miércoles, 9 de septiembre de 2009

Escanduso: vergüenza y humillación.

[Las fotos del templo de Escanduso, en ruinas, son cortesía de Baruk y Pallaferro].
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A unos cinco kilómetros de Villarcayo (Merindad de Castilla la Vieja), al entrar en una curva, nos topamos con un grupito de casas, llamado Escanduso (Burgos), que desciende entre huertas hacia el río Nela. Reducimos la velocidad y, al salir de la curva, vemos un pequeño templo, tan pequeño que parece ermita, pero no, luego nos dirán que es parroquia. Tan pequeño que, en más de una ocasión, lo hemos ignorado al pasar frente a él. Si ahora paramos a verlo, fue gracias a la insistencia de un amigo, que lo conocía de antiguo, y sabía de su azaroso destino.
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Se trata de la parroquial de San Andrés, humilde edificio que fue románico, al que seguramente ignoramos tanto tiempo, en parte, por su ruinosa presencia. El paisaje natural es el que realmente domina, atraen nuestra atención bosques y peñas sobre los que vagan los espíritus de Laín Calvo y Nuño Rasura, legendarios jueces de aquella Castilla nonata, del s.X, que administraban justicias, las “fazañas”, según unas leyes de tradición oral, enraizadas en ancestrales costumbres celto-romanas y visigodas.
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El Padrón Municipal, de 2007, atribuye a este núcleo rural siete habitantes, dependientes del cercano Villarcayo. Habitantes que un día, hartos de pedir dignamente, suplicar humildes, y mendigar indignados, se remangaron el alma, hablaron entre ellos y salieron a los caminos para recabar ayuda de sus convecinos comarcanos. Así, con un poco de acá, otro de allá, y un mucho de lo suyo, este grupo de amotinados se subió, no a la parra, sino al andamio.
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Manolo, que ha sido un poco de todo en esta vida y la ha viajado de camionero llevando sal, nos contó con mucho salero –algo siempre queda de la profesión-, de que manera junto a Mariano, Pedrín, Jesús y otros cuantos, pero no más de media docena, se doctoraron de canteros en un dos por tres, allá en 2004, acumularon materiales, añadieron buenas voluntades, y repararon paredes agrietadas, techos desplomados, muros caídos, lo que fuese.
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Con el satisfecho gesto del padre orgulloso de su niño, nos pastoreó, llave en mano, para enseñarnos el interior y relatarnos el desinteresado trabajo, llevado a cabo por el grupo de “canteros amateur”, mientras con la otra mano nos entregaba una hoja del diario de Burgos para que viésemos que alguien se había acordado de ellos, en enero de 2005, cuando se “inauguró” la restauración. ¿Había acaso algún representante, siquiera de tercer o cuarto orden, civil y religioso entre los presentes? Sobre el tema “autoridades”, los vecinos prefieren correr un tupido velo.
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Mariano, otro “cantero”, en el vecino lugar de Escaño, tras mostrarnos el maravilloso templo que también le gustaría poder acabar de restaurar, igualmente declinó opinar sobre las altas instancias “responsables de cultura”. Prefirió llevarnos a su casa, llena de recuerdos marineros orilla del río, y enseñarnos las fotos del “antes”, el “durante”, y el “después” del templo de Escanduso que ayudó a salvar.
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Prefirió hablarnos de cómo cada cual, en “sus cortas luces”, hizo de carpintero de obra, de mazonero, de albañil raso, o de “arquitecto”, aportando entre todos las soluciones más convenientes a cada ocasión. Le habría gustado que, esto o aquello, hubiesen quedado de otra forma, pero en vista de lo que había, “bueno está lo que bien acaba”.
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Y lo que bien acaba es esto, un templo rural, humilde, insignificante si nos parece, pero profundamente querido por sus parroquianos. Querido quizá, más por amor al terruño que por devoción, pero eso no somos nosotros quienes debemos juzgarlo, que cada cual tiene su alma en su “almario”. Porque para estas sacrificadas gentes, tan valioso es el pequeño edificio cual si de una catedral se tratase, tan valioso como para enfrentarse a la burocracia civil y eclesiástica, y vencerla.
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Y allí está el restaurado templo de San Andrés de Escanduso, al salir de la curva, gritando a los cuatro vientos y a los montes, para que lo oiga a quien corresponda: “¡vergüenza y humillación!”.
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Vergüenza para las autoridades “competentes”, civiles y religiosas, porque han debido ser la iniciativa, los bienes y el sudor del pueblo, quienes rescaten este edificio de la destrucción y el olvido.
Humillación para dichas autoridades, porque los artífices materiales han sido “unos viejos de pueblo”, unos jubilados, con más voluntad que fuerzas, sin más medios que su determinación, pero capaces de hacer lo que, quien sabe, tiene y puede, se niega a hacer en tantos lugares.
Vergüenza y humillación, ilimitadas, para las autoridades “responsables”, con picota y cepo perpetuos, mientras nosotros nos regocijamos porque, entre el pueblo, todavía queden ingeniosos “Hércules”, que se atrevan con los necios “Polifemo” de la Administración del Estado.
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[Una entrada similar a esta, pero con mayor calor humano, podeis verla en el siguiente enlace: http://juancar347-romanica.blogspot.com/2009/08/escanduso-iglesia-de-san-andres.html].
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Salud y fraternidad.

