jueves, 19 de junio de 2008

Románico elevado al "cubo". ¿O será, a "los cubos"...?

Templo de San Miguel, s.XII, Ayllón (Segovia). [Diapositiva 10 julio 1983].
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Así descubrimos este templo, hace veinticinco años. El ábside agrietado, su alero caído, los canes desaparecidos, un falso podio tapando toda la parte inferior, perdidas columnas y capiteles, con dependencias espurias y muros ruinosos adosados.
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Ídem. El ábside rescatado, al fin, de siglos de olvido. [Diapositiva 7 octubre 2000].
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Pasamos otra vez por el pueblo, hace ocho años. Y... ¡Oh sorpresa! El templo está restaurado. Se han sellado las grietas, repuesto columnas, capiteles y canes, se han reintegrado los sillares perdidos, eliminado el antiestético podio. Se suprimió el muro ruinoso y rebajaron la altura, de la dependencia adosada, para liberar alero y canes del muro norte. Aunque, todavía, faltan algunos remates menores.
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Ídem. En la actualidad, el templo luce en todo su esplendor. ¿En todo...?
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La recuperación se ha completado, tras terminar de reponer los maltratados sillares y techar la dependencia anexa, remodelada tras su rebaje.
¿Qué bonito todo, no? ¡Demasiado bonito, para ser cierto!
Porque, despues de "muy profundos" estudios medioambientales, el honorable consistorio decidió que no existía, en todo el pueblo, mejor lugar para que los cívicos ciudadanos reciclasen sus resíduos. Con "criterio" digno de mejor causa, los probos munícipes dieron en colocar en esta calle, trasera del templo, un bonito y práctico "tren" de contenedores.
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¿Esplendor románico, surrealismo postmoderno o hapening rural? [Foto: cortesía de Paco Torralba, blog Astrágalo "Aberraciones románicas"].
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Pero no unos contenedores normales, sino unos contenedores "con tecnología inteligente". Hablando en plata, contenedores "correntines". O sea, que hoy te los encuentras junto al ábside, para que los ciudadanos ejerciten su derecho al reciclado mientras gozan -doble placer- del deber cumplido y del monumento románico. Y mañana...
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Y mañana, aparecen muy formalitos sobre la acera izquierda, o junto al muro de la derecha. Así, los buenos y cumplidores vecinos, pueden reciclar con una perspectiva más amplia del monumento. Unos días de lejos, otros de cerca, ahora desde la derecha, ahora desde la izquierda.
¿En que otro pueblo, villa, aldea, o ciudad, de Celtiberia se puede ser a vez buen ciudadano y espectador del arte románico? ¡Por desgracia, en demasiados! No es la primera vez, que traemos este tema a colación, ni será la última.
A quien corresponda. ¡Eduque, hombre, eduque! A los componentes de tantos y tantos ayuntamientos, que parecen plenamente convencidos que la basura y el arte son cosas perfectamente complementarias. Convenza a cuantos ediles sea preciso, que en sus términos municipales hay lugares de sobra, para conjugar el actio cívico del reciclado, con el no menos cívico de preservar visual -y olfativamente- el patrimonio cultural. Si no quieren hacerle caso, esgrima este argumento, "la basura da mala imagen, aleja al turismo, y el turismo representa ingresos económicos..." Seguro que, nombrando "los dineros", han de razonar. Si usted sigue mirando para otro lado, después de haberse tapado la nariz, sea condenado a picota y cepo: ¡Rodeado de contenedores de basura! Hasta que pida clemencia.

Salud y fraternidad.

