie", un candoroso párroco rural con vena artística, se atrevió a restaurar con sus manos ese edificio que a nadie importaba un comino.
¿Su pecado? Que sin ser un genio escultórico o arquitectónico, se atrevió a salvar aquel templo que le habían encomendado cuando se caía a pedazos. Y si tuvo la inaudita osadía de querer dejar allí su huella, al menos su ingenua obra resulta infinitamente menos dañina que algunas "restauraciones de campanillas", realizadas modernamente en templos con mucha más obra románica conservada de la que subsistía en Logrezana.

Portada románica original, en la fachada de poniente, sus capiteles conservan restos pictóricos medievales.

Los motivos de zigzag y ajedrezados, junto a la distribución en el conjunto, delatan el espíritu normando de los canteros que tallaron esta portada.
 
Si vamos a eso, en Santa María la Real, románico, lo que se dice del románico, apenas quedan restos, aunque las escasas muestras denotan un origen estilístico normando.
Queda la portada oeste, a base de arquivolta en zigzag, chambrana ajedrezada y capiteles vegetales, con los bordes de jambas y arco ornados de banda taqueada. También hay una ventana en el muro sur, procedente del ábside, con chambrana de escamas y arquivolta en zigzag, que tiene un capitel con dragones serpentiformes, entrelazados, más otro de motivos vegetales. De casualidad sobreviven dos o tres canecillos, con personajes músicos y bebedores. Y quizá sea románica, la escueta espadaña bífora sobre el muro de poniente.
Todo ello lo respetó el párroco-cantero, que en lugar de utilizar acero reforzado, metacrilato biselado, hormigón pretensado y mármoles pentélicos, como muchos pretenciosos "restauradores" modernos, se limitó a emplear el material de sus predecesores medievales: la humilde piedra arenisca.

Canecillo original románico, con personaje portando un barril.

Lápida conmemorativa ante el templo de Logrezana, mediante la cual sus vecinos y feligreses agradecen a don Manuel su esforzada labor pastoral y arquitectónica.

A quien corresponda.
Un agradecido discípulo del padre Manuel escribió: "Vivió como un cenobita, sirviendo a su feligresía con fidelidad hasta que no pudo más. Me queda en el recuerdo aquel 'hombrón', de sotana descuidada, tímido, de corazón a tono con su humanidad, que humeaba un cierto candor, con imaginación de artista y alma de pastor. Merece un homenaje".
¿Podría decirse lo mismo de muchas "autoridades competentes", respecto a su labor de salvaguarda y conservación del patrimonio cultural común? Más bien no. Por ello vayan a picota y cepo quienes con su desidia, apoltronamiento, estulticia o mala intención, utilizan sus puestos de responsabilidad en beneficio personal y no en servicio del pueblo que los encumbró al cargo.
En cuanto al "atrevido" párroco, si algún pecado cometió restaurando tan alegremente... que su dios se lo haya perdonado. Nosotros no se lo tendremos en cuenta, pues el templo que él salvó, es hoy tanto un lugar de culto como un lugar cultural, donde se puede asistir a un oficio religioso o a un concierto profano, para goce de vecinos y forasteros.
 
Salud y fraternidad.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Copián, donde volaron los pájaros Templarios...

Mieres, a la derecha templo de San Xuan de La Pasera, hacia 1920, poco antes de su derribo.
[Postal de inicios del s.XX].
 
El Camino Jacobeo que venía bordeando la costa cantábrica, a cuyos puertos arribaban numerosas naves cargadas de peregrinos, tenía su encrucijada en Oviedo. Desde aquí partía un ramal hacia León, atravesando el puerto de Pajares, para unirse allí con el Camino Francés. Era un camino de dos direcciones, muchos peregrinos regresaban de Compostela por esta ruta y otros se desviaban por ella para visitar la Catedral del Salvador en Oviedo.
Tanto tránsito hizo que se abrieran numerosos albergues, hospitales, malaterías y demás establecimientos destinados a la atención de los peregrinos. Uno de ellos estaba situado en la ladera sur del Picu Gúa, entre Mieres del Camín y el alto de El Padrún, en la aldea de Copián.
Se tiene constancia que, en 1103, Alfonso VI donó una heredad en el Monte Copián al cabildo de San Salvador de Oviedo con el fin de edificar allí un hospital de peregrinos. En 1143 Gonzalo Bermúdez y su mujer Cristina Peláez, donan a la Catedral de Oviedo el templo de Santa María que habían levantado en Copián, para que sirviese de capilla a la hospedería y como parroquia vecinal.