domingo, 6 de septiembre de 2009

La Cerca, crónica de un cadáver que camina.

El abandonado Ayuntamiento de La Cerca (Burgos), que antes fue Palacio de los Hierro-Salinas, y todavía antes Casa Fuerte de la terrible estirpe de los Salazar.
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A veces este blog ha sido criticado, por quejarse reiteradamente sobre las prohibiciones de hacer fotos, cuando hay por denunciar problemas más graves que afectan al patrimonio. Bien, para tales “puristas”, vaya esta macabra entrada. ¿Habrá aquí suficiente “sangre y carnaza románicas”, para satisfacer sus instintos reivindicativos?
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La Cerca, en la Merindad de Losa (Burgos), hoy es una humilde pedanía, a 7 kms de Medina de Pomar, y cuenta con 17 habitantes (según censo de 2007). El lugar sobrevive como puede, con algo de turismo y el paso de cazadores. Sin embargo, durante el medievo, fue un pueblo de cierta importancia. Aquí tuvieron casa fuerte los Salazar, en la que nació Lope García de Salazar, “Brazo de Hierro” (1264-1334). Terrible en la batalla, pues usó de singular crueldad en la Guerra de Bandos, entre “oñacinos” y “gamboínos”, del territorio vasco, fue no menos terrible en el amor, ya que tuvo 118 hijos bastardos y 2 legítimos. Hazañas relatadas por su tataranieto homónimo, apodado “El Sabio” (1399-1476), en los 25 tomos de las “Bienandanzas e Fortunas del señor banderizo oñacino Lope García de Salazar”. Sobre esta casa solariega, venida a menos, se levantó, en el s.XVII, el Palacio de los Hierro-Salinas, reconvertido en ayuntamiento hacia 1955, y hoy en total abandono.
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Este trasiego, de poderosos y levantiscos señores feudales, afectó negativamente al magnífico templo románico de NªSª de la Asunción (segunda mitad s.XII), sobre el que se hicieron numerosos añadidos y reconstrucciones, con la noble pretensión de engrandecerlo, pero que al presente lo desfiguran, hasta poner en peligro su estructura. Si de lejos puede dar impresión de solidez, a pesar de los desperfectos, basta acercarse un poco para comprobar que estamos ante “un cadáver que camina”.
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Hablando con propiedad, solo sobreviven elementos románicos en su maltrecho ábside y presbiterio. Todo lo demás, nave, sacristía, torre, y el tremendo recrecido absidal, son obras del XV al XVII. Que se perdió aquí un templo primordial, en el arte simbólico de la región, es apreciable en lo escaso que se ha salvado. Pero ¿por cuánto tiempo? El reloj corre, y lo hace con los minutos en contra para la integridad de esta joya.
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Lo peor de todo es ese “sobre-ábside”, especie de camaranchón o desván, estructura inútil que pesa como una montaña sobre un ábside que no fue construido para soportar su peso muerto. Es el fósil del gran templo que se pretendió levantar tardíamente, pero cuya alta nave no se continuó. Por suerte, pues habrían acabado derribando el cascarón absidal y sus esculturas.
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Y esa insidiosa masa de piedra, que gravita sobre el ábside medieval, es la espada de Damocles que un día, no lejano, nos privará de este tesoro del simbolismo románico. Su peso va abriendo los muros originales, el inclinado abombamiento es bien visible, tanto interior como exteriormente.
