miércoles, 17 de octubre de 2012

¿De Briviesca a Oca y tiro porque me toca...?

La ciudad de Briviesca, cabeza de la Bureba burgalesa, es la sucesora de aquella Virovesca, capital de los celtas Autrigones, citada en el 77 d.C. por Plinio el Viejo como “mansio” romana fortificada en la vía de Astorga a Burdeos. El lugar, nombrado por los visigodos como “Veroviscentium civitatis”, queda prácticamente despoblado durante la primera oleada de invasión musulmana, hasta que en el s.X se recupera al ser designado su territorio como alfoz.
A dicha recuperación contribuyó la citada situación geográfica, en la vía romana, que constituyó hasta el s.XI la ruta primitiva del Camino de Santiago, y luego un ramal secundario. Por ello, en el Medievo hubo en Briviesca varios hospitales de peregrinos, lazaretos, diversos templos románicos como el de Santa Cecilia, Santa María, y monasterios como San Tirso, San Pedro, o San Clemente. Además, tuvo una de las aljamas hebreas más importantes de Burgos.
Hoy, sus monumentos, pertenecen al gótico tardío, renacimiento y barroco. La culpa es de las épocas de mayor riqueza y prosperidad de la villa, que permitieron derribar los viejos edificios y levantar sobre ellos otros más ostentosos, según el gusto del momento.

[Foto, cortesía de Juancar347 “el Viajero”].

En el s.XIV, el lugar era nombrado “Briviesca de los Siete Barrios”, a causa del poblamiento disperso que lo componía. Para acabar con esta situación, en 1316, el Concejo pidió a la señora de la villa, doña Blanca de Portugal, que levantase una Colegiata en el barrio principal, como aglutinante centralizador de la población.  
El templo, tardo-gótico, continuó engrandeciéndose, durante los ss.XV a XVII, hasta que en 1789 hubo de reconstruirse parcialmente debido a problemas estructurales.
Su último añadido fue la monumental fachada neoclásica, de 1792, en cuyo óculo vemos hoy una hermosa imagen gótica de la Virgen con el  Niño. Sin embargo, no es de este templo. Se sabe que, en 1900, tal escultura estaba en el suelo de la Colegiata, y en 1930 se colocó en la fachada de poniente.
Dicha imagen, antaño bellamente policromada, procede del desaparecido templo románico de Nuestra Señora de Allende, sito extramuros de la villa en el barrio que hoy llaman “Aliende”.

Parece ser, que el asentamiento central de Briviesca estaba “allende el río Oca”, pero que en 1208 la población se trasladó a la otra orilla, “aquende el río”, donde hoy se asienta. La parroquia del viejo barrio cesó en sus funciones, aunque continuó prestando servicio a los pocos granjeros y agricultores que no abandonaron el lugar. La imagen de la Virgen, que había quedado “del lado de allá”, de “allende”, acabó siendo nombrada con éste apodo por sus fieles.
Su prestigio dejó impronta, de modo que incluso desaparecido el asentamiento, las Bulas de Roma continuaron nombrando la Iglesia de Briviesca con el título de Nuestra Señora de Allende del río, lo menos hasta el s.XIX.
En 1316 el viejo barrio fue completamente destruido, por una riada, y se convirtió en despoblado, aunque los labradores volvieron a levantar algunos edificios para sus labores rústicas. Sabemos que la Infanta Doña Blanca, nieta del rey D. Alfonso el Sabio, Señora de las Huelgas de Burgos, concedió “al Arcediano y Cabildo de Briviesca quinientos maravedís anuales sobre el Concejo de dicha Villa, en recompensa de haberse despoblado el barrio de Nuestra Señora de Allende”. Según hace constar el Padre Flórez, en su España Sagrada (1824).
 
El templo quedó convertido en ermita, a la que acudían desde Briviesca para venerar su Virgen de Allende. Arruinada parcialmente hacia el s.XVII, muchos de sus sillares, además de los tirantes policromados que forman la estructura de la cubierta, se reutilizaron en la reconstrucción de la Colegiata.
La parte que sobrevivió se acondicionó, de nuevo, como ermita de la Virgen de Allende, hasta que, a mediados del s.XIX, se arruinó definitivamente. Sus cimientos fueron descubiertos por los obreros del ferrocarril, a unos quinientos metros de la estación de Briviesca, en dirección sur, entre las vías y el km 278 de la carretera Madrid-Irún, a orillas del río Oca.
Las escasas piedras rescatadas demostraron ser de un edificio del primer románico, remodelado en gótico durante el s.XIII. Algunos de tales restos, fueron llevados por don Juan Sanz García a la entrada del claustro de la Colegiata. Otros desaparecieron, “misteriosamente”.
No deja de resultar paradójico, que el único resto de aquel templo románico sea una Virgen gótica… Una Virgen, a la que le han escamoteado el nombre y el “apodo”, pues ahora es conocida como “Nuestra Señora de Briviesca”. Pero según antiguas tradiciones locales, la “Virgen de Allende” era conocida en su origen como “Nuestra Señora de Oca”, por tener su templo a orillas del río Oca. ¿El original románico, era una Virgen Negra-Madre Oca?

[Foto, cortesía de Juancar347 “el Viajero”].
 
A quien corresponda: Vea usted en esta historia un ejemplo y un aviso a navegantes, pues no se trata de “batallitas del abuelo”, “cosas de los antiguos”, o “chismes de viejas”. Porque el abandono, ruina y saqueo, de monumentos románicos –y de otras épocas-, no es cosa del pasado. Continúa en el siglo XXI, ante nuestras narices, y ante las de quienes deben velar por la conservación del patrimonio. Si no tomare nota y las medidas oportunas, sea usted llevado a la picota, y puesto en el cepo, a pan y agua, hasta que recapacite y obre en consecuencia.
Salud y fraternidad.

jueves, 15 de marzo de 2012

¿Ruina templaria... o ruina, a secas?

