Un pequeño cenobio románico, reconstruido a base de unir varios restos medievales de diferente procedencia, en la finca pirenaica "Vora el Ter", de Camprodon (Girona). [Foto, por cortesía de http://amajaiak.blogspot.com/].
[CONTINUACIÓN]
A cuantos aman las tierras de Soria, y su magnífico arte románico, recomendamos vivamente una visita al bello pueblo de Camprodon. No, no se alarmen. Los rigurosos calores del verano no han debilitado nuestro raciocinio, haciéndonos desvariar. Sabemos perfectamente, que ese pueblo está en Cataluña, junto a la frontera con Francia, y que no tiene nada que ver con Soria. ¿O acaso, sí?
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A cuantos aman las tierras de Soria, y su magnífico arte románico, recomendamos vivamente una visita al bello pueblo de Camprodon. No, no se alarmen. Los rigurosos calores del verano no han debilitado nuestro raciocinio, haciéndonos desvariar. Sabemos perfectamente, que ese pueblo está en Cataluña, junto a la frontera con Francia, y que no tiene nada que ver con Soria. ¿O acaso, sí?
Camprodon, patria chica del universal compositor Isaac Albéniz, es una apacible población de Girona, enclavada en la zona pirenaica del Ripollès, a caballo entre los ríos Ter y Ritort. Nacida hacia el siglo X, a la sombra del Monasterio de Sant Pere que edificó Wifredo II de Besalú, prosperó gracias al mercado concedido por Ramón Berenguer III, en 1118, al fortificado Puente Nuevo, que en el siglo XII unió las dos partes de la villa que separaba el río Ter, y al rango de villa real alcanzado en 1252.
Tras atravesar numerosas vicisitudes históricas, perteneciendo indistintamente a la Corona de Aragón, Francia y España, pasó a gozar de un apacible olvido, hasta que se puso de moda entre la burguesía catalana, como lugar de reposo en verano y de actividades deportivas en invierno.
A fines del siglo XIX, el pionero impulsor de Camprodon, entre la burguesía, fue el alcalde de Barcelona Dr. Bartomeu Robert. Esta primera oleada, de ricos veraneantes, levantó sus mansiones en el Paseo de la Font Nova. La creciente popularidad del lugar, propició una segunda oleada de ricos propietarios, que instalaron sus casonas en el Paseo del Prado, acabado hacia 1927, cuando cambió su nombre por el del promotor de la obra, Francisco C. Maristany.
Aunque sus mansiones, llamadas "torres" -lo que en otras regiones llaman "chalets"- son de variados estilos, desde el modernista al historicista, no falta ninguna en la que, de una u otra manera, no se incrusten elementos medievales, góticos o románicos: ventanas, capiteles, almenas, escudos nobiliarios, esculturas, etc. Elementos que hacen de este paseo, un verdadero museo al aire libre, aunque se trate de un museo restringido, pues sus propietarios sólo dejan a la vista las pocas piedras que las tapias, setos, verjas y arboledas no ocultan al ojo inquisitivo del paseante.
Si pudiéramos entrar, libremente, en tales "torres", quedaríamos asombrados al ver que guardan más obras de arte medieval que el Museo Nacional de Arte de Cataluña. Todo ello no tendría mayor interés, pues estos ricos burgueses se han limitado a buscar tales piezas entre los anticuarios, y suponemos que éstos las compraron legalmente a los propietarios de las abandonadas ruinas de toda Cataluña, e incluso más allá. Mucho más allá...
Hacia la mitad del paseo, se encuentra la finca "Vora el Ter", su "torre" fue incautada por el Comissariat d'Assistència als Refugiats, de la República, durante la guerra civil de 1936, para alojar refugiados. La casona quedó muy deteriorada, y al finalizar la contienda sus propietarios, el industrial Cayetano Vilella Puig y su esposa María Dolores Ferrer-Piera, encargaron la reparación al arquitecto F. Mitjans. Éste levantó también, en 1943, el conjunto monumental que semeja un pequeño monasterio románico.
Es la "torre" más singular de todo el Passeig Maristany, porque aunque hacia el exterior sólo deja ver la estructura frontal de un templo románico, con rica portada de columnas decoradas y capiteles historiados, más las esculturadas ménsulas del alero, en su interior guarda una segunda portada con un raro tímpano, varias ventanas de capiteles figurativos, algunos sepulcros, escudos nobiliarios, diversos elementos visigodos, y un pequeño claustro con bellos capiteles. Alberga, además, diversas colecciones de arte, entre las que sobresale una de cerámica.
