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La abadesa feudal del Monasterio Cisterciense de San Andrés del Arroyo (Palencia), era en el medievo "señora de horca y cuchillo", con jurisdicción civil y criminal sobre once villas. Poder que ejerció con mano recia, como demuestran el rollo jurisdiccional -s.XVI- conservado en el monasterio, y la "Capilla de los ajusticiados", donde estos pasaban sus últimas horas antes de ser ejecutados, en el cercano Cerro de la Horca.
Este preámbulo, viene a cuento porque la "soror" que enseña el monumento, llena de mansedumbre y humildad, cuando se le menciona la posibilidad de tomar fotos de "su" monasterio, contesta con la amabilidad de un doberman en posición de ataque. En su mirada brilla, a través de los siglos, el fulgor que debían irradiar los de la primera abadesa, Doña Mencía de Lara, cuando hacia 1181, al ejercer su derecho feudal "de horca y cuchillo", enviaba a los condenados al Cerro de la Horca. Ante esa santa mirada nosotros, pobres pecadores, no podemos sino entonar un sentido mea culpa, prometiendo renunciar a Satanás, a sus pompas y a nuestra cámara de fotos, por siempre jamás.
A quien corresponda, reverentemente suplicamos, mueva los hilos adecuados para que, al menos, las "buenas monjitas" permitan fotografiar el magnífico claustro durante las visitas guiadas. Les aseguramos, que con ello no sufrirá menoscabo su piadosa vida de meditación y rezos, actividades tan útiles a la pecadora humanidad. Si, quien puede, ni siquiera se molestare en intentarlo, le auguramos picota y cepo, similares a los que con singular caridad cristiana aplicaban las venerables abadesas de San Andrés del Arroyo.
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