A quien corresponda: Mande sustituir a ciertos "vigilantes", con mentalidad de "portero de discoteca", que controlan de malas maneras el cumplimiento de las normas en los templos, a los cuales hay que pagar por acceder en horario turístico, para no poder ejercer el "derecho turístico" de fotografiar. Pero por favor, mantenga usted en sus puestos a quienes redactan las notas sobre dichas normas, para que sigan obsequiándonos con estos surrealistas modelos, ejemplos soberanos de estulticia, que enriquecen el acervo cultural popular. Si no lo hiciere vaya vuecencia a picota y cepo, hasta que en todos los templos celtíberos puedan tomarse fotos libremente.
martes, 31 de marzo de 2009
Córdoba 2016: Apostilla con remoquete...
A quien corresponda: Mande sustituir a ciertos "vigilantes", con mentalidad de "portero de discoteca", que controlan de malas maneras el cumplimiento de las normas en los templos, a los cuales hay que pagar por acceder en horario turístico, para no poder ejercer el "derecho turístico" de fotografiar. Pero por favor, mantenga usted en sus puestos a quienes redactan las notas sobre dichas normas, para que sigan obsequiándonos con estos surrealistas modelos, ejemplos soberanos de estulticia, que enriquecen el acervo cultural popular. Si no lo hiciere vaya vuecencia a picota y cepo, hasta que en todos los templos celtíberos puedan tomarse fotos libremente.
miércoles, 25 de marzo de 2009
El sur, también existe...
Si las autoridades competentes pretenden que la ciudad califal, que merecidamente ostenta el título de Patrimonio de la Humanidad, tenga alguna posibilidad en esa candidatura europea, deberían ir pensando en cambiar su anárquica mentalidad cultural por otra más coherente. No es de recibo que, en una trayectoria generalmente buena, se introduzcan manchas, “por descuido”, si tenemos en cuenta el alto honor que pretenden. Para muestra valgan dos botones, que sirven por una cremallera.
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Sobrepuesto a este cartel, hay uno tamaño folio, con los correspondientes horarios de visita, en cuya base destacan unos círculos rojos de prohibido. ¡Entonces, salta una alarma en nuestro cerebro!
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La “absurda”, por supuesto, es la de la izquierda. Uno no sabe si se han equivocado y al querer anunciar una cafetería han confundido las señales: se prohíbe -suponemos- comer y... ¿beber? Cuchillo y tenedor, dan a entender lo de la comida, pero ¿y la taza, que significa? Cierto que hay “gente pa’tó”, pero ¿tantos cientos de personas entraban al templo, comiendo y bebiendo, como para tener que prohibirlo? Mira que hemos visitado “cienes y cienes” de templos, por toda celtiberia, y es la primera vez que vemos una prohibición de este tipo.
La “más absurda”, evidentemente, es la de la derecha. ¡Nada de fotos, faltaría más, que carencia de respeto por un lugar sagrado!
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Su primera información consiste en recabar el pago del € por barba, y la segunda, sin que nadie le pregunte, anunciar que está prohibida la toma de fotografías. Debe ser, que se nos traslucían las “nefandas intenciones fotográficas” en el rostro. Inútil luchar contra molinos de viento, por mucho que le argumentamos, permaneció inflexible y fue elevando el tono hasta rayar lo grosero, momento en que desde detrás del cordón enfocamos la cámara hacia la nave, disparamos, y abandonamos el lugar con toda la dignidad que la ocasión requería, sin pararnos a escuchar los improperios que el guardián soltaba en el sagrado recinto.
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En el de San Lorenzo, sus puertas están de par en par, la entrada es libre, gratuita, y además te dejan fotografiar a placer, incluso las pinturas medievales recién restauradas; por descontado, nadie te dice nada sobre comer o beber dentro del templo, eres libre de ser irreverente. En el de San Pablo, las puertas están entornadas como en cualquier templo corriente, una vez dentro hay una mesa con una amable joven, quien con cierta timidez, como si tuviese vergüenza torera, te avisa que debes soltar el euro de rigor, porque “estamos en horario turístico”, por contra también puedes hacer fotos, sin traba alguna, hasta reventar la cámara; aquí tampoco nos impiden comer o beber a placer, cosa que, por otra parte, a nadie con dos dedos de frente se le ocurriría hacer en semejante lugar. El de San Pedro, está siempre cerrado a piedra y lodo, sin siquiera un cartel que indique horario alguno.
¿Qué pasa, que cada parroquia-cortijo tiene un “Amo” que dicta leyes diferentes? ¿El horario turístico es sólo un truco, para “timarles” los euros a los visitantes? ¿El sacar fotos está al libre albedrío del párroco-“Amo” de turno, porque a unos les parece pecaminoso anatema la acción de fotografiar y a otros no?
