domingo, 31 de agosto de 2008

¡Muerto el burro, la cebada al rabo!... (primera parte)

Los españoles no han reparado nunca en la monstruosidad de que la Guardia Civil persiga rigurosamente al que cazó una liebre en coto ajeno y nada haga contra los honrados labradores que se llevan del monasterio abandonado unos capiteles visigodos para reparar sus cochiqueras”.
J.A. Gaya Nuño (1913-1976) Historiador del Arte.
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El Monasterio Santa María de Carracedo era el más rico del reino de León, en los siglos XII-XIII, incluyendo un Palacio Real anejo. En 1796 los monjes derriban el precioso templo románico, que consideran pequeño, y mientras levantan el nuevo las tropas de Napoleón, en 1811, saquean el monasterio. Luego, en 1835, llega la desamortización de Mendizábal. Un hacendado compra el lugar, para vender las piedras que no habían arrasado los frailes o los franceses. Gentes del contorno se suman a la rapiña, caen claustros y estancias, para construir con su piedra bien labrada caseríos, palomares y establos. Sólo se salvaron, parte del Palacio Real, el Capítulo y su Sala Abacial, que, exceptuadas de la desamortización, fueron habilitadas para usos parroquiales. Y también, paradojas de la historia, se salvó aquella iglesia, amplia e insulsa, abandonada a medio construir, sobre las ruinas del desaparecido templo románico, tras haber reutilizado muchas de sus piedras.
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Numerosas voces ilustres y anónimas predicaron en el desierto, hasta que, en 1929, lo poco restante se declaró Monumento Histórico Artístico. De buenas intenciones está el Infierno lleno, porque ruina, abandono y saqueo continuaron casi hasta 1988-1991, cuando se emprenden obras de acondicionamiento. Hoy día, entre las remozadas migajas medievales sobrevivientes, magníficas incluso en su escasez, se celebran fiestas medievales, torneos, cenas, conciertos de música antigua... [Adultos 25 €, niños menores de 12 años 20 €. ¿Criadas y soldados media entrada...?]. Algo estupendo, cuando las alternativas eran las malas hierbas, la pérdida total, el olvido.
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Estupendo, salvo porque se presume de haber resucitado los huesos, mondos y lirondos, de un conjunto arquitectónico al que, hoy día, ni todo el oro del mundo puede devolver la riqueza perdida. En realidad, se ha producido el parto de los montes: “Parieron los montes y parieron un ratón”. Su “restauración” es irrisoria, porque no quedaba mucho que restaurar. Se ha tratado de una consolidación de las ruinas, para que no sigan arruinándose, con un lavado de cara general. Nos felicitamos por ello. ¿Cómo no hacerlo, a pesar de su aspecto de “parque temático”, con tienda de “souvenirs” incluida? Pero, según el diccionario, restaurar es: “Restablecer, volver a poner una cosa en aquel estado o estimación que antes tenía”. Y eso, está aquí muy lejos de lo ejecutado. Con frases oficiales tan bonitas como: “Carracedo, una vez restaurado, ha recobrado y consolidado mil años de historia”, se presume de lo improbable, tras haber olvidado lo posible.
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¿Por qué, por ejemplo, se ha consentido que el cementerio anejo al templo siga en uso? ¿Acaso, como mal menor, no podía haberse dejado el cementerio tal como se encontraba y habilitar uno nuevo en lugar cercano? ¿Por qué, además, se consiente que las tumbas se amontonen cada vez más cerca de los muros absidales? ¿Y por qué, peor todavía, se admite que se levanten grupos de nichos? Es la lógica del absurdo: el cementerio es muy pequeño y, si se mantiene en uso, no queda más remedio que amontonar las tumbas. ¿Consideran los “expertos” que esta es la forma de “consolidar mil años de historia”? ¿Qué será lo siguiente, cuando el camposanto esté lleno, levantar nichos de diez o veinte plantas adosados al crucero y ábside? ¿Abandonar, por fin, el abarrotado cementerio, tras haber convertido el exterior del templo en un lugar estéticamente tétrico, lleno de filtraciones y humedades, para abrir entonces un nuevo camposanto?
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A quien corresponda. Por mentir, o al menos “exagerar”, presumiendo falazmente de haber hecho algo que no ha hecho, y mirar para otro lado con lo que se hace indebidamente, sea condenado a picota y cepo, por tiempo indefinido. Y cuando la Madre Naturaleza lo reclame a su seno, que la tierra no le sea leve.
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Salud y fraternidad.

¡Muerto el burro, la cebada al rabo!... (segunda parte)

