En este vacío se alzaba el templo de San Miguel, en Tubilla del Agua (Burgos). Hoy, como antaño, la luna pasa con su ritmo cósmico, pero ya solo puede contemplar sus arruinados muros, devorados por los tallos de las enredaderas. .Una divertida zarzuela de Federico Chueca, “La Gran Vía” (1886), contiene el número musical titulado “La jota de los Ratas”, que alude a tres “rateros”, maleantes de rara habilidad que, indefectiblemente, burlan los torpes esfuerzos hechos por la autoridad para capturarlos. El trío, entra en escena cantando:
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“Soy el Rata primero.
Y yo el segundo.
Y yo el tercero.
Siempre que nos persigue la autoridad,
es cuando muy tranquilos
timamos más”.
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Al estudiar la ruina del templo románico que luego diremos, junto con las actuaciones de los personajes que intervinieron en el caso, nos vino a la memoria la actitud de estos individuos, "ratas" de los bajos fondos, con el agravante de que, nuestros personajes de carne y hueso, carecen por completo de la simpática picardía que derrochan estos rateros de zarzuela. La historia, como nos la contaron la contamos, y puede comenzar así: “En un lugar de Castilla, de cuyo nombre es imprescindible acordarse...”
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El templo de San Miguel, como estaba hacia 1920, Tubilla del Agua (Burgos). [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net].
. Acto I.
“Soy el Rata primero...”
Cuarenta y cinco kilómetros al norte de Burgos, camino de Santander, el pequeño pueblo de Tubilla del Agua poseyó dos templos románicos. La parroquial, muy remodelada, y el templo de San Miguel, bastante bien conservado. Éste, se atribuye a la Orden del Temple, que lo levantaría, en la segunda mitad del s.XII, con esbelta torre adosada de ventanas geminadas, enigmática escultura firmada por el Magister Martinus, y bellos frescos románicos de simbolismo cíclico. El edificio se encontraba en buen estado, a pesar de que, a comienzos de los años 20, cayó un rayo en la torre y destrozó su tejado con parte de una ventana, sin más consecuencias. Diversas fotos de las décadas de los años 20, 50 y 60, del s.XX, demuestran que el edificio estaba estructuralmente intacto, sin daños de consideración.
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Ídem, estado del edificio hacia 1950. [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net]. .Así las cosas, en 1968, el Arzobispado de Burgos emite el siguiente “recibo”, con su membrete y sello, a favor de un anticuario de Reinosa:
“He recibido de don Aurelio Ruiz Hoyos la cantidad de doscientas cincuenta mil pesetas en efectivo y cincuenta mil en un cheque, como precio de una torre en Tubilla del Agua, las cuales serán destinadas a reconstruir la Iglesia Parroquial que se encuentra en estado semi-ruinoso en dicho pueblo. Burgos, 10 de mayo, 1968. Firmado Don Buenaventura Díez Díez. Vicario General”.
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Ídem, situación del templo hacia 1965. [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla. net]. .El señor Arzobispo debe estar todavía en el purgatorio, donde le quemarán en las manos esos 1.803 €, ya que tal venta estuvo llena de irregularidades. En primer lugar, el dinero conseguido no se empleó para lo que dice el recibo (la reparación tuvo lugar años más tarde, con un coste de setenta mil pesetas procedentes de otra partida económica). Y en segundo, porque la transacción consistía tan solo en la torre, pero en realidad el comprador se apropió de todo cuanto de valor había en el templo, y el Arzobispado consintió en ello. Item mas, si la venta la hubiese hecho un inculto párroco de aldea se comprende que las “partes contratantes” se hubiesen conformado con ese “recibo”, pero que todo un Arzobispado, nada menos que de Burgos, prescindiese del notario, cuando entonces eran imprescindibles hasta para la venta del utilitario “Seiscientos”, resulta, cuando menos sospechoso. Y si no fuese algo tan triste, sería bien jocosa esa apostilla sobre el destino de las pesetas recibidas: “las cuales serán destinadas a reconstruir”. ¿En qué recibo de pago, se especifica nunca el empleo que dará el vendedor a sus ganancias?...
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Ídem, en la actualidad, rodeado de escombros, lleno de grietas y comido por la maleza. .Acto II.
“Y yo el segundo...”
En junio de 1968 se presentó, en Tubilla del Agua, el anticuario de Reinosa don Aurelio Ruiz Hoyos, acompañado por una cuadrilla de obreros. Acudió al alcalde, esgrimiendo el recibo del Arzobispado, para hacer efectiva su compra. El alcalde, en previsión de lo imprevisible y para guardarse las espaldas, acudió a la guardia civil para solicitar un retén de vigilancia, que garantizase el transcurso pacífico del asunto.
Bien sabía lo que se hacía porque, a pesar de que los tiempos no estaban para bromas con la autoridad, hubo algunos que se atrevieron a pedir explicaciones al munícipe, siendo despedidos con cajas destempladas, aunque los más se limitaron a levantar la voz, congregados como “mirones de obra”, que fueron pacíficamente disueltos por la benemérita.