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A quien corresponda: Ponga orden en este caos, si el horario es turístico y de pago, permita las actividades turísticas, como son obtener fotografías de piedras que no han de sufrir menoscabo por ello. Coloque vigilantes profesionales del turismo, no profesionales de la prepotencia y el “ordeno y mando”. Si quiere que esta bella ciudad, tan entrañable por muchos conceptos, llegue a ser Capital Europea de la Cultura, comience por tener cultura usted mismo e inculcarla a los escasos, pero poderosos, clérigos integristas que parecen tener la sartén por el mango en algunos templos que, recuérdelo, no son de ellos, sino de los fieles que les dan vida con su asistencia.
Si no hiciere caso, sea llevado a picota y cepo, hasta que recapacite o hasta que la incultura, el integrismo y los fariseos desaparezcan del mapa. Porque el sur también existe, pero sus buenas gentes no se merecen que ustedes existan y las gobiernen.
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[Nota aclaratoria para mal-pensantes profesionales: Quien esto denuncia, no es un “forastero criticón”, sino alguien que vivió en Córdoba durante los años 70, y pasó largas temporadas allí durante los 80, para continuar visitando regularmente la ciudad hasta el presente. Alguien que ama entrañablemente esta urbe, y querría que todo su monte fuese orégano, y fuese oro todo lo que en ella reluce. Quien esto denuncia, no es un ateo irredento, de colmillo retorcido, sino alguien respetuoso con las creencias religiosas de todos. Alguien, que desearía ver más florecimiento espiritual, en los seres humanos, y menos mercaderes dentro del Templo].
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Salud y fraternidad.
lunes, 16 de marzo de 2009
Mas vale “Soledad”, que mal acompañá...
Sin embargo, algún “magíster” actual, ha debido considerar que este hermoso templo podía “embellecerse” aún más. ¿Cómo? ¡Colocando ante su ábside unos expresivos carteles de tráfico!
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A quien corresponda: ¿No había otro lugar más indicado, en el amplio cruce, para situar las señales sin desvirtuar la imagen románica del templo? Haga el favor de reparar este entuerto estético, cosa fácil y barata donde las haya. Si no lo hiciere, sea puesto en picota y cepo hasta que los carteles se caigan de puro oxidado.
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Salud y fraternidad.
sábado, 14 de marzo de 2009
“Templo con dos puertas, malo es de guardar...”
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Lo malo es que, el “ingenioso” artilugio, parece haber salido de un derribo. No es del tamaño adecuado a la portada románica, sino más pequeño, con lo cual no enmarca la obra de piedra, sino que la enmascara, oculta parte de sus arquivoltas, capiteles y columnas.
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Esto fue hace varios siglos, antes de que el lugar se despoblase, pero seguramente han de pasar otros varios antes de que alguien deshaga el inútil entuerto.
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A quien corresponda. Le rogamos restituya esta magnífica portada a su estado original, librándola de tan absurda protección que nada protege y mandando sea limpiada de yeso y cal. Aunque pocas esperanzas tenemos, según su manifiesta incompetencia todavía nos conformaríamos con que no permitiese el derribo del templo, visto lo que consintió hacer, en 1993. ¿Recuerda aquellos dos kilómetros de la vía romana del Itinerario de Antonino, próxima al pueblo, que fueron arrasados con “permiso oficial”, por un particular, para roturar varias fincas?
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Salud y fraternidad.
domingo, 1 de marzo de 2009
“Con la sacristía hemos topado...”
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Durante la Edad Media, la sacristía, el lugar donde la nueva religión guarda los ornamentos de culto y sus sacerdotes se revisten para las ceremonias, es un edificio separado del templo, y se compone de una o dos salas abovedadas, cuyo tamaño está acorde a la importancia del edificio religioso al que sirve. Pasado el medievo, se instituyó “la santa costumbre” de adosar, dichas estancias supletorias, al templo, generalmente entre el presbiterio y el ábside, para mayor comodidad del clero.
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Ello no habría tenido mayor importancia, si no fuese por la absurda manía que tomaron todos de levantar sus sacristías sin orden ni concierto. Es como si, a partir del tardo-gótico, se hubiese desatado una competición, del estilo de “a ver quien es el que la tiene más grande” -la sacristía, quiero decir-. En nombre de la cual, se cometieron tropelías arquitectónicas sin cuento.
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Así, durante siglos, destrozaron portadas, arrancaron canes de los aleros, derribaron galerías porticadas, eliminaron cruceros, mutilaron o cegaron ventanas absidales, y mil barbaridades más. Todo para añadir unos “salones” cuyo tamaño y ostentación no tenían nada que ver con la utilidad práctica que se les suponía.
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A quien corresponda: No sea “supersticioso”, atrévase a elegir una línea de restauración en la que, si no se derriban las sacristías -lo que sería ideal, pero poco viable-, al menos se realicen las adaptaciones necesarias, reduciendo, rebajando, disminuyendo, para sacar a la luz y devolver, a tantos y tantos templos, una parte de la pureza de líneas que los Magíster románicos dieron a sus templos. Si no lo hiciere, sea condenado a picota y cepo, y si ello no fuere suficiente para hacerle rectificar, sea adosada a la parte más vistosa de su chalet, villa o cortijo, una “sacristía” que le haga ver en carne propia a lo que nos referimos.
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Salud y fraternidad.