A escasos cien metros del Monasterio de Carracedo (León), un viejo palomar dentro de una propiedad privada... Hoy día, con tapia y seto, que nos obligan a actuar de paparazzi para descubrir su tesoro. Por suerte, todavía carece del abominable cartelito: “Fotos NO”. ¿Tardarán en ponérselo? [Foto 14 julio 2008].
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Porque, como dijo aquel torero, “más cornadas da el hambre...” Hoy me he armado de valor y he cogido el “foto-shop” por los cuernos, para dar otro ejemplo de la vana presunción con que se pregona la “restauración” de Santa María de Carracedo.
Tomemos un “simple” rosetón. De los varios que posee el conjunto monástico de Carracedo, no hay ninguno que conserve sus tracerías, tan sólo algún óculo está intacto. Sin embargo desde antiguo se sabe, porque lo proclama a los cuatro vientos, que un palomar, a no más de cien metros al norte del monasterio, contiene en su estructura numerosas piedras que son fragmentos, casi completos, de las tracerías del gran rosetón románico de la fachada occidental del templo. Fotografiamos, en un par de ocasiones -1981 y 1992-, varias de esas piezas que estaban al descubierto, dos por haberse desprendido el revoco que las cubría, y una por servir de improvisada “celosía” y hueco de ventilación al palomar.
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Así encontramos el palomar en 1981, en mitad del campo, sin tapia ni seto, con las acusadoras tracerías asomando entre los desconchones del muro. [Diapositiva 5 agosto 1981].
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Así continuaba el palomar once años después, en 1992, igual de descarnado y acusador. [Diapositiva 11 abril 1992].
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Y así está veintisiete años después, en 2008, exactamente igual de olvidado y despreciado por las autoridades. [Foto 14 julio 2008].
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Más al producirse la tan cacareada “restauración”, ¿alguien se preocupó de reclamar tales piezas al “dueño”? ¿Se preocupó siquiera, de negociar su vuelta al Monasterio? ¿Se pensó en rescatarlas o comprarlas? Y al decir “dueño”, queremos decir el propietario actual del palomar, edificio que alguien levantó, después de 1835, aprovechando piedras labradas procedentes del, forzosamente, arruinado Monasterio, que tomó “prestadas” de aquel y que por tanto no eran suyas.
Las últimas fotos, de 2008, tomadas con cierto riesgo de nuestra integridad física, confirman que el rosetón continúa en el palomar. ¿Por cuánto tiempo? ¿Después de nuestra denuncia, se apresurarán sus actuales “dueños” a desmontar las piezas y venderlas al mejor postor, que resultará ser un americano, asesorado por un anticuario de origen hebreo, “perfil de maravedí” como dijo el poeta Gerardo Diego? Al fin y al cabo, así han salido de Celtiberia las mejores piezas de las colecciones estadounidenses.
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Fragmentos de tracerías incrustadas en el palomar, seguramente quedan muchas más ocultas entre su argamasa. ¿El rosetón completo? [Foto 14 julio 2008].
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Otros fragmentos de tracerías incrustadas en el palomar. [Foto 14 julio 2008].
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¿O nos sorprenderán, los actuales “propietarios” del palomar, haciendo generosa donación de las tracerías del románico rosetón a las autoridades “competentes” –si es que existe alguna que lo sea- para ser reintegradas al templo, o al menos al museo del Monasterio de Santa María de Carracedo? “¡...Que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son!”.
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Rosetón occidental. Desmontado y vuelto a montar durante la reconstrucción de 1796, como denuncia el mal encaje de sus piedras, carece de tracerías, que fueron robadas hacia 1835. [Foto 14 julio 2008].
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Tracerías del rosetón occidental, reconstruidas por mí a partir de los fragmentos encontrados en un palomar, junto al Monasterio.
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Hipotética restauración del rosetón occidental, falta el círculo central de las tracerías, que no he podido deducir de los restos visibles empotrados en el palomar. ¿Volverá a lucir así, algún día?
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A quien corresponda. Bien está lo hecho, aunque tarde, pero menos triunfalismos oficiales y más efectividad. Menos presumir a trompetazos de grandes “reconstrucciones”, más o menos ficticias, y más actuar en pequeños elementos con posibilidades reales, como el rosetón empotrado en el palomar. Enmiende su proceder, no quiera confundir al personal ocultando negligencias pasadas con “fantasías temáticas”. Si no lo hiciere, sea llevado a picota y cepo por tiempo indefinido, tanto como se tarde en rescatar y reconstruir ese rosetón, joya del románico leonés.
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Salud y fraternidad.

miércoles, 9 de julio de 2008

"La espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento"

Templo de San Millán Abad, s.XII-XIII, Coculina (Burgos).
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Templo parroquial, Monasterio de Rodilla (Burgos).
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"En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y así como Don Quijote los vió, dijo a su escudero: la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer. ¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza. Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. Mire vuesa merced, respondió Sancho, que aquello que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento con sus aspas. Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla".
[Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Primera parte, capítulo VIII].
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Estas imágenes no es menester comentallas, que ellas se comentan solas. Por eso, podemos condenar y condenamos, a quien corresponda, por consentir tamaña "contaminación ecológica", permaneciendo en picota y cepo hasta que los molinos se conviertan en gigantes.
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Salud y fraternidad.

jueves, 3 de julio de 2008

¡Taraariii...! ¡De parte, del señor alcaide, s'ace saber...!