martes, 17 de junio de 2008

La España de charanga y pandereta... ha de helarte el corazón

Templo de Santiago, fin s.XII, Turégano (Segovia). Poco se imagina nadie, ante esta sencillez, el tesoro único, incomparable, que guarda en su interior. [Diapositiva 26 octubre 2000].
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El templo de Santiago, en Turégano (Segovia), sólo conserva del medievo su ábside románico, quizá de fines del s.XII, pues el resto fue reformado en el XVII. Un buen día de 1989, el párroco y unos pocos feligreses hacían limpieza general, cuando, al retirar el sagrario, por el hueco del retablo divisaron algo que les intrigó. Se asomaron como pudieron, tras agenciarse una buena linterna, y quedaron pasmados.
Allí detrás, oculto durante trescientos años, aguardaba otro "retablo", en piedra, románico. Un conjunto magnífico de esculturas, que cubre parte del interior absidal entre las ventanas, formado por un Pantocrátor con su Tetramorfos, grandes esculturas -una parece que de Santiago- , y otras varias más pequeñas, todo cubierto de polvo, yeso y telarañas, pero en muy buen estado.
Desde ese instante, comenzó el particular "vía crucis" del párroco, Don Rafael Sancristóbal, ante autoridades de todo pelaje, para reconocer lo descubierto, restaurarlo y ponerlo en valor.
Cuando los técnicos se dignaron ir, ver y emitir dictamen, éste fue inesperado. Se trata de un ejemplar único, en España y en Europa, de ábside románico esculturado. Una joya artística y espiritual. La respuesta de la administración, de las autoridades "competentes", fueron buenas palabras. Deben estar afónicos, porque las buenas palabras han durado casi veinte años.
Ahora, por fin, ¡aleluya, ossana!, se han aprobado restauración y presupuestos. Pero... ¡Ay! Tratándose de "palacio", las cosas no sólo van despacio, siempre tienen un "pero".
Anuncian que dado lo "valioso" del retablo barroco, que tapa la "joya única del románico mundial", no van a retirar el retablo para colocarlo en un muro lateral. No señor, lo van a adelantar unos metros, y limpiarán el "tesoro románico único en el mundo" para dejarlo visitable dentro de un "pasillo" tras el retablo.
Con lo cual, el templo se reducirá a un espacio menguado, el retablo barroco parecerá un "pegote" ridículo, y el ábside un desván bien iluminado.
¿Acaso los "responsables" disfrutan, dándonos la imagen de que son unos seres ineptos, en los que el capricho y la estulticia se alían, en horrible contubernio, para que triunfe lo absurdo?
Cuando en tantos y tantos templos románicos, menos espectaculares que éste, se han retirado retablos barrocos para poder contemplar a placer la serena belleza desnuda de la arquitectura original, sin que nadie se rasgase las vestiduras, en Turégano, que hay posibilidad de retirar y conservar el retablo barroco, al tiempo que se despeja completamente el ábside para mostrar el conjunto, "único y excepcional" en el arte románico, que es su retablo en piedra, a los “responsables” no se les ocurre otra “gracieta postmoderna”, mejor ni más sublime, que adelantar el retablo y dejar el fabuloso conjunto esculpido, románico, medio oculto en una especie de “pasillo”.
¿Y qué opina de esto el paladín de su restauración, el párroco Don Rafael Sancristóbal, que ha guerreado con tirios y troyanos para que saliera a la luz? Al bueno de Don Rafael lo han “ninguneado”, él, que debería tener como mínimo una estatua en la plaza ante el templo por su incansable batallar para dar a luz este tesoro, opinó, con sano juicio, que el retablo se colocase en algún muro lateral o en la vecina iglesia de San Miguel, con lo cual se podrían disfrutar ambos elementos. Predicó en el desierto.
¿Se figura nadie, que para ver las pinturas de la Capilla Sixtina hubiese que meterse detrás de un retablo barroco, por muy valioso que éste fuera y muy ancho que fuese el pasillo? Y más cerca, ¿alguno se imagina el precioso conjunto absidal catedralicio, de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), detrás de un retablo, dentro de un ridículo pasillo?
¿Y qué opina de esto la Iglesia, custodia de tan singular patrimonio espiritual? ¿Las autoridades eclesiásticas, que tantas opiniones emiten sobre lo divino y lo humano, sin que nadie les pregunte, están de acuerdo con esta solución salomónica? Aunque, llamar a esto solución salomónica, es insultar la memoria y la sabiduría de Salomón. Pues bien, según a qué parte de la jerarquía se interrogue, la Iglesia, o se lava las manos -¿es que las siente sucias?-, o proclama voto de silencio. No conoce, no contesta. Las reclamaciones, al maestro armero. ¿Tiene miedo de mostrar, hoy, lo que los sacerdotes y el pueblo del medievo veneraron sin complejos?
¿Es que, una vez más, la "presunta" inutilidad oficial va a triunfar sobre la lógica, la espiritualidad, la belleza y el sentido común? ¿Es que una vez más, también en esto, España va a seguir siendo estúpidamente diferente?
Por desgracia, nos tememos que otra vez tendremos que avergonzarnos de haber nacido en esta España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y María, que no se cansa de helarnos el corazón...
A quien corresponda. ¡Por favor le suplico! ¡Déjeme en ridículo, haga que me equivoque y trague mis palabras! ¡Permita que este tesoro de espiritualidad medieval luzca en todo su esplendor! Si no lo hiciere, -en este caso, para usted la picota y el cepo son poca cosa-, suplico a la Diosa Madre que le pida severas cuentas de su proceder. Y que la tierra, jamás le sea leve.
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[Posdata: ¿Qué se apuestan a que, una vez consumada e inaugurada la chapuza románica, colocan el cartelito de "Prohibido hacer fotos"? Si no, al tiempo].

jueves, 12 de junio de 2008

“Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora campos de soledad, mustio collado...”

