sábado, 27 de febrero de 2010

Villahizán, un jirón de niebla...

Así era el templo de San Martín, en Villahizán. [Foto de los años 60, por cortesía de Alberto Calderón y su blog:
http://romanicoburgales.blogspot.com/].
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En Villahizán de Treviño (Burgos), existía un templo románico de mediados del s.XII, dedicado a san Martín. Fue reformado, durante el s.XVI, para convertirlo en un gran edificio, conservando únicamente su ábside románico y algún otro elemento antiguo empotrado en la nueva construcción. Persistió como parroquial de un barrio hasta 1875, en que falleció su párroco, y la titularidad pasó al otro templo del lugar, Santa María, de fines del XII.
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El mastodóntico edificio, en que se había transformado el templo románico, vivió una dorada decadencia durante ciento tres años más. A partir de los años sesenta empezó a notarse un deterioro progresivo de su estructura, y para 1974 ya se lo cita como un templo “en estado ruinoso”.
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No se hizo nada, cuando las grietas aumentaron de tamaño los “responsables” se limitaron a sacar cuanto de valor había y trasladarlo a la parroquial. Luego, dejaron que el asunto cayese por su peso. Y vaya si cayó, el templo se vino bajo, en 1988.
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Se hundió parte de la torre y, con ella, arrastró las bóvedas de la nave, algunos pilares, la bóveda absidal y la parte norte del ábside románico. El resto quedó en precario equilibrio, lleno de peligrosas grietas y amenazadores desplomes.
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Han pasado veintidós años y, por todo remedio, se ha colocado un vallado de tela metálica alrededor del caído muro absidal, para que zagales traviesos y turistas curiosos no entren en las peligrosas ruinas con riesgo de sus vidas.
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Precaución vana, dentro de poco caerá estrepitosamente el resto del templo, y se podrán hollar los derribados sillares sin ningún peligro. No hay más que ver la ominosa grieta, que recorre toda la fachada sur dislocando el ostentoso escudo heráldico-clerical de la portada sur.
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En el vacío cascarón del templo, los pilares se inclinan, el escombro colmata las naves, las vigas se pudren a medio caer. Lo que resta del ábside románico, se agrieta, se abre, anunciando el cercano fin de todo. Pero qué importa, total, tan sólo se trata de un edificio románico más. ¡Y tenemos tantos!
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A quien corresponda: Todavía sería posible, si las tormentas, nevadas y vendavales, de este invierno atípico acaban respetando lo que aún se mantiene en pie, conservar al menos el ábside románico, restaurar su lado norte, limpiar de escombros el resto del templo y consolidar las ruinas. Todavía sería posible, si usted dejara de mirarse el ombligo, de regodearse en sus fantasiosos planes, contando y recontando como un avaro los votos que ello va a proporcionarle.
Mientras recapacita, si aún tiene capacidad de ello, sea condenado a picota y cepo, justo al lado de esos venerables muros que, por su incuria, negligencia y rapacidad, se vienen al suelo, al polvo del olvido, y a la nada.
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Salud y fraternidad.

miércoles, 10 de febrero de 2010

¿La maldición de los Infantes de Lara...?