Templo de Santa María del Azoque, 1164-1285, fachada oeste, Benavente (Zamora). [Foto 29 junio 2008].
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Detalle preciosista-informativo de la anterior fachada. Lean, lean y aprendan. [Foto 29 junio 2008].
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¡Atención, señoras y señores, niños y niñas, extranjeros y nacionales! ¡Pasen y lean! ¡Entérense bien enterados! ¡Que no quede nadie sin informarse convenientemente!
La Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, ha invertido dos generosas partidas en restaurar el templo románico-gótico de Santa María del Azoque, en Benavente (Zamora). Proyecto caritativamente cofinanciado, por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional. Con el siguiente desglose:
Restauración de yeserías policromadas y consolidación de la bóveda de la sacristía, 81.985,098 €.
Consolidación de la bóveda de la sacristía, 191.515,48 €.
[¿Debe ser que, tras la primera consolidación, la bóveda quedó poco consolidada y hubo que reconsolidarla?].
¿Ya se han enterado, bien enterados? Pues, pa´sus casas. Disuelvan los grupos, no se me amontonen.
Si después de pasar, ante estos cartelones a pares, alguien no se ha enterado del esfuerzo, generosidad, piadoso trabajo y sublime resultado, es que necesita más gafas que un topo, o está más despistado que una cabra en un garaje, o es tonto de capirote.
A quien corresponda: Nosotros, pobres indocumentados, querríamos saber también, cuanto han costado los cartelones, cuanto costará quitarlos y cuando se hará. Y sobre todo, ¿por qué es preciso afear, de ese modo, pleno de vano orgullo, lo que se acaba de embellecer? Por reincidir en sus "carteladas" olvidando que, "gloria vana, florece pero no grana", sea condenado a picota y cepo, a ser posible rodeado de sus presuntuosos cartelones. Aunque, eso sí, sea con nuestro agradecido reconocimiento, por no haber puesto la afeadora monstruosidad multicolor ante los cinco ábsides románicos.
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Salud y fraternidad.

martes, 1 de julio de 2008

¿Cubos con espadaña o espadañas con cubo?

Templo de Santa Eulalia, s.XII-XIII, Santa Eulalia de Rionegro (Zamora).
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La espadaña es cuanto queda del templo, el destechado interior está convertido en cementerio. Parroquial, s.XII, Rionegro del Puente (Zamora).
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La plaga de los contenedores y cubos de basura, está ya globalizada. Hasta en los más pequeños pueblos, nos topamos con ellos "delante de", "junto a", "detrás de", el templo de turno.
Al norte de la provincia de Zamora, por la Sierra de la Culebra, la Carballeda y Sanabria, el románico rural ha sucumbido en el transcurso de los siglos, ruina paralela al olvido y abandono que invadieron estas bellas y ricas comarcas. Agunos templos fueron cayendo, se repararon como pudieron, reutilizando las viejas piedras. Otros, simplemente fueron cayendo.
Ahora, esos contenedores, al pie de las espadañas supervivientes, suscitan una pregunta inquietante. ¿Están ahí para que, cuando caigan las últimas piedras, lo hagan dentro y ahorrarse el tirarlas a la basura?
A quien corresponda: Ya que no se molesta en rescatar, de la ruina, las viejas piedras románicas, al menos no consienta que las humillen adosándoles cubos, contenedores y demás artilugios "basuriles". Si no lo hiciere, sea puesto en picota y cepo, en pleno mes de agosto, para que sude la gota gorda hasta que reflexione sobre el caso.

Salud y fraternidad.

jueves, 19 de junio de 2008

Románico elevado al "cubo". ¿O será, a "los cubos"...?

Templo de San Miguel, s.XII, Ayllón (Segovia). [Diapositiva 10 julio 1983].
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Así descubrimos este templo, hace veinticinco años. El ábside agrietado, su alero caído, los canes desaparecidos, un falso podio tapando toda la parte inferior, perdidas columnas y capiteles, con dependencias espurias y muros ruinosos adosados.
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Ídem. El ábside rescatado, al fin, de siglos de olvido. [Diapositiva 7 octubre 2000].
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Pasamos otra vez por el pueblo, hace ocho años. Y... ¡Oh sorpresa! El templo está restaurado. Se han sellado las grietas, repuesto columnas, capiteles y canes, se han reintegrado los sillares perdidos, eliminado el antiestético podio. Se suprimió el muro ruinoso y rebajaron la altura, de la dependencia adosada, para liberar alero y canes del muro norte. Aunque, todavía, faltan algunos remates menores.
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Ídem. En la actualidad, el templo luce en todo su esplendor. ¿En todo...?
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La recuperación se ha completado, tras terminar de reponer los maltratados sillares y techar la dependencia anexa, remodelada tras su rebaje.
¿Qué bonito todo, no? ¡Demasiado bonito, para ser cierto!
Porque, despues de "muy profundos" estudios medioambientales, el honorable consistorio decidió que no existía, en todo el pueblo, mejor lugar para que los cívicos ciudadanos reciclasen sus resíduos. Con "criterio" digno de mejor causa, los probos munícipes dieron en colocar en esta calle, trasera del templo, un bonito y práctico "tren" de contenedores.
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¿Esplendor románico, surrealismo postmoderno o hapening rural? [Foto: cortesía de Paco Torralba, blog Astrágalo "Aberraciones románicas"].
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Pero no unos contenedores normales, sino unos contenedores "con tecnología inteligente". Hablando en plata, contenedores "correntines". O sea, que hoy te los encuentras junto al ábside, para que los ciudadanos ejerciten su derecho al reciclado mientras gozan -doble placer- del deber cumplido y del monumento románico. Y mañana...
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Y mañana, aparecen muy formalitos sobre la acera izquierda, o junto al muro de la derecha. Así, los buenos y cumplidores vecinos, pueden reciclar con una perspectiva más amplia del monumento. Unos días de lejos, otros de cerca, ahora desde la derecha, ahora desde la izquierda.
¿En que otro pueblo, villa, aldea, o ciudad, de Celtiberia se puede ser a vez buen ciudadano y espectador del arte románico? ¡Por desgracia, en demasiados! No es la primera vez, que traemos este tema a colación, ni será la última.
A quien corresponda. ¡Eduque, hombre, eduque! A los componentes de tantos y tantos ayuntamientos, que parecen plenamente convencidos que la basura y el arte son cosas perfectamente complementarias. Convenza a cuantos ediles sea preciso, que en sus términos municipales hay lugares de sobra, para conjugar el actio cívico del reciclado, con el no menos cívico de preservar visual -y olfativamente- el patrimonio cultural. Si no quieren hacerle caso, esgrima este argumento, "la basura da mala imagen, aleja al turismo, y el turismo representa ingresos económicos..." Seguro que, nombrando "los dineros", han de razonar. Si usted sigue mirando para otro lado, después de haberse tapado la nariz, sea condenado a picota y cepo: ¡Rodeado de contenedores de basura! Hasta que pida clemencia.