Ermita del Cementerio, lado suroeste, s.XII-XIII, Treviana (La Rioja).
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Sobre una ladera, bajo la que fluye el río Ea, quedan las maltrechas piedras del que fue hermoso templo románico. Los siglos y la incuria humana lo acabaron arruinando, hasta que en 1821 su solar fue transformado en cementerio del pueblo. Algunos sillares caídos, se utilizaron para consolidar aquellas partes que habían resistido, otros sirvieron para levantar la tapias del camposanto, sin importar si estaban esculturados o no.
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Ídem, presbiterio y ábside, medio enterrados por el deslizamiento del terreno.
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Como ermita de La Concepción, capilla del cementerio y almacén del sepulturero, aguantó muchos años, hasta que su deterioro le impidió cumplir con este humilde trabajo. Hacia 1970 se "adecentó" la cabecera, y hará unos veinte años se reparó la cubierta. La maleza invade, periodicamente, el exterior del ábside y con más o menos regularidad se desbroza. Poco más.
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Ídem, exterior del ábside y muro del cementerio.
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La primera mención de éste templo, aparece en el Cartulario de San Millán, del 873, como Monasterio de San Andrés de Trepeana. En el medievo era conocido como Monasterio de San Pedro, s.XII-XIII, y estaba patrocinado por la poderosa familia Haro. De la importancia del lugar da cuenta que, todavía en el s.XIV, además del templo parroquial -románico, reformado en gótico-, existían el de San Pedro, más una sinagoga y una mezquita.
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Ídem, muro norte y ventana del presbiterio.
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De los tres paños del ábside, sólo se conservan el central y el del evangelio, más el lado norte del presbiterio, y los arranques de la nave. El resto es reconstrucción posterior y bastante chapucera, esto se aprecia incluso en altura, puesto que los canes y capiteles han sido recolocados a un nivel menor del original, forzando las arquivoltas de las ventanas.
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Ídem, arquivoltas de la ventana norte del presbiterio, su rica labor escultórica se disuelve por el "mal de la piedra".
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Que fue un templo de mediana importancia, se deduce de esas dos grandes ventanas, muy elaboradas, en ábside y presbiterio -se perdió su pareja del sur-, con capiteles de monstruos: arpías, ornitosirenas; más otros de vegetales: piñas, hojas; y sus arquivoltas, florales. En el alero malviven algunos canes, bastante estropeados, que delatan su grandeza pasada. Al interior, las ventanas tienen arco pentalobulado y capiteles vegetales con rostros humanos. El arco triunfal, ligeramente apuntado, nos habla de un románico tardío pero todavía rico en sus expresiones.
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Ídem, muro del cementerio, materiales de reempleo procedentes del templo, un capitel quizá de la ventana sur, o de la portada.
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Del magnífico templo, que sus restos nos permiten adivinar, sólo quedan maltrechas e inestables ruinas, dudosamente conservadas. ¿Cuantas piedras labradas se ocultan, todavía, entre los muros del camposanto? ¿Cuántas bajo el terraplén sobre el que se asienta? ¿Cuantas entre el relleno de las tumbas? No hay respuesta, pero sus maltratados sillares parecen murmurar:
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"Sólo quedan memorias funerales
donde erraron ya sombras de alto ejemplo,
este llano fue plaza, allí fue templo;
de todo apenas quedan ya señales".
(Rodrigo Caro, 1573-1647, A las ruinas de Itálica).
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A quien corresponda. Acuda en socorro de estos jirones de esplendor románico, no consienta que acaben, también, enterrados en las laderas del cerro. Organice la excavación arqueológica del terreno y devuélvanos, siquiera sea las migajas, de lo que hubo de ser, con seguridad, un magnífico templo medieval. Si no lo hiciere, sea condenado a picota y cepo por tiempo indefinido, y su memoria olvidada por los siglos venideros.

martes, 3 de junio de 2008

"Ratas..." (Zarzuela románica en tres actos)

