miércoles, 12 de marzo de 2008

¿Justicia poética?

Anfiteatro romano, s.II, sobre su lateral noreste los restos del templo románico, Tarragona. [Diapositiva 25 agosto 1990].
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Templo de Santa María del Miracle, s.XII, edificado sobre parte de la arena y el graderío del anfiteatro romano, Tarragona. [Diapositiva 25 agosto 1990].
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En el siglo II, se construyó en la ciudad romana de Tarraco un magnífico anfiteatro. Allí, durante la persecución del emperador Valeriano, el año 259, son quemados vivos el obispo Fructuoso y sus diáconos Eulogio y Augurio. Luego, el 476, los visigodos ocupan Tarraco. Cuando, a pesar de todo, la Antigua Religión fue arrasada por la nueva, se levantó en aquel lugar, hacia el siglo VI, una basílica visigoda en honor de los mártires. Para ello, se aprovecharon los ricos materiales del anfiteatro romano. En 719, los musulmanes toman la ciudad arruinando el templo. Ramón Berenguer III reconquista Tarragona y, en 1118, el obispo Olegario manda que sobre las ruinas visigodas del anfiteatro se levante una iglesia, románica, Santa María del Miracle. Para esta obra se aprovechan, otra vez, materiales romanos del entorno.
En el siglo XVI, los frailes trinitarios hacen allí su convento, y vuelven a saquear lo que resta del edificio romano. Pero tras los destrozos sufridos durante las guerras de los Segadores y de Sucesión, el conjunto pasa a ser propiedad del Estado, en 1780. Como había que darle alguna utilidad a esos edificios, en 1796 no se tuvo mejor ocurrencia que convertirlos en cárcel, para alojar los reclusos forzados a construir el puerto de la ciudad. Con la invasión napoleónica, el conjunto sufrió diversos desperfectos, aunque continuó alojando unos novecientos presidiarios hasta 1908 en que es cerrado y cedido al Ayuntamiento.
De repente, en 1910, alguna autoridad decidió que aquellas maltratadas piedras tenían valor, e inició los trámites para declararlas Monumento Nacional. Pero, como “las cosas de palacio van despacio”, el papeleo no concluyó hasta 1924. ¡Catorce años después! Y claro, mientras tanto, hubo tiempo para que alguien -no sabemos quien ni por qué-, derribase buena parte del templo románico milagrosamente conservado. Derribo, acompañado de rapiña, que hizo desaparecer cualquier piedra tallada que hubiese tenido el edificio.
La declaración de Monumento Nacional no mejoró las cosas. Salvo periodos intermitentes de excavaciones arqueológicas, el monumento arrastró su decadencia hasta que, en 1987, el Taller Escola d’Arqueología tomó a su cargo el estudio de las irreparables ruinas. Cuando, prácticamente, lo único que ya podía hacerse, era limpiar y adecentar el lugar para ser visitado.
El sitio es, hoy, un escenario surrealista pero aleccionador. Aquel templo, lo que resta de sus muros, plantado sobre la arena el anfiteatro romano, es un nuevo mártir, inmolado a los dioses de la ignorancia y la codicia. Pareciera como si, las divinidades romanas, hubiesen tomado venganza, de aquellos cristianos que suprimieron a sangre y fuego la Antigua Religión. ¿Justicia poética?
A quien corresponda. Escarmiente en cabezas ajenas, respete y haga respetar todas las piedras antiguas, romanas o románicas, tanto da, no sea que también usted, puesto en picota y cepo, experimente la “justicia poética” de los Viejos Dioses.

martes, 11 de marzo de 2008

Vulnerant omnes, ultima necat.

Templo de Santa Eulalia, fin s.XII y mediados s.XX, Seloriu (Villaviciosa, Asturias). [Diapositiva 13 julio 2000].
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Vulnerant omnes, última necat: "Todas hieren, la última mata". Esa inscripción clásica, propia de los relojes de sol, vendría al pelo para éste rosetón-reloj. Y para el templo que lo exhibe.
Este edificio románico, sufrió bastante durante la última guerra civil, por ello, a partir de 1940 fue "restaurado". Aunque, realmente, se trató de una reconstrucción sui géneris. Apenas se respetó el ábside, lo único verdaderamente románico, junto con sus dos portadas, pero éstas se "recolocaron" en distinta ubicación. La nave se prolongó y ensanchó, añadieron una espadaña, enfoscaron todo y, en la "remozada" fachada occidental, se inventaron un rosetón. La guinda, de todo éste maremagnum, fue el susodicho rosetón: de práctico, al par que bonito hormigón, con un "exacto" reloj en su centro. Ni siquiera se molestaron en simular, mediante incisiones, los presuntos sillares. En definitiva una pesadilla conceptual románica.
A pesar de esa orgía "restauradora", el templo fue declarado, en 1965, Monumento Nacional. Se lo merece, aunque sólo fuera por lo que ha sufrido a manos de sus destructores y luego de sus reconstructores.
A quien corresponda. Aprenda de los errores pasados, para no repetirlos en lo venidero. Si no lo hiciere, sea condenado a picota y cepo, hasta que suene en su reloj esa hora "última necat".