Portada románica del templo de San Xuan de La pasera, en Mieres, antes de su traslado.
[Foto, de MSR/RIDEA, procede de la Enciclopedia del Románico en Asturias, Ed. Real Instituto de Estudios Asturianos, vol. 1 p.498].
 
En 1220 el obispo Juan y el cabildo de la Iglesia de Oviedo, dan a Martín Arias y Pelayo Yáñez, “una heredad en el Monte Copián, que limita con Santa María de Copián y Santa María de Aguilar, para que levanten un hospital para pobres, peregrinos y transeúntes”. ¿Acaso el viejo hospital se encontraba en mal estado, o se había quedado pequeño, y era preciso renovarlo?
Parece que, al tiempo de renovar el hospital, se amplió también el templo en estilo románico normando.
En algún momento indefinido entre 1220 y 1307, el nuevo conjunto, hospital-alberguería y capilla, pudo pertenecer a la Orden del Temple, de ahí que desde entonces se nombre como “Convento de Santa María de Copián”. A mediados del s.XVII todo estaba ya en ruinas, cuando Jovellanos pasó por allí y recogió esta noticia de los lugareños: “dice el vulgo que hubo templarios” (1). Otra tradición oral, añade que en el vecino alto de El Padrún “hubo un castillo de monjes-guerreros...”

La portada de San Xuan de Mieres ¿o Santa María de Copián?,  dibujada por “Benxa”.
[Benjamín Álvarez, Una comarca a punta de lápiz, Jijón 1975].
 
Como en tantos casos, los vecinos de Copián fueron desmantelando las ruinas y reutilizando sus piedras para reparar muros, levantar cercados, o remendar sus casas y establos. Para acabar de “arreglarlo”, en 1899 un incendio asoló Copián destruyendo prácticamente todo el pueblo.
No obstante, todavía quedan algunos restos pétreos del citado templo repartidos por el lugar, en casas y huertos, que podrían haber pertenecido a una portada del edificio románico del s.XIII: una imposta con moldura de dientes de sierra, una dovela de arco con zigzag doble y retícula romboidal, y un sillar alargado de idéntica decoración.
Otros restos existieron hasta no hace mucho, y fueron dibujados por “Benxa” en su Laminarium (2), aunque luego han desaparecido “misteriosamente”: un sillar con dientes de sierra y otro con ajedrezado jaqués, un canecillo, etc.
Sin embargo, es posible que la mejor parte del templo de Santa María de Copián se salvase: su portada, románica normanda, trabajada a base de singulares “cabezas de pico” (3).

Un resto del templo de Santa María de Copián, dibujado por “Benxa”.
[Benjamín Álvarez, Una comarca a punta de lápiz, Jijón 1975].
 
El templo de San Xuan, en Mieres, se localizaba en el núcleo de La Guareña, cerca del puente de Requexu. Una desmesurada crecida del río Caudal, el 30 de mayo de 1670, arrasó gran parte del poblado y su templo románico. Los supervivientes trasladaron sus viviendas a un terreno más seguro, a salvo de futuras riadas, en el núcleo de La Pasera.
Allí levantaron su parroquial, aprovechando cuanta piedra se pudo salvar del arrasado templo de La Guareña. ¿Se trajeron entonces los restos de Santa María de Copián, al nuevo edificio barroco de La Pasera?
Diversos historiadores, apoyados en la tradición local, afirman que la portada del ruinoso templo conventual del vecino Copián fue desmontada y llevada a Mieres, para adosarla al nuevo templo barroco de San Xuan de La Pasera. Otras piedras románicas, que a principios del s.XX todavía rodaban por diversos lugares de Mieres, puede que tuvieran idéntica procedencia.