Aguilar de Bureba (Burgos), parroquial románica de Santa María la Mayor, presuntamente templaria.

En la cuenca del río Oca se encuentra el antiguo pueblo de Aguilar de Bureba (Burgos), en el centro del caserío, sobre una pequeña elevación, podemos contemplar un magnífico ejemplo de arquitectura románica, de comienzos del s.XII.
La parroquial, de Santa María la Mayor, conserva una gran parte de su estructura medieval: ábside, presbiterio, trozos de la nave, cúpula sobre pechinas en el crucero, portada oeste. Todo ello siguiendo un modelo que se aproxima bastante al templo, también burgalés, de San Pedro de Tejada.

El parcheado de cemento, señala por donde discurre una de las peligrosas grietas del ábside.

Por su rica simbología, plasmada en canes y capiteles, con selectas esculturas de gran calidad, el edificio fue declarado "Bien de Interés Cultural", en 1983. A ello podríamos añadir, cum grano salis, una tradición local que afirma su pertenencia a la Orden del Temple, sin que hasta el presente se halla encontrado documentación que lo confirme o lo niegue.
Concebido, inicialmente, como edificio de una sola nave, a partir del s.XV se le fueron añadiendo estructuras que ocultaron de forma parcial su belleza. 

Otra preocupante grieta atraviesa el centro del tambor absidal, deformando la ventana.

Primero, en el s.XV, se reedificó el último tramo, a los pies de la nave, para añadir el coro elevado interior. En el s.XVI se añaden las capillas norte y sur, dándole planta de cruz, y se reforma exteriormente el cimborrio con el añadido de una pequeña linterna.
Luego, en el s.XVIII, se adosa la sacristía al lado norte del ábside, ocultando parte del mismo junto con los canes del alero. En 1762, se levanta el atrio porticado, que protege la portada oeste, y se alza una espadaña de tres pisos.

Los sillares del ventanal se han desplazado, y el "apaño" con cemento no impedirá que continúe el deterioro.

En el s.XIX, el muro norte del templo quedará oculto por un almacén y granero, allí adosado. Obra en la que se emplean sillares románicos, sacados de las diferentes partes del edificio derribadas durante las reformas de los siglos anteriores.
Después de años y años de abandono, en 1953 se efectuaron someras obras de reparación y conservación. Sin embargo, el templo estaba muy tocado, y el deterioro continuó, lento pero implacable.

Nuevas y espeluznantes grietas aparecen cada día, como ésta que nace en la cornisa y baja por el muro del ábside.

En 2002 se derrumbó parte de la bóveda de la nave, con grave peligro del conjunto. Las reparaciones se hicieron "con calma", por lo que el resto de la bóveda continuó cediendo, lo que agravó el frágil estado de la estructura del agrietado edificio.
En 2009, el Ayuntamiento y vecinos de Aguilar de Bureba volvieron a pedir, una vez más, a la Junta de Castilla y León, que rehabilite "con urgencia" el templo parroquial. Afectado por diversas humedades en su cubierta, con problemas de cimentación en el ábside, se habían abierto nuevas y preocupantes grietas por todas partes.

El granero del s.XIX, adosado al costado norte, perdió su cubierta en 2010, y así continúa hoy.

Como todos se temían, en 2010 hubo un desplome. Se hundió la cubierta del almacén adosado al norte, que en su caída arrastró parcialmente la escalera del campanario, derrumbe que ha incidido sobre las grietas existentes por diversos lugares del templo, agrandándolas. Esto, facilita que la lluvia penetre por ellas, y empeore todavía más el deficiente estado del edificio.
Además, el derrumbe, al impedir el acceso al cuerpo de campanas, ha obligado a cancelar las pruebas comarcales, del concurso provincial de campaneros, que antaño se celebraban con el juego de bronces de su espadaña.

El interior del arruinado granero ni siquiera ha sido desescombrado, maleza, humedad y podredumbre reinan en su interior.

Cuando visitamos el lugar, un 20 de agosto de 2011, nueve años después del primer derrumbe de su bóveda, el templo sigue esperando esas "urgentes reparaciones". El granero, arruinado el año anterior, continúa arruinado, los escombros se amontonan en su interior, envueltas por la creciente maleza las vigas de madera se pudren lentamente.
Las grietas han aumentado en el ábside, el brazo sur del crucero, y otras partes del maltrecho edificio, con grave amenaza de su estabilidad.

Los derrumbes han abierto nuevos huecos por donde la lluvia penetra, y ejerce su labor destructora.

Resulta contradictorio, pero define muy bien la estulticia burocrática, que en algunos lugares se hayan podido recuperar edificios históricos, por medio de iniciativas locales apoyadas por instituciones varias, "porque dichos edificios no estaban considerados como Bienes de Interés Cultural".
O sea, que si un edificio no es Bien de Interés Cultural, cualquiera puede aportar recursos y restaurarlo antes que se derrumbe. Pero, si es Bien de Interés Cultural... ¡Ni tocarlo, oiga, aunque se esté cayendo a pedazos!

La base del ábside también está muy dañada por la humedad, los sillares se deshacen y son sustituídos por apresuradas "chapuzas" a base de ladrillo.

