martes, 30 de septiembre de 2008

"No hay nada como tener buen cartel..."

Templo de San Martiño, San Martiño de Mondoñedo (Lugo). [fotos 17 julio 2008].
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Indudablemente, si algo puede ir mal irá mal. Y si algo puede empeorar, sin duda empeorará. Ahí está el ejemplo de San Martiño, referido a los cartelones "ad maioren gloria aedificatoris".
No se han conformado con poner un cartel. ¡Han puesto cuatro! No han quedado satisfechos con el cartel "normalizado", y han colocado uno en bonito "publiscope y technicolor". A gran escala, con la foto a pantalla completa del templo restaurado. En el que piden disculpas, por las molestias que la obra cause. Aunque se han olvidado pedir excusas, por las molestias que causa el cartelón.
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Sobre el anterior cartel-pantalla exculpatorio, han colocado otros dos, que sirven para fastidiar el típico cruceiro. El superior con publicidad de la empresa Diconsa, encargada de ejecutar las obras, y el inferior con los nombres de los técnicos que las realizan, el importe de las mismas, y los "paganos" que las financian: el Concello de Foz y el Ministerio de Fomento -que ya podía "fomentar" el buen gusto estético, impidiendo estos despropósitos-.
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Pero, claro, como las obras no las realiza una sola empresa en su conjunto, ha sido preciso colocar otro "cartelito" ante los ábsides, para dar detallada cuenta de quien, cómo y para quienes, se ha llevado a cabo el resto del proyecto. Para la Xunta de Galicia y la U.E.
Suerte que no han seguido restaurando, porque si nó en este momento habría allí más cartelones que templo...
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A quien corresponda. En vista de que no se enmienda, vaya vuesa merced a picota y cepo para luengos días, tantos como tarde en reflexionar y asumir la necedad de esta estúpida plaga.
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Salud y fraternidad.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

“El muy inquietante y extraño caso del Padre Jekyll y el Padre Hyde”.

Templo de San Martín, s.XII, fachada sur. Puenteferreira (Palas de Rei, Lugo). [20 julio 2008].
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Este misterioso y no explicado suceso, aconteció durante nuestra visita al templo de San Martín, en Puenteferreira (Lugo). Mientras yo hacía fotos al exterior de la portada sur, una compañera del grupo entró al templo. Allí se le acercó el párroco, que rondaba por los alrededores, y dirigiéndose a ella muy amable, aunque hablando en gallego, le señaló sonriente una puerta. Nuestra amiga no entendió nada pues desconoce el idioma, pero le pareció comprender que allí había algo de interés. En efecto, al otro lado de la puerta, que da acceso a una sacristía añadida al muro, se encontraba la portada norte, original, con unos magníficos relieves románicos en su arquivolta, que el sacerdote le enseñó encantado sin dejar de parlotear en su lengua.
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Portada sur, la norte está oculta dentro de una estancia añadida.
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Cuando salían de la sacristía entraba yo al templo, ella me llamó para que viese aquello y ambos pasamos a la habitación, un verdadero desván-trastero, sobre cuya puerta unos magníficos relieves románicos trazaban complejos entrelazos de herencia céltica. Ya iba a sacar unas fotos, cuando el fornido párroco se abalanzó sobre nosotros, con gesto iracundo, impropio de su sagrado ministerio. Con manos de acero nos tomó a cada uno de un brazo, y nos sacó de allí a empujones, literalmente, al grito de: “Este es un lugar privado, muy privado, no pueden estar aquí...” Un grito que, ahora si, profirió en correcto castellano. Y no paró hasta vernos fuera del templo, mientras nosotros, desconcertados por su violenta actitud, no acertábamos más que a expresar excusas: “Usted disculpe, no queríamos entrometernos... vale, vale, ya salimos, lo sentimos, no deseábamos molestar...” Excusas, a las que ni se dignó contestar. Al contrario, cerró el templo a cal y canto, con gesto adusto, para alejarse de allí mirando de reojo hacia nuestro grupito. Tan sólo le faltó, sacar el hisopo y exorcizarnos a modo.
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Tímpano de la portada sur, entrelazos célticos.
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¿Qué misterio es éste? ¿Acaso el hercúleo párroco sufre de personalidad bipolar? ¿Por qué se dirigió, espontáneamente, a nuestra amiga para enseñarle la portada y sus relieves? ¿Por qué, repentinamente, nos expulsó “manu militari” a ambos? ¿Por qué la sacristía-desván-trastero era digna de ser visitada libremente, por nuestra amiga, y al instante siguiente era un “lugar muy privado” donde no se podía permanecer? ¿Por qué le habló a ella en gallego, para enseñarle aquello, y a ambos en castellano, cuando decidió que no debíamos contemplarlo?
¿Acaso su ataque, de indignada intimidad, se produjo al verme con una cámara en las manos, dispuesto a fotografiar los célticos relieves de la portada norte? ¿Por qué, si la portada sur también tiene relieves de inspiración céltica, que pudimos fotografiar sin problemas? ¿Influyó, en su extraño comportamiento, el sexo y belleza de nuestra acompañante, en contraposición al sexo y “fealdad” de un servidor?... No seamos mal pensados, alejemos el presunto movil lujurioso de nuestra mente, no vaya a escandalizarse algún pequeñuelo del Señor y tengamos que darle cuentas el Día del Juicio.
Sin embargo, coincidirán conmigo en que es un suceso bien extraño. Un caso propio de Agatha Christie o, peor aún, de Edgar Allan Poe.