Esto es todo cuanto queda del Castillo de los Condes de Lara, donde nació el “libertador” de Castilla, Fernán González.
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“Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes
y varones
como vimos tan potentes,
di, muerte, ¿dó los escondes
y traspones?
(Jorge Manrique, Coplas por la Muerte de su Padre, 1476).
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En el castillo del Picón de Lara, construido en 902, nació “el Buen Conde” Fernán González (910-970), paladín del separatismo independentista castellano, antes que Castilla fuese paladina de la unidad imperial hispana. De modo que, cuando Castilla consiguió su “justa y merecida” independencia, del reino astur-leonés (entre 932 y 1035), se embarcó en la santa cruzada de arrebatar su “injusta e inmerecida” libertad a los otros reinos. Pero eso son cuestiones, de “alta política”, que nuestras sencillas mentes no alcanzan a comprender, así que lo dejaremos estar, porque “doctores tiene la Iglesia... y así está el enfermo”.
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Templo de Nuestra Señora de la Natividad, Lara de los Infantes (Burgos), fachada sur.
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El Condado y Alfoz de Lara (Burgos), de cierta importancia durante los períodos romano y visigodo, tenía su centro en el lugar del mismo nombre, hoy llamado Lara de los Infantes en honor a los míticos Siete Infantes que, según su leyenda, fueron enterrados en el templo parroquial, donde se conservaron hasta el traslado de sus cabezas, a Salas de los Infantes, y sus cuerpos al Monasterio de Suso (La Rioja).
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Fachada sur, en primer término galería porticada, cegada, sobre la que se alzaron nuevos muros en el s.XVIII, detrás el muro gótico de la nave, sobreelevado en el s.XIII-XIV encima del románico.
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Tras una etapa de poderío señorial, el lugar fue entregado a la ciudad de Burgos, en 1255 por Alfonso X. Para el s.XVI, castillo y templo, amenazaban clara ruina, y en el XVIII la fortaleza estaba tan mal, que el cantero Pedro de Castañeda, tras examinar el edificio en 1752, concluía su informe con una inquietante interrogación: “¿Merece la pena gastar cuantiosos dineros en un lugar donde ya no vive nadie?”.
Los políticos actuales, parecen haber hecho suya la pregunta del cantero, para aplicarla al templo, ahora que el castillo ya ha desaparecido por su desidia: “¿Merece la pena gastar numerosos euros en el templo de un pueblo donde ya no vive nadie?”.
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Fachada oeste, superpuesta a la original en el s.XVIII. Las hiladas inferiores, junto con la portada, corresponden a la galería porticada que cerraba este costado. Una grieta, en su ángulo norte, amenaza el muro.
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El origen del templo, parece estar en un monasterio visigodo. Luego, la pujanza económica y el poderío político, propiciaron que todos se turnasen para “meter mano” a este templo prerrománico, del s.XI: románicos, góticos, renacentistas, barrocos... Parece que, el edificio original, era de nave única y ábside, que a inicios del s.XII se amplió con dos naves menores, de absidiolos incrustados en el muro. A mediados del XII, se añadió un atrio porticado, en los lados sur y oeste, y a fines de dicho siglo una torre, al sureste -cuya parte superior es del s.XVII-. Al interior, la nave tiene bóvedas estrelladas del s.XVI, y el crucero cúpula sobre pechinas del s.XVII. En el s. XVIII se adosó la sacristía, y elevaron los muros perimetrales sobre la galería porticada.
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Portada oeste de la galería porticada, detrás la portada principal del templo.
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Portada oeste del templo, s.XII, con ricos capiteles de estilo “silense”.
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Por supuesto, el templo está declarado “Bien de Interés Cultural” (25-6-1982). Y ya sabemos que clase de papel mojado es ese pomposo título...
Su portada oeste, inicios s.XII, reposa las apuntadas arquivoltas sobre magníficos capiteles de escuela silense, donde predomina el bestiario sobre las escenas de mitología sagrada. Toda ella se encuentra “convenientemente” encalada, para “lucir más bonita”. Gruesas capas de cal, que los elementos climáticos van “decapando” lentamente, para dejar al descubierto parte de la antigua policromía... Encalado que cubre, con su “singular estética”, todo el interior, incluso los sugerentes capiteles primitivos, por no hablar de los coloridos repintes arco iris.
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La original galería porticada, aplastada bajo los muros del XVIII, está brutalmente maltratada. Sus arcos fueron cegados, algunos han perdido columnas y capiteles...
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La portada sur, de acceso a la galería porticada, ha quedado reducida a la mitad y cegada. La parte que falta fue destrozada en el XVIII, junto con el resto de la galería de este sector, para añadir una capilla.
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Gracias a la informática hemos reconstruido, parcialmente, como debió ser esta entrada de la galería.
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Algunos arcos de la galería, sobre ser cegados para colocar una grosera ventana enrejada, han perdido sus columnas y capiteles.
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Otros arcos están cegados, por el procedimiento de embutir en ellos sillares sacados al destruir otras partes románicas, así se distingue alguna piedra tallada, como ese arquillo que parece remate de vano aspillerado.
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Al interior de la galería, se aprecian las vigas con que se apuntalan los altos muros, faltos de tejado, y de nuevo los “cascotes” que ciegan los arcos.
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A quien corresponda: Deje de plantearse ese interrogante que tanto le gusta: “¿Merece la pena gastar numerosos euros en el templo de un pueblo donde ya no vive nadie?”. Porque en este pueblo sí que vive alguien, 26 habitantes censados, seres humanos con derecho a respeto. Y por aquí pasan numerosos visitantes, también humanos, con el mismo derecho a respeto.
Porque falta de respeto, es mantener este templo al borde de la ruina, como un almacén abandonado al que se ciegan sus vanos para impedir el acceso a los “okupas”.
Restaure ya, en lo posible y de forma digna, este templo, para que su declaración de “Bien Cultural” sea algo útil, que redunde en beneficio de los amantes del arte, de la historia, y sobre todo, de quienes aman su terruño.
En caso contrario, vaya a picota y cepo, sobre el Picón de Lara, para que los espíritus de los Siete Infantes atormenten sus días y sus noches, hasta que recapacite.
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Salud y fraternidad.