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En la unión entre los paños absidales y las columnas adosadas, se ve claramente como la presión está separando los sillares, los abre como si de un rompecabezas infantil se tratara, los disloca y separa creando espacios por los que penetra el agua de lluvia y la helada. Eso sí, han colocado sobre los capiteles una chapas metálicas para “protegerlos de la humedad”...
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Donde estuvo la cornisa y los canes que la sostenían, quedan sillares con mechinales de alguna estructura tardía que, en momento incierto, se hundió. La pesada mole añadida, forma grietas inquietantes, al empujar unos muros cuyos cimientos no fueron pensados para sostener esa carga extra.
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Las ventanas fueron tapiadas de forma chapucera, a fin de dar mayor solidez al conjunto, lo cual solo ha servido para retardar el persistente desplome, no para evitarlo.
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También abundan las crueles mutilaciones y recomposiciones, con elementos que han sido sacados de su emplazamiento original y recolocados, o piezas “borradas” a cincel y martillo.
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Las grietas y separaciones afectan a todo el grosor del muro, como se ve al interior de la ventana absidal central, cuyas arquivoltas también se han partido.
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El cascarón del ábside muestra una extraña Maiestas Domini, con Tetramorfos, todo ello malamente repintado en rojo y negro. Parece que tales figuras no se hicieron para este lugar, exótico lugar. ¿Han sido extraídas de otro sitio, un tímpano, o un friso, del primitivo edificio? Es posible que nunca podamos estudiarlas, dos grietas, malamente remendadas con cemento, amenazan tirar al suelo el conjunto.
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A quien corresponda: Un tosco y amazacotado montón de piedras, a modo de “contrafuerte”, en el frontal del ábside, junto con la sacristía adosada al norte, han impedido hasta ahora el hundimiento definitivo del templo. Aunque el lado sur, libre de construcciones adosadas, representa el punto más débil por el que todo puede venirse abajo. Las buenas gentes del lugar, según nos contó la amable señora que tenía la llave, están cansadas de predicar en todos los desiertos oficiales, llamar a puertas que no se abren y vocear en oídos que se cierran. Las autoridades civiles y religiosas, o están sordas o se pasan la pelota, en espera de que la ruina definitiva les libere de seguir escuchando a estos molestos vecinos.
Haga algo ya, pero ya, ya. Este tesoro no puede desaparecer, como ha consentido que desaparezcan tantos otros, decida una intervención de urgencia, para hoy mismo. Si no lo hiciere, sea llevado a picota y cepo, hasta que el Juez Supremo del Pantocrátor, ese a quien usted afirma adorar, lo llame a su presencia para un juicio mas severo que el nuestro.
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Salud y fraternidad.

martes, 1 de septiembre de 2009

“Monumento Nacional Particular”