Arquivoltas de la portada de San Xuan, en Mieres. ¿Procede de la capilla de los Templarios de Copián?
[Foto, de MSR/RIDEA, procede de la Enciclopedia del Románico en Asturias, Ed. Real Instituto de Estudios Asturianos, vol. 1 p.498].
 
Durante 257 años, la bella portada, con capiteles vegetales, motivos florales y arquivoltas a base de dientes de sierra, ajedrezado, zigzag y unas inquietantes “cabezas de pico”, destacó en la fachada del insulso templo barroco en que había sido empotrada. Pero el nuevo siglo trajo nueva riqueza a Mieres, el negocio del carbón hizo crecer desmesuradamente al pequeño pueblo, que multiplicó sus habitantes. El viejo núcleo se expandió y absorbió los núcleos vecinos, las callejuelas se convirtieron en avenidas, las casitas en bloques de pisos.
La parroquia de San Xuan resultaba ya insuficiente para tantos feligreses, por lo que se acordó levantar una más amplia. Dicho y hecho, el día de san Juan de 1927 se celebró la última misa y aquel verano las piquetas fueron desenvainadas con presteza. En pocas semanas el edificio, atacado con la saña destructiva propia de los nuevos ricos, se vino al suelo. El clero, ante la perspectiva de un templo nuevo, moderno y más grande, se desentendió de las viejas piedras cuyo destino dejó a la discreción de las cuadrillas demoledoras.

Diversos elementos del templo de San Xuan, muchos hoy perdidos, dibujados por “Benxa”.
[Benjamín Álvarez, Una comarca a punta de lápiz, Jijón 1975].
 
Contaban los viejos del lugar que, desmontada la portada románica, los obreros no sabían qué hacer con aquellas piedras, así que las amontonaron a la orilla del río, junto al puente de Requejo, para arrojarlas al cauce y ahorrarse así el trabajo de transportarlas más lejos.
Quiso la casualidad, la suerte, o el destino, que en tal momento pasara por allí un miembro de la rica familia gijonesa Rodríguez-San Pedro, hombre de cultura, que al ver aquello preguntó a los operarios por el destino de tales piedras labradas.
Al conocer sus bárbaras intenciones y visto el desinterés e ignorancia que mostraban por tal joya, ofreció al capataz cinco mil pesetas por la portada. El hombre y su cuadrilla no lo pensaron dos veces, el dinero cambió de manos visto y no visto, el noble contrató un camión con igual rapidez y se cargaron las piedras para el traslado.

Arquivoltas del templo de San Xuan, en su emplazamiento de La Pedrera (Xixón).
[Foto, de MSR/RIDEA, procede de la Enciclopedia del Románico en Asturias, Ed. Real Instituto de Estudios Asturianos, vol. 1 p.498].
 
Cuando se difundió el rumor de que alguien estaba intentando comprar las piedras, el alcalde, Vital Álvarez Buylla, se apresuró a buscar la cuadrilla  de obreros decidido a ofrecer el doble o el triple, pero ya era tarde, el vehículo volaba por la carretera de Castilla rumbo a Gijón. En la cabina, iban el asombrado conductor de tan insólito porte y el no menos asombrado señor Rodríguez, que no podía creer cómo le había sonreído la suerte.
Hay que hacer una precisión, el comprador no fue, como se ha repetido erróneamente, el conde Faustino Rodríguez San-Pedro (4), político conservador que ejerció como Alcalde de Madrid y Ministro de Hacienda, Estado e Instrucción Pública, pues dicho caballero falleció en 1925, dos años antes del derribo de San Xuan de La Pasera. Aunque lo de menos es la personalidad del “salvador” de nuestra portada, sino el hecho fortuito de que estuviese en el lugar adecuado en el momento adecuado.

Detalle de las arquivoltas del templo de San Xuan, en su estado actual.
[Foto, de MSR/RIDEA, procede de la Enciclopedia del Románico en Asturias, Ed. Real Instituto de Estudios Asturianos, vol. 1 p.498].
 