Salud y fraternidad.

martes, 17 de junio de 2008

La España de charanga y pandereta... ha de helarte el corazón

Templo de Santiago, fin s.XII, Turégano (Segovia). Poco se imagina nadie, ante esta sencillez, el tesoro único, incomparable, que guarda en su interior. [Diapositiva 26 octubre 2000].
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El templo de Santiago, en Turégano (Segovia), sólo conserva del medievo su ábside románico, quizá de fines del s.XII, pues el resto fue reformado en el XVII. Un buen día de 1989, el párroco y unos pocos feligreses hacían limpieza general, cuando, al retirar el sagrario, por el hueco del retablo divisaron algo que les intrigó. Se asomaron como pudieron, tras agenciarse una buena linterna, y quedaron pasmados.
Allí detrás, oculto durante trescientos años, aguardaba otro "retablo", en piedra, románico. Un conjunto magnífico de esculturas, que cubre parte del interior absidal entre las ventanas, formado por un Pantocrátor con su Tetramorfos, grandes esculturas -una parece que de Santiago- , y otras varias más pequeñas, todo cubierto de polvo, yeso y telarañas, pero en muy buen estado.
Desde ese instante, comenzó el particular "vía crucis" del párroco, Don Rafael Sancristóbal, ante autoridades de todo pelaje, para reconocer lo descubierto, restaurarlo y ponerlo en valor.
Cuando los técnicos se dignaron ir, ver y emitir dictamen, éste fue inesperado. Se trata de un ejemplar único, en España y en Europa, de ábside románico esculturado. Una joya artística y espiritual. La respuesta de la administración, de las autoridades "competentes", fueron buenas palabras. Deben estar afónicos, porque las buenas palabras han durado casi veinte años.
Ahora, por fin, ¡aleluya, ossana!, se han aprobado restauración y presupuestos. Pero... ¡Ay! Tratándose de "palacio", las cosas no sólo van despacio, siempre tienen un "pero".
Anuncian que dado lo "valioso" del retablo barroco, que tapa la "joya única del románico mundial", no van a retirar el retablo para colocarlo en un muro lateral. No señor, lo van a adelantar unos metros, y limpiarán el "tesoro románico único en el mundo" para dejarlo visitable dentro de un "pasillo" tras el retablo.
Con lo cual, el templo se reducirá a un espacio menguado, el retablo barroco parecerá un "pegote" ridículo, y el ábside un desván bien iluminado.
¿Acaso los "responsables" disfrutan, dándonos la imagen de que son unos seres ineptos, en los que el capricho y la estulticia se alían, en horrible contubernio, para que triunfe lo absurdo?
Cuando en tantos y tantos templos románicos, menos espectaculares que éste, se han retirado retablos barrocos para poder contemplar a placer la serena belleza desnuda de la arquitectura original, sin que nadie se rasgase las vestiduras, en Turégano, que hay posibilidad de retirar y conservar el retablo barroco, al tiempo que se despeja completamente el ábside para mostrar el conjunto, "único y excepcional" en el arte románico, que es su retablo en piedra, a los “responsables” no se les ocurre otra “gracieta postmoderna”, mejor ni más sublime, que adelantar el retablo y dejar el fabuloso conjunto esculpido, románico, medio oculto en una especie de “pasillo”.
¿Y qué opina de esto el paladín de su restauración, el párroco Don Rafael Sancristóbal, que ha guerreado con tirios y troyanos para que saliera a la luz? Al bueno de Don Rafael lo han “ninguneado”, él, que debería tener como mínimo una estatua en la plaza ante el templo por su incansable batallar para dar a luz este tesoro, opinó, con sano juicio, que el retablo se colocase en algún muro lateral o en la vecina iglesia de San Miguel, con lo cual se podrían disfrutar ambos elementos. Predicó en el desierto.
¿Se figura nadie, que para ver las pinturas de la Capilla Sixtina hubiese que meterse detrás de un retablo barroco, por muy valioso que éste fuera y muy ancho que fuese el pasillo? Y más cerca, ¿alguno se imagina el precioso conjunto absidal catedralicio, de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), detrás de un retablo, dentro de un ridículo pasillo?
¿Y qué opina de esto la Iglesia, custodia de tan singular patrimonio espiritual? ¿Las autoridades eclesiásticas, que tantas opiniones emiten sobre lo divino y lo humano, sin que nadie les pregunte, están de acuerdo con esta solución salomónica? Aunque, llamar a esto solución salomónica, es insultar la memoria y la sabiduría de Salomón. Pues bien, según a qué parte de la jerarquía se interrogue, la Iglesia, o se lava las manos -¿es que las siente sucias?-, o proclama voto de silencio. No conoce, no contesta. Las reclamaciones, al maestro armero. ¿Tiene miedo de mostrar, hoy, lo que los sacerdotes y el pueblo del medievo veneraron sin complejos?
¿Es que, una vez más, la "presunta" inutilidad oficial va a triunfar sobre la lógica, la espiritualidad, la belleza y el sentido común? ¿Es que una vez más, también en esto, España va a seguir siendo estúpidamente diferente?
Por desgracia, nos tememos que otra vez tendremos que avergonzarnos de haber nacido en esta España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y María, que no se cansa de helarnos el corazón...
A quien corresponda. ¡Por favor le suplico! ¡Déjeme en ridículo, haga que me equivoque y trague mis palabras! ¡Permita que este tesoro de espiritualidad medieval luzca en todo su esplendor! Si no lo hiciere, -en este caso, para usted la picota y el cepo son poca cosa-, suplico a la Diosa Madre que le pida severas cuentas de su proceder. Y que la tierra, jamás le sea leve.
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[Posdata: ¿Qué se apuestan a que, una vez consumada e inaugurada la chapuza románica, colocan el cartelito de "Prohibido hacer fotos"? Si no, al tiempo].

