Templo de la Asunción, s.XII, Jaramillo de la Fuente (Burgos). ¿Visitable previo pago de un sagrado peaje? .
Cartel en la puerta del templo. [A pesar de tratarse de un cartel colocado en lugar público, hemos preferido omitir el nombre y dirección de los encargados, para preservar su intimidad]. .
Aunque hemos escogido, al azar, este lugar concreto, no se trata de una singularidad. Todavía, es relativamente corriente encontrar letreros como el de la foto, donde, en lugar de cobrar una entrada cuyo importe se destine al mantenimiento del templo, se “solicita” un donativo de “cierta cantidad” para poder visitarlo. Sin que sepamos, casi nunca, si tal importe es para gratificar a los cuidadores, ayudar al culto, o socorrer a los necesitados.
Según la Real Academia de la Lengua, donar es: “ceder uno graciosamente a otro alguna cosa”, de aquí viene donativo, que es: “dádiva o regalo”. Condiciones intrínsecas del regalo son, la voluntariedad y la libre elección de su valor. Todas estas premisas son transgredidas, por el cartel de marras, puesto que se está pidiendo el donativo, al tiempo que se marca la cantidad y distribución del mismo: “individual 1 €, colectivo 0,75 €”.
Ergo. Si es “regalo”, o sea “ceder graciosamente”, no puede estar delimitado por una cantidad predeterminada, porque entonces ya no es “dádiva”, sino precio establecido. Y si es “precio establecido”, no puede ser “donativo”. Ítem mas, si es “cesión graciosa”, no puede ser solicitada previamente, y mucho menos prohibir la entrada al lugar si uno se niega, en ejercicio de su libre voluntad, a pagar este “peaje”, porque entonces se convierte en algo odioso, un chantaje.
O sea que, cuando menos, el cartel resulta confuso pues pervierte el sentido de la palabra “donativo”. Y, en el peor de los casos, es engañoso. Cuando encontramos este tipo de avisos, huimos de tales lugares como de la peste, porque evocan en nosotros aquel epíteto que el Galileo dedicó a los fariseos: “sepulcros blanqueados”. ¿Acaso, a las “autoridades” que colocaron el aviso, les avergüenza cobrar entrada a un templo, o sea “la Casa de Dios”, y quieren disimularlo bajo el equívoco nombre de “donativo”? ¿Es que tienen mala conciencia, porque se sienten herederos de aquellos mercaderes que Cristo, -con escasa caridad cristiana, todo hay que decirlo-, expulsó del Templo a latigazos? (Juan 2, 13-17).
Eso sin entrar en penosos detalles, sobre la consabida prohibición de “realizarse fotos o videos”, sangrante herida de nuestro espíritu para la que no tenemos cura.
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Los chillones carteles, del sistema de alarma, "decoran" los románicos muros.
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¿Alarma para el románico, o románico alarmante?
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En cuanto al no aclarado destino de los “donativos”, puede que su importe vaya a sufragar los gastos del sistema de alarma con que se ha provisto el edificio. Un sistema, quizá, práctico y necesario, pero que podían haber instalado con menos ostentación, sin atosigar las románicas paredes de carteles “disuasorios”, tan amarillos como antiestéticos.
A quien corresponda. Cuando en tantos lugares, mujeres y hombres, a veces de avanzada edad, se encargan generosa y desinteresadamente de custodiar las llaves de los templos rurales, hacernos de amables guías según sus posibilidades culturales, animarnos a hacer fotos, y entablar amistosa charla sin pedir nada a cambio, ¿se puede consentir un sinsentido como el de los “donativos obligatorios”? Ponga coto a tales desmanes, preferimos pagar una entrada, legal y establecida, antes que un farisaico “donativo”. Si no lo hiciere, sea puesto en picota y cepo, con la prevención de que puede ser azotado como aquellos mercaderes del Templo de Salomón.