martes, 30 de septiembre de 2008

"No hay nada como tener buen cartel..."

Templo de San Martiño, San Martiño de Mondoñedo (Lugo). [fotos 17 julio 2008].
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Indudablemente, si algo puede ir mal irá mal. Y si algo puede empeorar, sin duda empeorará. Ahí está el ejemplo de San Martiño, referido a los cartelones "ad maioren gloria aedificatoris".
No se han conformado con poner un cartel. ¡Han puesto cuatro! No han quedado satisfechos con el cartel "normalizado", y han colocado uno en bonito "publiscope y technicolor". A gran escala, con la foto a pantalla completa del templo restaurado. En el que piden disculpas, por las molestias que la obra cause. Aunque se han olvidado pedir excusas, por las molestias que causa el cartelón.
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Sobre el anterior cartel-pantalla exculpatorio, han colocado otros dos, que sirven para fastidiar el típico cruceiro. El superior con publicidad de la empresa Diconsa, encargada de ejecutar las obras, y el inferior con los nombres de los técnicos que las realizan, el importe de las mismas, y los "paganos" que las financian: el Concello de Foz y el Ministerio de Fomento -que ya podía "fomentar" el buen gusto estético, impidiendo estos despropósitos-.
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Pero, claro, como las obras no las realiza una sola empresa en su conjunto, ha sido preciso colocar otro "cartelito" ante los ábsides, para dar detallada cuenta de quien, cómo y para quienes, se ha llevado a cabo el resto del proyecto. Para la Xunta de Galicia y la U.E.
Suerte que no han seguido restaurando, porque si nó en este momento habría allí más cartelones que templo...
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A quien corresponda. En vista de que no se enmienda, vaya vuesa merced a picota y cepo para luengos días, tantos como tarde en reflexionar y asumir la necedad de esta estúpida plaga.
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Salud y fraternidad.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

“El muy inquietante y extraño caso del Padre Jekyll y el Padre Hyde”.

Templo de San Martín, s.XII, fachada sur. Puenteferreira (Palas de Rei, Lugo). [20 julio 2008].
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Este misterioso y no explicado suceso, aconteció durante nuestra visita al templo de San Martín, en Puenteferreira (Lugo). Mientras yo hacía fotos al exterior de la portada sur, una compañera del grupo entró al templo. Allí se le acercó el párroco, que rondaba por los alrededores, y dirigiéndose a ella muy amable, aunque hablando en gallego, le señaló sonriente una puerta. Nuestra amiga no entendió nada pues desconoce el idioma, pero le pareció comprender que allí había algo de interés. En efecto, al otro lado de la puerta, que da acceso a una sacristía añadida al muro, se encontraba la portada norte, original, con unos magníficos relieves románicos en su arquivolta, que el sacerdote le enseñó encantado sin dejar de parlotear en su lengua.
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Portada sur, la norte está oculta dentro de una estancia añadida.
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Cuando salían de la sacristía entraba yo al templo, ella me llamó para que viese aquello y ambos pasamos a la habitación, un verdadero desván-trastero, sobre cuya puerta unos magníficos relieves románicos trazaban complejos entrelazos de herencia céltica. Ya iba a sacar unas fotos, cuando el fornido párroco se abalanzó sobre nosotros, con gesto iracundo, impropio de su sagrado ministerio. Con manos de acero nos tomó a cada uno de un brazo, y nos sacó de allí a empujones, literalmente, al grito de: “Este es un lugar privado, muy privado, no pueden estar aquí...” Un grito que, ahora si, profirió en correcto castellano. Y no paró hasta vernos fuera del templo, mientras nosotros, desconcertados por su violenta actitud, no acertábamos más que a expresar excusas: “Usted disculpe, no queríamos entrometernos... vale, vale, ya salimos, lo sentimos, no deseábamos molestar...” Excusas, a las que ni se dignó contestar. Al contrario, cerró el templo a cal y canto, con gesto adusto, para alejarse de allí mirando de reojo hacia nuestro grupito. Tan sólo le faltó, sacar el hisopo y exorcizarnos a modo.
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Tímpano de la portada sur, entrelazos célticos.
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¿Qué misterio es éste? ¿Acaso el hercúleo párroco sufre de personalidad bipolar? ¿Por qué se dirigió, espontáneamente, a nuestra amiga para enseñarle la portada y sus relieves? ¿Por qué, repentinamente, nos expulsó “manu militari” a ambos? ¿Por qué la sacristía-desván-trastero era digna de ser visitada libremente, por nuestra amiga, y al instante siguiente era un “lugar muy privado” donde no se podía permanecer? ¿Por qué le habló a ella en gallego, para enseñarle aquello, y a ambos en castellano, cuando decidió que no debíamos contemplarlo?
¿Acaso su ataque, de indignada intimidad, se produjo al verme con una cámara en las manos, dispuesto a fotografiar los célticos relieves de la portada norte? ¿Por qué, si la portada sur también tiene relieves de inspiración céltica, que pudimos fotografiar sin problemas? ¿Influyó, en su extraño comportamiento, el sexo y belleza de nuestra acompañante, en contraposición al sexo y “fealdad” de un servidor?... No seamos mal pensados, alejemos el presunto movil lujurioso de nuestra mente, no vaya a escandalizarse algún pequeñuelo del Señor y tengamos que darle cuentas el Día del Juicio.
Sin embargo, coincidirán conmigo en que es un suceso bien extraño. Un caso propio de Agatha Christie o, peor aún, de Edgar Allan Poe.

Pila bautismal, arrinconada al exterior del muro norte en 1987, hoy en paradero desconocido. [Diapositiva 19 septiembre 1987].
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Aunque tanto, o más extraña, que esa actitud del sacerdote, resulta la desaparición de la pila bautismal que, en 1987, se encontraba arrumbada al exterior del templo, junto al muro norte, llena de escombros y malamente pintada de azul. ¿En qué momento, de estos veinte años, tuvo lugar su asunción al limbo de los objetos perdidos? ¿Ha sido llevada a algún museo? ¿Fue robada? ¿Malvendida? ¿Ascendió a los cielos en cuerpo y alma? ¿Alguien puede darnos razón de su actual estado?