“El Monumento Nacional,
de mi finca, es particular,
cuando llueve se moja
como los demás.
Agáchate, y vuélvete a agachar,
que para entrar a verlo
te voy a cobrar y ni una foto harás…”
(Proyecto para canción infantil de corro).
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El magnífico templo románico de San Pedro de Tejada, s.XII, en Puente Arenas (Burgos), fue declarado Monumento Histórico Artístico, en febrero de 1935, y Monumento Nacional, en noviembre del mismo año. No obstante lo precioso del edificio, se trataba de un inmueble y finca procedentes de la desamortización, que fueron comprados al Estado, por la familia Huidobro, en 1851. Y así continúa… privada, rodeada de rejas, muros y prohibiciones.
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Aunque se beneficia de la protección, ayuda y subvenciones oportunas del Estado, para ese tipo de edificios, todo lo cual sale del bolsillo del contribuyente, los propietarios, en ejercicio de su derecho, no se privan de restregarnos por las narices el carácter privado del lugar. Primero, mediante una gran reja que impide ni siquiera el acercamiento al templo, una vez traspasada aquella, en las horas habilitadas para la visita, todavía hay que humillarse ante el obsceno letrero de "Propiedad particular", pasar otra cerca, y luego pasar por taquilla. De modo que, si no es en horarios hábiles, la “habilidad” de los propietarios impide incluso acercarse al exterior del templo.
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Y queda el mayor dolor, una vez en la puerta nos encontramos con un mísero cartel impidiendo la toma de fotos. Lo de “mísero” no es metáfora, se trata de una papel reutilizado por el dorso, donde, con la torpeza que la foto muestra, se prohíben las cámaras en el interior del recinto. No es por maldad ni estulticia, es por sentido comercial, pues en el chiringuito donde cobran la entrada también venden diversos libros sobre el templo. Piensan los dueños, con razón monetaria, que si impiden fotografiar el interior alguien picará y comprará en su pequeña librería.
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A quien corresponda: Si es Monumento Nacional, protegido por las leyes del Estado y subvencionado con nuestros impuestos, ¿cómo es que permite usted su gestión de manera privada y restrictiva? ¿Por qué se consiente que un bien cultural nacional sea tratado como un negocio? ¿Cómo admite que, año tras año, crezcan los obstáculos para acercarse al templo: rejas, muros, puertas?
Ponga pronto remedio a este desaguisado, conjugando los intereses de los propietarios con los de los contribuyentes, paganos y sufridos sufridores de la prepotencia de los dueños “del invento”. Si no lo hiciere, vaya a picota y cepo, a ser posible a una picota “de propiedad particular”, donde encima deba usted pagar para estar aherrojado al cepo.
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Salud y fraternidad.

jueves, 30 de julio de 2009

Pasarela Cibeles. Pasarela Gaudí. Y ahora: ¿“Pasarela Escalada”?.