En este vacío se alzaba el templo de San Miguel, en Tubilla del Agua (Burgos). Hoy, como antaño, la luna pasa con su ritmo cósmico, pero ya solo puede contemplar sus arruinados muros, devorados por los tallos de las enredaderas.
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Una divertida zarzuela de Federico Chueca, “La Gran Vía” (1886), contiene el número musical titulado “La jota de los Ratas”, que alude a tres “rateros”, maleantes de rara habilidad que, indefectiblemente, burlan los torpes esfuerzos hechos por la autoridad para capturarlos. El trío, entra en escena cantando:
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Soy el Rata primero.
Y yo el segundo.
Y yo el tercero.
Siempre que nos persigue la autoridad,
es cuando muy tranquilos
timamos más
”.
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Al estudiar la ruina del templo románico que luego diremos, junto con las actuaciones de los personajes que intervinieron en el caso, nos vino a la memoria la actitud de estos individuos, "ratas" de los bajos fondos, con el agravante de que, nuestros personajes de carne y hueso, carecen por completo de la simpática picardía que derrochan estos rateros de zarzuela. La historia, como nos la contaron la contamos, y puede comenzar así: “En un lugar de Castilla, de cuyo nombre es imprescindible acordarse...”
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El templo de San Miguel, como estaba hacia 1920, Tubilla del Agua (Burgos). [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net].
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Acto I.
Soy el Rata primero...”
Cuarenta y cinco kilómetros al norte de Burgos, camino de Santander, el pequeño pueblo de Tubilla del Agua poseyó dos templos románicos. La parroquial, muy remodelada, y el templo de San Miguel, bastante bien conservado. Éste, se atribuye a la Orden del Temple, que lo levantaría, en la segunda mitad del s.XII, con esbelta torre adosada de ventanas geminadas, enigmática escultura firmada por el Magister Martinus, y bellos frescos románicos de simbolismo cíclico. El edificio se encontraba en buen estado, a pesar de que, a comienzos de los años 20, cayó un rayo en la torre y destrozó su tejado con parte de una ventana, sin más consecuencias. Diversas fotos de las décadas de los años 20, 50 y 60, del s.XX, demuestran que el edificio estaba estructuralmente intacto, sin daños de consideración.
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Ídem, estado del edificio hacia 1950. [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net].
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Así las cosas, en 1968, el Arzobispado de Burgos emite el siguiente “recibo”, con su membrete y sello, a favor de un anticuario de Reinosa:
He recibido de don Aurelio Ruiz Hoyos la cantidad de doscientas cincuenta mil pesetas en efectivo y cincuenta mil en un cheque, como precio de una torre en Tubilla del Agua, las cuales serán destinadas a reconstruir la Iglesia Parroquial que se encuentra en estado semi-ruinoso en dicho pueblo. Burgos, 10 de mayo, 1968. Firmado Don Buenaventura Díez Díez. Vicario General”.
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Ídem, situación del templo hacia 1965. [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla. net].
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El señor Arzobispo debe estar todavía en el purgatorio, donde le quemarán en las manos esos 1.803 €, ya que tal venta estuvo llena de irregularidades. En primer lugar, el dinero conseguido no se empleó para lo que dice el recibo (la reparación tuvo lugar años más tarde, con un coste de setenta mil pesetas procedentes de otra partida económica). Y en segundo, porque la transacción consistía tan solo en la torre, pero en realidad el comprador se apropió de todo cuanto de valor había en el templo, y el Arzobispado consintió en ello. Item mas, si la venta la hubiese hecho un inculto párroco de aldea se comprende que las “partes contratantes” se hubiesen conformado con ese “recibo”, pero que todo un Arzobispado, nada menos que de Burgos, prescindiese del notario, cuando entonces eran imprescindibles hasta para la venta del utilitario “Seiscientos”, resulta, cuando menos sospechoso. Y si no fuese algo tan triste, sería bien jocosa esa apostilla sobre el destino de las pesetas recibidas: “las cuales serán destinadas a reconstruir”. ¿En qué recibo de pago, se especifica nunca el empleo que dará el vendedor a sus ganancias?...
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Ídem, en la actualidad, rodeado de escombros, lleno de grietas y comido por la maleza.
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Acto II.
Y yo el segundo...”
En junio de 1968 se presentó, en Tubilla del Agua, el anticuario de Reinosa don Aurelio Ruiz Hoyos, acompañado por una cuadrilla de obreros. Acudió al alcalde, esgrimiendo el recibo del Arzobispado, para hacer efectiva su compra. El alcalde, en previsión de lo imprevisible y para guardarse las espaldas, acudió a la guardia civil para solicitar un retén de vigilancia, que garantizase el transcurso pacífico del asunto.
Bien sabía lo que se hacía porque, a pesar de que los tiempos no estaban para bromas con la autoridad, hubo algunos que se atrevieron a pedir explicaciones al munícipe, siendo despedidos con cajas destempladas, aunque los más se limitaron a levantar la voz, congregados como “mirones de obra”, que fueron pacíficamente disueltos por la benemérita.
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Ídem, destrucción, saqueo y ruina. Pero nunca, nunca, olvido.