jueves, 12 de junio de 2008

“Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora campos de soledad, mustio collado...”

Ermita del Cementerio, lado suroeste, s.XII-XIII, Treviana (La Rioja).
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Sobre una ladera, bajo la que fluye el río Ea, quedan las maltrechas piedras del que fue hermoso templo románico. Los siglos y la incuria humana lo acabaron arruinando, hasta que en 1821 su solar fue transformado en cementerio del pueblo. Algunos sillares caídos, se utilizaron para consolidar aquellas partes que habían resistido, otros sirvieron para levantar la tapias del camposanto, sin importar si estaban esculturados o no.
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Ídem, presbiterio y ábside, medio enterrados por el deslizamiento del terreno.
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Como ermita de La Concepción, capilla del cementerio y almacén del sepulturero, aguantó muchos años, hasta que su deterioro le impidió cumplir con este humilde trabajo. Hacia 1970 se "adecentó" la cabecera, y hará unos veinte años se reparó la cubierta. La maleza invade, periodicamente, el exterior del ábside y con más o menos regularidad se desbroza. Poco más.
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Ídem, exterior del ábside y muro del cementerio.
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La primera mención de éste templo, aparece en el Cartulario de San Millán, del 873, como Monasterio de San Andrés de Trepeana. En el medievo era conocido como Monasterio de San Pedro, s.XII-XIII, y estaba patrocinado por la poderosa familia Haro. De la importancia del lugar da cuenta que, todavía en el s.XIV, además del templo parroquial -románico, reformado en gótico-, existían el de San Pedro, más una sinagoga y una mezquita.
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Ídem, muro norte y ventana del presbiterio.
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De los tres paños del ábside, sólo se conservan el central y el del evangelio, más el lado norte del presbiterio, y los arranques de la nave. El resto es reconstrucción posterior y bastante chapucera, esto se aprecia incluso en altura, puesto que los canes y capiteles han sido recolocados a un nivel menor del original, forzando las arquivoltas de las ventanas.
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Ídem, arquivoltas de la ventana norte del presbiterio, su rica labor escultórica se disuelve por el "mal de la piedra".
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Que fue un templo de mediana importancia, se deduce de esas dos grandes ventanas, muy elaboradas, en ábside y presbiterio -se perdió su pareja del sur-, con capiteles de monstruos: arpías, ornitosirenas; más otros de vegetales: piñas, hojas; y sus arquivoltas, florales. En el alero malviven algunos canes, bastante estropeados, que delatan su grandeza pasada. Al interior, las ventanas tienen arco pentalobulado y capiteles vegetales con rostros humanos. El arco triunfal, ligeramente apuntado, nos habla de un románico tardío pero todavía rico en sus expresiones.
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Ídem, muro del cementerio, materiales de reempleo procedentes del templo, un capitel quizá de la ventana sur, o de la portada.
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Del magnífico templo, que sus restos nos permiten adivinar, sólo quedan maltrechas e inestables ruinas, dudosamente conservadas. ¿Cuantas piedras labradas se ocultan, todavía, entre los muros del camposanto? ¿Cuántas bajo el terraplén sobre el que se asienta? ¿Cuantas entre el relleno de las tumbas? No hay respuesta, pero sus maltratados sillares parecen murmurar:
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"Sólo quedan memorias funerales
donde erraron ya sombras de alto ejemplo,
este llano fue plaza, allí fue templo;
de todo apenas quedan ya señales".
(Rodrigo Caro, 1573-1647, A las ruinas de Itálica).
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A quien corresponda. Acuda en socorro de estos jirones de esplendor románico, no consienta que acaben, también, enterrados en las laderas del cerro. Organice la excavación arqueológica del terreno y devuélvanos, siquiera sea las migajas, de lo que hubo de ser, con seguridad, un magnífico templo medieval. Si no lo hiciere, sea condenado a picota y cepo por tiempo indefinido, y su memoria olvidada por los siglos venideros.

martes, 3 de junio de 2008

"Ratas..." (Zarzuela románica en tres actos)