Nada más llegar al magnífico templo, visigodo-mozárabe, de San Miguel de la Escalada (León), nos topamos con un mal presagio. El gran cartelón, bien visible, bien rojo, bien grande –a ver que comunidad, u organismo oficial, lo tiene más grande-, referido a su restauración. Aunque siempre es una suerte que restauren monumentos, no deja de resultar un fastidio que hayamos escogido precisamente tales fechas para visitarlo, todo lleno de andamios y redes. Pero bueno, vaya nuestra desazón a cambio del beneficio que ello representa para el edificio.
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Lo que resulta menos comprensible y aceptable, es el extraño cuerpo geométrico colocado ante la remozada fachada principal. ¿Es una nave alienígena? ¿Una “escultura” trans-post-modernista”? ¿Una puerta dimensional? ¿Una trampa para turistas incautos...?
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¿Seguro que no se han confundido de emplazamiento? ¿No iría destinado, ese artilugio, al museo Guggenheim de Bilbao y equivocaron la entrega? Aunque, no, una vez de cerca vemos que en sus paneles hay información sobre el templo al que afea y desprestigia. No salimos de nuestro asombro. ¿Acaso los “ideólogos” del engendro, han pretendido utilizarlo como “simbólica puerta de acceso” de la “modernidad”, hacia ese magnífico monumento, que tiene puertas propias con calidad suficiente para no necesitar maquillajes contemporáneos?
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Lo mejor, en todo este “aborto de la inteligencia”, es esa seudo-pasarela para desfile de modas. Uno puede imaginarse perfectamente, tales tablas, en Madrid, Milán o Barcelona, mientras las “presuntas macizas” muestran ropas imposibles que nadie vestirá… Lo que uno no puede, es imaginar, y mucho menos ver hecha realidad, esta pesadilla junto a un edificio del s.X, declarado Monumento Histórico Artístico desde 1886.
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A quien corresponda: Es posible que usted no tenga bastante con su señora y sus presuntas queridas, y necesite esa “pasarela de modas”, para tener fantasías eróticas con modelos rubias de piernas interminables. Pero, desde luego, ese monumento: “la obra más exquisitamente bella de todo el prerrománico leonés”, no la necesita en absoluto.
Rectifique, antes que los materiales de que está compuesta se degraden, por el clima y el “paisanaje”, y aquello quede convertido en un basurero. Mientras se lo piensa, vaya a picota y cepo, a ser posible en una picota colocada al extremo de cierta pasarela, por la que desfilen sin cesar todos los monstruos del bestiario románico.
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Salud y fraternidad.

miércoles, 22 de julio de 2009

¿Embudo de fariseos y mercaderes...?

La Seo de Roda de Isábena (Huesca), es una interesante mezcla de elementos de los ss.XI a XVIII. El templo ha sido felizmente restaurado en los últimos años, -por el empeño de un mosén peleón-, y puesto en valor, quizá en demasiado valor... Tanto valor, como para poder “vender” -presuntamente- sus muros “por un plato de lentejas”. ¿O ha sido por otra cosa menos alimenticia, más contante y sonante?
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Su interior no puede ser fotografiado, tan sólo el claustro y ello con ciertas prisas por parte de su guía –educada, pero apremiante-, a pesar de haber tenido que abonar entrada. Se “comprende” esta prohibición, a toro pasado, pues en 1979 robaron todo lo que de valor había aquí, y solo se pudo recuperar una parte en fragmentos. Quizá los “responsables” teman, como los pueblos primitivos, que con las fotos les roben ahora “el alma”. Pero para eso, hay que tenerla, lo cual parece incierto, aunque lo que las altas instancias si tienen es un gran embudo.
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Al pie de la torre, junto a los ábsides románico-lombardos, hay una chillona señal de tráfico que impide detenerse y estacionar, salvo carga y descarga. Este es tributo asumible, siquiera sea como concesión a la salvaguarda física del lugar, ante las agresiones del tráfico rodado. No obstante, al lado de la señal de tráfico, hay otro cartelón menos asumible. Y aquí aparece el “gran embudo fariseo-mercantil”, ese de: “lo estrecho para ti, lo ancho para mí”.
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Una gran chapa de metal, con letras todo lo góticas y estéticas que quieran, pero publicidad al fin y al cabo, señala mediante una flecha la dirección de cierto “Restaurante” local.
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Para mí lo estrecho:
No se pueden hacer fotos en el interior, porque atentan contra no se qué integridad del vacío templo, despojado de sus tesoros, –dicen, las malas lenguas, que robados por causa de la tacañería de sus guardianes, que no quisieron instalar sistemas de alerta que les parecían demasiado caros-.
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Para ustedes lo ancho:
Pero si se pueden colocar cartelones publicitarios, por los que de seguro han cobrado y cobran sus buenos euros, aunque atenten contra la integridad estética y moral del templo.
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A quien corresponda. ¿No ve usted la “obscena” incongruencia? ¿O es que la ve, pero es un estómago agradecido a quien no debe? Deje ya de mirar para otro lado, cuando el “embudo fariseo” funciona a toda marcha, y póngales freno. Nuestras máquinas, nuestra ánima, y la tambaleante fe en la justicia de muchos ciudadanos, se lo agradecerán.
Mientras se lo piensa y hace acopio de valor, para enfrentarse a fariseos y mercaderes, vaya a picota y cepo, bajo el inclemente sol de agosto, con un gran embudo por sombrero...
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Salud y fraternidad.

sábado, 4 de julio de 2009

¡Bienaventurados los pobres de espíritu! ¿Encima eso?

