miércoles, 25 de marzo de 2009

El sur, también existe...

El proyecto llamado Ciudad Europea de la Cultura, nace en 1985, y la primera ciudad celtibérica elegida, en 1992, es Madrid. Cambia su nombre, en 1999, por el de Capital Europea de la Cultura, y en este nuevo ciclo son designadas Santiago de Compostela, en 2000, y Salamanca, en 2002. Para 2016, se presentan catorce candidatas celtíberas, entre ellas Córdoba.
Si las autoridades competentes pretenden que la ciudad califal, que merecidamente ostenta el título de Patrimonio de la Humanidad, tenga alguna posibilidad en esa candidatura europea, deberían ir pensando en cambiar su anárquica mentalidad cultural por otra más coherente. No es de recibo que, en una trayectoria generalmente buena, se introduzcan manchas, “por descuido”, si tenemos en cuenta el alto honor que pretenden. Para muestra valgan dos botones, que sirven por una cremallera.
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Templo de San Lorenzo, arriba sus cubos diseño "Barrio Sésamo", y abajo los de diseño "glamour pijo".
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Hace poco, denunciamos los “contenedores de residuos urbanos” situados ante el templo de San Pedro –que, se pongan como se pongan, son vulgares cubos de basura-. Bien, pues se acaba de restaurar magníficamente el templo tardo-románico de San Lorenzo, pero como a las “autoridades competentes” les parecía que faltaba “algo”, también se han “restaurado” sus cubos de basura. Además por duplicado, unos de diseño “glamour pijo”, en la fachada norte, y otros de diseño “Barrio Sésamo”, ante el jardincillo de su fachada oeste. Como guinda, a este pastel, la imprescindible señal de tráfico.
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Templo de Santa Marina de Aguas Santas.
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El tema de cubos y señales de tráfico, ante los monumentos cordobeses, con ser sangrante, no es el peor obstáculo que vemos para sus pretensiones culturales europeístas. Lo peor es la “mentalidad de cortijo”, de ciertos párrocos “tridentinos”, que dictan a su antojo las normas para visitar los monumentos: el dueño de cada “cortijillo” puede hacer y deshacer, a su gusto, sobre las condiciones para acceder al templo correspondiente. Y la “autoridad laica competente”, debe ser cómplice, por acción u omisión.
. Templo de Santa Marina de Aguas Santas, otro ejemplo de románico-tardío, estamos en marzo y es sábado, son las 11,10, por tanto nos encontramos dentro de fecha y horario. Sin embargo la puerta permanece sospechosamente entornada, al acercarnos vemos que nos impiden el paso un cordón, y un atril que sostiene los textos que describen, en castellano e inglés, las características del templo. Barrera, al parecer, instalada para que no entren los turistas de forma “incontrolada”.
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Además, hay unos folletos con la “Ruta Fernandina”, promoción turística que han creado a base de los templos tardo-románicos, más o menos restaurados, que existen en la ciudad. Aunque como en otras muchas cosas, hay en ello más de auto-bombo que de verdadera intención cultural. A las pruebas nos remitimos.
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Grandes carteles, como este, anuncian a bombo y platillo las diferentes rutas que pueden seguirse para visitar los templos medievales de Córdoba. ¡Pero, mucho ojo, que el lobo deja ver sus orejas bajo la piel de cordero!
Sobrepuesto a este cartel, hay uno tamaño folio, con los correspondientes horarios de visita, en cuya base destacan unos círculos rojos de prohibido. ¡Entonces, salta una alarma en nuestro cerebro!