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Bien provisto de “papeles” y arropado por la autoridad competente, se montó el desmontaje. Que en buena ley, habría que denominar saqueo, pues los cuadrilleros actuaron como saqueadores de tumbas. Los vándalos, los hunos y las huestes de Almanzor, todos juntos, no habrían causado tal catástrofe en tan poco tiempo. Las ruinas que todavía restan sobre el terreno, semejan una zona devastada por la guerra, es difícil imaginarse que fue un trabajo “artesanal” el que causó esta hecatombe. Porque, para quitar las ventanas de la torre se arruinó completamente el resto del templo, circunstancia que no entraba en el “contrato”, pero que se aprovechó para apropiarse de todo cuanto tenía algún valor, so pretexto de su ruina. Así se hicieron con las tres grandes ventanas intactas de la torre, más la dañada por el rayo; una pequeña; dieciséis columnas; dos capiteles, quince canes; tres modillones; diversas impostas talladas; un gran fresco románico y diversos fragmentos de otros. Todo lo cual, convenientemente embalado y cargado en camiones, no tardó en salir hacia Santander.
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Ídem, cualquier piedra esculturada, como la de esta pequeña ventana, fue salvajemente arrancada.
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Cuesta trabajo, creer que el anticuario “adquirió” y desmontó una torre –y de paso saqueó un templo-, solo para llevarse las piedras a su almacén, esperar allí que alguien pudiente pasara ante el escaparate, viese las esculturas y se dijera: “-Hombre que cosa más bonita, voy a comprarla para mi finca”. No, no fue así. Cuando don Aurelio se presentó en Tubilla, para reclamar su “botín”, éste ya había sido vendido a un tercero. Cabe en lo posible que ya lo hubiese sido, cuando obtuvo del Arzobispo el recibo de pago, y estuviese actuando como un testaferro.
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Ídem, ventana de la torre en el Museu Marès (Barcelona). [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net].
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Acto III.
Y yo el tercero...”
A los pocos días de comenzar el derribo indiscriminado del Templo, apareció por Tubilla el escultor, coleccionista de arte y Director del Museu Marès de Barcelona, el mismísimo don Frederic Marès i Deulovol (1893-1991). Quien, se supone, había comprado su “botín” al anticuario don Aurelio. El señor Marès, controvertido “mecenas” del arte, dicen que acompañado por un técnico del Museo de Arte Nacional de Cataluña, se aprestó a despegar el fresco románico de San Miguel, en magnífico estado de conservación, que junto con parte de lo comprado y lo “tomado en préstamo”, acabó en el citado museo barcelonés. Aunque no todo y no todo a la vista.
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Ídem, parteluz con la popular "Vieja Choricera", de gran tradición en el pueblo. [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net].
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Si tenemos estómago para visitar esas catacumbas del románico, leonés, castellano, aragonés y aún gallego, que son las salas del antedicho museo, veremos que allí, en una de sus criptas, enmarcados por el pórtico del templo de Anzano (Huesca), están los elementos “comprados” en Tubilla. Bueno, está una ventana de la torre, en cuyo parteluz figura el misterioso personaje encadenado, conocido popularmente en Tubilla como “la vieja choricera”; están algunos arcos moldurados; un capitel y unos pocos canes del alero. Sin embargo, el exquisito fresco románico no aparece expuesto, duerme el sueño de los justos –o la pesadilla de la conciencia culpable- en los almacenes del museo, a buen recaudo. Si no fuese por un profesor de Harvard, que habló de él y publicó su foto en 1930, antes del "escamoteo", no sabríamos ni que aspecto tiene. En cuanto a las otras ventanas de la torre, columnas, capiteles y molduras. ¡Se han esfumado! Nadie sabe, o nadie quiere hablar, sobre su destino. ¿Fueron vendidos, por el anticuario, a otros “mecenas-coleccionistas”? ¿Compró todo el lote, el señor Marès, y luego revendió lo menos significativo? ¿Se cubren de polvo y telarañas, en los almacenes del museo barcelonés?
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Ídem, el fresco románico con San Miguel y el Dragón, según figura en la obra de Chandler Rathfon Post, A History of Spanish Painting, Harvard University Press, 1930, pag. 194. [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net].
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Repasando este apretado resumen, de lo que los tubillanos consideran expolio y los barceloneses pintan como "salvamento del patrimonio", pensando en las actuaciones de los personajes que intervinieron en el “affaire”, nos parece escuchar de fondo el coro de “los Ratas”:
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Vamos con cuidado,
sin pestañear,
y ya van mil veces
que nos chuleamos
de la autoridad
”.
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Ídem, lo que resta de la nave central, grietas y maleza.
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A quien corresponda. Por haber permitido el desarrollo de este turbio asunto, en grado de acción u omisión. Consintiendo que “los Ratas” se chulearan de la autoridad. Podemos condenar y condenamos, a la pena de picota y cepo, por tiempo indefinido. De la cual no será eximido hasta que, de alguna manera, ponga remedio que satisfaga a las partes en conflicto.
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Ídem, interior del arco absidal, la piedra regresa al seno de la Madre Tierra.
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[Post scriptum: A partir de 2004, el alcalde de Tubilla y un grupo de vecinos, constituidos como asociación cultural, reclaman a la Generalitat de Cataluña la devolución de las piedras, fraudulentamente adquiridas por el Museu Marès, según ellos. El Museu Marès, por su parte, alega la compra legal, pero “no encuentra” otros documentos de esa transacción más que el recibo de don Aurelio dado por el Arzobispo, cuando lo lógico sería tener un recibo dado por don Aurelio al señor Marès. Del anticuario, no queda ni rastro. Y el Arzobispado de Burgos..., bueno, la Iglesia, como siempre, no niega ni afirma, alega "voto de silencio". ¿Quién tiene razón, quién miente? Hay una cosa cierta, "entre todos lo mataron y el solito se murió"].