De tan rocambolesca manera se salvó este magnífico ejemplar románico, que la familia llevó a su “Quinta de los Condes”, en el barrio de La Pedrera (Xixón), donde la montó y se conserva como entrada a la torre neorrománica. Por desgracia, los demás elementos románicos del templo se perdieron irremisiblemente. ¿Arrojados al río? ¿O tal vez “tomados en custodia” por algunos “voluntarios”?
Algunos de tales restos fueron a parar, en Mieres, a la casa de los señores Martínez Vigil y Vázquez de Prada, donde en 1969 los pudo ver y dibujar “Benxa”. A finales de los 80 fueron “redescubiertos” y una parte se expuso en la Casa de Cultura, sorprendentemente meses después aparecieron tirados en el callejón del Sinagua. “Un malentendido de cierto empleado municipal”, se dijo, y los volvió a recoger el Ayuntamiento para almacenarlos en sus sótanos, donde suponemos que continúan... Del resto, que quedó en casa de los Martínez, se desconoce su actual paradero.

La portada de San Xuan, recolocada en la torre de la “Quinta de los Condes”, en La Pedrera (Xixón).
[Foto, de MSR/RIDEA, procede de la Enciclopedia del Románico en Asturias, Ed. Real Instituto de Estudios Asturianos, vol. 1 p.498].
 
Cuando hace tiempo, desde el Ayuntamiento de Mieres, se sugirió la posibilidad de comprar a la familia Rodríguez-San Pedro la célebre portada, los actuales miembros se negaron alegando que, a pesar del buen estado de conservación, la remoción de los sillares podría afectar gravemente al conjunto… Y teniendo en cuenta la errática actuación del Ayuntamiento, con los restos románicos, quizá no les faltaba razón a los señores Rodríguez.
Aunque quizá pesó más en su ánimo el afán coleccionista, pues sabido es que, dicha familia, posee otro templo románico “trasplantado” de su lugar de origen. Se trata de Santa María de Leorio, un pequeño templo del s.XII, con nave, ábside curvo de canes geométricos y una curiosa portada, quizá del mismo taller que trabajó la de Santa María de Piedeloro (Carreño).
Destruido el edificio en la guerra civil de 1936, la condal familia Rodríguez lo reconstruyó en el cementerio de La Pedrera para utilizarlo como panteón familiar. Dicen los vecinos, que aquellos buenos burgueses hicieron un pacto con el señor cura de Leorio: él les dio las piedras que quisieron del arruinado templo, las cuales cargaron en un carro de bueyes hasta el cementerio, y ellos le cedieron unos terrenos para ampliar el camposanto.

Arquivoltas a base de “cabezas de pico”, de origen normando, que forman un curioso grupo tipológico en Asturias.
[Foto, de MSR/RIDEA, procede de la Enciclopedia del Románico en Asturias, Ed. Real Instituto de Estudios Asturianos, vol. 1 p.498].
 
Sean cuales fueren los motivos que los impulsaron: coleccionismo, amor al arte, ostentación, generosidad, o “cosas de nuevos ricos”, hay que agradecer a los Rodríguez-San Pedro el haber salvado la portada de Mieres y el templo de Leorio. Algo en lo que las “autoridades competentes” se han mostrado bastante incompetentes…
Eso sí, el agradecimiento sería completo si tuviesen a bien facilitar el acceso a su finca para fotografiar la portada de Copián-Mieres.
 
A quien corresponda: tome buena nota de éste y otros sucesos similares de antaño, porque tales despropósitos, o parecidos, no son cosa del pasado, continúan sucediendo cada día ante sus “competentes” narices. Si persiste en hacerse el loco, sea condenado a picota y cepo, hasta que le dé la real gana de tomar cartas en el asunto.
Salud y fraternidad.
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(1) Melchor Gaspar de Jovellanos (1744-1811), Diarios (1790-1801), Ed. Julio Somoza, Oviedo 1953, t-I, p. 354.
(2) Benjamín Álvarez, “Benxa”, Laminarium de Mieres y Lena, 1975.
(3) Se tiene noticia de que en el vecino Sotiello (Lena), al sur de Mieres hubo una portada semejante a la de Copián. Ver nuestro blog “Laberinto románico”, donde hace poco realizamos una entrada sobre estos curiosos pájaros de piedra asturianos:
(4) El título le fue concedido a título póstumo, en 1927, por el rey Alfonso XIII.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Roa y su "Catedral del Dios Baco".