martes, 12 de enero de 2010

¿Picota “enrollada” o Rollo “empicotado”?

El castro arévaco, sito en la vía romana que une Segontia con Uxama, pasando por Termancia, se conoce desde el medievo como Retortillo, ahora apellidado “de Soria”. Fue una villa amurallada, de cuyo cerco restan algunos lienzos y dos de sus puertas. Del s.XIV es la “Puerta del Oeste”, popularmente conocida como “Arco de Abajo” o “Arco de Sollera”. Pasando bajo el arco, guarnecido por altas torres de flanqueo, con sus matacanes, se sube una larga calle que va a dar a su Plaza Mayor, en cuyo centro se alzaba la característica picota.
Al coronar la empinada cuesta y desembocar en la plaza, nos espera una sorpresa, en medio del espacio público se levanta ahora una “cosa”, que todavía hace a muchos retortillenses, o “aforrines”, encomendarse a Nuestra Señora del Prado, románica patrona de la villa, cada vez que se topan con el bulto...
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En el centro de la plaza se irguió, durante siglos, una picota o rollo jurisdiccional, hasta que, en 1931, el diputado de Izquierda Republicana, Artigas Arpón (1881-1950?) mandó sustituirlo por una “moderna” farola, elemento más progresista y práctico. Hace dos años, debido al renovado interés por la historia y monumentos del pasado, la farola se “transplantó” a los remozados lavaderos, para colocar en su lugar un “monumento conmemorativo” de la perdida picota.
Nos parece muy bien, el problema es que, el “presunto monumento”, se parece a una picota como un huevo a una castaña. Se trata de un conjunto pétreo, más adecuado para una rotonda cualquiera, donde tantos “monumentos” al absurdo se elevan, que para una plaza rural donde se pretende conmemorar algo concreto “y reconocible”. Aunque claro, “i-reconocible” si que es, tanto, que la juventud del lugar, desconociendo sus antecedentes, lo ha bautizado como “el mechero”.
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A quien corresponda: los “aforrines” no se merecían esta ofensa cultural, así que, por desvirtuar el recuerdo, amén de la estética ancestral, de picotas y rollos jurisdiccionales, con este “monumento” geométrico-engendroso, vaya usted a picota y cepo, hasta que el paso del tiempo derribe esa pesadilla conceptual. Pesadilla que habrá costado sus buenos euros, aunque mejor será no entrar en el cuánto, el quién, el cómo y el por qué...
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Salud y fraternidad.

jueves, 24 de diciembre de 2009

¡Alegre y próspero Solsticio de Invierno!

Que el nuevo ciclo solar os traiga lo mejor, en todos los ámbitos de vuestra vida.
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Y que la común pasión por el románico, nos depare toda clase de alegrías. Que en un futuro, no muy lejano, nuestra picota virtual se arruine, por falta de uso, y el cepo informático deba ser reciclado como chatarra, señal de que las cosas, por fin, han mejorado.
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Salud y fraternidad.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Miñón: el colmo del reciclaje...