En este vacío se alzaba el templo de San Miguel, en Tubilla del Agua (Burgos). Hoy, como antaño, la luna pasa con su ritmo cósmico, pero ya solo puede contemplar sus arruinados muros, devorados por los tallos de las enredaderas.
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Una divertida zarzuela de Federico Chueca, “La Gran Vía” (1886), contiene el número musical titulado “La jota de los Ratas”, que alude a tres “rateros”, maleantes de rara habilidad que, indefectiblemente, burlan los torpes esfuerzos hechos por la autoridad para capturarlos. El trío, entra en escena cantando:
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Soy el Rata primero.
Y yo el segundo.
Y yo el tercero.
Siempre que nos persigue la autoridad,
es cuando muy tranquilos
timamos más
”.
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Al estudiar la ruina del templo románico que luego diremos, junto con las actuaciones de los personajes que intervinieron en el caso, nos vino a la memoria la actitud de estos individuos, "ratas" de los bajos fondos, con el agravante de que, nuestros personajes de carne y hueso, carecen por completo de la simpática picardía que derrochan estos rateros de zarzuela. La historia, como nos la contaron la contamos, y puede comenzar así: “En un lugar de Castilla, de cuyo nombre es imprescindible acordarse...”
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El templo de San Miguel, como estaba hacia 1920, Tubilla del Agua (Burgos). [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net].
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Acto I.
Soy el Rata primero...”
Cuarenta y cinco kilómetros al norte de Burgos, camino de Santander, el pequeño pueblo de Tubilla del Agua poseyó dos templos románicos. La parroquial, muy remodelada, y el templo de San Miguel, bastante bien conservado. Éste, se atribuye a la Orden del Temple, que lo levantaría, en la segunda mitad del s.XII, con esbelta torre adosada de ventanas geminadas, enigmática escultura firmada por el Magister Martinus, y bellos frescos románicos de simbolismo cíclico. El edificio se encontraba en buen estado, a pesar de que, a comienzos de los años 20, cayó un rayo en la torre y destrozó su tejado con parte de una ventana, sin más consecuencias. Diversas fotos de las décadas de los años 20, 50 y 60, del s.XX, demuestran que el edificio estaba estructuralmente intacto, sin daños de consideración.
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Ídem, estado del edificio hacia 1950. [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net].
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Así las cosas, en 1968, el Arzobispado de Burgos emite el siguiente “recibo”, con su membrete y sello, a favor de un anticuario de Reinosa:
He recibido de don Aurelio Ruiz Hoyos la cantidad de doscientas cincuenta mil pesetas en efectivo y cincuenta mil en un cheque, como precio de una torre en Tubilla del Agua, las cuales serán destinadas a reconstruir la Iglesia Parroquial que se encuentra en estado semi-ruinoso en dicho pueblo. Burgos, 10 de mayo, 1968. Firmado Don Buenaventura Díez Díez. Vicario General”.
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Ídem, situación del templo hacia 1965. [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla. net].
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El señor Arzobispo debe estar todavía en el purgatorio, donde le quemarán en las manos esos 1.803 €, ya que tal venta estuvo llena de irregularidades. En primer lugar, el dinero conseguido no se empleó para lo que dice el recibo (la reparación tuvo lugar años más tarde, con un coste de setenta mil pesetas procedentes de otra partida económica). Y en segundo, porque la transacción consistía tan solo en la torre, pero en realidad el comprador se apropió de todo cuanto de valor había en el templo, y el Arzobispado consintió en ello. Item mas, si la venta la hubiese hecho un inculto párroco de aldea se comprende que las “partes contratantes” se hubiesen conformado con ese “recibo”, pero que todo un Arzobispado, nada menos que de Burgos, prescindiese del notario, cuando entonces eran imprescindibles hasta para la venta del utilitario “Seiscientos”, resulta, cuando menos sospechoso. Y si no fuese algo tan triste, sería bien jocosa esa apostilla sobre el destino de las pesetas recibidas: “las cuales serán destinadas a reconstruir”. ¿En qué recibo de pago, se especifica nunca el empleo que dará el vendedor a sus ganancias?...
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Ídem, en la actualidad, rodeado de escombros, lleno de grietas y comido por la maleza.
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Acto II.
Y yo el segundo...”
En junio de 1968 se presentó, en Tubilla del Agua, el anticuario de Reinosa don Aurelio Ruiz Hoyos, acompañado por una cuadrilla de obreros. Acudió al alcalde, esgrimiendo el recibo del Arzobispado, para hacer efectiva su compra. El alcalde, en previsión de lo imprevisible y para guardarse las espaldas, acudió a la guardia civil para solicitar un retén de vigilancia, que garantizase el transcurso pacífico del asunto.
Bien sabía lo que se hacía porque, a pesar de que los tiempos no estaban para bromas con la autoridad, hubo algunos que se atrevieron a pedir explicaciones al munícipe, siendo despedidos con cajas destempladas, aunque los más se limitaron a levantar la voz, congregados como “mirones de obra”, que fueron pacíficamente disueltos por la benemérita.
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Ídem, destrucción, saqueo y ruina. Pero nunca, nunca, olvido.
