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La pequeña joya, que es el templo gallego de Santa Cruz de Retorta, tenía un “defecto”. Al menos, para los habitantes del lugar que ya lo han subsanado...
Cuando lo visitamos, una amable y simpática vecina, se ofreció a enseñarnos aquello de lo que todos se sienten tan orgullosos. Un edificio románico que, “figúrense ustedes si es de mérito, que han venido hasta señores de la capital para estudiarlo”.
Abstraídos por las explicaciones de nuestra improvisada “guía rural”, sobre los tímpanos, el ábside, apenas reparamos en una especie de gran “macetón” que, conteniendo un arbusto, descansaba junto a la portada norte por la que nos introdujimos al templo.
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Si que está bonita, arrinconada, llena de verdín, como un galápago adormecido.
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"Este galapaguito
no tiene mare;
lo parió una gitana,
lo hechó a la calle..."
(Federico García Lorca, Nana de Sevilla).
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A quien corresponda: ¿Puede dejarse, al capricho del personal, arrinconar una pieza de esta categoría? Y no solo arrinconar, sino dejar a la intemperie, tras convertirla en vulgar tiesto, expuesta a las tentaciones del primer “aprovechado” que le eche el ojo y las zarpas encima.
Resuelva el caso, a la mayor brevedad posible, o si no sea condenado a picota y cepo, expuesto al público oprobio y a los hechizos de las “meigas”.
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Salud y fraternidad.
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A quien corresponda: ¿Puede dejarse, al capricho del personal, arrinconar una pieza de esta categoría? Y no solo arrinconar, sino dejar a la intemperie, tras convertirla en vulgar tiesto, expuesta a las tentaciones del primer “aprovechado” que le eche el ojo y las zarpas encima.
Resuelva el caso, a la mayor brevedad posible, o si no sea condenado a picota y cepo, expuesto al público oprobio y a los hechizos de las “meigas”.
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Salud y fraternidad.