Quienes cantan las excelencias del reciclaje, de residuos urbanos, deberían poner al menos los medios para que el público pueda llevarlo a cabo con comodidad, pues resulta habitual llegar ante los contenedores y no saber en cual de ellos debemos depositar ese objeto, que no es papel, ni vidrio, ni envase plástico. Esto mismo le ha sucedido al “Excelentísimo Ayuntamiento” de Miñón (Burgos), pues llegó al punto de reciclaje cargando un templo románico, ya muy usado, y al no encontrar un contenedor adecuado para él se vio obligado a dejarlo allí, junto a los contenedores, esperando que el servicio de recogida se haga cargo y lo envíe a la planta de reciclaje que corresponda. Y ya es desgracia, que existiendo hasta cinco contenedores, no hayan puesto uno para recoger templos románicos en desuso...
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Aunque, si bien nos fijamos, dando una vuelta al templo, debemos concluir que la gente, especialmente los ayuntamientos, derrochan a tontas y a locas. El edificio está muy usado, es de un modelo antiguo, pero todavía está entero y con algunos “complementos” interesantes, como ese “juego de cables a los cuatro vientos”, o ese “registro eléctrico empotrado”, o esas prácticas “farolas adosadas”.
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Si hasta tiene “calefacción, con sistema de expulsión de humos”, mediante típica chimenea de hojalata, a través de ventanuco enrejado, de gran solera y reciedumbre estética.
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Incluso, a pesar de su gran antigüedad, está dotado con “sistema de alarma mediante infrarrojos y sensor de movimiento”. Vamos, un "espanta-cacos" en toda regla.
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Vean, vean, si también posee una muy útil “escalera con barandilla metálica”, para subir a la espadaña, que se realza con “farola lumínica de alto consumo”.
Y a pesar de todo ello, el templo ha sido llevado a los contenedores para ser reciclado, pues seguramente el Excelentísimo Ayuntamiento, ha comprado uno más moderno, de pantalla plana, con TDT, estéreo, bajo consumo...
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A quien corresponda: Ponga ya un poco de orden en el tema del reciclado y los contenedores, para que los ayuntamientos no se vean obligados a tirar, sin ton ni son, en cualquier lado, los monumentos fuera de uso. Si no lo hace, vaya usted a picota y cepo, hasta que las ranas peludas se queden calvas.
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Salud y fraternidad.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Deus ex machina: “Ego sum Lux Electricum”.