En pleno Camino Jacobeo, el templo de Santiago, en Villafranca del Bierzo, es una joya románica, especialmente por su portada sur, que auna belleza y simbolismo. No obstante, su interior, también contiene elementos de interés. Elementos que, por desgracia, solo podremos llevar en nuestra memoria cuando partamos, puesto que no nos consentirán en modo alguno llevarlos de otra manera que en el recuerdo.
Y es que aquí hay mucha pobreza, empezando por algunos "pobres de espíritu"...
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Porque esta parroquia, es una parroquia humilde... A pesar de los numerosos peregrinos que por ella pasan, los bienes materiales escasean, ¿será que aquí solo acuden "peregrinos que no tienen donde caerse muertos"? Porque el párroco no dispone de dinero para costerse un letrero en condiciones, un letrero elaborado al menos en ordenador y plastificado.
Sin embargo, la humildad y pobreza, ha sido suplida con laboriosidad voluntariosa. Sobre un sencillo folio, donativo de algún feligrés pudiente, y con modesto bolígrafo cedido por donante anónimo, se ha podido estampar el undécimo mandamiento de la Ley del Dios:
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"¡No fotografiarás los templos de Dios en vano! Porque yo Yahveh, soy un dios celoso, que castigo la maldad de los que me fotografían, de padres a hijos, hasta la séptima generación..."
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Por si la prohibición de utilizar cámaras capta-imágenes fuese poca cosa, un voluntario -siempre hay voluntarios para la intransigencia integrista- ha escrito, debajo, con lápiz: "No hablar".
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A quien corresponda. Vaya a picota y cepo, por un año y un día, a que lo alimenten con pan y agua, mientras ve pasar los peregrinos que se dirigen al Camino Jacobeo, donde deseamos que usted nunca ponga los pies hasta haberse redimido de todos los pecados cometidos en el ejercicio de su cargo.
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Salud y fraternidad.

domingo, 28 de junio de 2009

¿Estupidez divina... o divina estupidez?