sábado, 8 de marzo de 2008

Una de cal y otra de... pintura

Grifos afrontados, nos parece adivinar.
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El ángel venciendo a la Bestia del Apocalipsis, o al menos eso parece.
. Epifanía, vulgo Adoración de los Magos, con valor de simple presunción.
. ¿El Cristo en majestad? Puede ser.
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Templo de San Salvador, 1110, Murillo de Gállego (Zaragoza).
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La plaga, de cubrir con variadas materias los edificios románicos, no es únicamente cosa de pequeños templos rurales, también los grandes templos, obras cumbre de éste arte, sufren el acoso de tan malsana pasión.
Desde el fondo de la cripta, hasta lo más alto de las bóvedas, el magnífico templo de Murillo de Gállego está recubierto, por capas sucesivas, de cal y pintura. La acumulación de "estratos" calcáreo-pictóricos ha creado una masa que deforma las imágenes románicas de los capiteles, y los muros, dónde los sillares generosamente recubiertos han sido señalados con líneas, para crear una sensación pictórica, cual decorado teatral, de muro pétreo.
A quien corresponda. ¿Hasta cuando tendremos que soportar, que los edificios románicos se asfixien bajo denigrantes capas calcáreas? Ponga ya remedio a este desagisado, o sea condenado a picota y cepo mientras no se despejen sillares y capiteles de su cárcel de cal.

viernes, 7 de marzo de 2008

¡Blanco por fuera, románico por dentro! ¿Qué cosa es?

Templo de San Nicolás, s.XII-XIII, encalado como un cortijo andaluz. Lastras de Teza (Burgos).
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Templo de Santa María, s.XII, su sabio simbolismo románico ha sido "embellecido" con cal. Castelo (Taboada, Lugo). [Diapositiva 19 septiembre 1987]..
Una "tradición ancestral", común a muchos pueblos de la geografía celtíbera, es el "blanqueo" de los templos románicos. En el sentido más literal. Aplican con generosidad una gruesa capa de cal, en diversas modalidades: únicamente al ábside, o a todo el edificio, bien a ventanas y/o portadas, tanto al interior como al exterior, sobre capiteles esculpidos, tímpanos o arquivoltas.
En tiempos pretéritos, la justificación era que la cal tenía un valor profiláctico, pues "mataba las miasmas" -hoy diríamos microbios-, causantes de diversas epidemias. En fechas más recientes, se alegaba que el encalado cubría la fealdad de humedades y deterioros varios.
Ambos conceptos, son prejuicios tópicos, difíciles de erradicar del imaginario colectivo, y es todavía demasiado corriente que vecinos bienintencionados, con la complicidad de párrocos desinformados, continúen aplicando en los templos, capa sobre capa, "protectoras" lechadas de cal.
A quien corresponda. Se ruega informe y eduque a los fieles, usuarios de templos románicos, sobre elementales normas de conservación en las que no intervenga la cal. Aunque bien es cierto, que si las autoridades "competentes" se preocuparan un poco del mantenimiento corriente, de los edificios románicos, los vecinos, con más buena intención que conocimientos, no tendrían que recurrir a tan expeditivo método. Si no lo hiciere, sea puesto en picota con cepo, mantenido con pan duro y agua de pozo.

lunes, 3 de marzo de 2008

¿Quién acabó con el templo? ¡Todos a una!

