[Las fotos del templo de Escanduso, en ruinas, son cortesía de Baruk y Pallaferro].
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A unos cinco kilómetros de Villarcayo (Merindad de Castilla la Vieja), al entrar en una curva, nos topamos con un grupito de casas, llamado Escanduso (Burgos), que desciende entre huertas hacia el río Nela. Reducimos la velocidad y, al salir de la curva, vemos un pequeño templo, tan pequeño que parece ermita, pero no, luego nos dirán que es parroquia. Tan pequeño que, en más de una ocasión, lo hemos ignorado al pasar frente a él. Si ahora paramos a verlo, fue gracias a la insistencia de un amigo, que lo conocía de antiguo, y sabía de su azaroso destino.
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Manolo, que ha sido un poco de todo en esta vida y la ha viajado de camionero llevando sal, nos contó con mucho salero –algo siempre queda de la profesión-, de que manera junto a Mariano, Pedrín, Jesús y otros cuantos, pero no más de media docena, se doctoraron de canteros en un dos por tres, allá en 2004, acumularon materiales, añadieron buenas voluntades, y repararon paredes agrietadas, techos desplomados, muros caídos, lo que fuese..
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Mariano, otro “cantero”, en el vecino lugar de Escaño, tras mostrarnos el maravilloso templo que también le gustaría poder acabar de restaurar, igualmente declinó opinar sobre las altas instancias “responsables de cultura”. Prefirió llevarnos a su casa, llena de recuerdos marineros orilla del río, y enseñarnos las fotos del “antes”, el “durante”, y el “después” del templo de Escanduso que ayudó a salvar..
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Y lo que bien acaba es esto, un templo rural, humilde, insignificante si nos parece, pero profundamente querido por sus parroquianos. Querido quizá, más por amor al terruño que por devoción, pero eso no somos nosotros quienes debemos juzgarlo, que cada cual tiene su alma en su “almario”. Porque para estas sacrificadas gentes, tan valioso es el pequeño edificio cual si de una catedral se tratase, tan valioso como para enfrentarse a la burocracia civil y eclesiástica, y vencerla..
Y allí está el restaurado templo de San Andrés de Escanduso, al salir de la curva, gritando a los cuatro vientos y a los montes, para que lo oiga a quien corresponda: “¡vergüenza y humillación!”..
Vergüenza para las autoridades “competentes”, civiles y religiosas, porque han debido ser la iniciativa, los bienes y el sudor del pueblo, quienes rescaten este edificio de la destrucción y el olvido.
Humillación para dichas autoridades, porque los artífices materiales han sido “unos viejos de pueblo”, unos jubilados, con más voluntad que fuerzas, sin más medios que su determinación, pero capaces de hacer lo que, quien sabe, tiene y puede, se niega a hacer en tantos lugares.
Vergüenza y humillación, ilimitadas, para las autoridades “responsables”, con picota y cepo perpetuos, mientras nosotros nos regocijamos porque, entre el pueblo, todavía queden ingeniosos “Hércules”, que se atrevan con los necios “Polifemo” de la Administración del Estado.
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[Una entrada similar a esta, pero con mayor calor humano, podeis verla en el siguiente enlace: http://juancar347-romanica.blogspot.com/2009/08/escanduso-iglesia-de-san-andres.html].
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Salud y fraternidad.
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