A quien corresponda: Mande controlar el estado mental de los encargados de tratar con el público, ya sean religiosos o laicos, no sea que algún día tenga que lamentar algún luctuoso suceso. Las personas de carácter inestable no deben tener cargos de responsabilidad, pues el daño que pueden causar es siempre irreparable por muchos conceptos. Si no atendiere a razones, sea puesto en el cepo y encadenado a la picota, hasta que los numerosos “desequilibrados” mentales, que pululan por donde no deben, recobren la razón.
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Salud y fraternidad.

jueves, 11 de septiembre de 2008

El vigilante ojo del dios, que todo lo ve.

Una mancha que afea la ciudad de Oviedo, tan grata por otros muchos conceptos. [Foto 19 julio 2008].
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Nada más entrar en la Catedral de Oviedo topamos con el consabido cartel: “Fotos y vídeos no”. Así advertidos, avanzamos por sus naves con tácticas de guerrilla, disparando la cámara y cambiando rápidamente de posición. En una de tales maniobras, alcanzamos a oír como otro turista, más temeroso de dios que nosotros, interpelaba a un vigilante con ésta pregunta: “¿Por favor, puedo hacer una foto de la escultura del Salvador?” El guardián, de laxa moral en el cumplimiento de su deber, o porque debía estar cansado de perseguir fotógrafos infractores le respondió: “Si yo no lo veo, puede hacer cuantas fotos quiera”.
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Escultura de "El Salvador", s.XII (1098-1129). [Foto 19 julio 2008].
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Esto nos animó y cuando entramos en la antesala de la Cámara Santa –antesala carente de arte alguno que pueda ser estropeado por el flash-, decidimos hacer una foto de la “hucha de los donativos”. Nada más hacerla se escuchó una voz en las alturas, voz tonante, apocalíptica: “Se recuerda a los señores visitantes que está prohibido hacer fotografías en el recinto de la Catedral”. Nos volvimos horrorizados, para comprobar que la voz salía de unos disimulados altavoces. ¿Cómo nos habían descubierto? Muy sencillo, desde las alturas de un ángulo de la estancia nos vigilaba el ojo de Dios, en forma de esférica cámara de video-vigilancia. Mudos de asombro, íbamos a hacer una foto de la cámara espía, cuando apareció por las puertas un caballero muy correctamente vestido –o sea traje y corbata-, muy amable, muy culto y muy servicial, quien se ofreció para asesorarnos sobre cuanto quisiéramos preguntarle acerca del lugar. Para no decepcionarle, y mayormente para disimular nuestro “nefando pecado fotográfico”, nos hicimos los tontos, realizamos algunas preguntas tópicas, agradecimos las respuestas y marchamos tan inocentes...
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Ore ante las "Santas Reliquias", por el módico precio de 1,50 €. Al menos el ticket es sincero: dice "entrada" y no "donativo".
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El caso es similar al de la Catedral de Compostela, por más que aquí los cancerberos visten “de paisano” pero sin poder disimular que parecen “seguratas” disfrazados. Aunque, “a buenas horas, mangas verdes”. Ahora mucho perseguir a los fotógrafos aficionados, pero el 9 de agosto de 1977 no hubo nadie para proteger el tesoro de la Cámara Santa, que fue vilmente saqueado por un “delincuente habitual” de diecinueve años, seguramente con un cómplice que nunca apareció. Repitámoslo, unos ladrones aficionados, no unos fotógrafos amateurs. Unos ladrones, que no necesitaron de cámara fotográfica alguna para cometer su fechoría.
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¡Este es el cuerpo del delito! Queremos decir la foto tomada indebidamente, por la que fuimos reprendidos y nos ganamos la compañía de un vigilante para que no reincidiésemos. [Foto 19 julio 2008].
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Se supone que la entrada que debemos pagar religiosamente, para ver esa Cámara Santa y, si somos personas creyentes, orar ante las Sagradas Reliquias –que ya tiene bemoles, tener que pagar para poder orar ante unas reliquias-, es para ayudar al mantenimiento de la Catedral. No obstante, en la antecámara campea un lindo cartel: “La limosna nos ayuda a compartir lo que poseemos por bondad divina”, debajo del cual hay una gran caja de madera con placa metálica en la que se lee: “Donativos para conservación de la Catedral”. ¡Ah, las grandes y santas palabras! ¡“Limosna”, “Donativos”!
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A quien corresponda: Aunque sea tirar piedras a nuestro tejado, ruego a usted que transmita, a los encargados del tema, una idea de la que hago gratuita donación. ¿Por qué no cobrar un suplemento, junto con la entrada, para poder hacer fotos en los templos, en horario fuera de culto? ¿Se aplacaría así la “ira del dios”, hacia los fotógrafos? El negocio puede que no diera grandes beneficios inmediatos, pero ya se sabe que “muchos poquitos llenan el saquito...”, al menos podrían amortizar la sagrada inversión en “seguratas” disfrazados de conserjes y en cámaras de vídeo-vigilancia. Si no consigue que le hagan caso, vaya usted a picota y cepo hasta que las ranas críen pelo.
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Salud y fraternidad.

sábado, 6 de septiembre de 2008

"Los fantasmas de Compostela..."