En Aguilar de Bureba, aunque ha disminuido la población, el domingo de Pascua los niños siguen celebrando el "Día de la Tortilla", con su ronda y cantinelas. A finales de mayo, los adultos, festejan las fiestas patronales con el "Juego de las Chapas" -en realidad, viejas monedas de cobre-, probando suerte en las apuestas del cara o cruz.
Y cuando llega su tiempo, estando la uva en sazón, en las bodegas se hace vino chacolí. Sagrado licor, con el que se regarán los productos del cerdo, especialmente las afamadas morcillas de Burgos, así como los corderiles lechazos, cuando la ocasión lo requiera. De postre, claro está, no faltará el queso burgalés con miel y nueces.
Porque, a pesar de la emigración, las viejas tradiciones no mueren. ¿Morirá, en cambio, la vieja parroquial románica? ¿Morirá de abandono, y desidia institucional, el viejo templo, quizá Templario? 

Un ángulo de la capilla sur, amenaza derrumbarse a causa de la última grieta aparecida.

A quien corresponda: Las grietas de hoy son la ruina de mañana, entérese bien, quien tiene que enterarse, y ponga remedio. No venga con la excusa de que "la economía está mal..., la crisis económica...", porque ha tenido una porción de años en los que, no sólo no había crisis económica sino que había bonanza, durante los cuales tuvo ocasión de hacer lo que no ha querido hacer. Si ahora, que el edificio está en un punto crítico, por su incompetencia, no lo hiciere, sea llevado a picota y cargado con el cepo, para que no deguste más los exquisitos productos locales, bebiendo sólo agua sucia de los charcos y comiendo cenizas, hasta el día del juicio.

Salud y fraternidad.

miércoles, 11 de enero de 2012

Leache, en busca del templo perdido...

Templo parroquial de la Asunción de Nuestra Señora, Leache (Navarra).

Cuando llegamos al bello y tranquilo pueblecito navarro de Leache, en al valle de Aibar, nos reciben las ruinas fortificadas del Palacio Viejo y, en la plaza, la mole de su parroquial dedicada a la Asunción de Nuestra Señora, obra de los ss.XII-XIII, con un enigmático tímpano tardo-románico. Sin embargo, el mayor tesoro del lugar es ahora invisible. Sus piezas, como las de un olvidado rompecabezas, han sido dispersadas a tontas y a locas.
En el testamento de Sancho Garcés III "el Mayor", figura esta villa como "Legiaxi", cuya etimología nos orienta hacia el origen latino del enclave. La existencia aquí de un poblado tardo-romano, sobre un castro autóctono, puede darnos una pista sobre la persistencia de ciertos símbolos, comunes a la cultura celtizada de los pueblos originarios del lugar, que aparecen en el templo románico de San Martín de Tours.

Esto es cuanto queda del templo de San Martín de Tours, el arranque de los muros y la fachada oeste.

Y la calzada romana, que unía Aibar con el valle de Orba pasando por Leache, explica el camino jacobeo que, en el medievo, transitaba por estos pagos. Cuya importancia queda demostrada por el Hospital de Peregrinos que los caballeros de San Juan establecieron aquí, en 1165, dando lugar a la Encomienda de Liase, o Leax, la principal de Navarra en los siglos medios, cuando en 1195 Sancho VII "el Fuerte" les hace donación de la villa.
Levantado a comienzos del s.XII, sobre los cimientos de una desconocida construcción anterior que algunos dicen visigoda, reutilizando algunos de sus elementos, el templo de San Martín era un bello ejemplar románico, pleno de simbolismo ancestral. Sin embargo, entre todos lo desmontaron y el solito se arruinó...
  
La fachada oeste, en cuyo interior, contra toda lógica, los "restauradores" han adosado una fuente.
La misma fachada oeste, en 1927, con los restos de la portada sur.

En la desamortización de Mendizábal, se expropiaron las posesiones sanjuanistas, y para la década de los años cuarenta, del s.XIX, el templo se encontraba abandonado y en incipiente ruina.
Además, no había propietario conocido que se hiciera responsable, pues quienes compraron las tierras de la encomienda sanjuanista no reclamaron nunca el templo, seguramente para no tener que atender a su mantenimiento.
Los lugareños, como gente práctica, pronto iniciaron el "reciclaje" de aquellas venerables piedras, "que nadie quería", convirtiendo el complejo sanjuanista en cantera para sus necesidades particulares.

Numerosas casas del lugar están levantadas, en todo o en parte, con sillares del templo sanjuanista.

Lo más grave es que, desde 1839, esos vecinos estaban siendo azuzados en dicha labor destructiva por su párroco, fray Agustín Estanga, quien los animaba a utilizar en sus obras la piedra de aquellos edificios. ¡Incluida la del precioso templo románico!
Desde ese momento, sus restos se dispersaron por todo el pueblo, donde no hay casa, corral, o calle, en que no encontremos sillares, capiteles, ventanas, pilares...
Item mas. Los avispados vecinos, espoleados por la bendición eclesiástica, emplearon fustes y dovelas como elementos de las tumbas de sus familiares, en el camposanto del lugar. Algo idéntico, a los sucedido con el incomparable santuario del Temple en Ceinos de Campos (Valladolid).

La vieja fuente románica, con el lavadero público adosado. 
Fuente románica y lavadero público, en 1926.