Portada sur, del viejo y desaparecido templo de San Juan Bautista, en Roa (Burgos).
 
La Geografía de Ptolomeo y el Itinerario de Antonino, citan una ciudad celtibérica de los vacceos llamada Rauda, en una de las vías romanas que conectaban Asturica Augusta y Caesaraugusta, en un cerro sobre la orilla derecha del río Duero.
Esa Rauda se corresponde con la villa medieval de Roa, en la burgalesa Ribera del Duero, repoblada tras su conquista a los musulmanes. Allá por los ss.XI-XII se levantó el templo parroquial de San Juan Bautista, sito junto a una puerta de la muralla que toma su nombre.

El arco ojival, procede de las remodelaciones del s.XIII.
 
El edificio recibió una profunda remodelación durante la segunda mitad del XIII, y así aguantó otros cuantos siglos dando servicio a los fieles de su colación.
A mediados del s.XVI el templo se encontraba en muy mal estado, ya sin culto. Por ello, el Cabildo de Roa cede la antigua parroquia a don Juan de Velasco y de la Cueva, cuarto conde de Siruela, quien funda allí, en 1565, el Hospital de San Juan Bautista, uno de los seis que existieron en la villa y único del que existe constancia documental.
 
Al fondo asoman parte de los “peculiares” edificios del Consejo Regulador.
 
Se aprovecharon los muros, que todavía resistían, junto con la portada y se levantó el nuevo edificio para Hospital, reutilizando la mayor parte de las viejas piedras del templo medieval.
Lo poco que sobrevive pertenece a esa época: parte del muro meridional, con un arco ciego de agudo perfil gótico, y una deteriorada portada del románico tardío. Las únicas piezas esculturadas son los restos incompletos de la chambrana, con cabezas de clavo, y los erosionados capiteles vegetales. 

Este muro y esas portadas es cuanto queda del templo de San Juan Bautista.
 
En 1788, Loperraez Corvalán cita la desaparecida parroquia, parte de cuyo templo ha quedado reducido a capilla del Hospital.
En 1813 Roa es destruida por los invasores napoleónicos, perdiéndose gran parte del patrimonio histórico y artístico. Lo que sobrevivió, fue arrasado por sucesivos incendios, 1835 y 1840, provocados durante la primera guerra carlista (1833-1840). En esa época el Hospital es convertido en cuartel de los liberales, sufriendo los asaltos carlistas.

Los restos medievales, embutidos en medio de una maraña de edificios “cubistas”.
 
A partir de 1855 el Hospital cesa su actividad, por causa del mal estado en que ha quedado el edificio, pasando su labor hospitalaria al Palacio de los Vaca y Borja (s.XVI), alzado sobre la antigua judería, por lo que todavía hoy se le conoce como “El Hospitalón”.
Casi inmediatamente el viejo Hospital se arregla para Casa Cuartel de la Guardia Civil, institución creada apenas once años antes, cometido que cumple el edificio hasta 1985. En dicho año, es abanonado y queda a merced de los elementos.
 
Perfil “gitano”, de la estructura en que se han incrustado las ruinas medievales.
 
No obstante, a pesar de los escasos restos supervivientes, todos los fieles devotos de Baco, el alegre dios coronado de pámpanos, deberían acudir al solar de este templo para ofrecer sus libaciones.
Porque en 1991, dichos restos, fueron consolidados y ajardinados, quedando anejos a la Sede del Consejo Regulador de la Denominación de Origen “Ribera del Duero”, protector de los suculentos caldos de la región. Parecía que, por fin, los sufridos restos del templo de San Juan, iban a tener un digno pasar. Pero como la alegría dura poco en la casa del pobre, en 2011 las venerables piedras acabaron integradas en el nuevo y faraónico edificio de dicho organismo vinícola.