"Non est aurum omne quod radiat"
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Nada más entrar en la Catedral de Compostela, nos sale al paso un ominoso cartel que, tras anunciarnos la santidad del lugar, nos exhorta a cumplir una serie de prohibiciones. Pero no tenemos tiempo ni de leerlo, en ese momento contemplamos horrorizados como, por las naves del templo del señor Santiago, vaga una pareja de etéreos “fantasmas”.
¿Son las almas en pena de ciertos obispos y arzobispos, fallecidos en mortal pecado nefando? ¿Son los espíritus errantes de algunos peregrinos muertos sin confesión ni arrepentimiento? ¿Son la “Santa Compaña”?
No llevan la típica sábana, ni arrastran las consabidas cadenas. Ni aúllan, con sonidos lastimeros, al tiempo que en su mirada brilla el fuego del averno. Por contra, visten marcial uniforme. Portan cachiporra “quita-manías” y fierros de esposar. Susurran en voz baja, por sus intercomunicadores, mientras miran de soslayo con ojos inquisitivos.
Sin embargo, su visión nos pone igualmente la carne de gallina. ¿Por qué vagan sigilosos bajo las bóvedas, entre los pilares y capillas? ¿Por qué acechan a los visitantes detrás de las columnas, entre altares y pasadizos? ¿Son los arcángeles vengadores, del Señor Yahvé, que vigilan su templo?
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No, nada de eso. Son simples guardas jurados, “seguratas” en argot del vulgo, encargados de mantener el orden en la catedral, es decir: hacer cumplir a rajatabla las siete prohibiciones del apocalíptico cartel de la entrada.
Un cartel completamente falaz, pues aunque está humildemente redactado: “Se ruega a todos...”, la fantasmal patrulla de seguridad delata que, los autores del texto, nunca confiaron que nadie atendiese su ruego por las buenas. Y como son “siervos del Señor” de una u otra manera han de hacer cumplir lo que creen ser sus deseos, que para eso son también “intermediarios” del iracundo dios.
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Porque yo Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian(Éxodo 19, 5).
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Un dios que, al parecer, acumula fobia sobre fobia. Primero comenzó odiando las cámaras fotográficas, luego añadió su odio por el flash, y ahora le suma su odio por los trípodes. Se comprende, pues los tres artilugios son invento del Diablo, aunque éste sea invento del dios. Lo que no se comprende es la necia redacción del cartel: si se ha prohibido el uso de la cámara, huelga prohibir el flash y el trípode, objetos completamente inútiles si no se puede emplear la cámara. ¿O es que, al igual que le ocurrió al viejo guarda de San Esteban de Gormaz con los prismáticos, los “prohibidores” ignoran para qué sirve cada instrumento de los mencionados?
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Aunque quizá nuestro discurso esté equivocado de raíz, porque pudiera ser que no estemos hablando de lo mismo. Nosotros pensamos en el dios de Israel, luego reciclado por la mitología cristiana, y es muy posible que los autores de las prohibiciones fotográficas no hablen en nombre de Yahvé, sino en nombre del dios Dinero.
¿En qué nos basamos, para tan audaz deducción? Muy sencillo, al dios de quienes pusieron el cartel le molestan las máquinas de fotos, los flashes y los trípodes, pero no parecen molestarle las infames máquinas “tragaperras” instaladas en el muro del templo, nada más entrar y pasado el cartel prohibitorio. Unas “tragaperras” que, en varios idiomas, por el módico precio de 1 €, te cuentan “su historia” del templo, al tiempo que subliminalmente intentan adoctrinarte.
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Un dios Dinero, que tampoco parece sentirse molesto por esas velas electrónicas, -en realidad bombillas mal disfrazadas-, que muy farisaicamente anuncian su funcionamiento mediante una “ofrenda” de 20 cts, €. Si se trata de una ofrenda, ésta se supone voluntaria, y por tanto deberían funcionar también para quien desee ofrendar una vela, aunque no los 20 cts, €, pero de eso nada monada, si no hay “ofrenda” no hay vela-bombilla. Item mas, un cartelito, que parece escrito para tontos o por tontos, especifica: “Ofrenda 20 cts. Euro. BILLETES NO”. ¿Dónde han visto ellos los billetes de 20 cts de €? ¿O es que hay peregrinos tan obtusos que, al carecer de los 20 cts, intentan encender la vela-bombilla introduciendo por la ranura billetes de 200 ó 500 €?
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Y, finalmente, un dios Dinero al que debe tener muy contento el magnífico establecimiento, instalado en una estancia adosada a los ábsides románicos, servido por escogidas azafatas –escogidas pero piadosas, no demos pie a rumores malignos-, establecimiento denominado muy sibilinamente “La Tienda Catedral Santiago Compostela”, que vende toda clase de recuerdos –piadosos recuerdos, eso sí- del “Parque temático compostelano” en que los adoradores de ese dios han convertido el lugar Sagrado.
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Sí, decididamente no se trata de Yahvé, debe tratarse del otro, del dios Dinero, pues los servidores intérpretes-traductores de Yahvé no se habrían atrevido a profanar la fe sencilla de los peregrinos con esos actos (y otros no menos monetarios, acontecidos en el templo, que sería prolijo enumerar aquí). No se habrían atrevido a desafiar a ese dios celoso, que castiga la iniquidad de los inicuos hasta la tercera y cuarta generación...
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Vosotros sois los que os la dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones... No podéis servir a Dios y al Dinero(Lucas 16, 13-14).
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Pero bueno, que les voy a contar sobre el contubernio dinero-religión-poder -perdón, presunto contubernio-. Eso ya lo hizo hace años, con más gracejo y oficio, José María Gironella en su tremendo libro “El escándalo de Tierra Santa” –que, por cierto, sigue vigente en numerosos lugares “sagrados”-.
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Todas las fotos pertenecen a la Catedral de Santiago de Compostela (A Coruña). [Fotos 16 julio 2008].
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A quien corresponda. Haga el favor de ir caminando hasta la plaza, colóquese usted mismo el cepo y encadénese a la picota, porque aunque se lo propusiera no creo que pudiera usía convencer, a quien sea responsable de ello, para desfacer tanto entuerto, empezando por el obsceno “Fotos NO” y terminando por el “negocio” de la fe. Le queda a vuecencia picota y cepo para rato, porque “¡Con la Iglesia hemos dado, amigo Sancho...!”
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Salud y fraternidad.

jueves, 4 de septiembre de 2008

¡Prohibidles las fotos a todos, Dios reconocerá a los suyos!