En 1868, el Ayuntamiento, siguiendo el ejemplo del "párroco reciclador", reutilizó muchos sillares, con marcas de cantero, para dotar de cubierta el lavadero público. En 1905, la corporación municipal hizo la "fuente nueva", y no tuvo mejor ocurrencia que emplear en ella gran parte de la portada del templo sanjuanista, incluido el precioso tímpano con símbolos célticos, el cual no tuvo empacho en taladrar para incrustarle dos caños de agua. En 1927, el Ayuntamiento construye "la carnicería", detrás de la parroquial, y para ahorrarse los costes, emplea sillares, basas y dovelas, del saqueado templo.
El párroco, que tan alegremente había invitado sus feligreses a ese "festín", hizo lo propio, tomando cuanta piedra esculpida le pareció oportuna. Todavía hoy, en la parroquial de Nuestra Señora, dos capiteles vegetales sirven como pie de altar, otro, con águilas explayadas, fue convertido en pila benditera, otro más, se transmutó en pila bautismal, y algunos canes se empotraron en el muro.
  
Arquivoltas y tímpano de la portada de San Martín, finalmente recolocada en la base de la torre parroquial, con una placa alusiva a la guerra civil de 1936.
Los restos de la portada sanjuanista, en 1928, cuando el ayuntamiento hizo con ellos la Fuente Nueva.

En 1955, el Ayuntamiento, en vista del abandono en que se encontraba la Fuente Nueva, desmonta el invento, y en connivencia con el párroco de turno, traslada la portada románica, allí reutilizada, a la base de la torre parroquial, junto a la portada sur de dicho templo. Donde la reconvierten, mediante el añadido de la placa marmórea correspondiente, en surrealista monumento, "a los caidos" del bando vencedor en la guerra civil de 1936.
Al menos, en su nuevo emplazamiento, puede ser comparada con la portada románica de la parroquial, y no sufrirá la erosión de cuando era "rústica fontana".

Aquí estaba la portada sur del templo sanjuanista. 
Los restos de la portada, en su emplazamiento original, ya sin el tímpano, en 1928.

Para 1955, la fama de Leache, como lugar donde obtener piedra buena y barata, se ha extendido. Y el padre Recondo, que está restaurando ese "parque temático de la fe más rancia" que es el castillo de Javier, acude a las ruinas de San Martín, y toma "prestados" la mayor parte de los sillares de sus muros laterales, contrafuertes, jambas de la portada, capiteles, y cuanto le parece de utilidad para su "excelsa obra javierina".
Según sus propias palabras, donde deja constancia de la dudosa titularidad del lugar, al tiempo que se descarga en otros por posibles responsabilidades: "Tanto el Sr. Doncel, presunto propietario, como el párroco Rvdo. Sr. Hernandorena, actual canónigo de Roncesvalles, accedieron al traslado de los capiteles al castillo de Javier, para su seguridad y conservación..." (sic). ¿Para su seguridad y conservación?
En 1974, bien porque no encontraban acomodo para las diversas piezas y les estorbaban en el castillo, o bien porque les remordía la conciencia, los responsables de Javier entregaron muchas de tales esculturas al Museo de Navarra. 

Escaleras en el atrio de la parroquial, construidas con dovelas del templo sanjuanista. 
Al inicio de dichas escaleras, encontramos las piezas de una arquivolta abocelada del perdido templo.

En la década de los cincuenta, del s.XX, el Ayuntamiento, continuando una política municipal que ya duraba casi cien años, utilizó once dovelas y arquivoltas, en el primer peldaño de una escalera de acceso al atrio de la parroquial, repara el murete que la circunda con más sillares sanjuanistas y pavimenta este espacio con losas traídas del arruinado templo.
Del saqueado edificio, apenas quedan huellas de los cimientos, cubiertos de maleza, y el hastial de poniente, que se salva porque entonces, en un último rasgo de genialidad municipal, le encuentran utilidad como pared del frontón local.

El hastial de poniente, reutilizado como parte del frontón local.

Por fin, en 1994, los preocupados munícipes, derriban "la carnicería" levantada en 1927, y devuelven los sillares sanjuanistas al expoliado templo. ¿Cómo? Re-reutilizándolos para mejorar el frontón y, por iniciativa de los vecinos, realzar los cimientos perimetrales de la construcción, mediante varias hiladas de sillares, que marcan sobre el terreno, con cierta dignidad y exactitud la planta del templo.
Eso es todo. Aunque los habitantes actuales lamenten la actitud de sus antepasados, y luchen por recuperar en lo posible los restos del pasado, el mal ya está hecho. El magnífico templo, que alzaron aquellos caballeros de la orden militar y hospitalaria de San Juan de Jerusalén, ya no volverá a mostrar su airosa figura por encima de Leache.

En el interior, se encuentran algunos restos esculturados en grave estado de deterioro. 
Curiosa basa de una semicolumna adosada, junto al ábside, con figuras de animales.

A quien corresponda. Vaya usted a... picota y cepo, por los siglos de los siglos, como consentidor de la ruina, expolio y destrucción de una joya tal del arte románico. ¿Pero hay algún modo de aliviar esta condena? Quizá.
Sabemos que la villa de Leache tiene pocos vecinos, pero muy concienciados de los valores que poseen, y por eso, ansiosos de regenerar su patrimonio cultural, han iniciado una meritoria labor de restauración -ahí está el loable ejemplo de la "fuente vieja", del s.XIII-.
Sería deseable, que las "autoridades competentes" se implicaran en estos proyectos y, dentro de lo posible, las piezas que todavía están en poder de los vecinos pudieran pasar a formar parte de un pequeño museo, o como ahora es moda llamarlos: "Centro de interpretación del románico", en el propio pueblo. Donde junto con paneles ilustrativos a base de fotos antiguas, planos, alzados, maquetas y reproducciones de los elementos que se hallan en el Museo de Navarra o en el Castillo de Javier, se contase la turbulenta historia de este magnífico templo. Para honra del pueblo, desagravio del arte, escarmiento de clérigos, oprobio de munícipes, y ejemplo a las generaciones futuras. 