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Bien provisto de “papeles” y arropado por la autoridad competente, se montó el desmontaje. Que en buena ley, habría que denominar saqueo, pues los cuadrilleros actuaron como saqueadores de tumbas. Los vándalos, los hunos y las huestes de Almanzor, todos juntos, no habrían causado tal catástrofe en tan poco tiempo. Las ruinas que todavía restan sobre el terreno, semejan una zona devastada por la guerra, es difícil imaginarse que fue un trabajo “artesanal” el que causó esta hecatombe. Porque, para quitar las ventanas de la torre se arruinó completamente el resto del templo, circunstancia que no entraba en el “contrato”, pero que se aprovechó para apropiarse de todo cuanto tenía algún valor, so pretexto de su ruina. Así se hicieron con las tres grandes ventanas intactas de la torre, más la dañada por el rayo; una pequeña; dieciséis columnas; dos capiteles, quince canes; tres modillones; diversas impostas talladas; un gran fresco románico y diversos fragmentos de otros. Todo lo cual, convenientemente embalado y cargado en camiones, no tardó en salir hacia Santander.
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Ídem, cualquier piedra esculturada, como la de esta pequeña ventana, fue salvajemente arrancada.
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Cuesta trabajo, creer que el anticuario “adquirió” y desmontó una torre –y de paso saqueó un templo-, solo para llevarse las piedras a su almacén, esperar allí que alguien pudiente pasara ante el escaparate, viese las esculturas y se dijera: “-Hombre que cosa más bonita, voy a comprarla para mi finca”. No, no fue así. Cuando don Aurelio se presentó en Tubilla, para reclamar su “botín”, éste ya había sido vendido a un tercero. Cabe en lo posible que ya lo hubiese sido, cuando obtuvo del Arzobispo el recibo de pago, y estuviese actuando como un testaferro.
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Ídem, ventana de la torre en el Museu Marès (Barcelona). [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net].
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Acto III.
Y yo el tercero...”
A los pocos días de comenzar el derribo indiscriminado del Templo, apareció por Tubilla el escultor, coleccionista de arte y Director del Museu Marès de Barcelona, el mismísimo don Frederic Marès i Deulovol (1893-1991). Quien, se supone, había comprado su “botín” al anticuario don Aurelio. El señor Marès, controvertido “mecenas” del arte, dicen que acompañado por un técnico del Museo de Arte Nacional de Cataluña, se aprestó a despegar el fresco románico de San Miguel, en magnífico estado de conservación, que junto con parte de lo comprado y lo “tomado en préstamo”, acabó en el citado museo barcelonés. Aunque no todo y no todo a la vista.
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Ídem, parteluz con la popular "Vieja Choricera", de gran tradición en el pueblo. [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net].
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Si tenemos estómago para visitar esas catacumbas del románico, leonés, castellano, aragonés y aún gallego, que son las salas del antedicho museo, veremos que allí, en una de sus criptas, enmarcados por el pórtico del templo de Anzano (Huesca), están los elementos “comprados” en Tubilla. Bueno, está una ventana de la torre, en cuyo parteluz figura el misterioso personaje encadenado, conocido popularmente en Tubilla como “la vieja choricera”; están algunos arcos moldurados; un capitel y unos pocos canes del alero. Sin embargo, el exquisito fresco románico no aparece expuesto, duerme el sueño de los justos –o la pesadilla de la conciencia culpable- en los almacenes del museo, a buen recaudo. Si no fuese por un profesor de Harvard, que habló de él y publicó su foto en 1930, antes del "escamoteo", no sabríamos ni que aspecto tiene. En cuanto a las otras ventanas de la torre, columnas, capiteles y molduras. ¡Se han esfumado! Nadie sabe, o nadie quiere hablar, sobre su destino. ¿Fueron vendidos, por el anticuario, a otros “mecenas-coleccionistas”? ¿Compró todo el lote, el señor Marès, y luego revendió lo menos significativo? ¿Se cubren de polvo y telarañas, en los almacenes del museo barcelonés?
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Ídem, el fresco románico con San Miguel y el Dragón, según figura en la obra de Chandler Rathfon Post, A History of Spanish Painting, Harvard University Press, 1930, pag. 194. [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net].
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Repasando este apretado resumen, de lo que los tubillanos consideran expolio y los barceloneses pintan como "salvamento del patrimonio", pensando en las actuaciones de los personajes que intervinieron en el “affaire”, nos parece escuchar de fondo el coro de “los Ratas”:
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Vamos con cuidado,
sin pestañear,
y ya van mil veces
que nos chuleamos
de la autoridad
”.
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Ídem, lo que resta de la nave central, grietas y maleza.
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A quien corresponda. Por haber permitido el desarrollo de este turbio asunto, en grado de acción u omisión. Consintiendo que “los Ratas” se chulearan de la autoridad. Podemos condenar y condenamos, a la pena de picota y cepo, por tiempo indefinido. De la cual no será eximido hasta que, de alguna manera, ponga remedio que satisfaga a las partes en conflicto.
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Ídem, interior del arco absidal, la piedra regresa al seno de la Madre Tierra.
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[Post scriptum: A partir de 2004, el alcalde de Tubilla y un grupo de vecinos, constituidos como asociación cultural, reclaman a la Generalitat de Cataluña la devolución de las piedras, fraudulentamente adquiridas por el Museu Marès, según ellos. El Museu Marès, por su parte, alega la compra legal, pero “no encuentra” otros documentos de esa transacción más que el recibo de don Aurelio dado por el Arzobispo, cuando lo lógico sería tener un recibo dado por don Aurelio al señor Marès. Del anticuario, no queda ni rastro. Y el Arzobispado de Burgos..., bueno, la Iglesia, como siempre, no niega ni afirma, alega "voto de silencio". ¿Quién tiene razón, quién miente? Hay una cosa cierta, "entre todos lo mataron y el solito se murió"].