¿Se están preguntado, quién es el afortunado poseedor de este magnífico tendido eléctrico de cinco líneas? ¿Les intriga saber, quién disfruta en su edificio de esta maravilla de la técnica moderna? No se pongan nerviosos, sigan el cable, foto a foto, y verán quién tiene la suerte de gozar a plena satisfacción con esta auténtica bomba de relojería descontrolada.
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De ese conjunto de líneas, sale una, en forma de cable despreocupado, que recorre el muro del edificio y, cuando se cansa de estar clavada a la argamasa, cuelga alegremente, salta sobre una ventana y sigue su camino tan tranquila.
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Cuando le parece conveniente, o sea, después de balancearse por toda la pared, se cuela por otra ventana, como quién no quiere la cosa, para dispensar su preciada energía eléctrica al interior del local. Ad maiorem gloria dei...
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Una vista de conjunto, nos permite apreciar las cinco líneas, adosadas a la pared, y el recorrido completo del cable por el muro curvo, a modo de guirnalda festiva, sobre las ventanas.
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Si retrocedemos, un poco más, acabaremos por comprender –tras reaccionar del pasmo, que nos había dejado paralizadas las neuronas-, que se trata de un templo parroquial, del ábside de un templo románico del s.XII. En cuya torre igualmente románica, como complemento ideal, existen otros dos cajetines, de entrada y registro de corriente, de los que sale otro precioso cable ondulante, que se introduce por una pequeña aspillera.
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Para completar el ornato del dicho templo de La Asunción, en época incierta se le adosó una “simpática” y maciza galería de ladrillo –que debe sustituir, una galería románica desaparecida-, sobre la que se levantó un camaranchón de “usos múltiples”, para goce de ratas, arañas, vencejos y murciélagos.
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La galería, que “protege” de los elementos la portada románica –aunque sólo sea, con valor de simple presunción-, se encuentra interiormente así de “bien cuidada”, diríamos que “en estado de revista”.
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En consecuencia, la sencilla portada, está “a juego” con el resto: encalada, desconchada y saturada de humedades. Las sirenas afrontadas de los capiteles, parecen conversar en voz baja sobre su triste destino
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Y como por aquí tienen un gran espíritu de superación, respecto al ornato de su templo, algunos voluntariosos “artistas locales” han dado lo mejor de su ingenio para rematar la decoración de estos venerables muros.
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¿Qué de cuál pueblo estamos hablando? Lean las placas cerámicas sitas sobre la portada de su ayuntamiento, justo frente al “templo eléctrico”, donde dice claramente: “Pueblo de Fuentelarbol, Partido de Almazán, Provincia de Soria”.
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A quien corresponda: Ya comprendemos que, con gran inteligencia, usted está esperando algún cortocircuito benefactoramente incendiario, que le libere del laborioso trabajo de restaurar el templo en este momento, cuando las reparaciones serían miserablemente baratas y sin mérito alguno. No cabe duda que es mucho mejor, pero incomparablemente mejor, esperar a que todo arda y se derrumbe, para incluir el templo en algún “Plan Románico” –norte, sur, este u oeste- que lo restaure integralmente. Eso deja mucho más beneficios, económicos y de imagen...
No obstante, nosotros, que somos personas mezquinas y de corta visión de futuro, preferiríamos que reparase ahora tales desaguisados, que renunciase a su cuota de “gloria” y restaurase por poco precio, sin alharacas propagandísticas, sin beneficios económicos...
Si no lo hace, vaya a picota y cepo, a ser posible con una caja eléctrica y un cable de lo mismo rodeando su lugar de penitencia, a ver si hay suerte y donde menos se espera salta la chispa.
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Salud y fraternidad.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Bordecorex, la torre que “nunca” existió.

