En medio de las suaves lomas sembradas de cereal, surge de pronto un lejano promontorio rocoso. Es el pétreo guardián fronterizo, sito entre La Rioja, Álava y Burgos.
Estos impresionantes colmillos de dragón, que son el risco de Cellorigo (La Rioja), conocido como “Peña Luenga” (914 m), albergó durante muchos siglos un castillo inexpugnable que custodiaba el cercano portillo de la Hoz de Morcuera, en los Montes Obarenes. Primero sirvió de puesto avanzado para las tropas musulmanas, que empujaban a los visigodos hacia el norte. Luego, cuando éstos lo reconquistaron, hacia mediados del s.IX, fue bastión para frenar las incursiones musulmanas hacia La Rioja Alavesa. Junto con el de Pancorbo, que defendía el paso a La Bureba castellana, fueron bastiones imprescindibles en los duros años de razzias cordobesas y toledanas.
.Estos impresionantes colmillos de dragón, que son el risco de Cellorigo (La Rioja), conocido como “Peña Luenga” (914 m), albergó durante muchos siglos un castillo inexpugnable que custodiaba el cercano portillo de la Hoz de Morcuera, en los Montes Obarenes. Primero sirvió de puesto avanzado para las tropas musulmanas, que empujaban a los visigodos hacia el norte. Luego, cuando éstos lo reconquistaron, hacia mediados del s.IX, fue bastión para frenar las incursiones musulmanas hacia La Rioja Alavesa. Junto con el de Pancorbo, que defendía el paso a La Bureba castellana, fueron bastiones imprescindibles en los duros años de razzias cordobesas y toledanas.
Cuando, hacia 1065, Fernando I asentó su poder sobre Castilla, entregó la estratégica fortaleza de Cellorigo a don Rodrigo Álvarez, abuelo del Cid. Y tanta fama tuvo que, en 1372, Enrique II dispuso que el castillo de Cellorigo figurase en el blasón de la ciudad de Burgos.
Aquí, los ejércitos se encontraron y destrozaron, durante varios cientos de años. Todavía hoy, cuando los labradores trabajan la tierra, suelen aflorar en los surcos restos herrumbrosos de las armas que, durante más de tres siglos, entrechocaron las tropas musulmanas y cristianas. Sin embargo, del poderoso castillo, apenas quedan entre la tupida maleza irreconocibles vestigios, de sus otrora inexpugnables muros. Aunque en el pueblo sobreviven dos torre medievales, quizá de los siglos XII-XIII, probables restos de las murallas urbanas.
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Aquí, los ejércitos se encontraron y destrozaron, durante varios cientos de años. Todavía hoy, cuando los labradores trabajan la tierra, suelen aflorar en los surcos restos herrumbrosos de las armas que, durante más de tres siglos, entrechocaron las tropas musulmanas y cristianas. Sin embargo, del poderoso castillo, apenas quedan entre la tupida maleza irreconocibles vestigios, de sus otrora inexpugnables muros. Aunque en el pueblo sobreviven dos torre medievales, quizá de los siglos XII-XIII, probables restos de las murallas urbanas.
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La villa crecida a su protectora sombra, llegó a ser próspera y debió tener una importante judería, pues en 1174 se nombra a Cellorigo como “castellum iudeorum”.
El templo parroquial, de San Millán, data del s.XV, -con sacristía del XVIII-, levantado sobre uno románico precedente del que no quedan restos.
En 1040 hay constancia de la existencia de un Monasterio de San Pelayo, en Cellorigo, que aparece de nuevo en documentos posteriores relacionados con Silos. Debió ser un pequeño cenobio, pero todo ha desaparecido, aunque en el lugar conocido como “Santa Muchacha” existe un cementerio medieval que pudo pertenecerle.
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El templo parroquial, de San Millán, data del s.XV, -con sacristía del XVIII-, levantado sobre uno románico precedente del que no quedan restos.
En 1040 hay constancia de la existencia de un Monasterio de San Pelayo, en Cellorigo, que aparece de nuevo en documentos posteriores relacionados con Silos. Debió ser un pequeño cenobio, pero todo ha desaparecido, aunque en el lugar conocido como “Santa Muchacha” existe un cementerio medieval que pudo pertenecerle.
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Queda sin embargo la ermita de Nuestra Señora del Barrio, del s.X, con reformas del XII, en las que se conservaron el ábside recto y una portada con arco de herradura, del primitivo edificio visigótico. Además, en la parroquial, se conservan dos capiteles mozárabes, de temática vegetal, procedentes de la arruinada ermita.