Parte posterior del edificio que alberga los restos románicos.
 
El resultado es surrealista, a más no poder, pese a las opiniones de los corifeos de la “fusión” arquitectónica. El diario La Vanguardia, del viernes 25 marzo 2011, comentaba el resultado con las siguientes esotéricas frases:
   “Los arquitectos han resuelto bien el reto que suponía definir una imagen potente, representativa, sin violentar el entorno construido o natural. La torre tiene entidad para dialogar con el inabarcable paisaje. Y tanto el antiguo hospital como los restos eclesiales casan bien con la escala urbana. De manera que la nueva obra ejerce una función de filtro, de espacio de transición entre la urbe y los campos que la circundan”.

Edificio principal del Consejo Regulador, las ventanas circulares se supone que simbolizan “un racimo de uvas”…

En fin, nada diremos contra el vanguardismo arquitectónico “trans-post-modernista”, del edificio oficial, porque para gustos se hicieron los colores. Sin embargo, cuanto mejor estaban dichas ruinas románicas cuando aparecían exentas y ajardinadas.
Ahora, nos parecen despojadas de personalidad, como humilladas ante el gigantismo de la geometría cubista en que han sido incluidas. Una geometría, completamnete ajena al espíritu de los canteros medievales que levantaron el viejo templo de San Juan Bautista.

Los restos ajardinados del templo de San Juan Bautista, antes de su “fusión”.

A quien corresponda: Antes de reducir al ridículo los restos románicos, que su incompetencia de siglos ha ido creando por doquier, piénselo dos veces. Es más digno un montón  de piedras históricas en mitad de un parque público, rodeadas de vegetación, que incrustadas con calzador en medio de un faraónico proyecto con el que nada les une. Para futuras actuaciones, siga el consejo del poeta “avive el seso y despierte”. Caso de no hacerlo, vaya a picota y cepo, por tiempo indefinido, condenado a pan y agua, sin posibilidad de catar los ricos caldos que produce esa feraz “Ribera del Duero”.

Salud y fraternidad.

miércoles, 17 de octubre de 2012

¿De Briviesca a Oca y tiro porque me toca...?

La ciudad de Briviesca, cabeza de la Bureba burgalesa, es la sucesora de aquella Virovesca, capital de los celtas Autrigones, citada en el 77 d.C. por Plinio el Viejo como “mansio” romana fortificada en la vía de Astorga a Burdeos. El lugar, nombrado por los visigodos como “Veroviscentium civitatis”, queda prácticamente despoblado durante la primera oleada de invasión musulmana, hasta que en el s.X se recupera al ser designado su territorio como alfoz.
A dicha recuperación contribuyó la citada situación geográfica, en la vía romana, que constituyó hasta el s.XI la ruta primitiva del Camino de Santiago, y luego un ramal secundario. Por ello, en el Medievo hubo en Briviesca varios hospitales de peregrinos, lazaretos, diversos templos románicos como el de Santa Cecilia, Santa María, y monasterios como San Tirso, San Pedro, o San Clemente. Además, tuvo una de las aljamas hebreas más importantes de Burgos.
Hoy, sus monumentos, pertenecen al gótico tardío, renacimiento y barroco. La culpa es de las épocas de mayor riqueza y prosperidad de la villa, que permitieron derribar los viejos edificios y levantar sobre ellos otros más ostentosos, según el gusto del momento.

[Foto, cortesía de Juancar347 “el Viajero”].

