domingo, 1 de marzo de 2009

“Con la sacristía hemos topado...”

Templo del Salvador, s.XII-XIII, Tirgo (La Rioja). En su costado norte se incrusta, literalmente, la sacristía.
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Durante la Edad Media, la sacristía, el lugar donde la nueva religión guarda los ornamentos de culto y sus sacerdotes se revisten para las ceremonias, es un edificio separado del templo, y se compone de una o dos salas abovedadas, cuyo tamaño está acorde a la importancia del edificio religioso al que sirve. Pasado el medievo, se instituyó “la santa costumbre” de adosar, dichas estancias supletorias, al templo, generalmente entre el presbiterio y el ábside, para mayor comodidad del clero.
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[Idem ant.] ¿La mitad oculta de la rica ventana, estará todavía tras el muro de la sacristía añadida?
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Ello no habría tenido mayor importancia, si no fuese por la absurda manía que tomaron todos de levantar sus sacristías sin orden ni concierto. Es como si, a partir del tardo-gótico, se hubiese desatado una competición, del estilo de “a ver quien es el que la tiene más grande” -la sacristía, quiero decir-. En nombre de la cual, se cometieron tropelías arquitectónicas sin cuento.
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Nuestra Señora de la Antigua, s.XII, Butrera (Burgos). Sacristía adosada al sur y absurda ventana añadida.
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Así, durante siglos, destrozaron portadas, arrancaron canes de los aleros, derribaron galerías porticadas, eliminaron cruceros, mutilaron o cegaron ventanas absidales, y mil barbaridades más. Todo para añadir unos “salones” cuyo tamaño y ostentación no tenían nada que ver con la utilidad práctica que se les suponía.
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[Idem ant.] Aquí no solo se ha tapado la ventana absidal, además se la ha destrozado para superponerle otra “mas estética y práctica”.
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Estos delirios de grandeza “sacristeril”, con ser nefastos para los edificios medievales, especialmente los románicos, no fueron lo peor. La puntilla se la dio una manía contemporánea, “manía supersticiosa” nos atreveríamos a decir, la de no atreverse a tocar dichas sacristías para rescatar lo que, de medieval, permanecía oculto bajo ellas.
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A quien corresponda: No sea “supersticioso”, atrévase a elegir una línea de restauración en la que, si no se derriban las sacristías -lo que sería ideal, pero poco viable-, al menos se realicen las adaptaciones necesarias, reduciendo, rebajando, disminuyendo, para sacar a la luz y devolver, a tantos y tantos templos, una parte de la pureza de líneas que los Magíster románicos dieron a sus templos. Si no lo hiciere, sea condenado a picota y cepo, y si ello no fuere suficiente para hacerle rectificar, sea adosada a la parte más vistosa de su chalet, villa o cortijo, una “sacristía” que le haga ver en carne propia a lo que nos referimos.
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Salud y fraternidad.

3 comentarios:

mizo dijo...

Vamos, que los "chaletes" adosados se inventaron hace ya bastante tiempo, pero todo cambia, y si ahora se sabe que la chapuza ronda el sacrilegio, por lo menos con respecto al arte hisórico, bien sería enmendarla, si no con un tratamiento radical, por lo menos sí recuperando las partes afectadas del edificio protagonista en el conjunto.

Alkaest dijo...

Pues a eso vamos, que tampoco es obligado derribar sacristías, sin ton ni son, en la mayoría de los casos solo serían necesarios unos "arreglitos", unos retoques, suficientes para sacar a la luz parte de la riqueza escondida y ponerla en valor.
Para lo cual bastaría, quizá, con una parte de lo que se gastan los gobernantes -de todos los colores- en gigantesos cartelones, sólo para anunciar lo que se piensan gastar en crear riqueza. ¿No sería mejor emplear ese dinero en crear riqueza útil, como es restaurar los monumentos, que forman parte del motor económico turístico-cultural?

Vale, lo se, ya está otra vez mi conciencia diciéndome que no pida peras al olmo...

Salud y fraternidad.

Carlos Sousa dijo...

Que tal Alkaest? Como vai o chollo?
Gracias por tu felicitación, y no quiero pecar de pelotas pero que sepas que estoy encantado de conocer tu blog. Como creo que ya dije una vez, antes me fijaba algo en iglesias ,monasterios, etc., ahora (aúnque no tenga conocimientos), siempre me quedo contemplándolos y apreciándolos de otra manera. Enseñas mucho.

Ojalá tuvieras menos que contar, pero entonces no apreciría tanto este arte, no sé...

Un saúdiño, saúde e fraternidade.