En Bordecorex (Soria), dicen que murió Almanzor en 1002, de regreso a Medinaceli, tras su derrota en Calatañazor. Reconquistada en 1060, por Fernando I, el templo actual data de inicios del s.XIII. El 20 de febrero de 2008, se derrumbó la “inexistente” torre fortificada del citado templo. Por suerte, cuando este octubre visitamos el lugar, la torre que “nunca existió” había sido completamente reconstruida. Ahora vuelve a “no existir”, airosa, un punto elegante, pero robusta, y que sea por muchos años.
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No es broma, no, es un desconcertante suceso. En su libro “Rutas del románico por la provincia de Soria”, Cayetano Enríquez de Salamanca, pionero de románicas rutas, al que tanto debemos los amantes de estas piedras, comenta, en su página 79, bajo el epígrafe “Bordecorex”: “A los pies hay una desmochada espadaña y no existe ni ha existido la torre que menciona e incluso reproduce Gaya Nuño”. Debe tratarse de un gazapo, que a todos se nos han escapado en alguna ocasión, porque si no habría que preguntarse ¿quién fue el gracioso que puso a ahí esa inexistente torre, para que se derrumbase y hubiese que reconstruirla?
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Aprovechando la obra, también se ha eliminado el recrecido del ábside, devolviéndole su altura original al tiempo que se eliminaban filtraciones y ruinas añadidas. Bueno está lo bueno, pero no lancemos las campanas al vuelo...
A cambio de ello tenemos que soportar el consabido “cartelón”, que proclama cuan generosos son los políticos de la Junta, cuan buenos son los políticos de la Junta, “cuan buenos son que restauran mogollón…” Y la de euros que se han gastado en reparar el monumento, que habrían sido muchos menos si hubiesen hecho caso de los avisos de ruina que se les dieron. Y la de puestos de trabajo que han creado con esta obra, gracias al dinero de los presupuestos, a nuestro dinero, de nuestros impuestos…
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Sin embargo, como son tan buenos y tan bondadosos, los políticos de la Junta, además de “restaurar mogollón”, no han querido cargar los gastos y abusar del dinero público. Por ello, han dejado la restauración a medias, total, como el interior no hay manera de verlo y es prácticamente imposible fotografiarlo…
Pero no contaban con los milagros, porque habellos aílos -o la suerte, o la casualidad, o el despiste- y uno de ellos hizo que se nos abriesen las puertas.
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Era mediodía, avanzado, la hora de comer rumiaba por nuestros estómagos. En el pueblo se olfateaba el aromático humo de una parrilla de leña, sobre cuyas brasas se asaban jugosas chuletas. Alguien del grupo, sobreponiéndose al tormento olfativo, consiguió encontrar a un alguien del desierto pueblo que, con gran amabilidad pero cierta reticencia, se brindó a traer la llave y permitirnos la entrada al templo. Eso si, tras advertir a quienes lo buscaron que no se podían hacer fotos.
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Lo más extraño de todo, es que una vez dentro los demás, que ignorábamos lo de la prohibición fotográfica, nos pusimos como locos a disparar las cámaras, incluso con flash. Y el portador de la llave, se abstuvo de repetir su prohibición. ¿Le daba igual, o comprendía lo absurdo del caso? ¿Le asustó lo numeroso del grupo? ¿No tenía ganas de disputas, porque lo que deseaba era irse a comer en paz?
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Desde luego es para prohibir las fotos, porque su interior no tiene nada que envidiar al templo de NªSª del Otero, en Ponferrada (León). Paredes, columnas y capiteles, con capas y capas de cal, eso donde la humedad no ha hecho desprender los revocos, dejando al descubierto las capas inferiores, de otro color. Todo ello adornado con profusión de capas de polvo y telarañas.
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El magnífico retablo plateresco, de escuela castellana, apoyado sobre una húmeda pared lateral; el empolvado retablo mayor barroco, despoblado de santos y generoso en desconchones; el mobiliario ruinoso, como desván de chamarilero, y algunas curiosas piezas arrumbadas de mala manera, como esa “Tabla de los aniversarios” de 1734.
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A quien corresponda: ¿Piensa esperar a que se derrumbe el resto del templo, como sucedió con la torre, para acudir a su restauración? ¿Acaso está a la espera, de que los traficantes de arte le desalojen el local, y terminen de desvalijar el templo de sus escasos objetos de valor? ¿Quizá, la prohibición de hacer fotos, se basa en la vergüenza que siente por tener el edificio como cueva de trapicheantes?
Deje de presumir de “planes románicos”, ya sean del norte, sur, este u oeste, y mande reparar lo que debe ser reparado. Si no lo hiciere, vaya a picota y cepo hasta que los administradores del erario público se vuelvan honrados...
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Salud y fraternidad.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Escanduso: vergüenza y humillación.