Cartel prohibitivo de templo "pobre". Folio de impresora sujeto por chinchetas, sobre tablón de corcho. Templo de San Martiño, San Martiño de Mondoñedo (Lugo). [Foto 17 julio 2008].
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Carter prohibitivo de templo "rico". Placa de "diseño" con soporte metálico y pie a juego. Catedral de Oviedo. [Foto 19 julio 2008].
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Cuando los “cruzados” franceses, nobles del norte apoyados por la Iglesia, atacaban las tierras del Languedoc para apropiarse de las posesiones de los nobles del sur, con el pretexto de exterminar los herejes cátaros, a los cristianísimos “militares” cruzados se les planteó una “duda razonable”. Durante el asedio de Beziers, en 1209, algunos caballeros “cruzados” sintieron escrúpulos de conciencia, ante el inminente asalto, y preguntaron al Legado Papal, Arnaud Amalric: “¿Cuándo entremos en la ciudad, cómo distinguiremos a los herejes de los buenos creyentes?”, y el legado les dio este impecable razonamiento teológico, cargado de espíritu evangélico: Matadlos a todos; Dios reconocerá a los suyos.
El eco de esta fraternal y piadosa frase, llena de amor cristiano, resuena todavía en numerosos ámbitos, grandes y pequeños, del mundo religioso. Uno de esos ecos, que rebota implacable por muros y bóvedas, es el que, en forma de infame cartel: “Fotos NO”, brota cual maligna cizaña a la entrada de cada vez más y más templos. La hipocresía de esta prohibición, religiosa o laica, “tanto monta, monta tanto”, llega a cotas “obscenas”. En las próximas entradas vamos a desahogar el ánimo, a este respecto, puesto que han intentado ahogarlo en nuestro reciente viaje por tierras gallegas y astures –aunque el resto de Celtiberia, no está libre de pecado-.
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A quien corresponda: Lo que de verdad deseo, lo que me pide el cuerpo y el alma, es devolverles parafraseado su cristianísimo grito: “Matadlos a todos; el Diablo reconocerá a los suyos...” Pero, como soy más civilizado que el venerable Legado Papal, Arnaud Amalric, me conformaré con que usía sea condenado a picota y cepo hasta que recapacite y haga recapacitar a los responsables del caso.
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[Advertencia legal: La citada frase, parafraseada en mis labios, es tan sólo una expresión retórica. De ninguna manera se trata de incitar a la degollina, de los clérigos y funcionarios públicos que nos prohíben hacer fotos. Soy contrario a toda violencia física, incluso si, quienes la reciben, en alguna ocasión la alentaron y son moralmente merecedores de ella].

domingo, 31 de agosto de 2008

¡Muerto el burro, la cebada al rabo!... (primera parte)

Los españoles no han reparado nunca en la monstruosidad de que la Guardia Civil persiga rigurosamente al que cazó una liebre en coto ajeno y nada haga contra los honrados labradores que se llevan del monasterio abandonado unos capiteles visigodos para reparar sus cochiqueras”.
J.A. Gaya Nuño (1913-1976) Historiador del Arte.
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El Monasterio Santa María de Carracedo era el más rico del reino de León, en los siglos XII-XIII, incluyendo un Palacio Real anejo. En 1796 los monjes derriban el precioso templo románico, que consideran pequeño, y mientras levantan el nuevo las tropas de Napoleón, en 1811, saquean el monasterio. Luego, en 1835, llega la desamortización de Mendizábal. Un hacendado compra el lugar, para vender las piedras que no habían arrasado los frailes o los franceses. Gentes del contorno se suman a la rapiña, caen claustros y estancias, para construir con su piedra bien labrada caseríos, palomares y establos. Sólo se salvaron, parte del Palacio Real, el Capítulo y su Sala Abacial, que, exceptuadas de la desamortización, fueron habilitadas para usos parroquiales. Y también, paradojas de la historia, se salvó aquella iglesia, amplia e insulsa, abandonada a medio construir, sobre las ruinas del desaparecido templo románico, tras haber reutilizado muchas de sus piedras.
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Numerosas voces ilustres y anónimas predicaron en el desierto, hasta que, en 1929, lo poco restante se declaró Monumento Histórico Artístico. De buenas intenciones está el Infierno lleno, porque ruina, abandono y saqueo continuaron casi hasta 1988-1991, cuando se emprenden obras de acondicionamiento. Hoy día, entre las remozadas migajas medievales sobrevivientes, magníficas incluso en su escasez, se celebran fiestas medievales, torneos, cenas, conciertos de música antigua... [Adultos 25 €, niños menores de 12 años 20 €. ¿Criadas y soldados media entrada...?]. Algo estupendo, cuando las alternativas eran las malas hierbas, la pérdida total, el olvido.
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Estupendo, salvo porque se presume de haber resucitado los huesos, mondos y lirondos, de un conjunto arquitectónico al que, hoy día, ni todo el oro del mundo puede devolver la riqueza perdida. En realidad, se ha producido el parto de los montes: “Parieron los montes y parieron un ratón”. Su “restauración” es irrisoria, porque no quedaba mucho que restaurar. Se ha tratado de una consolidación de las ruinas, para que no sigan arruinándose, con un lavado de cara general. Nos felicitamos por ello. ¿Cómo no hacerlo, a pesar de su aspecto de “parque temático”, con tienda de “souvenirs” incluida? Pero, según el diccionario, restaurar es: “Restablecer, volver a poner una cosa en aquel estado o estimación que antes tenía”. Y eso, está aquí muy lejos de lo ejecutado. Con frases oficiales tan bonitas como: “Carracedo, una vez restaurado, ha recobrado y consolidado mil años de historia”, se presume de lo improbable, tras haber olvidado lo posible.
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¿Por qué, por ejemplo, se ha consentido que el cementerio anejo al templo siga en uso? ¿Acaso, como mal menor, no podía haberse dejado el cementerio tal como se encontraba y habilitar uno nuevo en lugar cercano? ¿Por qué, además, se consiente que las tumbas se amontonen cada vez más cerca de los muros absidales? ¿Y por qué, peor todavía, se admite que se levanten grupos de nichos? Es la lógica del absurdo: el cementerio es muy pequeño y, si se mantiene en uso, no queda más remedio que amontonar las tumbas. ¿Consideran los “expertos” que esta es la forma de “consolidar mil años de historia”? ¿Qué será lo siguiente, cuando el camposanto esté lleno, levantar nichos de diez o veinte plantas adosados al crucero y ábside? ¿Abandonar, por fin, el abarrotado cementerio, tras haber convertido el exterior del templo en un lugar estéticamente tétrico, lleno de filtraciones y humedades, para abrir entonces un nuevo camposanto?
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A quien corresponda. Por mentir, o al menos “exagerar”, presumiendo falazmente de haber hecho algo que no ha hecho, y mirar para otro lado con lo que se hace indebidamente, sea condenado a picota y cepo, por tiempo indefinido. Y cuando la Madre Naturaleza lo reclame a su seno, que la tierra no le sea leve.
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Salud y fraternidad.