En el s.XIV, el lugar era nombrado “Briviesca de los Siete Barrios”, a causa del poblamiento disperso que lo componía. Para acabar con esta situación, en 1316, el Concejo pidió a la señora de la villa, doña Blanca de Portugal, que levantase una Colegiata en el barrio principal, como aglutinante centralizador de la población.  
El templo, tardo-gótico, continuó engrandeciéndose, durante los ss.XV a XVII, hasta que en 1789 hubo de reconstruirse parcialmente debido a problemas estructurales.
Su último añadido fue la monumental fachada neoclásica, de 1792, en cuyo óculo vemos hoy una hermosa imagen gótica de la Virgen con el  Niño. Sin embargo, no es de este templo. Se sabe que, en 1900, tal escultura estaba en el suelo de la Colegiata, y en 1930 se colocó en la fachada de poniente.
Dicha imagen, antaño bellamente policromada, procede del desaparecido templo románico de Nuestra Señora de Allende, sito extramuros de la villa en el barrio que hoy llaman “Aliende”.

Parece ser, que el asentamiento central de Briviesca estaba “allende el río Oca”, pero que en 1208 la población se trasladó a la otra orilla, “aquende el río”, donde hoy se asienta. La parroquia del viejo barrio cesó en sus funciones, aunque continuó prestando servicio a los pocos granjeros y agricultores que no abandonaron el lugar. La imagen de la Virgen, que había quedado “del lado de allá”, de “allende”, acabó siendo nombrada con éste apodo por sus fieles.
Su prestigio dejó impronta, de modo que incluso desaparecido el asentamiento, las Bulas de Roma continuaron nombrando la Iglesia de Briviesca con el título de Nuestra Señora de Allende del río, lo menos hasta el s.XIX.
En 1316 el viejo barrio fue completamente destruido, por una riada, y se convirtió en despoblado, aunque los labradores volvieron a levantar algunos edificios para sus labores rústicas. Sabemos que la Infanta Doña Blanca, nieta del rey D. Alfonso el Sabio, Señora de las Huelgas de Burgos, concedió “al Arcediano y Cabildo de Briviesca quinientos maravedís anuales sobre el Concejo de dicha Villa, en recompensa de haberse despoblado el barrio de Nuestra Señora de Allende”. Según hace constar el Padre Flórez, en su España Sagrada (1824).
 
El templo quedó convertido en ermita, a la que acudían desde Briviesca para venerar su Virgen de Allende. Arruinada parcialmente hacia el s.XVII, muchos de sus sillares, además de los tirantes policromados que forman la estructura de la cubierta, se reutilizaron en la reconstrucción de la Colegiata.
La parte que sobrevivió se acondicionó, de nuevo, como ermita de la Virgen de Allende, hasta que, a mediados del s.XIX, se arruinó definitivamente. Sus cimientos fueron descubiertos por los obreros del ferrocarril, a unos quinientos metros de la estación de Briviesca, en dirección sur, entre las vías y el km 278 de la carretera Madrid-Irún, a orillas del río Oca.
Las escasas piedras rescatadas demostraron ser de un edificio del primer románico, remodelado en gótico durante el s.XIII. Algunos de tales restos, fueron llevados por don Juan Sanz García a la entrada del claustro de la Colegiata. Otros desaparecieron, “misteriosamente”.
No deja de resultar paradójico, que el único resto de aquel templo románico sea una Virgen gótica… Una Virgen, a la que le han escamoteado el nombre y el “apodo”, pues ahora es conocida como “Nuestra Señora de Briviesca”. Pero según antiguas tradiciones locales, la “Virgen de Allende” era conocida en su origen como “Nuestra Señora de Oca”, por tener su templo a orillas del río Oca. ¿El original románico, era una Virgen Negra-Madre Oca?

[Foto, cortesía de Juancar347 “el Viajero”].
 
A quien corresponda: Vea usted en esta historia un ejemplo y un aviso a navegantes, pues no se trata de “batallitas del abuelo”, “cosas de los antiguos”, o “chismes de viejas”. Porque el abandono, ruina y saqueo, de monumentos románicos –y de otras épocas-, no es cosa del pasado. Continúa en el siglo XXI, ante nuestras narices, y ante las de quienes deben velar por la conservación del patrimonio. Si no tomare nota y las medidas oportunas, sea usted llevado a la picota, y puesto en el cepo, a pan y agua, hasta que recapacite y obre en consecuencia.
Salud y fraternidad.