Pila bautismal, arrinconada al exterior del muro norte en 1987, hoy en paradero desconocido. [Diapositiva 19 septiembre 1987].
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Aunque tanto, o más extraña, que esa actitud del sacerdote, resulta la desaparición de la pila bautismal que, en 1987, se encontraba arrumbada al exterior del templo, junto al muro norte, llena de escombros y malamente pintada de azul. ¿En qué momento, de estos veinte años, tuvo lugar su asunción al limbo de los objetos perdidos? ¿Ha sido llevada a algún museo? ¿Fue robada? ¿Malvendida? ¿Ascendió a los cielos en cuerpo y alma? ¿Alguien puede darnos razón de su actual estado?

A quien corresponda: Mande controlar el estado mental de los encargados de tratar con el público, ya sean religiosos o laicos, no sea que algún día tenga que lamentar algún luctuoso suceso. Las personas de carácter inestable no deben tener cargos de responsabilidad, pues el daño que pueden causar es siempre irreparable por muchos conceptos. Si no atendiere a razones, sea puesto en el cepo y encadenado a la picota, hasta que los numerosos “desequilibrados” mentales, que pululan por donde no deben, recobren la razón.
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Salud y fraternidad.

jueves, 11 de septiembre de 2008

El vigilante ojo del dios, que todo lo ve.