¡Muerto el burro, la cebada al rabo!... (segunda parte)

A escasos cien metros del Monasterio de Carracedo (León), un viejo palomar dentro de una propiedad privada... Hoy día, con tapia y seto, que nos obligan a actuar de paparazzi para descubrir su tesoro. Por suerte, todavía carece del abominable cartelito: “Fotos NO”. ¿Tardarán en ponérselo? [Foto 14 julio 2008].
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Porque, como dijo aquel torero, “más cornadas da el hambre...” Hoy me he armado de valor y he cogido el “foto-shop” por los cuernos, para dar otro ejemplo de la vana presunción con que se pregona la “restauración” de Santa María de Carracedo.
Tomemos un “simple” rosetón. De los varios que posee el conjunto monástico de Carracedo, no hay ninguno que conserve sus tracerías, tan sólo algún óculo está intacto. Sin embargo desde antiguo se sabe, porque lo proclama a los cuatro vientos, que un palomar, a no más de cien metros al norte del monasterio, contiene en su estructura numerosas piedras que son fragmentos, casi completos, de las tracerías del gran rosetón románico de la fachada occidental del templo. Fotografiamos, en un par de ocasiones -1981 y 1992-, varias de esas piezas que estaban al descubierto, dos por haberse desprendido el revoco que las cubría, y una por servir de improvisada “celosía” y hueco de ventilación al palomar.
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Así encontramos el palomar en 1981, en mitad del campo, sin tapia ni seto, con las acusadoras tracerías asomando entre los desconchones del muro. [Diapositiva 5 agosto 1981].
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Así continuaba el palomar once años después, en 1992, igual de descarnado y acusador. [Diapositiva 11 abril 1992].
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Y así está veintisiete años después, en 2008, exactamente igual de olvidado y despreciado por las autoridades. [Foto 14 julio 2008].
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Más al producirse la tan cacareada “restauración”, ¿alguien se preocupó de reclamar tales piezas al “dueño”? ¿Se preocupó siquiera, de negociar su vuelta al Monasterio? ¿Se pensó en rescatarlas o comprarlas? Y al decir “dueño”, queremos decir el propietario actual del palomar, edificio que alguien levantó, después de 1835, aprovechando piedras labradas procedentes del, forzosamente, arruinado Monasterio, que tomó “prestadas” de aquel y que por tanto no eran suyas.
Las últimas fotos, de 2008, tomadas con cierto riesgo de nuestra integridad física, confirman que el rosetón continúa en el palomar. ¿Por cuánto tiempo? ¿Después de nuestra denuncia, se apresurarán sus actuales “dueños” a desmontar las piezas y venderlas al mejor postor, que resultará ser un americano, asesorado por un anticuario de origen hebreo, “perfil de maravedí” como dijo el poeta Gerardo Diego? Al fin y al cabo, así han salido de Celtiberia las mejores piezas de las colecciones estadounidenses.
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Fragmentos de tracerías incrustadas en el palomar, seguramente quedan muchas más ocultas entre su argamasa. ¿El rosetón completo? [Foto 14 julio 2008].
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Otros fragmentos de tracerías incrustadas en el palomar. [Foto 14 julio 2008].
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¿O nos sorprenderán, los actuales “propietarios” del palomar, haciendo generosa donación de las tracerías del románico rosetón a las autoridades “competentes” –si es que existe alguna que lo sea- para ser reintegradas al templo, o al menos al museo del Monasterio de Santa María de Carracedo? “¡...Que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son!”.
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Rosetón occidental. Desmontado y vuelto a montar durante la reconstrucción de 1796, como denuncia el mal encaje de sus piedras, carece de tracerías, que fueron robadas hacia 1835. [Foto 14 julio 2008].
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Tracerías del rosetón occidental, reconstruidas por mí a partir de los fragmentos encontrados en un palomar, junto al Monasterio.
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Hipotética restauración del rosetón occidental, falta el círculo central de las tracerías, que no he podido deducir de los restos visibles empotrados en el palomar. ¿Volverá a lucir así, algún día?
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A quien corresponda. Bien está lo hecho, aunque tarde, pero menos triunfalismos oficiales y más efectividad. Menos presumir a trompetazos de grandes “reconstrucciones”, más o menos ficticias, y más actuar en pequeños elementos con posibilidades reales, como el rosetón empotrado en el palomar. Enmiende su proceder, no quiera confundir al personal ocultando negligencias pasadas con “fantasías temáticas”. Si no lo hiciere, sea llevado a picota y cepo por tiempo indefinido, tanto como se tarde en rescatar y reconstruir ese rosetón, joya del románico leonés.
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Salud y fraternidad.