jueves, 22 de mayo de 2008

"¡Morir es dormir... y tal vez soñar!" (Hamlet, acto tercero, escena IV)

Templo de Santa María del Rey, s.XII-XIII, portada sur con nichos adosados y cementerio adjunto, Atienza (Guadalajara). [Diapositiva 3 junio 1990].
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"Todo tiene su momento, y cada cosa
su tiempo bajo el cielo:
su tiempo el nacer,
y su tiempo el morir..."
(Eclesiastés, 3, I-II).
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¿Qué extraño impulso empuja a los humanos, para convertir en cementerios los templos románicos, arruinados o no? ¿El ansia de lo sagrado trascendente, como seguridad ante el incierto Más Allá? ¿Buscar la protección del lugar sagrado, sobre la memoria de los seres queridos? En el medievo, era común enterrar dentro del templo a la clase social más elevada, y en el exterior al resto de los fieles. En siglos posteriores, cuando algún templo era abandonado por su estado ruinoso, los restos pétreos se aprovechaban como capilla del cementerio local, establecido a su alrededor.
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Cementerio levantado con sillares y portada porcedentes de la desaparecida Capilla del Temple, s.XII, Campisábalos (Guadalajara). [Diapositiva 16 abril 1994].
.Cementerio levantado con sillares procedentes de la perdida Capilla de NªSª del Templo, s.XII-XIII, Ceinos de Campos (Valladolid) [Diapositiva 1 noviembre 1993].
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Cuando el templo estaba tan mal, que ni siquiera servía como capilla, sus piedras se utilizaban para levantar el muro del camposanto y, tal vez, su puerta como entrada de éste. Ejemplos tenemos en Campisábalos (Guadalajara), Ceinos de Campos (Valladolid), Ayllón (Segovia), y tantos otros lugares de Celtiberia.
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Templo de NªSª de Cubillas, s.XII-XIII, interior de las naves transformadas en cementerio, Albalate de Zorita (Guadalajara). [Diapositiva 1 noviembre 1988].
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Templo de San Vítores, s.XII, interior de la nave convertido en cementerio, Bárcena de Pienza (Burgos).
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Otra modalidad, fue utilizar parte de los sillares en las tapias del cementerio, el ábside como capilla y, el propio recinto interno de las ruinas, a modo de camposanto. Lo que continúa vigente en nuestros días, a pesar de ser algunas de estas ruinas verdaderos conjuntos monumentales, que contienen elementos primordiales del arte románico. Como el Convento Templario de Albalate (Guadalajara), o las inigualables esculturas absidales del templo de Bárcena de Pienza (Burgos)
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Templo de San Miguel, inicio s.XIII, nichos del cementerio adosados a sus muros, San Pedro Manrique (Soria). [Diapositiva 31 octubre 1995].
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Pero, lo que puede resultar relativamente comprensible respecto a las ruinas, ya no lo es tanto en edificios que, al menos inicialmente, estaban correctamente conservados. Así, el Templo de San Miguel, en San Pedro Manrique (Soria), a cuyos muros se han ido adosando nichos con la misma velocidad que se dejaba arruinar, de forma progresiva y al parecer irreversible.
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Templo de San Martín de Tours, fines s.XII, ventana absidal, Arenillas de Villadiego (Burgos).
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Otra costumbre, no menos indignante, es la de las lápidas. Cuando, finalizada la última guerra civil, el bando ganador quiso honrar a los caídos por su causa, pensó que el lugar más honorable, para las placas conmemorativas, era el muro de los templos. Se puede comprender, en su contexto. Lo que no se comprende es que, para perpetuar esa memoria, hubiese que destrozar algunas partes de los monumentos románicos, como se hizo en Arenillas de Villadiego (Burgos). Allí está la placa, nada menos que en medio de la ventana absidal, cuyo tímpano con decoración vegetal quedó partido, -o el caso de Ortilla (Huesca), donde la placa tapó parcialmente un crismón románico-. ¿Es que el respeto, la memoria y el cariño, por sus difuntos, habría sido menor si hubiesen colocado la placa en un muro lateral, sin romper ni tapar nada?
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Ídem anterior, muro norte con lápidas funerarias.
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Con tal ejemplo, proveniente de las altas esferas, no es de extrañar que las gentes del pueblo llano entendiesen que eso era lo correcto. Así que se aplicaron, con singular perseverancia, a revestir los muros del templo con las lápidas de sus difuntos, pasados y presentes -algunas de ellas han sido colocas muy recientemente-, sin que las autoridades "competentes" hayan ejercido su "competencia" para evitarlo. Y eso que en el pequeño cementerio hay sitio de sobra, para perpetuar con dignidad la memoria de los que partieron, sin tener que lastimar los sillares románicos.
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Templo de Santa Eugenia, s.XII-XIII, muro norte lleno de lápidas, Lences de Bureba (Burgos).
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Esta sinrazón se repite por diversos lugares de la geografía celtíbera, como en Igriés y en Bespén (Huesca), o en Lences de Bureba (Burgos) cuyo muro norte está literalmente atosigado de lápidas funerarias. Casi, casi, como una paráfrasis de los versos del "Tenorio":
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"Ya lo creo; como que esto
era entonces un palacio,
y hoy es panteón el espacio
donde aquel estuvo puesto..."
(Don Juan Tenorio, acto quinto, escena II).
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A quien corresponda. Por consentir el despropósito y la singular desmesura, que representan estas manifestaciones del sentimiento visceral, popular, en un tema doblemente sensible, como es el del respeto a la memoria de los difuntos, y el del respeto a los monumentos que nos dejaron esos difuntos, sea vuesa merced condenado a picota y cepo. A mas de apercibido que, si no intercede para satisfacer ambas necesidades, sufra la pena anexa de que su memoria no quede reflejada en lápida alguna para la posteridad.