Una mancha que afea la ciudad de Oviedo, tan grata por otros muchos conceptos. [Foto 19 julio 2008].
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Nada más entrar en la Catedral de Oviedo topamos con el consabido cartel: “Fotos y vídeos no”. Así advertidos, avanzamos por sus naves con tácticas de guerrilla, disparando la cámara y cambiando rápidamente de posición. En una de tales maniobras, alcanzamos a oír como otro turista, más temeroso de dios que nosotros, interpelaba a un vigilante con ésta pregunta: “¿Por favor, puedo hacer una foto de la escultura del Salvador?” El guardián, de laxa moral en el cumplimiento de su deber, o porque debía estar cansado de perseguir fotógrafos infractores le respondió: “Si yo no lo veo, puede hacer cuantas fotos quiera”.
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Escultura de "El Salvador", s.XII (1098-1129). [Foto 19 julio 2008].
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Esto nos animó y cuando entramos en la antesala de la Cámara Santa –antesala carente de arte alguno que pueda ser estropeado por el flash-, decidimos hacer una foto de la “hucha de los donativos”. Nada más hacerla se escuchó una voz en las alturas, voz tonante, apocalíptica: “Se recuerda a los señores visitantes que está prohibido hacer fotografías en el recinto de la Catedral”. Nos volvimos horrorizados, para comprobar que la voz salía de unos disimulados altavoces. ¿Cómo nos habían descubierto? Muy sencillo, desde las alturas de un ángulo de la estancia nos vigilaba el ojo de Dios, en forma de esférica cámara de video-vigilancia. Mudos de asombro, íbamos a hacer una foto de la cámara espía, cuando apareció por las puertas un caballero muy correctamente vestido –o sea traje y corbata-, muy amable, muy culto y muy servicial, quien se ofreció para asesorarnos sobre cuanto quisiéramos preguntarle acerca del lugar. Para no decepcionarle, y mayormente para disimular nuestro “nefando pecado fotográfico”, nos hicimos los tontos, realizamos algunas preguntas tópicas, agradecimos las respuestas y marchamos tan inocentes...
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Ore ante las "Santas Reliquias", por el módico precio de 1,50 €. Al menos el ticket es sincero: dice "entrada" y no "donativo".
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El caso es similar al de la Catedral de Compostela, por más que aquí los cancerberos visten “de paisano” pero sin poder disimular que parecen “seguratas” disfrazados. Aunque, “a buenas horas, mangas verdes”. Ahora mucho perseguir a los fotógrafos aficionados, pero el 9 de agosto de 1977 no hubo nadie para proteger el tesoro de la Cámara Santa, que fue vilmente saqueado por un “delincuente habitual” de diecinueve años, seguramente con un cómplice que nunca apareció. Repitámoslo, unos ladrones aficionados, no unos fotógrafos amateurs. Unos ladrones, que no necesitaron de cámara fotográfica alguna para cometer su fechoría.
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¡Este es el cuerpo del delito! Queremos decir la foto tomada indebidamente, por la que fuimos reprendidos y nos ganamos la compañía de un vigilante para que no reincidiésemos. [Foto 19 julio 2008].
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Se supone que la entrada que debemos pagar religiosamente, para ver esa Cámara Santa y, si somos personas creyentes, orar ante las Sagradas Reliquias –que ya tiene bemoles, tener que pagar para poder orar ante unas reliquias-, es para ayudar al mantenimiento de la Catedral. No obstante, en la antecámara campea un lindo cartel: “La limosna nos ayuda a compartir lo que poseemos por bondad divina”, debajo del cual hay una gran caja de madera con placa metálica en la que se lee: “Donativos para conservación de la Catedral”. ¡Ah, las grandes y santas palabras! ¡“Limosna”, “Donativos”!
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A quien corresponda: Aunque sea tirar piedras a nuestro tejado, ruego a usted que transmita, a los encargados del tema, una idea de la que hago gratuita donación. ¿Por qué no cobrar un suplemento, junto con la entrada, para poder hacer fotos en los templos, en horario fuera de culto? ¿Se aplacaría así la “ira del dios”, hacia los fotógrafos? El negocio puede que no diera grandes beneficios inmediatos, pero ya se sabe que “muchos poquitos llenan el saquito...”, al menos podrían amortizar la sagrada inversión en “seguratas” disfrazados de conserjes y en cámaras de vídeo-vigilancia. Si no consigue que le hagan caso, vaya usted a picota y cepo hasta que las ranas críen pelo.
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Salud y fraternidad.

sábado, 6 de septiembre de 2008

"Los fantasmas de Compostela..."