Dibujo de Parcerisa (1860). Nave y ábside ya se han hundido, subsisten la torre y la Capilla de Lara, o Alvires.
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Dibujo de Parcerisa (1860). Galería porticada de la Capilla de Lara, o Alvires, inicios s.XIII.
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Santa María del Templo, 2ª mitad s.XII, Ceinos de Campos (Valladolid).
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En Ceinos de Campos (Valladolid), se encontraba la más antigua Encomienda de la Orden del Temple, en el reino de León, citada ya en 1168, comparable en importancia a las de Ponferrada y Faro. Poseía un magnífico templo, de nave única y ábside curvo, presidido por una Virgen románica. Tenía torre, adosada al norte, de tres cuerpos y dobles ventanas. También una rica capilla funeraria, al oeste, cubierta de pinturas góticas, con rosetón, galería porticada y puerta de acceso al atrio cubierto. Don Gonzalo Núñez de Lara, regente de Enrique I, que se opuso a la entronización de Fernando III, hubo de exiliarse a tierras musulmanas. Murió en Baeza, en 1222, y en su testamento dispuso ser enterrado en la capilla templaria de Ceinos, donde fue trasladado a un rico sepulcro esculpido. Igual que sucedió en la Encomienda de Villasirga (Palencia), con el enterramiento del infante don Felipe, muerto en 1274 durante su exilio en la Granada musulmana, por las desavenencias mantenidas con su hermano Alfonso X. En Villasirga, se conservan iglesia, capilla y sepulcro. En Ceinos, todo lo ha consumido el tiempo y la incuria.
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Casa particular, en Ceinos, con restos de arcos románicos reutilizados. [Diapositiva 9 noviembre 1995].
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Cementerio de Ceinos, nicho con sillares, columnas y arcos románicos reutilizados. [Diapositiva 9 noviembre 1995].
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Casa particular, Ceinos, ménsula reutilizada, con cabeza de águila, quizá de la bóveda de la Capilla de Lara, o de Alvires. [Diapositiva 9 noviembre 1995].
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A partir de 1799 comienza el calvario de este magnífico templo, al ser declarado en ruinas y convertido en cementerio. Todavía aguantó en pie hasta 1868, cuando los derrumbes por abandono, y los derribos intencionados, han dejado el edificio templario tan deteriorado que se decide emplear sus piedras como material de relleno para la construcción. El Museo Provincial de Valladolid, compró por 4.000 reales los restos de una de sus arquerías esculturadas, la piedra restante fue molida para hacer grava y empleada en la pavimentación de la nueva carretera general. Su recuerdo se fue perdiendo, de modo que hoy nadie se pone de acuerdo sobre el lugar donde se alzaba el templo. Por suerte, algunos vecinos habían actuado antes como “recolectores”. Tomaron “prestados” parte de los capiteles de la nave, que emplearon como sustento de bancos en las solanas de sus casas; dovelas de las arquerías, pasaron a ser dinteles de ventanas o, junto con restos de columnas, arcos de panteón familiar en el cementerio; canes, que acabaron, como talismanes contra las brujas, empotrados sobre las puertas de las casas o en el frontón municipal.
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Capitel interior, de la nave. Colección particular de don José Varela Feijoó, Mayorga (Palencia). [Diapositiva 9 noviembre 1995].
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Entre todos estos "recolectores", hay un auténtico coleccionista, el simpático y amable don José Varela, quien nos permitió visitar y fotografiar las escasas piezas que, procedentes del perdido templo de Ceinos, atesora en su finca de Mayorga. Las ha reunido pacientemente, tras comprarlas a vecinos del entorno que las utilizaban para los más vulgares usos, tales como relleno de muros en las tapias de los corrales, o topes para sujetar portones en los establos. Se lamentaba este caballero, de no haber podido hacerse con más ejemplares, pues, a veces, quienes las poseen sin preocuparse de ellas, muestran un repentino amor por "sus piedras" cuando alguien denota interés en rescatarlas del olvido y se niegan a desprenderse de tal "tesoro".
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Museo Nacional de Escultura, Valladolid, restos de la galería porticada de Santa María del Templo en Ceinos de Campos. [Diapositiva 8 noviembre 1993].
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Cuando Santa María del Templo amenazaba ruina, y se trató de salvarla, los que podían no quisieron, y los que quisieron no podían. Al final se hizo lo que se pudo, que fue bien poco. Tampoco creamos que los arcos, con sus esculturas, comprados y conservados en el Museo Provincial de Valladolid, hayan tenido una suerte envidiable. No fueron colocados en ninguna sala especial, entre las otras joyas medievales, ni siquiera fueron colocadas en una sala. Quedaron relegadas en un pequeño jardincillo interior, muy romántico y decadente, eso sí, pero abierto a todos los elementos, que han continuado degradando la piedra, cubierta de hiedra y verdín.
Sin embargo, tal vez porque los “custodios” de tales restos tienen mala conciencia, resulta arduo visitar y no digamos fotografiar, el mejor recuerdo que nos resta del singular edificio de los Caballeros Templarios de Ceinos. Hay que solicitar un permiso, por escrito, a la dirección del Museo, que lo concederá o no. Si hay suerte, tendremos que acudir al Museo el día en que permanece cerrado al público, y aunque amable, correcto y colaborador, tras comprobar nuestras credenciales, el encargado de guiarnos nos advertirá que podemos tomar fotos “pero no en exceso”.
A quien corresponda. La barbarie destructora, el expolio y saqueo del patrimonio común, no han terminado. Es cosa, por desgracia, rabiosamente actual. Ponga los medios para detenerlo, en la medida de lo posible, so pena de picota y cepo. A quienes, en su día, consintieron la desaparición del Templo de Ceinos, nuestro más absoluto desprecio, y el deseo de que la Madre Tierra los vomite de su seno cuando llegue el Dies Irae.