miércoles, 14 de mayo de 2008

¡Ojos que no ven... románico que se pierde!

El pueblo de Las Celadas, está apenas a 30 kms al noroeste de la capital burgalesa. El topónimo “celadas” procede de “celata” lugar oculto o escondido, y está documentado en fecha tan temprana como 1014. Llegó a tener cerca de 150 vecinos, a mediados del s.XIX, repartidos entre sus dos barrios, cada uno con parroquia propia, San Esteban y la Asunción. Pero, hacia 1981 desaparece como municipio y es anexionado por Valle de Santibáñez. La emigración había despoblado el lugar, aunque tenía entonces 75 habitantes, que hoy día escasamente llegan a cuatro docenas.
El barrio de la Asunción fue el primero en despoblarse. Su iglesia, románica de finales del s.XII, perdió en 1895 el carácter de parroquia, para convertirse en ermita. Aunque los vecinos continuaban acudiendo a ella, en determinadas festividades o romerías. Cuando el abandono se acentuó, las tradiciones cayeron en el olvido y con ellas el uso de la ermita. Luego llegaron vándalos y saqueadores de todo pelaje. Alguna voz se alzó para denunciar, y muchos oídos se cerraron para no oir lo que no querían, y muchos ojos miraron para otro lado por no ver lo que no deseaban. No hablaremos mucho más, ahí dejamos lo dicho y estas imágenes, para que quien quiera oir, oiga, y el que quiera ver, vea.
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La "idílica" imágen, de la ermita entre las eras, no lo es tanto si empezamos a fijarnos, por ejemplo, en los arbustos que siembran su cubierta, separando las tejas y permitiendo el paso del agua.
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Su ábside, que asienta sobre un inestable terraplén, amenazado por hiedras y jóvenes árboles ve peligrar su estabilidad.
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El lado sur, cercado de zarzas y maleza, se convierte con la primavera en una "selva" amenazadora que cubre de más olvido las románicas piedras.
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La portada primitiva, al sur, es imposible de examinar, pues incluso en invierno está "protegida" por espeso zarzal. En 1798 fue cerrada, para construir un granero adosado hoy desaparecido.
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La puerta del 1798, ha sido literalmente arrancada de sus goznes, por los carroñeros del arte, y cuelga inestable hacia el interior del templo. Las labores agrícolas, con tractores, van arrojando poco a poco tierra sobre esa entrada, que las lluvias arrastran al interior.
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Un interior que da lástima mirar, en el que se aprecia cómo, los saqueadores de tumbas, han levantado las losas sepulcrales, para rapiñar los "tesoros" que, aquellos humildes labradores de antaño, pudieran haber enterrado junto con los cuerpos de sus seres queridos.
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El templo, de un sencillo románico final, no carece de gracia estética, de fina espiritualidad. Una belleza mancillada por ladrones y saqueadores, tanto como por quienes, encargados de velar por su conservación se han desentendido de ello.
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Este ábside fue testigo y partícipe de bautizos, bodas, entierros, plegarias por la lluvia o la sequía, rogativas por las plagas, acciones de gracias por las paces y ruegos en las guerras. Hoy no es más que un triste despojo, de los anhelos y desvelos de toda una comunidad de gentes que, simplemente, querían vivir y mejorar de vida.
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La puerta desvencijada, el coro hundido, y las grietas de la ya deformada bóveda, anunciando lo que ha de venir, a no mucho tardar. El deplome de un mundo que ya no es comprendido, por quien debiera serlo.
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Los capiteles, a pesar del encalado, lucen todavía con cierta dignidad su simbolismo vegetal.
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Hojas y frutos, predican aún su mensaje de regeneración, pero predican en el desierto.
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Dichos frutos, de esperanza, se han convertido en naturalezas muertas por obra y gracia de la humana condición.
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La pila bautismal, como en tantos otros lugares, se ha salvado gracias a su sencillez. ¡Carece de figuras que tienten a los chamarileros y traficantes! ¡Pesa tanto, para lo poco que van a dar por ella!
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Esto es todo cuanto queda del retablo, un trozo de dorada cornisa. Los santos y santas que aquí habitaron, las pinturas con sus vidas y milagros ¿Donde estarán ahora? ¿En que almacen de "anticuario", en que salón de "coleccionista", en que cámara acorazada de nuevo rico, en que sala de juntas de que consejo de administración bancario?
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A quien corresponda. Aunque el reloj corre, todavía es tiempo de salvar este humilde y bello templo. El último grano de arena no ha caído, pero está a punto de hacerlo. Si no rescata este edificio del olvido, porque es pequeño, pobre y "poco turístico", sea condenado a picota y cepo en esta vida. Y a las calderas de Perico Botero, en la otra existencia.

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