El "claustro" del conjunto de "Vora el Ter", que algunos afirman proceder de una presunta galería porticada, sin datos fidedignos que lo apoyen. [Foto, cortesía de C. de la Casa y J.J. Ruíz].
Pero el interés de ese decorado seudo-románico, reinventado simulacro medieval, a base de anónimos elementos de ignorada procedencia, estriba en que la portada principal, con los canes del alero, tienen un origen declarado. Estas piedras de "Vora el Ter", son unas viejas conocidas nuestras...
Pero el interés de ese decorado seudo-románico, reinventado simulacro medieval, a base de anónimos elementos de ignorada procedencia, estriba en que la portada principal, con los canes del alero, tienen un origen declarado. Estas piedras de "Vora el Ter", son unas viejas conocidas nuestras...
En 1952, la revista Celtiberia publicaba un artículo de Juan Antonio Gaya Nuño, titulado "Dos reliquias sorianas de arte y literatura en Cataluña", en el que, describiendo su estancia en tierras catalanas, levantaba un pico del velo de misterio que cubría el desmantelado templo de San Esteban "el viejo", en San Esteban de Gormaz (Soria):
"Siempre supuse que las piedras y capiteles salvados habrían emigrado a Norteamérica, y que, por no ser piezas de primera categoría, difícilmente serían publicadas.
En ambos errores quedé por espacio de años, hasta que, cierto día, recibí la visita de don Cayetano Vilella, culto y acaudalado industrial de Barcelona, pero oriundo de Camprodon (Gerona). Dicho señor me aseguró que en esta ciudad quedaba lo mejor y más característico de la iglesia de San Esteban. Y, en efecto, allí estaba, es decir, sus puertas, canecillos, ventanas y capiteles, componiendo una iglesita en las inmediaciones de Camprodon, en una deliciosa finca propiedad del Sr. Vilella".
Las piedras sorianas, que en 1925 estaban en dos vagones de la estación barcelonesa de Morrot, reaparecen de pronto, en 1943, como materiales de construcción de una mansión pirenaica. ¡Durante esos dieciocho años habían permanecido dentro de España, en cualquier almacén, y a la venta! ¿Para eso se tomó León Leví, "el Judío Errante", tantas molestias?
Este curioso giro del destino, parece corroborar aquellas viejas sospechas: ¿Utilizó, el trapacero judío, las piedras de San Esteban "el viejo", como tapadera para escamotear sus pinturas, alejándolas de Soria, puesto que, una vez en Barcelona, sacarlas de España era para él un juego de niños? ¿Explicaría eso, que las piedras permaneciesen en España, puesto que el verdadero negocio de León Leví estaba en las pinturas, y por ello vendió los sillares a cualquier anticuario catalán, quien los tuvo almacenados hasta que don Cayetano Vilella los compró, para construir esa particular fantasía románica en su finca, "Vora el Ter", de Camprodón?
No nos resistimos a citar el agudo comentario de Gonzalo Santonja Gómez-Agero, en su espeluznante obra "Museo de niebla. El patrimonio perdido de Castilla y León", quien define así este despropósito:
"De San Esteban de Gormaz, adustas tierras sorianas del Cid, a Camprodon, en Gerona, la distancia medida en piedras, lleva desde el territorio de la suicida inconsciencia hasta el paraíso de los apaños".
Porque, un enloquecido "apaño", es lo que ha resultado el fantástico decorado románico de "Vora el Ter". Allí, ni están todas las piedras que son, ni son todas las piedras que están.
Recordemos, que los vagones de León Leví contenían 19 toneladas de piedras. Pero el volumen de los despojos de San Esteban "el viejo", existentes hoy en la "torre" de Camprodon, no alcanza dicho peso ni de lejos. La portada, ha visto reducida su anchura a la mitad, al faltar dovelas de sus arquivoltas. Hay tan sólo quince ménsulas, cuando de Soria salieron cuarenta. La bella ventana absidal, con moldura ajedrezada, no aparece por parte alguna. Etc, etc, y más etc.