miércoles, 9 de julio de 2008

"La espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento"

Templo de San Millán Abad, s.XII-XIII, Coculina (Burgos).
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Templo parroquial, Monasterio de Rodilla (Burgos).
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"En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y así como Don Quijote los vió, dijo a su escudero: la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer. ¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza. Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. Mire vuesa merced, respondió Sancho, que aquello que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento con sus aspas. Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla".
[Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Primera parte, capítulo VIII].
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Estas imágenes no es menester comentallas, que ellas se comentan solas. Por eso, podemos condenar y condenamos, a quien corresponda, por consentir tamaña "contaminación ecológica", permaneciendo en picota y cepo hasta que los molinos se conviertan en gigantes.
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Salud y fraternidad.

jueves, 3 de julio de 2008

¡Taraariii...! ¡De parte, del señor alcaide, s'ace saber...!

Templo de Santa María del Azoque, 1164-1285, fachada oeste, Benavente (Zamora). [Foto 29 junio 2008].
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Detalle preciosista-informativo de la anterior fachada. Lean, lean y aprendan. [Foto 29 junio 2008].
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¡Atención, señoras y señores, niños y niñas, extranjeros y nacionales! ¡Pasen y lean! ¡Entérense bien enterados! ¡Que no quede nadie sin informarse convenientemente!
La Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, ha invertido dos generosas partidas en restaurar el templo románico-gótico de Santa María del Azoque, en Benavente (Zamora). Proyecto caritativamente cofinanciado, por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional. Con el siguiente desglose:
Restauración de yeserías policromadas y consolidación de la bóveda de la sacristía, 81.985,098 €.
Consolidación de la bóveda de la sacristía, 191.515,48 €.
[¿Debe ser que, tras la primera consolidación, la bóveda quedó poco consolidada y hubo que reconsolidarla?].
¿Ya se han enterado, bien enterados? Pues, pa´sus casas. Disuelvan los grupos, no se me amontonen.
Si después de pasar, ante estos cartelones a pares, alguien no se ha enterado del esfuerzo, generosidad, piadoso trabajo y sublime resultado, es que necesita más gafas que un topo, o está más despistado que una cabra en un garaje, o es tonto de capirote.
A quien corresponda: Nosotros, pobres indocumentados, querríamos saber también, cuanto han costado los cartelones, cuanto costará quitarlos y cuando se hará. Y sobre todo, ¿por qué es preciso afear, de ese modo, pleno de vano orgullo, lo que se acaba de embellecer? Por reincidir en sus "carteladas" olvidando que, "gloria vana, florece pero no grana", sea condenado a picota y cepo, a ser posible rodeado de sus presuntuosos cartelones. Aunque, eso sí, sea con nuestro agradecido reconocimiento, por no haber puesto la afeadora monstruosidad multicolor ante los cinco ábsides románicos.
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Salud y fraternidad.

martes, 1 de julio de 2008

¿Cubos con espadaña o espadañas con cubo?

Templo de Santa Eulalia, s.XII-XIII, Santa Eulalia de Rionegro (Zamora).
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La espadaña es cuanto queda del templo, el destechado interior está convertido en cementerio. Parroquial, s.XII, Rionegro del Puente (Zamora).
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La plaga de los contenedores y cubos de basura, está ya globalizada. Hasta en los más pequeños pueblos, nos topamos con ellos "delante de", "junto a", "detrás de", el templo de turno.
Al norte de la provincia de Zamora, por la Sierra de la Culebra, la Carballeda y Sanabria, el románico rural ha sucumbido en el transcurso de los siglos, ruina paralela al olvido y abandono que invadieron estas bellas y ricas comarcas. Agunos templos fueron cayendo, se repararon como pudieron, reutilizando las viejas piedras. Otros, simplemente fueron cayendo.
Ahora, esos contenedores, al pie de las espadañas supervivientes, suscitan una pregunta inquietante. ¿Están ahí para que, cuando caigan las últimas piedras, lo hagan dentro y ahorrarse el tirarlas a la basura?
A quien corresponda: Ya que no se molesta en rescatar, de la ruina, las viejas piedras románicas, al menos no consienta que las humillen adosándoles cubos, contenedores y demás artilugios "basuriles". Si no lo hiciere, sea puesto en picota y cepo, en pleno mes de agosto, para que sude la gota gorda hasta que reflexione sobre el caso.

Salud y fraternidad.

jueves, 19 de junio de 2008

Románico elevado al "cubo". ¿O será, a "los cubos"...?