La “bella leonesa”, Pulchra Leonina, como denominan a la Catedral de León, es una muestra más de la conducta, “neurótica” y “bipolar”, de las autoridades encargadas de gestionar el patrimonio cultural celtibérico. Un patrimonio que, seglar o laico, se subvenciona con fondos públicos salidos de nuestros impuestos. Impuestos que, a la hora de ser adjudicados y recibidos, a nadie le importa de que ideología o creencia proceden, aunque quienes los pagamos tengamos de ambas o carezcamos de ellas, o sean opuestas a las de los receptores.
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En sus puertas encontramos el horario de servicios religiosos, en las parroquias de toda la ciudad, y superpuestos a esta información aparecen los maléficos círculos rojos, enmarcando la cámara de fotos y la de vídeo como instrumentos satánicos. Solo falta el ángel, con la espada ígnea, presto a arrojarnos del “paraíso” si osamos tomar de estas frutas prohibidas.
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Por si tuviéramos tentaciones, de hacer caso omiso de tales prohibiciones, se nos advierte en letrero anejo, que el recinto de la Catedral está “protegido por cámaras de CCTV”. O sea, que si queremos hacer fotos “de tapadillo” seremos descubiertos y filmados.
La parafernalia disuasoria, se complementa con un guardia de seguridad, que sale a recibirnos, nada más traspasar las puertas del templo y ver las cámaras que cuelgan de nuestros cuellos, para recordarnos las prohibiciones colgadas en las puertas.
Lo curioso es que hemos hecho numerosas fotos al interior del templo, en los años 1974, 1981, 1990 y 2000. Es decir, durante esos 26 años a nadie molestó que los turistas hicieran fotos dentro de la catedral, sus flashes no estropearon la piedra, ni estorbaron a los fieles que oraban. Sin embargo, ahora, es... ¿Qué es? ¿Cuestión de “seguridad”?, ¿de “conservación”?, ¿de “prepotencia”? ¿Divina estupidez?
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No obstante, para dejarnos más perplejos, cuando visitamos la Colegiata de San Isidoro, resignados ya a no obtener imágenes de su interior... Resulta que, en la puerta, no estaba el símbolo de prohibición, y tampoco en el interior, ni había “seguratas” admonitorios. ¡Podíamos hacer fotos libremente! ¡A nadie importaba que disparásemos nuestras cámaras, tanto cuanto quisiéramos!
¿Es que la piedra de un edificio es más “sensible” que la de otro a nuestros “disparos”? ¿Es que el “Dios” de este templo es más permisivo que el “Dios” de aquel templo? ¿O será que en los templos no habita “Dios”, sino tan sólo los “mercaderes”?
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A quien corresponda: Aunque sea tropezar en la misma piedra, una y otra vez, le pedimos que reconduzca la nefasta, y anárquica, política “fotográfica” vigente en los monumentos celtibéricos. Porque a los amantes de la fotografía y el arte, ¿qué nos queda? ¿Quizá echarnos al monte, formar comandos armados de cámaras, transformarnos en guerrilleros fotográficos? Mientras reflexiona, vaya a picota y cepo, donde será fotografiado día y noche hasta que la luz de los flashes lo enloquezca.
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Salud y fraternidad.

sábado, 13 de junio de 2009

¡Desván Histórico Artístico Nacional!