jueves, 22 de mayo de 2008

"¡Morir es dormir... y tal vez soñar!" (Hamlet, acto tercero, escena IV)

Templo de Santa María del Rey, s.XII-XIII, portada sur con nichos adosados y cementerio adjunto, Atienza (Guadalajara). [Diapositiva 3 junio 1990].
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"Todo tiene su momento, y cada cosa
su tiempo bajo el cielo:
su tiempo el nacer,
y su tiempo el morir..."
(Eclesiastés, 3, I-II).
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¿Qué extraño impulso empuja a los humanos, para convertir en cementerios los templos románicos, arruinados o no? ¿El ansia de lo sagrado trascendente, como seguridad ante el incierto Más Allá? ¿Buscar la protección del lugar sagrado, sobre la memoria de los seres queridos? En el medievo, era común enterrar dentro del templo a la clase social más elevada, y en el exterior al resto de los fieles. En siglos posteriores, cuando algún templo era abandonado por su estado ruinoso, los restos pétreos se aprovechaban como capilla del cementerio local, establecido a su alrededor.
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Cementerio levantado con sillares y portada porcedentes de la desaparecida Capilla del Temple, s.XII, Campisábalos (Guadalajara). [Diapositiva 16 abril 1994].
.Cementerio levantado con sillares procedentes de la perdida Capilla de NªSª del Templo, s.XII-XIII, Ceinos de Campos (Valladolid) [Diapositiva 1 noviembre 1993].
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Cuando el templo estaba tan mal, que ni siquiera servía como capilla, sus piedras se utilizaban para levantar el muro del camposanto y, tal vez, su puerta como entrada de éste. Ejemplos tenemos en Campisábalos (Guadalajara), Ceinos de Campos (Valladolid), Ayllón (Segovia), y tantos otros lugares de Celtiberia.
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Templo de NªSª de Cubillas, s.XII-XIII, interior de las naves transformadas en cementerio, Albalate de Zorita (Guadalajara). [Diapositiva 1 noviembre 1988].
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Templo de San Vítores, s.XII, interior de la nave convertido en cementerio, Bárcena de Pienza (Burgos).
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Otra modalidad, fue utilizar parte de los sillares en las tapias del cementerio, el ábside como capilla y, el propio recinto interno de las ruinas, a modo de camposanto. Lo que continúa vigente en nuestros días, a pesar de ser algunas de estas ruinas verdaderos conjuntos monumentales, que contienen elementos primordiales del arte románico. Como el Convento Templario de Albalate (Guadalajara), o las inigualables esculturas absidales del templo de Bárcena de Pienza (Burgos)
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Templo de San Miguel, inicio s.XIII, nichos del cementerio adosados a sus muros, San Pedro Manrique (Soria). [Diapositiva 31 octubre 1995].
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Pero, lo que puede resultar relativamente comprensible respecto a las ruinas, ya no lo es tanto en edificios que, al menos inicialmente, estaban correctamente conservados. Así, el Templo de San Miguel, en San Pedro Manrique (Soria), a cuyos muros se han ido adosando nichos con la misma velocidad que se dejaba arruinar, de forma progresiva y al parecer irreversible.
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Templo de San Martín de Tours, fines s.XII, ventana absidal, Arenillas de Villadiego (Burgos).
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Otra costumbre, no menos indignante, es la de las lápidas. Cuando, finalizada la última guerra civil, el bando ganador quiso honrar a los caídos por su causa, pensó que el lugar más honorable, para las placas conmemorativas, era el muro de los templos. Se puede comprender, en su contexto. Lo que no se comprende es que, para perpetuar esa memoria, hubiese que destrozar algunas partes de los monumentos románicos, como se hizo en Arenillas de Villadiego (Burgos). Allí está la placa, nada menos que en medio de la ventana absidal, cuyo tímpano con decoración vegetal quedó partido, -o el caso de Ortilla (Huesca), donde la placa tapó parcialmente un crismón románico-. ¿Es que el respeto, la memoria y el cariño, por sus difuntos, habría sido menor si hubiesen colocado la placa en un muro lateral, sin romper ni tapar nada?
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Ídem anterior, muro norte con lápidas funerarias.
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Con tal ejemplo, proveniente de las altas esferas, no es de extrañar que las gentes del pueblo llano entendiesen que eso era lo correcto. Así que se aplicaron, con singular perseverancia, a revestir los muros del templo con las lápidas de sus difuntos, pasados y presentes -algunas de ellas han sido colocas muy recientemente-, sin que las autoridades "competentes" hayan ejercido su "competencia" para evitarlo. Y eso que en el pequeño cementerio hay sitio de sobra, para perpetuar con dignidad la memoria de los que partieron, sin tener que lastimar los sillares románicos.
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Templo de Santa Eugenia, s.XII-XIII, muro norte lleno de lápidas, Lences de Bureba (Burgos).
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Esta sinrazón se repite por diversos lugares de la geografía celtíbera, como en Igriés y en Bespén (Huesca), o en Lences de Bureba (Burgos) cuyo muro norte está literalmente atosigado de lápidas funerarias. Casi, casi, como una paráfrasis de los versos del "Tenorio":
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"Ya lo creo; como que esto
era entonces un palacio,
y hoy es panteón el espacio
donde aquel estuvo puesto..."
(Don Juan Tenorio, acto quinto, escena II).
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A quien corresponda. Por consentir el despropósito y la singular desmesura, que representan estas manifestaciones del sentimiento visceral, popular, en un tema doblemente sensible, como es el del respeto a la memoria de los difuntos, y el del respeto a los monumentos que nos dejaron esos difuntos, sea vuesa merced condenado a picota y cepo. A mas de apercibido que, si no intercede para satisfacer ambas necesidades, sufra la pena anexa de que su memoria no quede reflejada en lápida alguna para la posteridad.