miércoles, 14 de mayo de 2008

¡Ojos que no ven... románico que se pierde!

El pueblo de Las Celadas, está apenas a 30 kms al noroeste de la capital burgalesa. El topónimo “celadas” procede de “celata” lugar oculto o escondido, y está documentado en fecha tan temprana como 1014. Llegó a tener cerca de 150 vecinos, a mediados del s.XIX, repartidos entre sus dos barrios, cada uno con parroquia propia, San Esteban y la Asunción. Pero, hacia 1981 desaparece como municipio y es anexionado por Valle de Santibáñez. La emigración había despoblado el lugar, aunque tenía entonces 75 habitantes, que hoy día escasamente llegan a cuatro docenas.
El barrio de la Asunción fue el primero en despoblarse. Su iglesia, románica de finales del s.XII, perdió en 1895 el carácter de parroquia, para convertirse en ermita. Aunque los vecinos continuaban acudiendo a ella, en determinadas festividades o romerías. Cuando el abandono se acentuó, las tradiciones cayeron en el olvido y con ellas el uso de la ermita. Luego llegaron vándalos y saqueadores de todo pelaje. Alguna voz se alzó para denunciar, y muchos oídos se cerraron para no oir lo que no querían, y muchos ojos miraron para otro lado por no ver lo que no deseaban. No hablaremos mucho más, ahí dejamos lo dicho y estas imágenes, para que quien quiera oir, oiga, y el que quiera ver, vea.
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La "idílica" imágen, de la ermita entre las eras, no lo es tanto si empezamos a fijarnos, por ejemplo, en los arbustos que siembran su cubierta, separando las tejas y permitiendo el paso del agua.
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Su ábside, que asienta sobre un inestable terraplén, amenazado por hiedras y jóvenes árboles ve peligrar su estabilidad.
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El lado sur, cercado de zarzas y maleza, se convierte con la primavera en una "selva" amenazadora que cubre de más olvido las románicas piedras.
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La portada primitiva, al sur, es imposible de examinar, pues incluso en invierno está "protegida" por espeso zarzal. En 1798 fue cerrada, para construir un granero adosado hoy desaparecido.
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La puerta del 1798, ha sido literalmente arrancada de sus goznes, por los carroñeros del arte, y cuelga inestable hacia el interior del templo. Las labores agrícolas, con tractores, van arrojando poco a poco tierra sobre esa entrada, que las lluvias arrastran al interior.
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Un interior que da lástima mirar, en el que se aprecia cómo, los saqueadores de tumbas, han levantado las losas sepulcrales, para rapiñar los "tesoros" que, aquellos humildes labradores de antaño, pudieran haber enterrado junto con los cuerpos de sus seres queridos.
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El templo, de un sencillo románico final, no carece de gracia estética, de fina espiritualidad. Una belleza mancillada por ladrones y saqueadores, tanto como por quienes, encargados de velar por su conservación se han desentendido de ello.
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Este ábside fue testigo y partícipe de bautizos, bodas, entierros, plegarias por la lluvia o la sequía, rogativas por las plagas, acciones de gracias por las paces y ruegos en las guerras. Hoy no es más que un triste despojo, de los anhelos y desvelos de toda una comunidad de gentes que, simplemente, querían vivir y mejorar de vida.
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La puerta desvencijada, el coro hundido, y las grietas de la ya deformada bóveda, anunciando lo que ha de venir, a no mucho tardar. El deplome de un mundo que ya no es comprendido, por quien debiera serlo.
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Los capiteles, a pesar del encalado, lucen todavía con cierta dignidad su simbolismo vegetal.
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Hojas y frutos, predican aún su mensaje de regeneración, pero predican en el desierto.
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Dichos frutos, de esperanza, se han convertido en naturalezas muertas por obra y gracia de la humana condición.
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La pila bautismal, como en tantos otros lugares, se ha salvado gracias a su sencillez. ¡Carece de figuras que tienten a los chamarileros y traficantes! ¡Pesa tanto, para lo poco que van a dar por ella!
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Esto es todo cuanto queda del retablo, un trozo de dorada cornisa. Los santos y santas que aquí habitaron, las pinturas con sus vidas y milagros ¿Donde estarán ahora? ¿En que almacen de "anticuario", en que salón de "coleccionista", en que cámara acorazada de nuevo rico, en que sala de juntas de que consejo de administración bancario?
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A quien corresponda. Aunque el reloj corre, todavía es tiempo de salvar este humilde y bello templo. El último grano de arena no ha caído, pero está a punto de hacerlo. Si no rescata este edificio del olvido, porque es pequeño, pobre y "poco turístico", sea condenado a picota y cepo en esta vida. Y a las calderas de Perico Botero, en la otra existencia.