El templo de Santa María del Vizbayo, en Otero de Vizbayo (León), que ya es casi un barrio de Ponferrada, fue declarado “Monumento Histórico Artístico Nacional”, desde 1982. Pero no se hagan ilusiones, desde el s.XI acá los despropósitos han menudeado sobre este edificio.
En los años 70 del pasado s.XX, el párroco hizo cerrar el cementerio mediante una tapia, pegada al ábside, a base de grises ladrillos de hormigón coronados por alambre de espino, con una estética en el mejor estilo de los almacenes de chatarra. Tapia que no ha impedido los robos de imágenes, ni las profanaciones de tumbas, pero ha servido de mural sobre el que los grafiteros ejerciten su “arte popular”.
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Sin remontarnos a “reparaciones” anteriores, en 1916 se hundieron las bóvedas de presbiterio y ábside, en cuya chapucera reconstrucción “se perdieron” los hermosos canecillos románicos esculturados –excepto dos-. Todo se recompuso con prisas, sin miramientos, de forma que desaparecieron elementos preciosos que habían sobrevivido durante siglos.
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La antedicha tapia, y su “corona de espinas”, tampoco han incitado a la mejor conservación del cementerio que presuntamente protege. Hay enterramientos francamente deteriorados, y otros en un estado de lamentable abandono. Por supuesto, siguiendo una acrisola tradición celtibérica, a pesar de haber sitio de sobra, las tumbas se pegan pertinazmente a los muros del templo, como si con ello esos difuntos fueran a alcanzar la gloria unos minutos antes que los más alejados, o su gloria fuese a resultar más gloriosa.
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Y, sí, han visto bien, no se froten los ojos. El ábside está triunfalmente “condecorado” con la surrealista mansarda de un desván. ¿Alquilarán esta buhardilla para sufragar los gastos parroquiales, vista la escasez de vivienda y cómo están los alquileres en los tiempos que corren?
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Por la preciosa ventana absidal, ejemplar único, que no se han privado de estropear agrandando sus estilizados vanos, salen cables que corren y se enredan por el tambor de la cabecera, como un anuncio de lo que vamos a encontrar en su interior.
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Interior, al que se accede por una portada sin duda digna del mejor y más afamado “Monumento Histórico Artístico Nacional”: malamente encalada, cubierta de suciedad, llena de grafitos y obscenos chorreones de mugre.
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Un interior indescriptible... ¡De pesadilla! Porque así, a bulto, todo parece normal, pero no hay más que fijarse en los detalles. ¡Y que detalles! ¡El sueño loco de un interiorista kich!
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Lo primero, esos “santiños”, que han de ser de gran devoción, no lo dudamos, y por ello merecen todos nuestros respetos, pero cuya conservación, exposición y distribución no ayuda a mejorar sus calidades estéticas. Más que el ábside de un templo, aquello parece desván de chamarilero, donde los posible méritos de las esculturas desaparecen entre el desaliño general.
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Luego esa vidriera, trans-post-modernista, por parte de padre, y abstraccionista geométrica, por parte de madre, “a juego” con las dos arañas barrocas -las lámparas quiero decir, porque las arañas naturales también abundan-, que escoltan al Nazareno, quien, lógicamente, inclina su rostro sintiendo vergüenza ajena. Mientras, el bueno de san Francisco abre sus brazos en gesto de impotencia, como si preguntara: -“¿Por qué Señor, por qué nos has abandonado en este garito...?.
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El santo de Asís, tiene variados motivos para ese gesto desolado. Bajo sus pies corre una imposta malamente recompuesta, pintarrajeada como el rostro de una prostituta vieja, sobre la que reposa un foco dorado. Foco que no es tal, sino un “aplique” de pared, reconvertido para la ocasión, y “aplicado” al “como salga” sobre unas paredes a las que se ha medio-quitado la capa de cal, por el método de picar y repicar sin miramiento los vetustos sillares.
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La maraña de cables, bomba de relojería sin marcha atrás, se extiende por todo el templo. Sube por las bóvedas, desciende por las encaladas paredes, se enreda en repintadas ménsulas, puertas y escaleras... Cables que corren a tontas y a locas por el recinto, empalmados, en el mal sentido del término, a base de esparadrapos que están pidiendo a gritos un chispazo y el consiguiente incendio. Hoguera purificadora que, solo por milagro divino, todavía no se ha producido.
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Finalmente, la pila bautismal románica, gallonada, sencilla y honesta, ha sido profanada con esa blasfemia de coloretes, más propios de una daifa venida a menos que de un objeto sagrado. Repintes, que producen una pena infinita en cualquier espíritu medianamente sensible.
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Y sin embargo, aquí, suprema neurosis celtibérica, no está prohibido tomar cuantas fotos queramos. Es como si las autoridades “competentes”, añadiendo la burla a la injuria, se hubiesen puesto el mundo por montera, para presumir de su incompetencia con luz y taquígrafos...
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A quien corresponda. No se moleste, no gaste energías, tiempo y dinero de los contribuyentes, en declarar “Monumento Histórico Artístico Nacional” ningún edificio del que luego, una vez acabada la ceremonia oficial y haber posado para las fotos de prensa, se va a desentender miserablemente. Desde 1982 hasta hoy han transcurrido veintisiete años, veintisiete, de la afamada ganadería del padre Cronos, y el templo del Vizbayo está así desde entonces. El tiempo ha pasado por el, sin pasar a través de el.
Póngase ya a la faena, ordene y mande, que eso se le da muy bien, la rehabilitación integral del monumento antes que los cables y las humedades nos den un susto, o algo peor. Mientras se decide a actuar, vaya a picota y cepo por el tiempo que tarden esos coloretes en desaparecer por degradación natural.
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Salud y fraternidad.