[Nuestra gratitud al amable vecino, residente en lo que resta de la Encomienda Sanjuanista, por sus informaciones in situ, durante nuestra visita en abril de 2011. También, al Ayuntamiento de Leache, por los datos y fotos antiguas aportados de su página web http://www.leache.es/es/lugarygente/historia/].

Salud y fraternidad.

jueves, 29 de diciembre de 2011

"Stultia gaudium stulto..."

En Poza de la Sal, villa burgalesa de muchos encantos y muy buenas gentes, también "cuecen habas". Llegamos allí un atardecer, del pasado mes de agosto. 
Primeramente, en la Oficina de Turismo nos atendió un joven, en extremo amable, que nos llenó los bolsillos de folletos informativos, además de las precisas indicaciones que nos dio de palabra, y si no se vino con nosotros, a enseñarnos los tesoros del lugar, fue porque sus obligaciones lo retenían en el "chiringuito".
Luego, como íbamos sedientos, paramos en el típico bar "El Molino", que con sus floridas macetas pone una agradable nota de color en la calle medieval. 

La simpática "mesonera" se desvivió por servirnos, al tiempo que, con pocas palabras, nos ilustraba sobre las excelencias artísticas del vecino templo, como si, en vez de bar, aquello fuese sucursal de la mentada Oficina de Turismo.
Con tan buenos antecedentes humanos, con tan enfervorizadas recomendaciones monumentales, abandonamos el bar, convenientemente refrigerados, y nos encaminamos llenos de optimismo hacia el templo de los santos Cosme y Damián, aquellos hermanos médicos, y mártires, que desde la portada renacentista custodian el gótico interior, repleto de curiosos capiteles simbólicos.

Estábamos haciendo fotos de esa portada, entretenidos en los detalles que la componen: una vista general, las esculturas de los santos, unas pinturas sobre la "Letanía Lauretana"... ¡Hombre, por la puerta, abierta de par en par, se aprecia un interior que el sol poniente ilumina como sólo él sabe hacerlo...!
Nos acercamos hacia el abierto portalón, sin llegar a rozar el umbral siquiera, intentando acomodar nuestra vista a la penumbra y contraluz interiores, al tiempo que con el zoom tomábamos una foto de sus dorados sillares.
Y entonces, ocurrió el cataclismo.

Del interior del templo surgieron unas voces estentóreas, unos gritos desaforados: "¡Está prohibido hacer fotos! ¡No se puede fotografiar! ¡Deje de hacer fotos!".
Apartamos la vista de la cámara y la dirigimos hacia el lugar de donde procedían aquellos aullidos inhumanos, para encontrarnos al fondo de la nave con un hombre que nos pareció de cierta edad -la lejanía y la penumbra no nos permitían distinguir bien-, y que debía ser el vigilante porque continuaba su amenazadora letanía antifotográfica, mientas gesticulaba con los brazos como si intentase exorcizarnos.

Entonces, reparamos en que a nuestra izquierda, junto a la puerta del templo, unido al cartel que anunciaba los horarios de visita, había también el consabido y diabólico cartelito de: "No se permite hacer fotografías o vídeo". Claro que, nosotros, interpretamos que aquella prohibición solo era válida para quien estuviera en el interior del templo, así que respondimos al airado guardián: "Estamos en la calle y aquí hacemos las fotos que queramos, faltaría más".
Según dice el mítico Libro de los Proverbios [Vulg. Prov. 15, 21], stultia gaudium stulto..., o sea: "El necio halla placer en sus necedades...", quizá por eso aquel indivíduo, imbuido de la "sagrada misión" de impedir toda acción fotográfica en aquel lugar, respondió con escasa caridad cristiana: "Ni en la calle, ni leches, aquí no se hacen fotos...", etc, etc. Y mientras vociferaba, gesticulante, se abalanzó hacia la puerta, quien sabe con que "justicieras" intenciones. 
En vista de lo cual, recogimos velas, y antes que aquel endríago llegase a pisar el umbral, pusimos pies en polvorosa, porque es de sabios evitar tener cuestiones con majaderos.

"De cuantas cosas me cansan
fácilmente me defiendo,
pero no puedo guardarme
de los peligros de un necio".
[Lope de Vega, La Dorotea].

A quien corresponda. Ponga firmes, de una vez, a tantos y tantos guardianes de templos, que para hacer cumplir las absurdas leyes, que les han ordenado aplicar, no dudan en emplear la violencia verbal y, ocasionalmente, la física. Ponga firmes a tantos y tantos "legisladores" necios, que prohiben la fotografía por el placer de prohibir. En caso contrario, vaya usía a picota y cepo, hasta que estos indivíduos, los guardianes y quienes los azuzan, recobren la cordura, la buena educación y el trato afable con los visitantes.

Salud y fraternidad.

sábado, 17 de diciembre de 2011

San Vicente de Maluca, esqueleto de piedra.

El templo de San Vicente, en el despoblado de Maluca, se desmorona a la sombra del centenario tejo sagrado.

