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Chapuza moderna y contemporánea, un pesado contrafuerte ha tapado la hermosa ventana románica. ¿Por siempre, siempre, jamás?
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Ingeniosa solución del Magister constructor románico, contrafuerte y ventana absidal en una sola pieza.
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Cuanta diferencia, entre el saber hacer del Magíster Constructor medieval y la improvisación del “chapuzas” moderno. En Villahizán, el constructor consideró necesario situar un contrafuerte en mitad del ábside, pero no por eso renunció al vano que había de dar luz a su interior, abrió la ventanita en el contrafuerte, integrándola en la estructura de refuerzo. La funcionalidad quedó a salvo y el sentido estético también.
Por contra, en Villavega, cuando se hizo evidente el desplome de la bóveda absidal, el albañil encargado de poner remedio al percance, no tuvo mejor ocurrencia que colocar un grueso contrafuerte, tapando por completo la ventana románica. Igual efecto habría logrado, con dos estructuras menores a cada lado, e incluso con una solución similar a la de Villahizán, dejar un hueco por el que contemplar la ventana.
Pero es que, para cuando se hizo la obra de Villavega, ya hacía muchos siglos que la sensibilidad románica había desaparecido. Y todavía no parece que la hayan recobrado algunos. ¿Por qué no se actuó, sobre esta ventana y contrafuerte, en las recientes obras de restauración? ¿Cuestión económica o de insensibilidad? Bien está respetar ciertas transformaciones, ocurridas en el devenir histórico de los monumentos, pero ¿es admisible esto, incluso para las chapuzas, por muy históricas que sean?
A quien corresponda. No pretenda ser más papista que el papa, un pesado contrafuerte que tapa una hermosa ventana románica, no es más que una antiestética chapuza, por muy práctica que resulte. Consentir que persista, cuando existen alternativas, es algo peor que chapuza. Es ignorancia, dejadez, indiferencia, o todo a un tiempo. Vaya pues a picota y cepo, por todo ello, hasta que ponga remedio al desaguisado.
Por contra, en Villavega, cuando se hizo evidente el desplome de la bóveda absidal, el albañil encargado de poner remedio al percance, no tuvo mejor ocurrencia que colocar un grueso contrafuerte, tapando por completo la ventana románica. Igual efecto habría logrado, con dos estructuras menores a cada lado, e incluso con una solución similar a la de Villahizán, dejar un hueco por el que contemplar la ventana.
Pero es que, para cuando se hizo la obra de Villavega, ya hacía muchos siglos que la sensibilidad románica había desaparecido. Y todavía no parece que la hayan recobrado algunos. ¿Por qué no se actuó, sobre esta ventana y contrafuerte, en las recientes obras de restauración? ¿Cuestión económica o de insensibilidad? Bien está respetar ciertas transformaciones, ocurridas en el devenir histórico de los monumentos, pero ¿es admisible esto, incluso para las chapuzas, por muy históricas que sean?
A quien corresponda. No pretenda ser más papista que el papa, un pesado contrafuerte que tapa una hermosa ventana románica, no es más que una antiestética chapuza, por muy práctica que resulte. Consentir que persista, cuando existen alternativas, es algo peor que chapuza. Es ignorancia, dejadez, indiferencia, o todo a un tiempo. Vaya pues a picota y cepo, por todo ello, hasta que ponga remedio al desaguisado.
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