domingo, 4 de mayo de 2008

¿Ermita o Arca de Noé?

Mansilla de la Sierra (La Rioja), el embalse de Mansilla y al fondo la ermita de Santa Catalina. Nótese la marca del nivel máximo del agua y su estado actual.
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Cuando la “fiebre de los pantanos” se extendió por Celtiberia, allá por los años sesenta del siglo XX, numerosos pueblos quedaron sumergidos bajo sus aguas en toda la geografía peninsular. No vamos a entrar en polémicas, sobre la dudosa utilidad y beneficios de tales embalses, ni si podían haberse construido de tal o cual manera para causar menor impacto en el entorno natural. Sobre ese aspecto, “Doctores tiene la Iglesia”.
Lo cierto es que, junto con esos pueblos, perecieron muchas iglesias románicas y de otras épocas, no obstante, hubo algunas que se salvaron. Unas, porque las autoridades “competentes” consideraron que tenían valor histórico-artístico, así que fueron desmontadas y vueltas a montar en lugar seguro. Otras, por pura suerte, ya que, al encontrarse en lugar elevado, ahora quedaban al borde del agua.
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Una de esas afortunadas es la ermita de Santa Catalina, en Mansilla de la Sierra (La Rioja). Aunque sólo queda la mitad del templo, el ábside y un tramo de la nave, debió ser un hermoso ejemplar románico, algunos incluso suponen que pudo tener crucero saliente por los restos estructurales que perduran. Los pocos elementos esculturados, supervivientes, nos hablan de un buen Magister que sabía trabajar la piedra y mostrar los símbolos sagrados con gran belleza.
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No obstante, lo que podía ser un hermoso monumento románico, en un entorno natural sereno y sosegado, es hoy un esperpento surrealista. Las cada vez más frecuentes y prolongadas épocas de sequía, vacían el embalse día a día. Donde había un lago sereno, en el que se reflejaba la nostálgica imágen de la ermita, desaparece, cada vez mas a menudo, para mostrar el triste espectáculo del viejo pueblo de Mansilla. Es decir, las dolorosas ruinas del viejo Mansilla. Entre las que sobresale otro crucero y otro ábside, el del templo parroquial gótico-renacentista.
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Este templo, -levantado entre 1568 y 1603-, igual que en otros tantos lugares fue considerado sin valor y abandonado a su suerte, que ha sido la que se ve. Como un barco, arrojado a la costa tras fuerte tempestad, se deshace a merced de la marea representada por inundaciones y sequías.
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Pero no creamos que el ejemplar románico está completamente a salvo. Se trata de un ejemplar en peligro de extinción. El terreno, en desnivel, debe haber cedido bajo el ábside, asentándose, lo cual ha creado grietas sospechosas en la estructura. Una de ellas, atraviesa parte del muro sur y su contrafuerte. La otra se desliza con lentitud, abriendo el ábside en dos.
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Esta amenazadora fisura, ya ha partido la bellísima piedra que, a modo de vegetal arquivolta, cubre la ventana absidal, y amenaza con crear una brecha irreparable que derribe lo poco que subsiste de este magnífico templo.
A quien corresponda. ¿Tendremos que esperar, impasibles, a que las piedras de la ermita queden desparramadas por esa ladera, a que rueden hasta el fondo del valle para sumergirse en las aguas que miseriocrdiosamente le perdonaron la vida, hace 48 años? ¿Se va a consentir que esta románica "arca de Noé", con sus simbólicas esculturas, se hunda en ese mar menguante que es el embalse de Mansilla? ¡Haga algo y hágalo ya! Si no lo hiciere, condenado sea a picota y cepo, al borde del embalse, durante el mismo tiempo que Noé pasó en su arca.