Templo de San Miguel, s.XII, Ayllón (Segovia). [Diapositiva 10 julio 1983].
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Así descubrimos este templo, hace veinticinco años. El ábside agrietado, su alero caído, los canes desaparecidos, un falso podio tapando toda la parte inferior, perdidas columnas y capiteles, con dependencias espurias y muros ruinosos adosados.
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Ídem. El ábside rescatado, al fin, de siglos de olvido. [Diapositiva 7 octubre 2000].
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Pasamos otra vez por el pueblo, hace ocho años. Y... ¡Oh sorpresa! El templo está restaurado. Se han sellado las grietas, repuesto columnas, capiteles y canes, se han reintegrado los sillares perdidos, eliminado el antiestético podio. Se suprimió el muro ruinoso y rebajaron la altura, de la dependencia adosada, para liberar alero y canes del muro norte. Aunque, todavía, faltan algunos remates menores.
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Ídem. En la actualidad, el templo luce en todo su esplendor. ¿En todo...?
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La recuperación se ha completado, tras terminar de reponer los maltratados sillares y techar la dependencia anexa, remodelada tras su rebaje.
¿Qué bonito todo, no? ¡Demasiado bonito, para ser cierto!
Porque, despues de "muy profundos" estudios medioambientales, el honorable consistorio decidió que no existía, en todo el pueblo, mejor lugar para que los cívicos ciudadanos reciclasen sus resíduos. Con "criterio" digno de mejor causa, los probos munícipes dieron en colocar en esta calle, trasera del templo, un bonito y práctico "tren" de contenedores.
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¿Esplendor románico, surrealismo postmoderno o hapening rural? [Foto: cortesía de Paco Torralba, blog Astrágalo "Aberraciones románicas"].
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Pero no unos contenedores normales, sino unos contenedores "con tecnología inteligente". Hablando en plata, contenedores "correntines". O sea, que hoy te los encuentras junto al ábside, para que los ciudadanos ejerciten su derecho al reciclado mientras gozan -doble placer- del deber cumplido y del monumento románico. Y mañana...
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Y mañana, aparecen muy formalitos sobre la acera izquierda, o junto al muro de la derecha. Así, los buenos y cumplidores vecinos, pueden reciclar con una perspectiva más amplia del monumento. Unos días de lejos, otros de cerca, ahora desde la derecha, ahora desde la izquierda.
¿En que otro pueblo, villa, aldea, o ciudad, de Celtiberia se puede ser a vez buen ciudadano y espectador del arte románico? ¡Por desgracia, en demasiados! No es la primera vez, que traemos este tema a colación, ni será la última.
A quien corresponda. ¡Eduque, hombre, eduque! A los componentes de tantos y tantos ayuntamientos, que parecen plenamente convencidos que la basura y el arte son cosas perfectamente complementarias. Convenza a cuantos ediles sea preciso, que en sus términos municipales hay lugares de sobra, para conjugar el actio cívico del reciclado, con el no menos cívico de preservar visual -y olfativamente- el patrimonio cultural. Si no quieren hacerle caso, esgrima este argumento, "la basura da mala imagen, aleja al turismo, y el turismo representa ingresos económicos..." Seguro que, nombrando "los dineros", han de razonar. Si usted sigue mirando para otro lado, después de haberse tapado la nariz, sea condenado a picota y cepo: ¡Rodeado de contenedores de basura! Hasta que pida clemencia.

Salud y fraternidad.

martes, 17 de junio de 2008

La España de charanga y pandereta... ha de helarte el corazón

Templo de Santiago, fin s.XII, Turégano (Segovia). Poco se imagina nadie, ante esta sencillez, el tesoro único, incomparable, que guarda en su interior. [Diapositiva 26 octubre 2000].
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El templo de Santiago, en Turégano (Segovia), sólo conserva del medievo su ábside románico, quizá de fines del s.XII, pues el resto fue reformado en el XVII. Un buen día de 1989, el párroco y unos pocos feligreses hacían limpieza general, cuando, al retirar el sagrario, por el hueco del retablo divisaron algo que les intrigó. Se asomaron como pudieron, tras agenciarse una buena linterna, y quedaron pasmados.
Allí detrás, oculto durante trescientos años, aguardaba otro "retablo", en piedra, románico. Un conjunto magnífico de esculturas, que cubre parte del interior absidal entre las ventanas, formado por un Pantocrátor con su Tetramorfos, grandes esculturas -una parece que de Santiago- , y otras varias más pequeñas, todo cubierto de polvo, yeso y telarañas, pero en muy buen estado.
Desde ese instante, comenzó el particular "vía crucis" del párroco, Don Rafael Sancristóbal, ante autoridades de todo pelaje, para reconocer lo descubierto, restaurarlo y ponerlo en valor.
Cuando los técnicos se dignaron ir, ver y emitir dictamen, éste fue inesperado. Se trata de un ejemplar único, en España y en Europa, de ábside románico esculturado. Una joya artística y espiritual. La respuesta de la administración, de las autoridades "competentes", fueron buenas palabras. Deben estar afónicos, porque las buenas palabras han durado casi veinte años.
Ahora, por fin, ¡aleluya, ossana!, se han aprobado restauración y presupuestos. Pero... ¡Ay! Tratándose de "palacio", las cosas no sólo van despacio, siempre tienen un "pero".
Anuncian que dado lo "valioso" del retablo barroco, que tapa la "joya única del románico mundial", no van a retirar el retablo para colocarlo en un muro lateral. No señor, lo van a adelantar unos metros, y limpiarán el "tesoro románico único en el mundo" para dejarlo visitable dentro de un "pasillo" tras el retablo.
Con lo cual, el templo se reducirá a un espacio menguado, el retablo barroco parecerá un "pegote" ridículo, y el ábside un desván bien iluminado.
¿Acaso los "responsables" disfrutan, dándonos la imagen de que son unos seres ineptos, en los que el capricho y la estulticia se alían, en horrible contubernio, para que triunfe lo absurdo?
Cuando en tantos y tantos templos románicos, menos espectaculares que éste, se han retirado retablos barrocos para poder contemplar a placer la serena belleza desnuda de la arquitectura original, sin que nadie se rasgase las vestiduras, en Turégano, que hay posibilidad de retirar y conservar el retablo barroco, al tiempo que se despeja completamente el ábside para mostrar el conjunto, "único y excepcional" en el arte románico, que es su retablo en piedra, a los “responsables” no se les ocurre otra “gracieta postmoderna”, mejor ni más sublime, que adelantar el retablo y dejar el fabuloso conjunto esculpido, románico, medio oculto en una especie de “pasillo”.
¿Y qué opina de esto el paladín de su restauración, el párroco Don Rafael Sancristóbal, que ha guerreado con tirios y troyanos para que saliera a la luz? Al bueno de Don Rafael lo han “ninguneado”, él, que debería tener como mínimo una estatua en la plaza ante el templo por su incansable batallar para dar a luz este tesoro, opinó, con sano juicio, que el retablo se colocase en algún muro lateral o en la vecina iglesia de San Miguel, con lo cual se podrían disfrutar ambos elementos. Predicó en el desierto.
¿Se figura nadie, que para ver las pinturas de la Capilla Sixtina hubiese que meterse detrás de un retablo barroco, por muy valioso que éste fuera y muy ancho que fuese el pasillo? Y más cerca, ¿alguno se imagina el precioso conjunto absidal catedralicio, de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), detrás de un retablo, dentro de un ridículo pasillo?
¿Y qué opina de esto la Iglesia, custodia de tan singular patrimonio espiritual? ¿Las autoridades eclesiásticas, que tantas opiniones emiten sobre lo divino y lo humano, sin que nadie les pregunte, están de acuerdo con esta solución salomónica? Aunque, llamar a esto solución salomónica, es insultar la memoria y la sabiduría de Salomón. Pues bien, según a qué parte de la jerarquía se interrogue, la Iglesia, o se lava las manos -¿es que las siente sucias?-, o proclama voto de silencio. No conoce, no contesta. Las reclamaciones, al maestro armero. ¿Tiene miedo de mostrar, hoy, lo que los sacerdotes y el pueblo del medievo veneraron sin complejos?
¿Es que, una vez más, la "presunta" inutilidad oficial va a triunfar sobre la lógica, la espiritualidad, la belleza y el sentido común? ¿Es que una vez más, también en esto, España va a seguir siendo estúpidamente diferente?
Por desgracia, nos tememos que otra vez tendremos que avergonzarnos de haber nacido en esta España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y María, que no se cansa de helarnos el corazón...
A quien corresponda. ¡Por favor le suplico! ¡Déjeme en ridículo, haga que me equivoque y trague mis palabras! ¡Permita que este tesoro de espiritualidad medieval luzca en todo su esplendor! Si no lo hiciere, -en este caso, para usted la picota y el cepo son poca cosa-, suplico a la Diosa Madre que le pida severas cuentas de su proceder. Y que la tierra, jamás le sea leve.
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[Posdata: ¿Qué se apuestan a que, una vez consumada e inaugurada la chapuza románica, colocan el cartelito de "Prohibido hacer fotos"? Si no, al tiempo].