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Además de los cubos de basura, y las señales de tráfico, no podían faltar en la “Ruta Fernandina” las prohibiciones de rigor. ¿Cuáles? Evidentemente, una absurda y otra más absurda.
La “absurda”, por supuesto, es la de la izquierda. Uno no sabe si se han equivocado y al querer anunciar una cafetería han confundido las señales: se prohíbe -suponemos- comer y... ¿beber? Cuchillo y tenedor, dan a entender lo de la comida, pero ¿y la taza, que significa? Cierto que hay “gente pa’tó”, pero ¿tantos cientos de personas entraban al templo, comiendo y bebiendo, como para tener que prohibirlo? Mira que hemos visitado “cienes y cienes” de templos, por toda celtiberia, y es la primera vez que vemos una prohibición de este tipo.
La “más absurda”, evidentemente, es la de la derecha. ¡Nada de fotos, faltaría más, que carencia de respeto por un lugar sagrado!
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Eso sí, al lugar sagrado, como es en “horario turístico”, solo se puede acceder “con ticket”, es decir pagando 1 € de vellón. Claro que de esto te enteras cuando, tras asomar la cabeza por la rendija, luchando por no derribar el atril y romper el cordón, que más que barrera es “aduana”, logras ver a un cancerbero y le preguntas con timidez si se puede visitar el templo.
Su primera información consiste en recabar el pago del € por barba, y la segunda, sin que nadie le pregunte, anunciar que está prohibida la toma de fotografías. Debe ser, que se nos traslucían las “nefandas intenciones fotográficas” en el rostro. Inútil luchar contra molinos de viento, por mucho que le argumentamos, permaneció inflexible y fue elevando el tono hasta rayar lo grosero, momento en que desde detrás del cordón enfocamos la cámara hacia la nave, disparamos, y abandonamos el lugar con toda la dignidad que la ocasión requería, sin pararnos a escuchar los improperios que el guardián soltaba en el sagrado recinto.
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Ahora bien, el despropósito de todo lo antedicho no está solo aquí, sino en la comparación con otros templos de la anárquica “Ruta Fernandina”.
En el de San Lorenzo, sus puertas están de par en par, la entrada es libre, gratuita, y además te dejan fotografiar a placer, incluso las pinturas medievales recién restauradas; por descontado, nadie te dice nada sobre comer o beber dentro del templo, eres libre de ser irreverente. En el de San Pablo, las puertas están entornadas como en cualquier templo corriente, una vez dentro hay una mesa con una amable joven, quien con cierta timidez, como si tuviese vergüenza torera, te avisa que debes soltar el euro de rigor, porque “estamos en horario turístico”, por contra también puedes hacer fotos, sin traba alguna, hasta reventar la cámara; aquí tampoco nos impiden comer o beber a placer, cosa que, por otra parte, a nadie con dos dedos de frente se le ocurriría hacer en semejante lugar. El de San Pedro, está siempre cerrado a piedra y lodo, sin siquiera un cartel que indique horario alguno.
¿Qué pasa, que cada parroquia-cortijo tiene un “Amo” que dicta leyes diferentes? ¿El horario turístico es sólo un truco, para “timarles” los euros a los visitantes? ¿El sacar fotos está al libre albedrío del párroco-“Amo” de turno, porque a unos les parece pecaminoso anatema la acción de fotografiar y a otros no?
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A quien corresponda: Ponga orden en este caos, si el horario es turístico y de pago, permita las actividades turísticas, como son obtener fotografías de piedras que no han de sufrir menoscabo por ello. Coloque vigilantes profesionales del turismo, no profesionales de la prepotencia y el “ordeno y mando”. Si quiere que esta bella ciudad, tan entrañable por muchos conceptos, llegue a ser Capital Europea de la Cultura, comience por tener cultura usted mismo e inculcarla a los escasos, pero poderosos, clérigos integristas que parecen tener la sartén por el mango en algunos templos que, recuérdelo, no son de ellos, sino de los fieles que les dan vida con su asistencia.
Si no hiciere caso, sea llevado a picota y cepo, hasta que recapacite o hasta que la incultura, el integrismo y los fariseos desaparezcan del mapa. Porque el sur también existe, pero sus buenas gentes no se merecen que ustedes existan y las gobiernen.
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[Nota aclaratoria para mal-pensantes profesionales: Quien esto denuncia, no es un “forastero criticón”, sino alguien que vivió en Córdoba durante los años 70, y pasó largas temporadas allí durante los 80, para continuar visitando regularmente la ciudad hasta el presente. Alguien que ama entrañablemente esta urbe, y querría que todo su monte fuese orégano, y fuese oro todo lo que en ella reluce. Quien esto denuncia, no es un ateo irredento, de colmillo retorcido, sino alguien respetuoso con las creencias religiosas de todos. Alguien, que desearía ver más florecimiento espiritual, en los seres humanos, y menos mercaderes dentro del Templo].

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Salud y fraternidad.

3 comentarios:

mizo dijo...

Dí que sí, ni Córdoba ni la última ermita de la última aldea ibérica merece el trato de cortijo cacequil.
Como siempre, la solución debe venir de más arriba, pero es fácil: basta con educar o reeducar a estos capataces de finca privada y que aprendan lo que es el bien comun actual y futuro.
Suerte en tu lucha.

Rubén Oliver dijo...

Conozco Córdoba bastante,pasé un año largo allí y es preciosa,preciosa y preciosa...

Los párrocos que prohiben las fotos,no saben lo que hacen,y se escudan muchas veces diciendo que sí,que aquello es la casa de dios,pero que quien la administra es él,luego automaticamente lo convierte en su feudo.

Ya es triste que mi hija haga fotos en el Louvre y aquí no podamos hacerlas en una iglesia,sí,en el Louvre,delante de la Monna Lisa,con flash y con chorreras si quereis...

Así nos luce el pelo...y luego están los cancerberos,mas cercanos al portero de discoteca,que a aficionado o concedor de lo que guarda.

Una pena...

Saludos..

Alkaest dijo...

¡Juro solemnemente, por la Sagrada Tetraktys, que en mi próxima visita a Córdoba, pagaré el euro requerido y entraré al templo de Santa Marina para, al tiempo que devoro un bocadillo y bebo de mi botellita de agua, sacar fotos a diestro y siniestro! ¡Si no lo cumpliere, que la Diosa Madre me lo demande!

Salud y fraternidad.