"Non est aurum omne quod radiat"
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Nada más entrar en la Catedral de Compostela, nos sale al paso un ominoso cartel que, tras anunciarnos la santidad del lugar, nos exhorta a cumplir una serie de prohibiciones. Pero no tenemos tiempo ni de leerlo, en ese momento contemplamos horrorizados como, por las naves del templo del señor Santiago, vaga una pareja de etéreos “fantasmas”.
¿Son las almas en pena de ciertos obispos y arzobispos, fallecidos en mortal pecado nefando? ¿Son los espíritus errantes de algunos peregrinos muertos sin confesión ni arrepentimiento? ¿Son la “Santa Compaña”?
No llevan la típica sábana, ni arrastran las consabidas cadenas. Ni aúllan, con sonidos lastimeros, al tiempo que en su mirada brilla el fuego del averno. Por contra, visten marcial uniforme. Portan cachiporra “quita-manías” y fierros de esposar. Susurran en voz baja, por sus intercomunicadores, mientras miran de soslayo con ojos inquisitivos.
Sin embargo, su visión nos pone igualmente la carne de gallina. ¿Por qué vagan sigilosos bajo las bóvedas, entre los pilares y capillas? ¿Por qué acechan a los visitantes detrás de las columnas, entre altares y pasadizos? ¿Son los arcángeles vengadores, del Señor Yahvé, que vigilan su templo?
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No, nada de eso. Son simples guardas jurados, “seguratas” en argot del vulgo, encargados de mantener el orden en la catedral, es decir: hacer cumplir a rajatabla las siete prohibiciones del apocalíptico cartel de la entrada.
Un cartel completamente falaz, pues aunque está humildemente redactado: “Se ruega a todos...”, la fantasmal patrulla de seguridad delata que, los autores del texto, nunca confiaron que nadie atendiese su ruego por las buenas. Y como son “siervos del Señor” de una u otra manera han de hacer cumplir lo que creen ser sus deseos, que para eso son también “intermediarios” del iracundo dios.
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Porque yo Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian(Éxodo 19, 5).
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Un dios que, al parecer, acumula fobia sobre fobia. Primero comenzó odiando las cámaras fotográficas, luego añadió su odio por el flash, y ahora le suma su odio por los trípodes. Se comprende, pues los tres artilugios son invento del Diablo, aunque éste sea invento del dios. Lo que no se comprende es la necia redacción del cartel: si se ha prohibido el uso de la cámara, huelga prohibir el flash y el trípode, objetos completamente inútiles si no se puede emplear la cámara. ¿O es que, al igual que le ocurrió al viejo guarda de San Esteban de Gormaz con los prismáticos, los “prohibidores” ignoran para qué sirve cada instrumento de los mencionados?
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Aunque quizá nuestro discurso esté equivocado de raíz, porque pudiera ser que no estemos hablando de lo mismo. Nosotros pensamos en el dios de Israel, luego reciclado por la mitología cristiana, y es muy posible que los autores de las prohibiciones fotográficas no hablen en nombre de Yahvé, sino en nombre del dios Dinero.
¿En qué nos basamos, para tan audaz deducción? Muy sencillo, al dios de quienes pusieron el cartel le molestan las máquinas de fotos, los flashes y los trípodes, pero no parecen molestarle las infames máquinas “tragaperras” instaladas en el muro del templo, nada más entrar y pasado el cartel prohibitorio. Unas “tragaperras” que, en varios idiomas, por el módico precio de 1 €, te cuentan “su historia” del templo, al tiempo que subliminalmente intentan adoctrinarte.
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Un dios Dinero, que tampoco parece sentirse molesto por esas velas electrónicas, -en realidad bombillas mal disfrazadas-, que muy farisaicamente anuncian su funcionamiento mediante una “ofrenda” de 20 cts, €. Si se trata de una ofrenda, ésta se supone voluntaria, y por tanto deberían funcionar también para quien desee ofrendar una vela, aunque no los 20 cts, €, pero de eso nada monada, si no hay “ofrenda” no hay vela-bombilla. Item mas, un cartelito, que parece escrito para tontos o por tontos, especifica: “Ofrenda 20 cts. Euro. BILLETES NO”. ¿Dónde han visto ellos los billetes de 20 cts de €? ¿O es que hay peregrinos tan obtusos que, al carecer de los 20 cts, intentan encender la vela-bombilla introduciendo por la ranura billetes de 200 ó 500 €?
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Y, finalmente, un dios Dinero al que debe tener muy contento el magnífico establecimiento, instalado en una estancia adosada a los ábsides románicos, servido por escogidas azafatas –escogidas pero piadosas, no demos pie a rumores malignos-, establecimiento denominado muy sibilinamente “La Tienda Catedral Santiago Compostela”, que vende toda clase de recuerdos –piadosos recuerdos, eso sí- del “Parque temático compostelano” en que los adoradores de ese dios han convertido el lugar Sagrado.
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Sí, decididamente no se trata de Yahvé, debe tratarse del otro, del dios Dinero, pues los servidores intérpretes-traductores de Yahvé no se habrían atrevido a profanar la fe sencilla de los peregrinos con esos actos (y otros no menos monetarios, acontecidos en el templo, que sería prolijo enumerar aquí). No se habrían atrevido a desafiar a ese dios celoso, que castiga la iniquidad de los inicuos hasta la tercera y cuarta generación...
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Vosotros sois los que os la dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones... No podéis servir a Dios y al Dinero(Lucas 16, 13-14).
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Pero bueno, que les voy a contar sobre el contubernio dinero-religión-poder -perdón, presunto contubernio-. Eso ya lo hizo hace años, con más gracejo y oficio, José María Gironella en su tremendo libro “El escándalo de Tierra Santa” –que, por cierto, sigue vigente en numerosos lugares “sagrados”-.
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Todas las fotos pertenecen a la Catedral de Santiago de Compostela (A Coruña). [Fotos 16 julio 2008].
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A quien corresponda. Haga el favor de ir caminando hasta la plaza, colóquese usted mismo el cepo y encadénese a la picota, porque aunque se lo propusiera no creo que pudiera usía convencer, a quien sea responsable de ello, para desfacer tanto entuerto, empezando por el obsceno “Fotos NO” y terminando por el “negocio” de la fe. Le queda a vuecencia picota y cepo para rato, porque “¡Con la Iglesia hemos dado, amigo Sancho...!”
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Salud y fraternidad.

jueves, 4 de septiembre de 2008

¡Prohibidles las fotos a todos, Dios reconocerá a los suyos!

Cartel prohibitivo de templo "pobre". Folio de impresora sujeto por chinchetas, sobre tablón de corcho. Templo de San Martiño, San Martiño de Mondoñedo (Lugo). [Foto 17 julio 2008].
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Carter prohibitivo de templo "rico". Placa de "diseño" con soporte metálico y pie a juego. Catedral de Oviedo. [Foto 19 julio 2008].
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Cuando los “cruzados” franceses, nobles del norte apoyados por la Iglesia, atacaban las tierras del Languedoc para apropiarse de las posesiones de los nobles del sur, con el pretexto de exterminar los herejes cátaros, a los cristianísimos “militares” cruzados se les planteó una “duda razonable”. Durante el asedio de Beziers, en 1209, algunos caballeros “cruzados” sintieron escrúpulos de conciencia, ante el inminente asalto, y preguntaron al Legado Papal, Arnaud Amalric: “¿Cuándo entremos en la ciudad, cómo distinguiremos a los herejes de los buenos creyentes?”, y el legado les dio este impecable razonamiento teológico, cargado de espíritu evangélico: Matadlos a todos; Dios reconocerá a los suyos.
El eco de esta fraternal y piadosa frase, llena de amor cristiano, resuena todavía en numerosos ámbitos, grandes y pequeños, del mundo religioso. Uno de esos ecos, que rebota implacable por muros y bóvedas, es el que, en forma de infame cartel: “Fotos NO”, brota cual maligna cizaña a la entrada de cada vez más y más templos. La hipocresía de esta prohibición, religiosa o laica, “tanto monta, monta tanto”, llega a cotas “obscenas”. En las próximas entradas vamos a desahogar el ánimo, a este respecto, puesto que han intentado ahogarlo en nuestro reciente viaje por tierras gallegas y astures –aunque el resto de Celtiberia, no está libre de pecado-.
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A quien corresponda: Lo que de verdad deseo, lo que me pide el cuerpo y el alma, es devolverles parafraseado su cristianísimo grito: “Matadlos a todos; el Diablo reconocerá a los suyos...” Pero, como soy más civilizado que el venerable Legado Papal, Arnaud Amalric, me conformaré con que usía sea condenado a picota y cepo hasta que recapacite y haga recapacitar a los responsables del caso.
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[Advertencia legal: La citada frase, parafraseada en mis labios, es tan sólo una expresión retórica. De ninguna manera se trata de incitar a la degollina, de los clérigos y funcionarios públicos que nos prohíben hacer fotos. Soy contrario a toda violencia física, incluso si, quienes la reciben, en alguna ocasión la alentaron y son moralmente merecedores de ella].