[Las fotos del templo de Escanduso, en ruinas, son cortesía de Baruk y Pallaferro].
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A unos cinco kilómetros de Villarcayo (Merindad de Castilla la Vieja), al entrar en una curva, nos topamos con un grupito de casas, llamado Escanduso (Burgos), que desciende entre huertas hacia el río Nela. Reducimos la velocidad y, al salir de la curva, vemos un pequeño templo, tan pequeño que parece ermita, pero no, luego nos dirán que es parroquia. Tan pequeño que, en más de una ocasión, lo hemos ignorado al pasar frente a él. Si ahora paramos a verlo, fue gracias a la insistencia de un amigo, que lo conocía de antiguo, y sabía de su azaroso destino.
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Se trata de la parroquial de San Andrés, humilde edificio que fue románico, al que seguramente ignoramos tanto tiempo, en parte, por su ruinosa presencia. El paisaje natural es el que realmente domina, atraen nuestra atención bosques y peñas sobre los que vagan los espíritus de Laín Calvo y Nuño Rasura, legendarios jueces de aquella Castilla nonata, del s.X, que administraban justicias, las “fazañas”, según unas leyes de tradición oral, enraizadas en ancestrales costumbres celto-romanas y visigodas.
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El Padrón Municipal, de 2007, atribuye a este núcleo rural siete habitantes, dependientes del cercano Villarcayo. Habitantes que un día, hartos de pedir dignamente, suplicar humildes, y mendigar indignados, se remangaron el alma, hablaron entre ellos y salieron a los caminos para recabar ayuda de sus convecinos comarcanos. Así, con un poco de acá, otro de allá, y un mucho de lo suyo, este grupo de amotinados se subió, no a la parra, sino al andamio.
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Manolo, que ha sido un poco de todo en esta vida y la ha viajado de camionero llevando sal, nos contó con mucho salero –algo siempre queda de la profesión-, de que manera junto a Mariano, Pedrín, Jesús y otros cuantos, pero no más de media docena, se doctoraron de canteros en un dos por tres, allá en 2004, acumularon materiales, añadieron buenas voluntades, y repararon paredes agrietadas, techos desplomados, muros caídos, lo que fuese.
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Con el satisfecho gesto del padre orgulloso de su niño, nos pastoreó, llave en mano, para enseñarnos el interior y relatarnos el desinteresado trabajo, llevado a cabo por el grupo de “canteros amateur”, mientras con la otra mano nos entregaba una hoja del diario de Burgos para que viésemos que alguien se había acordado de ellos, en enero de 2005, cuando se “inauguró” la restauración. ¿Había acaso algún representante, siquiera de tercer o cuarto orden, civil y religioso entre los presentes? Sobre el tema “autoridades”, los vecinos prefieren correr un tupido velo.
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Mariano, otro “cantero”, en el vecino lugar de Escaño, tras mostrarnos el maravilloso templo que también le gustaría poder acabar de restaurar, igualmente declinó opinar sobre las altas instancias “responsables de cultura”. Prefirió llevarnos a su casa, llena de recuerdos marineros orilla del río, y enseñarnos las fotos del “antes”, el “durante”, y el “después” del templo de Escanduso que ayudó a salvar.
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Prefirió hablarnos de cómo cada cual, en “sus cortas luces”, hizo de carpintero de obra, de mazonero, de albañil raso, o de “arquitecto”, aportando entre todos las soluciones más convenientes a cada ocasión. Le habría gustado que, esto o aquello, hubiesen quedado de otra forma, pero en vista de lo que había, “bueno está lo que bien acaba”.
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Y lo que bien acaba es esto, un templo rural, humilde, insignificante si nos parece, pero profundamente querido por sus parroquianos. Querido quizá, más por amor al terruño que por devoción, pero eso no somos nosotros quienes debemos juzgarlo, que cada cual tiene su alma en su “almario”. Porque para estas sacrificadas gentes, tan valioso es el pequeño edificio cual si de una catedral se tratase, tan valioso como para enfrentarse a la burocracia civil y eclesiástica, y vencerla.
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Y allí está el restaurado templo de San Andrés de Escanduso, al salir de la curva, gritando a los cuatro vientos y a los montes, para que lo oiga a quien corresponda: “¡vergüenza y humillación!”.
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Vergüenza para las autoridades “competentes”, civiles y religiosas, porque han debido ser la iniciativa, los bienes y el sudor del pueblo, quienes rescaten este edificio de la destrucción y el olvido.
Humillación para dichas autoridades, porque los artífices materiales han sido “unos viejos de pueblo”, unos jubilados, con más voluntad que fuerzas, sin más medios que su determinación, pero capaces de hacer lo que, quien sabe, tiene y puede, se niega a hacer en tantos lugares.
Vergüenza y humillación, ilimitadas, para las autoridades “responsables”, con picota y cepo perpetuos, mientras nosotros nos regocijamos porque, entre el pueblo, todavía queden ingeniosos “Hércules”, que se atrevan con los necios “Polifemo” de la Administración del Estado.
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[Una entrada similar a esta, pero con mayor calor humano, podeis verla en el siguiente enlace: http://juancar347-romanica.blogspot.com/2009/08/escanduso-iglesia-de-san-andres.html].
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Salud y fraternidad.