jueves, 12 de junio de 2008

“Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora campos de soledad, mustio collado...”

Ermita del Cementerio, lado suroeste, s.XII-XIII, Treviana (La Rioja).
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Sobre una ladera, bajo la que fluye el río Ea, quedan las maltrechas piedras del que fue hermoso templo románico. Los siglos y la incuria humana lo acabaron arruinando, hasta que en 1821 su solar fue transformado en cementerio del pueblo. Algunos sillares caídos, se utilizaron para consolidar aquellas partes que habían resistido, otros sirvieron para levantar la tapias del camposanto, sin importar si estaban esculturados o no.
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Ídem, presbiterio y ábside, medio enterrados por el deslizamiento del terreno.
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Como ermita de La Concepción, capilla del cementerio y almacén del sepulturero, aguantó muchos años, hasta que su deterioro le impidió cumplir con este humilde trabajo. Hacia 1970 se "adecentó" la cabecera, y hará unos veinte años se reparó la cubierta. La maleza invade, periodicamente, el exterior del ábside y con más o menos regularidad se desbroza. Poco más.
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Ídem, exterior del ábside y muro del cementerio.
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La primera mención de éste templo, aparece en el Cartulario de San Millán, del 873, como Monasterio de San Andrés de Trepeana. En el medievo era conocido como Monasterio de San Pedro, s.XII-XIII, y estaba patrocinado por la poderosa familia Haro. De la importancia del lugar da cuenta que, todavía en el s.XIV, además del templo parroquial -románico, reformado en gótico-, existían el de San Pedro, más una sinagoga y una mezquita.
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Ídem, muro norte y ventana del presbiterio.
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De los tres paños del ábside, sólo se conservan el central y el del evangelio, más el lado norte del presbiterio, y los arranques de la nave. El resto es reconstrucción posterior y bastante chapucera, esto se aprecia incluso en altura, puesto que los canes y capiteles han sido recolocados a un nivel menor del original, forzando las arquivoltas de las ventanas.
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Ídem, arquivoltas de la ventana norte del presbiterio, su rica labor escultórica se disuelve por el "mal de la piedra".
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Que fue un templo de mediana importancia, se deduce de esas dos grandes ventanas, muy elaboradas, en ábside y presbiterio -se perdió su pareja del sur-, con capiteles de monstruos: arpías, ornitosirenas; más otros de vegetales: piñas, hojas; y sus arquivoltas, florales. En el alero malviven algunos canes, bastante estropeados, que delatan su grandeza pasada. Al interior, las ventanas tienen arco pentalobulado y capiteles vegetales con rostros humanos. El arco triunfal, ligeramente apuntado, nos habla de un románico tardío pero todavía rico en sus expresiones.
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Ídem, muro del cementerio, materiales de reempleo procedentes del templo, un capitel quizá de la ventana sur, o de la portada.
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Del magnífico templo, que sus restos nos permiten adivinar, sólo quedan maltrechas e inestables ruinas, dudosamente conservadas. ¿Cuantas piedras labradas se ocultan, todavía, entre los muros del camposanto? ¿Cuántas bajo el terraplén sobre el que se asienta? ¿Cuantas entre el relleno de las tumbas? No hay respuesta, pero sus maltratados sillares parecen murmurar:
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"Sólo quedan memorias funerales
donde erraron ya sombras de alto ejemplo,
este llano fue plaza, allí fue templo;
de todo apenas quedan ya señales".
(Rodrigo Caro, 1573-1647, A las ruinas de Itálica).
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A quien corresponda. Acuda en socorro de estos jirones de esplendor románico, no consienta que acaben, también, enterrados en las laderas del cerro. Organice la excavación arqueológica del terreno y devuélvanos, siquiera sea las migajas, de lo que hubo de ser, con seguridad, un magnífico templo medieval. Si no lo hiciere, sea condenado a picota y cepo por tiempo indefinido, y su memoria olvidada por los siglos venideros.