En el entorno de los monasterios de San Pedro de Arlanza y Santo Domingo de Silos, hay un pequeño valle recorrido por el río Velarroyo, el cual se une al río Arlanza en la vecina Lerma. Próximo a su cabecera, se encuentra el despoblado de Maluca (Burgos). Aunque lo único que allí subsiste, son las ruinas del templo románico de San Vicente, convertido en ermita del cercano lugar de Cebrecos.
Para llegar hasta dicho enclave, es preciso acercarse a Cebrecos y preguntar a sus vecinos. Hubimos de interrogar, sucesivamente, a dos de ellos, quienes inicialmente respondieron a nuestra interrogación con otra:

Una señora, a la entrada del pueblo:
-Por favor, para llegar hasta la ermita de San Vicente, ¿por dónde podemos ir?
-¿Es que vienen para arreglarla?

Un anciano señor, al otro extremo del lugar:
-¿Por aquí vamos bien para la ermita de San Vicente?
-¿Les mandan para repararla?  

Se trata de un curioso ejemplar románico, arcaizante, con ábside recto de tradición visigoda, construido con la vieja técnica del encofrado de cal y canto.

¿Nos confundían con ingenieros de la Junta de Castilla-León, o simplemente expresaban su amargura por el estado del templo? No obstante, después de tan sorprendentes preguntas, puramente retóricas y con un punto de socarronería, ambos vecinos se apresuraron a indicarnos amablemente el camino rural que debíamos tomar, su pertinente bifurcación, la fuente donde aparcar el coche, la loma que debíamos ascender, y la desviación que no debíamos tomar...
Tras tomar la desviación que no era, y tener que retroceder, por fin lo encontramos, sobre una loma entre campos arados, medio oculto en un bosquecillo de encinas, a la sombra del centenario tejo sagrado. Tendido al sol y las nieves de Castilla, el esqueleto del viejo templo se desmorona un poco con cada estación, resignado, en espera de regresar al polvo del que nació, y del misericordioso olvido de la humanidad que lo abandonó.

La portada, junto con los canes, son los únicos elementos en piedra tallada, con una sencillez no exenta de simple belleza.

Esta comarca, de pequeños valles, estrechos cañones, y colinas poco elevadas, estuvo relativamente poblada en la antigüedad, sus castros celtíberos conocieron una ocupación importante durante el bajo imperio romano, cuando fueron incluidos en una red viaria, norte-sur, que potenció el trasiego comercial.
Durante el periodo visigodo y musulmán, la zona se llenó de pequeños eremitorios, muchos de ellos rupestres, excavados en las laderas rocosas, que al producirse la repoblación castellana fueron sustituidos por monasterios románicos, los cuales pronto alcanzaron merecida fama.
Uno de estos es el cenobio femenino de San Mamés y Santa Columba, en términos del pueblo de Ura, sobre el pintoresco desfiladero del río Mataviejas, en el lugar donde hubo un castro de los celtíberos turmogos, luego fuerte romano, y más tarde fortaleza visigoda.
Con motivo de la repoblación castellana, del s.IX, el lugar se constituyó en capital del Alfoz de Ura, al que pertenecían gran parte de los pueblos vecinos: Covarrubias, Puentedura, Retuerta, Castroceniza, Quintanilla del Agua, Cebrecos y Maluca, entre otros.

El interior del templo, como un esquelto descarnado, presenta toda la triste realidad de una original estructura abocada a desaparecer.

Según el Libro Becerro de Arlanza, en 930, el conde Fernán González recibe un pacto de obediencia de doña Eufrasio, abadesa de San Mamés de Ura. El poderío inicial del Monasterio, se vio ensombrecido y postergado por otros monasterios vecinos, que acabaron por quitarle protagonismo, mermando sus riquezas e influencia.
En 1042 es donado al Monasterio de Arlanza, por Fernando I. No obstante todavía tenía cierta pujanza, pues que aqui salieron monjas para restaurar el Monasterio de Santa Coloma, en el pueblo riojano de igual nombre, cercano a Nájera, al que llevaron reliquias de santa Columba de Sens, copatrona del monasterio burgalés.

En la más pura tradición visigoda, el espacio absidal se constituye como un lugar íntimo, misterioso, prácticamente aislado de la nave por un estrecho vano.

San Mamés de Ura, aparece citado de nuevo hacia 1062, cuando María Fortúniz da al Monasterio de Arlanza sus derechos en Cebrecos y Maluca. Pero, hacia 1152, la villa de Ura y su alfoz, ha sido donada al Monasterio de Silos, aunque sus habitantes continuaron disfrutando el fuero de caballeros, que les correspondía como cabecera de alfoz.
El lugar de Maluca, junto con Cebrecos, perteneció a la Orden de Santiago -no sabemos desde que fecha-, aunque en 1345 estaban en manos del rey Alfonso XI, quien los dio a Fernán Sánchez de Valladolid, el cual los entregó en permuta a Santo Domingo de Silos ese mismo año.
¿Eran estos bienes de procedencia templaria, como el vecino Retuerta, -recordemos que sólo hacía 33 años que la Orden había sido disuelta-, y por eso los santiaguistas se desprendieron de ellos?

La carcoma del tiempo y los elementos van haciendo su despiadada labor, arruinadas las cubiertas sus cornisas van cayendo y arrastran los canes del alero.

Mediado el s.XIX, Madoz cita el lugar de Maluca como despoblado: "desp., en la provincia de Burgos, partido judicial de Lerma; su término redondo pertenece a los puebos de Nebreda y Cebrecos, teniendo este último la jurisd.; en él no existe mas que la iglesia, que demuestra ser de mucha antigüedad; a la cual concurren en letanía los dos pueblos..." (Madoz, Diccionario, 1845-1850).
En el templo, de una sola nave y cabecera recta, únicamente los vanos, arcos y cornisas, se trabajaron con piedra tallada, el resto destaca por su curiosa forma constructiva, a base de encofrado de cal y canto, sistema habitual en tierras de Soria y Segovia, pero raramente utilizado en las comarcas burgalesas, tan sólo en Maluca, y en dos ermitas de Quintanilla del Agua y Mercadillo. La técnica consistía en realizar un encofrado, relleno de piedra y cascajo mezclado con mortero, el cual se revestía de otra fina capa de mortero, cubierta con cal, que se pintaba para embellecer los muros. Un sistema más barato que el de sillares tallados, y casi tan resistente como aquel. 
  