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Ídem, destrucción, saqueo y ruina. Pero nunca, nunca, olvido. .Bien provisto de “papeles” y arropado por la autoridad competente, se montó el desmontaje. Que en buena ley, habría que denominar saqueo, pues los cuadrilleros actuaron como saqueadores de tumbas. Los vándalos, los hunos y las huestes de Almanzor, todos juntos, no habrían causado tal catástrofe en tan poco tiempo. Las ruinas que todavía restan sobre el terreno, semejan una zona devastada por la guerra, es difícil imaginarse que fue un trabajo “artesanal” el que causó esta hecatombe. Porque, para quitar las ventanas de la torre se arruinó completamente el resto del templo, circunstancia que no entraba en el “contrato”, pero que se aprovechó para apropiarse de todo cuanto tenía algún valor, so pretexto de su ruina. Así se hicieron con las tres grandes ventanas intactas de la torre, más la dañada por el rayo; una pequeña; dieciséis columnas; dos capiteles, quince canes; tres modillones; diversas impostas talladas; un gran fresco románico y diversos fragmentos de otros. Todo lo cual, convenientemente embalado y cargado en camiones, no tardó en salir hacia Santander.
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Ídem, cualquier piedra esculturada, como la de esta pequeña ventana, fue salvajemente arrancada. .Cuesta trabajo, creer que el anticuario “adquirió” y desmontó una torre –y de paso saqueó un templo-, solo para llevarse las piedras a su almacén, esperar allí que alguien pudiente pasara ante el escaparate, viese las esculturas y se dijera: “-Hombre que cosa más bonita, voy a comprarla para mi finca”. No, no fue así. Cuando don Aurelio se presentó en Tubilla, para reclamar su “botín”, éste ya había sido vendido a un tercero. Cabe en lo posible que ya lo hubiese sido, cuando obtuvo del Arzobispo el recibo de pago, y estuviese actuando como un testaferro.
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Ídem, ventana de la torre en el Museu Marès (Barcelona). [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net]. .Acto III.
“Y yo el tercero...”
A los pocos días de comenzar el derribo indiscriminado del Templo, apareció por Tubilla el escultor, coleccionista de arte y Director del Museu Marès de Barcelona, el mismísimo don Frederic Marès i Deulovol (1893-1991). Quien, se supone, había comprado su “botín” al anticuario don Aurelio. El señor Marès, controvertido “mecenas” del arte, dicen que acompañado por un técnico del Museo de Arte Nacional de Cataluña, se aprestó a despegar el fresco románico de San Miguel, en magnífico estado de conservación, que junto con parte de lo comprado y lo “tomado en préstamo”, acabó en el citado museo barcelonés. Aunque no todo y no todo a la vista.
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Ídem, parteluz con la popular "Vieja Choricera", de gran tradición en el pueblo. [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net]. .Si tenemos estómago para visitar esas catacumbas del románico, leonés, castellano, aragonés y aún gallego, que son las salas del antedicho museo, veremos que allí, en una de sus criptas, enmarcados por el pórtico del templo de Anzano (Huesca), están los elementos “comprados” en Tubilla. Bueno, está una ventana de la torre, en cuyo parteluz figura el misterioso personaje encadenado, conocido popularmente en Tubilla como “la vieja choricera”; están algunos arcos moldurados; un capitel y unos pocos canes del alero. Sin embargo, el exquisito fresco románico no aparece expuesto, duerme el sueño de los justos –o la pesadilla de la conciencia culpable- en los almacenes del museo, a buen recaudo. Si no fuese por un profesor de Harvard, que habló de él y publicó su foto en 1930, antes del "escamoteo", no sabríamos ni que aspecto tiene. En cuanto a las otras ventanas de la torre, columnas, capiteles y molduras. ¡Se han esfumado! Nadie sabe, o nadie quiere hablar, sobre su destino. ¿Fueron vendidos, por el anticuario, a otros “mecenas-coleccionistas”? ¿Compró todo el lote, el señor Marès, y luego revendió lo menos significativo? ¿Se cubren de polvo y telarañas, en los almacenes del museo barcelonés?
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Ídem, el fresco románico con San Miguel y el Dragón, según figura en la obra de Chandler Rathfon Post, A History of Spanish Painting, Harvard University Press, 1930, pag. 194. [Foto cortesía de "Verne-rdm". Tubilla.net]. .Repasando este apretado resumen, de lo que los tubillanos consideran expolio y los barceloneses pintan como "salvamento del patrimonio", pensando en las actuaciones de los personajes que intervinieron en el “affaire”, nos parece escuchar de fondo el coro de “los Ratas”:
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“Vamos con cuidado,
sin pestañear,
y ya van mil veces
que nos chuleamos
de la autoridad”.
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Ídem, lo que resta de la nave central, grietas y maleza. .A quien corresponda. Por haber permitido el desarrollo de este turbio asunto, en grado de acción u omisión. Consintiendo que “los Ratas” se chulearan de la autoridad. Podemos condenar y condenamos, a la pena de picota y cepo, por tiempo indefinido. De la cual no será eximido hasta que, de alguna manera, ponga remedio que satisfaga a las partes en conflicto.
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Ídem, interior del arco absidal, la piedra regresa al seno de la Madre Tierra. .[Post scriptum: A partir de 2004, el alcalde de Tubilla y un grupo de vecinos, constituidos como asociación cultural, reclaman a la Generalitat de Cataluña la devolución de las piedras, fraudulentamente adquiridas por el Museu Marès, según ellos. El Museu Marès, por su parte, alega la compra legal, pero “no encuentra” otros documentos de esa transacción más que el recibo de don Aurelio dado por el Arzobispo, cuando lo lógico sería tener un recibo dado por don Aurelio al señor Marès. Del anticuario, no queda ni rastro. Y el Arzobispado de Burgos..., bueno, la Iglesia, como siempre, no niega ni afirma, alega "voto de silencio". ¿Quién tiene razón, quién miente? Hay una cosa cierta, "entre todos lo mataron y el solito se murió"].