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Este enclave, como "Lugar Sagrado", no surge de la nada en el medievo. Antaño hubo aquí un castro celta, y quedan por los contornos restos dolménicos, como testigos mudos del temor reverente que estas peñas suscitaban en los pueblos que se asentaron bajo su sombra protectora. La dominación romana no borró ese sentimiento espiritual, simplemente lo sincretizó, operación repetida por los visigodos.
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Por desgracia, tales sentimientos no tuvieron continuidad en tiempos recientes. El templo visigodo-mozárabe sufrió los vaivenes de la historia, pero fue restaurado durante el periodo románico y empleado, como santuario de Nuestra Señora, durante muchos siglos. Luego, el abandono, el olvido y el desprecio dieron con sus piedras por el suelo.
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Donde los celtíberos veneraron las Deae Matres, los romanos la Magna Mater, y quienes vinieron luego a Nuestra Señora, reinan ahora las zarzas y arbustos del monte. El templo se deshace y vuelve al seno de la Madre Tierra, para quien fue levantado...
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En la parroquial, alguien, con mejores intenciones que medios, guardó dos capiteles del templo mozárabe, quizá del arco de herradura que sobrevive en el muro norte, o de alguna portada ya perdida. Estos pobres restos, nos hablan de un edificio de cierta entidad que hubo de tener una regular importancia.
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Este enclave, como "Lugar Sagrado", no surge de la nada en el medievo. Antaño hubo aquí un castro celta, y quedan por los contornos restos dolménicos, como testigos mudos del temor reverente que estas peñas suscitaban en los pueblos que se asentaron bajo su sombra protectora. La dominación romana no borró ese sentimiento espiritual, simplemente lo sincretizó, operación repetida por los visigodos.
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Por desgracia, tales sentimientos no tuvieron continuidad en tiempos recientes. El templo visigodo-mozárabe sufrió los vaivenes de la historia, pero fue restaurado durante el periodo románico y empleado, como santuario de Nuestra Señora, durante muchos siglos. Luego, el abandono, el olvido y el desprecio dieron con sus piedras por el suelo.
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Donde los celtíberos veneraron las Deae Matres, los romanos la Magna Mater, y quienes vinieron luego a Nuestra Señora, reinan ahora las zarzas y arbustos del monte. El templo se deshace y vuelve al seno de la Madre Tierra, para quien fue levantado...
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En la parroquial, alguien, con mejores intenciones que medios, guardó dos capiteles del templo mozárabe, quizá del arco de herradura que sobrevive en el muro norte, o de alguna portada ya perdida. Estos pobres restos, nos hablan de un edificio de cierta entidad que hubo de tener una regular importancia.
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[Las fotos de los capiteles mozárabes debemos agradecerlas a la magnífica página de internet, sobre románico riojano:
a cuyo autor hemos solicitado permiso para reproducirlas].
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A quien corresponda: ¿Permitirá que un edificio de tan larga tradición, e intensa historia, desaparezca convertido en polvo? ¿Es posible que le importe tan poco el sentimiento espiritual, que en esta Peña de Cellorigo se manifiesta, llámese Madre Tierra o Nuestra Señora?
Si no pone pronto remedio a tanta ruina y desolación, sea condenado a picota y cepo, hasta que los riscos de Cellorigo se desmoronen y conviertan en lisa llanura.
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Salud y fraternidad.
4 comentarios:
A ver si los Magos de Oriente reparten cordura, porque a mí esta historia me suena de algo ya vivido.
Salud.
Interesante historia para un peculiar monte.
Lo que me llama la atención son los capiteles que catalogaís como mozarabes, el último con sus helechos en espiral me recuerdan a otros muchos que hemos visto por ahí, son clavaditos pero en románico. Como pueden ser tan iguales?
Salud y románico
¿Y de dónde crees que tomaron sus modelos los románicos trabajadores de la piedra? Los mozárabes no eran más que hispano-romanos, que habían vivido algún tiempo en territorio hispano-musulmán y emigraron a los reinos hispano-cristianos por diversas causas (entre ellas, no pagar impuestos por practicar su fe).
Además, decir hispano-romanos, vale tanto como decir visigodos, celtas, íberos, suevos, tartesios, cartagineses, bizantinos, etc., más o menos amalgamados por la cultura imperial romana. Y para postre, pasados por el tamiz musulmán con su carga oriental.
A mi, no me extraña ya nada de lo que pueda parecer románico, en un "estilo artístico" anterior.
El románico, puede que no tenga padre, pero tiene muchos abuelos...
Salud y fraternidad.
espetacular...
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