Algunas piezas del alero, se mantienen en un equilibrio imposible, en espera del próximo golpe de viento que las derribe para siempre.

Este edificio se puede datar a mediados del s.XII, y su ornamentación es muy sencilla, en la portada una arquivolta de botones florales, y en las jambas arista abocelada. Los canes se alternan, frutos, cabezas humanas  y animales, en los pocos originales que subsisten, lisos los sustitutos de época indeterminada.
Las opiniones están divididas, sobre si la pila románica, adornada con tallos vegetales y arquerías, conservada en la parroquial de Cebrecos, procede de Maluca, aunque es muy probable.
En la actualidad, el templo está completamente abandonado a su ruina, y abocado a la desaparición, con la bóveda de la nave caída al suelo, aunque el enigmático ábside conserva la suya. Los vecinos han realizado labores de limpieza, extrayendo los escombros, pero eso no evita que diversas partes de la ruina, como cornisas y canes, continúen cayendo al suelo.

Del muro norte se desprenden, poco a poco, los escasos canes labrados que todavía quedan en el templo.

Entre sus descarnados muros, todavía parecen escucharse las estrofas que los romeros cantaban el Domingo de Resurrección, en honor de las divinidades judeo-cristianas, pero que a nosotros nos recuerdan cánticos de la Antigua Religión, en honor del renacimiento de Atis y otros viejos dioses, como anuncio de la regeneración primaveral.

"Esta noche han florecido
flores, rosas y claveles,
así florezca, señores,
la gracia entre las mujeres.
Esta noche han florecido
muchas flores en los montes,
así florezca, señores,
la gracia en todos los hombres".

Un canecillo, representando un fruto, símbolo de regeneración vital, yace sobre el suelo, como una amarga metáfora sobre el destino de este templo...

A quien corresponda: Dese prisa en remediar este abandono, este cruel olvido, antes que, a manos del tiempo y los saqueadores, desaparezca del todo esta pequeña joya del románico burgalés, muestra de la rica historia castellana en tiempos de la repoblación. En caso contario, vaya usted condenado a picota y cepo, en cualquiera de las muchas picotas que todavía abundan por estas tierras burgalesas, aherrojado de pies y manos, hasta que su señoría caiga también en el abandono y el olvido.

Salud y fraternidad. 

viernes, 11 de noviembre de 2011

Románico "jurásico" de 98 0ctanos...

Durante una cuarentena larga de años, del pasado siglo XX, Celtiberia tuvo un régimen político que carecía por completo de sentido del humor, aunque todos hiciesen humor a su costa. En dicho contexto el director de cine Rafael J. Salviá realizó en 1955 una película titulada "¡Aquí hay petróleo!", en la que, con fina y premonitoria gracia, se caricaturizaban las fantasías petroleras del régimen junto a sus ansias de autosuficiencia energética.
Porque, en esa década de los 50, la compañía CAMPSA andaba perforando los sembrados de patatas en la comarca burgalesa de La Lora, segura de que aquello era otro "Texas". De pronto, el 6 de junio de 1964, comenzó a brotar petróleo y se desató la locura, todos estaban seguros que la apretada vida de estos lugares, la miseria del país entero, iba a desaparecer, porque España se convertiría en el "Golfo Pérsico" de Europa. Los jerarcas del régimen, inflamados de ardor patriótico-económico-religioso, declararon lindezas de semejante calibre: "Este es el mejor regalo que Dios puede hacer a España..." 
Quintanilla de Escalada (Burgos), la "Casa del Médico", que reutiliza piezas románicas del perdido Monasterio de San Martín de Escalada.

Luego, todo quedó en nada. Aquel "oro negro" era de muy pocos quilates, se trataba de un crudo de baja calidad, que no puede emplearse para uso automovilístico y sólo es útil como combustible industrial. Esto, unido a que el yacimiento está fragmentado en numerosos pequeños pozos, que se agotan rápidamente, impide una explotación comercial rentable.
Así pues, la miseria no sólo no se apartó de estas tierras, sino que se acrecentó, sus habitantes continuaron emigrando a las grandes urbes, en busca del sustento que no les daban sus sembrados, ni el apestoso petróleo. Muchos pueblos languidecieron y acabaron por desaparecer, sus ruinas pueden verse hoy desparramadas por estos bellos y terribles páramos.
Canes y relieves románicos, en la "Casa del Médico".

Cerca de los "campos petrolíferos" de Valdeajos, Sargentes de la Lora y Ayoluengo, se encuentra Quintanilla de Escalada, en un bello enclave natural, bajo la sombra de Peñamayor, a orillas del padre Ebro.
En 1964, se instaló en las afueras del pueblo, junto a la carretera Burgos-Santander, la Estación de Carga del petróleo que había comenzado a extraerse en los pozos burgaleses, pero no tuvieron otro lugar "más adecuado", para tal menester, que el lugar exacto donde había estado enclavado el Monasterio de San Martín de Escalada.
Piezas del Monasterio de San Martín, en la "Casa del Médico".