El resto de elementos románicos, existentes en "Vora el Ter", son de origen desconocido. El señor Vilella, o no conocía su procedencia, o no deseaba revelarla. Esto ha propiciado, que algunos "audaces" investigadores, aventuren que el actual "claustro" está formado por los elementos de la "galería porticada" de San Esteban "el viejo"... Bonita teoría, pero debe ser descartada, porque ningún documento antiguo, ni de la época del derribo, ni anterior, cita ninguna galería en el expoliado templo.
Otros han atribuido, al mismo San Esteban, la portada lateral con tímpano que da al "claustro", cuando tampoco documento alguno cita una segunda portada, en el desaparecido monumento soriano. Quizá cabría alguna duda razonable respecto a esta portada, puesto que el señor Vilella dijo a Gaya Nuño que procedía de San Esteban, pero desde luego su extraño tímpano, conteniendo a Cristo en Majestad, procede de cualquier otra parte y ha sido metido allí "con calzador". Incluso con las ménsulas hay que tener cuidado, de las veintiuna existentes en "Vora el Ter", seis no proceden del lote soriano. Y algo tan simple, como el friso de esquinillas del alero, tampoco se corresponde con el románico de la meseta, es un elemento propio del románico lombardo adoptado en la Corona de Aragón.
Un último misterio, ronda este truculento "affaire". ¿Por qué don Cayetano Vilella, sacó a la luz la procedencia de "sus" piedras, en 1952, a los 27 años del escandaloso suceso? ¿Lo hizo "por amor al arte", para dejar en evidencia a las "autoridades competentes" que intervinieron en tal desvergüenza, o simplemente por presumir de lo que poseía?
En cualquier caso, "sacar del armario" estas piedras, no ha facilitado en nada la contemplación de los restos. Los propietarios, celosos de su intimidad, no conceden fácilmente permisos de visita. Hay que contentarse, con ver de lejos la portada y algunas ménsulas, empinándose tras el seto que "defiende" la propiedad. Y si se tiene una cámara con buen zoom, podemos tomar fotos detalladas de las viejas piedras, eso si, vigilando que los guardias de seguridad de la urbanización estén en otra parte, más que nada para ahorrarnos engorrosas explicaciones sobre la inocencia de nuestro fotográfico proceder...
A pesar de todo, todavía podemos agradecer al señor Vilella, al destino, o a ambos, que esas piedras estén a la vista, siquiera sea detrás del seto. Peor destino corrió el magnífico templo románico de Santa Olaya, en el mismo San Esteban de Gormaz, de tres naves y ricamente ornamentado, que desapareció sin dejar restos arquitectónicos ni documentales.
A quien corresponda. Porque, "aquellos polvos trajeron estos lodos", diríjase ahora mismo, sin pérdida de tiempo, hacia la picota más próxima, donde será colocado en el cepo hasta su próxima reencarnación, para perpetua vergüenza, porque a pesar de los tristes precedentes, usted y los suyos reinciden, con exasperante monotonía, en el indigno proceder de todos aquellos que les precedieron en el cargo, y por acción u omisión, consienten que el patrimonio cultural continúe perdiéndose gota a gota.
[Es dolorosamente reveladora, la obra de Gonzalo Santonja Gómez-Agero, Museo de Niebla. El patrimonio perdido de Castilla y León. Ed. Ámbito, Madrid 2004, cuya lectura recomendamos a cuantos quieran llorar sobre los tesoros expoliados a nuestra cultura].
Salud y fraternidad.
4 comentarios:
Recuerdo que esto me lo comentaste, hará aproximadamente un año, cuando nos dirigíamos a Segovia. Es un dato que los sorianos deberían apuntar; y a pesar de los pesares, y del maldito Leví de las narices, siempre es preferible que esté en Camprodón que no en The Cloisters. Estoy seguro de que ese industrial y sus descendientes sabrán apreciar en todo su valor ese legado cultural adquirido con dinero. Al menos, podemos solazarnos con las fotos que nos muestras y conocer unos datos preciosos de nuestra Historia y Patrimonio. Un abrazo
Queda claro que las rapaces mas avezadas son periquitos al lado de estos jodios errantes...
muito aconchegante
Que interesante. Tendré los ojos bien abiertos y la cámara preparada la próxima vez que suba a Camprodón.
Un saludo
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