Hoy, solo dos damas, dentro de poco ni el recuerdo; portada sur.
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Templo de Santa María la Real, s.XII-XIII, Sangüesa (Navarra).
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Dicen que la hadas, cuando dejamos de creer en ellas, poco a poco se convierten en polvo. Eso le sucede a esta portada, clave para entender la evolución del románico por el sincretismo celto-cristiano que contiene. Se deshace, ante nuestros ojos, con creciente rapidez. El mal de la piedra disuelve las esculturas, crea escamas y hace saltar lascas -mientras tomábamos las fotos, nos cayeron al lado diversos fragmentos-. Unos protestan, otros dan la razón, aquellos crean comisiones de investigación, aquestos prometen, los mirones miran, y la ruina continúa. Que si la contaminación causada por el tráfico, que si la lluvia ácida provocada por las emisiones de la cercana industria papelera. Que si galgos, que si podencos. Los que están en el busilis del asunto, o no paran de marear la perdiz, o corren de acá para allá, como gallinas descabezadas. Y todo sigue igual. ¿Estamos a tiempo de salvar lo que queda? ¿Quiere alguien salvarlo?
A quien corresponda, pueda y quiera, apremiamos para que haga lo posible y lo imposible, por conmutar la pena de muerte a esta joya del espíritu. Si no lo hiciere, picota y cepo. Y que la Madre Tierra se lo demande.
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Templo de Santa María la Real, s.XII-XIII, Sangüesa (Navarra).
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Dicen que la hadas, cuando dejamos de creer en ellas, poco a poco se convierten en polvo. Eso le sucede a esta portada, clave para entender la evolución del románico por el sincretismo celto-cristiano que contiene. Se deshace, ante nuestros ojos, con creciente rapidez. El mal de la piedra disuelve las esculturas, crea escamas y hace saltar lascas -mientras tomábamos las fotos, nos cayeron al lado diversos fragmentos-. Unos protestan, otros dan la razón, aquellos crean comisiones de investigación, aquestos prometen, los mirones miran, y la ruina continúa. Que si la contaminación causada por el tráfico, que si la lluvia ácida provocada por las emisiones de la cercana industria papelera. Que si galgos, que si podencos. Los que están en el busilis del asunto, o no paran de marear la perdiz, o corren de acá para allá, como gallinas descabezadas. Y todo sigue igual. ¿Estamos a tiempo de salvar lo que queda? ¿Quiere alguien salvarlo?
A quien corresponda, pueda y quiera, apremiamos para que haga lo posible y lo imposible, por conmutar la pena de muerte a esta joya del espíritu. Si no lo hiciere, picota y cepo. Y que la Madre Tierra se lo demande.
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