A mediados del s.IX, el conde don Fernando y su esposa doña Godina, vienen con gentes de procedencia astur a repoblar el cercano castro de Siero, en Valdelateja, del que subsiste la ermita de Santa Céntola, con elementos mozárabes.
Ellos serán quienes den "al abad Roldán y sus compañeros", monjes de procedencia desconocida, quizá astur-leoneses desplazados por los musulmanes, el templo de San Martín de Escalada, que transformaron en cenobio desde el que atender las necesidades espirituales de los colonos.
Alero románico de entrelazos, en la "Casa del Médico".

El asentamiento prosperó, y en 1141 el Monasterio de San Martín de Escalada, convertido en  un edificio románico de cierta entidad y belleza, es citado en un diploma del rey Alfonso VII. Sus crecientes derechos y privilegios, serán confirmados por Alfonso X, en 1262.
Cuando en 1339, Alfonso XI, vuelva a confirmar sus numerosas posesiones, ya no se habla de monjes, sino de canónigos, porque entre esas dos fechas el cenobio se ha transformado en abadía, sin que conozcamos el motivo.
Alero románico vegetal, en la "Casa del Médico".

En 1541, la abadía pasa a depender de la de Aguilar de Campoo, y comienza su decadencia, por la desidia que los canónigos de Aguilar manifiestan en la administración. En 1675, se autoriza poner pila bautismal en la ermita de San Román, en Quintanilla, porque "la abadía de San Martín, está lejos, mal atendida por los canónigos de Aguilar y con muchas humedades". En 1710, un visitador escribe: "La iglesia, muy fuerte, a lo antiguo y con sus molduras muy curiosas por fuera. Solo le han quedado algunas ruinas del claustro. Está en despoblado..." En 1785, unicamente quedaba en pie la mitad del templo, que durante el s.XVIII acabó de arruinarse lentamente.
Ermita de San Roque, en Quintanilla de Escalada.

A partir de ahí, el viejo cenobio y abadía, quedó convertido en cantera para los vecinos de Quintanilla, quienes tomaron cuantas piedras quisieron, para construir sus casas, reparar muros de las huertas, levantar cochiqueras, cercar prados, hacer establos, etc, etc.
Hoy día, podemos contemplar el mayor conjunto de piedras románicas en la llamada "Casa del Médico", que tiene empotradas en su fachada diversas piezas labradas: varios canes, un relieve, aleros con ajedrezado, vegetales y entrelazos. En la ermita de San Roque, del 1604, hay dos capiteles del monasterio a cada lado del altar, en los cuales figuran animales del bestiario y cabezas humanas entre vegetales. En 1910, escondida detrás del retablo, se encontró una "Cruz bizantina", en forma de Tau, con esmaltes, perteneciente al monasterio, que fue "trasladada" al Museo Catedralicio de Burgos.
Interior de la ermita de San Roque, con dos capiteles del monasterio a cada lado del altar.

Es posible que, en otras casas del pueblo, haya más piedras románicas, aunque en el lugar nadie suelta prenda. Y bien que hacen, teniendo en cuenta lo sucedido con la Cruz, además de los relatos que cuentan los ancianos sobre "los petroleros yankis".
En los años 60, durante la construcción de la petrolífera Estación de Carga, dicen quienes lo vieron, que un ingeniero americano encontró enterrados algunos capiteles románicos -no hay acuerdo en el número, entre uno y cinco-, "labrados con curiosas figuras", y se los llevó a su país "sin que ninguna autoridad pusiera reparos"...
Ermita de San Roque, capitel con animales y rostros humanos.

No parece que el Monasterio de San Martín de Escalada llegase a tener la importancia que otros cenobios próximos, pero en su ámbito representó un referente cultural, religioso y económico, de cierta entidad durante el medievo, protegido y favorecido por nobles y monarcas. Los escasos restos pétreos que nos han llegado, y las referencias documentales, nos indican que pudo no ser especialmente importante, pero si muy interesante artísticamente hablando.
Ermita de San Roque, otro capitel del desaparecido monasterio.

En la actualidad, mientras en alguno de estos lugares se proyecta hacer un "Museo del Petróleo", para inmortalizar aquel fiasco, la petrolera británica Leni Gas & Oil, que compró en 2007 un yacimiento que nadie quería, intenta resucitar aquel sueño y anuncia que extraerá los cien millones de barriles que se estima quedan en aquellos páramos. Cien millones de crudo lleno de impurezas, de dudoso refinado, de mínima rentabilidad, pero que de ser despreciado, como combustible, ha pasado a ser "sospechosamente" solicitado como tal por la compañía BP que pretende refinarlo en Castellón. 
¿Se trata de un nuevo delirio industrial? ¿Una oscura operación económica? ¿Una nueva tragedia para la comarca, sus pueblos y su patrimonio cultural?
Dólmenes, menhires, villas romanas y templos medievales, han "convivido", mal que bien, con los pozos petrolíferos, e intentan "convivir" con los modernos aerogeneradores que invaden la comarca. ¿Se romperá ese statu quo, con el nuevo "cuento de la lechera" de los nuevos buscadores de oro negro? 

A quien corresponda: Se ruega que no permita una nueva degradación, cuando no destrucción, social, cultural y natural, de la zona, bajo el pretexto del "progreso económico", que bien puede esconder algún turbio negocio relacionado con el "oro negro". En caso contrario, vaya a picota y cepo por tiempo indefinido, y a ser posible, sea mantenido dentro de un barril de crudo repleto de "jugoso" petróleo burgalés.

Salud y fraternidad. 

Sobre el tema petrolífero burgalés, consultar: