domingo, 31 de agosto de 2008

¡Muerto el burro, la cebada al rabo!... (primera parte)

Los españoles no han reparado nunca en la monstruosidad de que la Guardia Civil persiga rigurosamente al que cazó una liebre en coto ajeno y nada haga contra los honrados labradores que se llevan del monasterio abandonado unos capiteles visigodos para reparar sus cochiqueras”.
J.A. Gaya Nuño (1913-1976) Historiador del Arte.
.
El Monasterio Santa María de Carracedo era el más rico del reino de León, en los siglos XII-XIII, incluyendo un Palacio Real anejo. En 1796 los monjes derriban el precioso templo románico, que consideran pequeño, y mientras levantan el nuevo las tropas de Napoleón, en 1811, saquean el monasterio. Luego, en 1835, llega la desamortización de Mendizábal. Un hacendado compra el lugar, para vender las piedras que no habían arrasado los frailes o los franceses. Gentes del contorno se suman a la rapiña, caen claustros y estancias, para construir con su piedra bien labrada caseríos, palomares y establos. Sólo se salvaron, parte del Palacio Real, el Capítulo y su Sala Abacial, que, exceptuadas de la desamortización, fueron habilitadas para usos parroquiales. Y también, paradojas de la historia, se salvó aquella iglesia, amplia e insulsa, abandonada a medio construir, sobre las ruinas del desaparecido templo románico, tras haber reutilizado muchas de sus piedras.
.
Numerosas voces ilustres y anónimas predicaron en el desierto, hasta que, en 1929, lo poco restante se declaró Monumento Histórico Artístico. De buenas intenciones está el Infierno lleno, porque ruina, abandono y saqueo continuaron casi hasta 1988-1991, cuando se emprenden obras de acondicionamiento. Hoy día, entre las remozadas migajas medievales sobrevivientes, magníficas incluso en su escasez, se celebran fiestas medievales, torneos, cenas, conciertos de música antigua... [Adultos 25 €, niños menores de 12 años 20 €. ¿Criadas y soldados media entrada...?]. Algo estupendo, cuando las alternativas eran las malas hierbas, la pérdida total, el olvido.
.
Estupendo, salvo porque se presume de haber resucitado los huesos, mondos y lirondos, de un conjunto arquitectónico al que, hoy día, ni todo el oro del mundo puede devolver la riqueza perdida. En realidad, se ha producido el parto de los montes: “Parieron los montes y parieron un ratón”. Su “restauración” es irrisoria, porque no quedaba mucho que restaurar. Se ha tratado de una consolidación de las ruinas, para que no sigan arruinándose, con un lavado de cara general. Nos felicitamos por ello. ¿Cómo no hacerlo, a pesar de su aspecto de “parque temático”, con tienda de “souvenirs” incluida? Pero, según el diccionario, restaurar es: “Restablecer, volver a poner una cosa en aquel estado o estimación que antes tenía”. Y eso, está aquí muy lejos de lo ejecutado. Con frases oficiales tan bonitas como: “Carracedo, una vez restaurado, ha recobrado y consolidado mil años de historia”, se presume de lo improbable, tras haber olvidado lo posible.
.
¿Por qué, por ejemplo, se ha consentido que el cementerio anejo al templo siga en uso? ¿Acaso, como mal menor, no podía haberse dejado el cementerio tal como se encontraba y habilitar uno nuevo en lugar cercano? ¿Por qué, además, se consiente que las tumbas se amontonen cada vez más cerca de los muros absidales? ¿Y por qué, peor todavía, se admite que se levanten grupos de nichos? Es la lógica del absurdo: el cementerio es muy pequeño y, si se mantiene en uso, no queda más remedio que amontonar las tumbas. ¿Consideran los “expertos” que esta es la forma de “consolidar mil años de historia”? ¿Qué será lo siguiente, cuando el camposanto esté lleno, levantar nichos de diez o veinte plantas adosados al crucero y ábside? ¿Abandonar, por fin, el abarrotado cementerio, tras haber convertido el exterior del templo en un lugar estéticamente tétrico, lleno de filtraciones y humedades, para abrir entonces un nuevo camposanto?
.

A quien corresponda. Por mentir, o al menos “exagerar”, presumiendo falazmente de haber hecho algo que no ha hecho, y mirar para otro lado con lo que se hace indebidamente, sea condenado a picota y cepo, por tiempo indefinido. Y cuando la Madre Naturaleza lo reclame a su seno, que la tierra no le sea leve.
.
Salud y fraternidad.

¡Muerto el burro, la cebada al rabo!... (segunda parte)

A escasos cien metros del Monasterio de Carracedo (León), un viejo palomar dentro de una propiedad privada... Hoy día, con tapia y seto, que nos obligan a actuar de paparazzi para descubrir su tesoro. Por suerte, todavía carece del abominable cartelito: “Fotos NO”. ¿Tardarán en ponérselo? [Foto 14 julio 2008].
.
Porque, como dijo aquel torero, “más cornadas da el hambre...” Hoy me he armado de valor y he cogido el “foto-shop” por los cuernos, para dar otro ejemplo de la vana presunción con que se pregona la “restauración” de Santa María de Carracedo.
Tomemos un “simple” rosetón. De los varios que posee el conjunto monástico de Carracedo, no hay ninguno que conserve sus tracerías, tan sólo algún óculo está intacto. Sin embargo desde antiguo se sabe, porque lo proclama a los cuatro vientos, que un palomar, a no más de cien metros al norte del monasterio, contiene en su estructura numerosas piedras que son fragmentos, casi completos, de las tracerías del gran rosetón románico de la fachada occidental del templo. Fotografiamos, en un par de ocasiones -1981 y 1992-, varias de esas piezas que estaban al descubierto, dos por haberse desprendido el revoco que las cubría, y una por servir de improvisada “celosía” y hueco de ventilación al palomar.
.
Así encontramos el palomar en 1981, en mitad del campo, sin tapia ni seto, con las acusadoras tracerías asomando entre los desconchones del muro. [Diapositiva 5 agosto 1981].
.
Así continuaba el palomar once años después, en 1992, igual de descarnado y acusador. [Diapositiva 11 abril 1992].
.
Y así está veintisiete años después, en 2008, exactamente igual de olvidado y despreciado por las autoridades. [Foto 14 julio 2008].
.
Más al producirse la tan cacareada “restauración”, ¿alguien se preocupó de reclamar tales piezas al “dueño”? ¿Se preocupó siquiera, de negociar su vuelta al Monasterio? ¿Se pensó en rescatarlas o comprarlas? Y al decir “dueño”, queremos decir el propietario actual del palomar, edificio que alguien levantó, después de 1835, aprovechando piedras labradas procedentes del, forzosamente, arruinado Monasterio, que tomó “prestadas” de aquel y que por tanto no eran suyas.
Las últimas fotos, de 2008, tomadas con cierto riesgo de nuestra integridad física, confirman que el rosetón continúa en el palomar. ¿Por cuánto tiempo? ¿Después de nuestra denuncia, se apresurarán sus actuales “dueños” a desmontar las piezas y venderlas al mejor postor, que resultará ser un americano, asesorado por un anticuario de origen hebreo, “perfil de maravedí” como dijo el poeta Gerardo Diego? Al fin y al cabo, así han salido de Celtiberia las mejores piezas de las colecciones estadounidenses.
.
Fragmentos de tracerías incrustadas en el palomar, seguramente quedan muchas más ocultas entre su argamasa. ¿El rosetón completo? [Foto 14 julio 2008].
.
Otros fragmentos de tracerías incrustadas en el palomar. [Foto 14 julio 2008].
.
¿O nos sorprenderán, los actuales “propietarios” del palomar, haciendo generosa donación de las tracerías del románico rosetón a las autoridades “competentes” –si es que existe alguna que lo sea- para ser reintegradas al templo, o al menos al museo del Monasterio de Santa María de Carracedo? “¡...Que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son!”.
.
Rosetón occidental. Desmontado y vuelto a montar durante la reconstrucción de 1796, como denuncia el mal encaje de sus piedras, carece de tracerías, que fueron robadas hacia 1835. [Foto 14 julio 2008].
.
Tracerías del rosetón occidental, reconstruidas por mí a partir de los fragmentos encontrados en un palomar, junto al Monasterio.
.
Hipotética restauración del rosetón occidental, falta el círculo central de las tracerías, que no he podido deducir de los restos visibles empotrados en el palomar. ¿Volverá a lucir así, algún día?
.
A quien corresponda. Bien está lo hecho, aunque tarde, pero menos triunfalismos oficiales y más efectividad. Menos presumir a trompetazos de grandes “reconstrucciones”, más o menos ficticias, y más actuar en pequeños elementos con posibilidades reales, como el rosetón empotrado en el palomar. Enmiende su proceder, no quiera confundir al personal ocultando negligencias pasadas con “fantasías temáticas”. Si no lo hiciere, sea llevado a picota y cepo por tiempo indefinido, tanto como se tarde en rescatar y reconstruir ese rosetón, joya del románico leonés.
.
Salud y fraternidad.